aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 037 2011 Revista Internacional Psicoanálisis on-line

Reflexiones sobre la nostalgia en la inmigración

Autor: Bohórquez Ortega, Isaura

Palabras clave

Inmigración, Nostalgia.


 “Me preguntas cíclope cómo me llamo…

Voy a decírtelo: mi nombre es nadie y

Nadie me llaman todos”

 (Odisea canto IX, p. 360).

Buscando nuevos horizontes empecé a navegar por terrenos desconocidos, arriesgando lo seguro, con la esperanza de acceder a algo mejor, y así sin darme cuenta comencé a vivir en carne y hueso el fenómeno de la emigración. De esto hace ya diez años; no olvido mis orígenes, tampoco quiero hacerlo, y  aún convivo con mi compañera de viaje: la nostalgia.

Nostalgia de todas esas personas, familiares, amigos y parientes a quienes  tanto quiero, nostalgia de lugares como los atardeceres en la plaza Santo Domingo de Cartagena de Indias, saboreando un café de Colombia (de verdad), nostalgia de sabores y olores como el del delicioso arroz con coco del mediodía que se siente al pasar cerca de la casa de la señora Cecilia, vecina del barrio donde vivieron mis padres hasta hace poco. Nostalgias que me recuerdan que ya en mi infancia había vivido el dolor que dejan esos vacíos, cuando mi papá se marchaba de viaje a la finca y entonces los primeros días me gustaba acostarme en el lado de la cama donde él dormía, porque el olor que dejaba en la almohada me quitaba las ganas de llorar. Nostalgia de rituales pequeños o aparentemente insignificantes, como el de batir la leche caliente de los desayunos domingueros con el mismo molinillo que innumerables veces utilizó mi mamá.  

1. Concepto de nostalgia desde diferentes perspectivas

La nostalgia ha sido conceptualizada de diversas formas: como una emoción negativa, positiva y ambivalente (Sedikides, Wildschut y Baden, 2004), como una patología  (Kaplan, 1987) o como una estrategia de afrontamiento para contrarrestar, entre otros aspectos, la soledad (Zhou, Sedikides, Wildschut y Gao, 2008). 

Esta diversidad conceptual de la nostalgia plantea múltiples preguntas, algunas de ellas muy difíciles de responder: ¿existen diferentes tipos de nostalgia? ¿La nostalgia es buena o mala? ¿En qué casos la nostalgia es buena y en cuáles es mala? ¿Se puede investigar la nostalgia en un laboratorio? ¿Dónde se sitúa la nostalgia con respecto a la añoranza, el duelo y la depresión? ¿Se puede utilizar la narrativa nostálgica para intervenir desde una perspectiva psicológica? ¿Qué hacer con la nostalgia? ...

Responder a estas cuestiones es muy difícil porque la nostalgia se ha analizado desde diferentes disciplinas –literatura, poesía, filosofía, psicología, sociología, etc.- y, dentro de la psicología, se ha estudiado e investigado desde diferentes marcos teóricos (p. ej., el psicoanálisis) o aplicando diversas metodologías empíricas o cuasiexperimentales. A su vez, no parece ser lo mismo la nostalgia del emigrante que una nostalgia “inducida” experimentalmente a estudiantes universitarios.

Para abordar este tema es preciso considerar los diferentes niveles de análisis de este fenómeno, junto con los orígenes y el significado de este concepto.  El término nostalgia es una palabra acuñada en el Renacimiento y que deriva del griego nóstos, que significa regreso o retorno al hogar y álgos que significa dolor. Propiamente se refiere a un deseo doloroso de regresar (Corominas, 1961). El término nostalgia fue introducido inicialmente por el físico suizo Johannes Hofer (1688-1934), quien usó inicialmente este concepto para explicar la reacción depresiva que afectaba a los jóvenes mercenarios suizos alejados de su país (cfr. Wildshut, Sedikides, Arndt y Routledge, 2006). Él concebía la nostalgia como un trastorno neurológico o médico, y algunos de los síntomas que se consideraron en los años 40 del siglo pasado fueron ataques de llanto, ansiedad, frecuencia cardíaca irregular, pensamientos persistentes sobre el hogar, anorexia, insomnio, e incluso sensaciones de ahogo (McCann, 1941, tomado de Wildschut et al., 2006). Ahora bien, se  conocen referencias a la nostalgia como emoción en Hipócrates, César y en la Biblia (Sedikides, Wildschut, Arndt y Routledge, 2008).

En español el término “nostalgia” se define como la tristeza por estar ausente de la patria o del hogar, o lejos de los seres queridos; añoranza; pena por el recuerdo de algún bien perdido (Diccionario María Moliner); o  de forma similar como la dolencia ocasionada por la pena de verse ausente de la patria, de la familia, de los amigos, deseo vehemente de una cosa que ya no existe, o que no está al alcance de uno (Diccionario de la R.A.E.). En cambio, en Inglés existen tres términos que hacen referencia a estos contenidos: 1) homesickness: nostalgia de lugar; 2) nostalgia: nostalgia del pasado; y 3) longing (for): nostalgia de alguien (Diccionario online Cambrigde Klett Compact).

Según Paniagua (2010), la literatura está repleta de obras expresivas de la añoranza por personas, lugares y tiempos pasados. Asimismo se dice que el primer nostálgico de la historia y, a su vez, el navegante más conocido, fue Ulises. Tras su triunfo en la guerra de Troya, el único objetivo del luchador, según cuenta la historia escrita por Homero, era el de regresar a su patria para re-encontrarse con su amada Penélope. Tanto su figura tumbada en la playa mirando el mar imaginando su regreso , como el poema a Ítaca de Cavafis, recreado en la misma leyenda, le han otorgado mucho sentimiento a la palabra nostalgia:  

“… Ten siempre a Ítaca en tu mente.

Llegar allí es tu destino.

Más no apresures nunca el viaje.

Mejor que dure muchos años

y atracar, viejo ya, en la isla,

enriquecido de cuanto ganaste en el camino

sin aguardar que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.

Sin ella no habrías emprendido el camino.

Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre,

Ítaca no te ha engañado.

Así sabio como te has vuelto, con tanta experiencia

Entenderás ya qué significan las Ítacas.

(ver Lagoudis, 2004, p. 284)

Al leerlo nos percatamos de que la nostalgia es algo vivido en el presente, pero que está inexorablemente adherida a nuestro pasado. Sentimos nostalgia del pasado y, según Rodríguez-Genovés, “cuando el pasado sobreviene, lo hace de golpe, sobresalta siempre, e intimida asaltando nuestro interior, violando la intimidad… Sobre semejante intimidad puede armarse una soberbia figuración en forma de drama o comedia, o encontrar la fuente de la que manan argumentos literarios o aportar materia en largas sesiones de psicoanálisis” (Rodríguez-Genovés, 2007; extraído de la revista en línea El Catoblepas, nº 62, p. 7).

El pasado, tal y como indica Paniagua (2010), no es una mera etapa superada: sigue latente. “…la infancia de los hombres persiste literalmente por debajo de los estratos psicológicos de la adolescencia y la adultez. Esta recóndita realidad psíquica, como tantas otras, parece haber sido entendida mejor por los poetas que por los científicos (Paniagua, 2010, pág. 41).

Desde una perspectiva psicodinámica, algunos términos de mediados del siglo pasado que se han utilizado para describir la nostalgia son psicosis inmigrante o trastorno compulsivo mentalmente represivo (cfr. Wildshut et al., 2006). Más adelante Castelnuovo-Tedesco (1980, p. 110) la definió como “una manifestación regresiva ampliamente relacionada con la pérdida, pesar, duelo incompleto, y, finalmente, depresión” (cfr. Wildshut et al., 2006).

Paul Denis en su libro “Nostalgie: entre deuil et depresion”, define la nostalgia como un recuerdo precioso y deseo de re-encuentro con el objeto perdido, la sitúa entre el duelo y la depresión, y constituye una alternativa tanto a uno como a la otra. No se trata de una situación puntual sino de una posición permanente, creando así un “objeto nostálgico” que de persistir no permite gozar ni re-envestir otros objetos (Layton, 2006).   

Según Paniagua, los sentimientos de nostalgia tienen su origen inicial en la niñez. “Experiencias de épocas posteriores a los años más tempranos son, en realidad, orígenes segundos de dichos sentimientos (aunque la persona los experimente como primeros). Las fuentes infantiles forjan moldes en los que van a encajar o no las frustraciones, añoranzas y desengaños posteriores. Estas fuentes suelen ser objeto de represión y acaban resultando total o parcialmente inconscientes” (Paniagua, 2010, pág. 41).

El ser humano parece tener la necesidad de crear mitos personales que repriman las representaciones mentales negativas y expresen, por otra parte, fantasías inconscientes de bondad y bienestar (Paniagua, 2010). A su vez, “estas distorsiones mnémicas se hacen patentes sobre todo en situaciones de regresión psicológica, y es en esas situaciones, especialmente las dramáticas y amorosas, que solemos sumirnos en los ensueños de la nostalgia” (Paniagua, 2010, pág. 40). En este sentido, la persona inmigrante frente a la inseguridad ante lo desconocido, puede retraerse, evocar el pasado, distorsionarlo, dulcificarlo y transformarlo en impresiones que le proporcionen una sensación de cálido refugio.

De algún modo Gabriel García Márquez también se hace eco de este mecanismo de distorsión mnémica o “recuerdos encubridores”, en su libro El amor en los tiempos del cólera, al referirse el doctor Juvenal Urbino a las “trampas caritativas de la nostalgia: la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado”.

Como resume Paniagua (2010): “Épocas, lugares y personas suelen añorarse de modo distorsionado porque la finalidad de la nostalgia no es la fidelidad histórica, sino la inducción de autoestima y de unos sentimientos de seguridad que contrarresten la angustia provocada por la amenazante toma de consciencia del desamor, la indefensión y nuestra finitud” (pág. 39).

Por otro lado, al emigrar nos llevamos “la patria dentro”, y esa patria es nuestro objeto nostálgico. Ya no vivimos en ella, la visitamos y en nuestra mente siempre está el regreso; es un hecho que la mayoría de los inmigrantes partimos “pensando en volver”, pero el regreso se vuelve cada vez más lejano, porque para algunos la realidad hizo añicos sus ilusiones, para otros son las circunstancias de aquí o de allá, o simplemente son los lazos personales o los compromisos adquiridos los que impedirán el retorno definitivo, pero siempre queda la esperanza de volver. En este sentido, el poema patria del escritor panameño Ricardo Miró Denis (1883 – 1940) ilustra con claridad la expresión de “la patria como objeto nostálgico”:

¡Oh patria tan pequeña, tendida sobre un istmo

Donde es el mar más verde y es más vibrante el sol,

En mí resuena toda tu música, lo mismo

Que el mar en la pequeña celda del caracol! 

Revuelvo la mirada y a veces siento espanto

Cuando no veo el camino que a ti me ha de tornar…

¡Quizá nunca supiera que te quería tanto

Si el hado no dispone que atravesara el mar! ...

La patria es el recuerdo...pedazos de la vida

Envueltos en jirones de amor o de dolor;

La palma rumorosa, la música sabida,

El huerto ya sin flores, sin hojas, sin verdor.

La patria son los viejos senderos retorcidos

Que el pie, desde la infancia, sin tregua recorrió,

En donde son los árboles antiguos conocidos

Que al paso nos conversan de un tiempo que pasó.

¡Oh mis vetustas torres queridas y lejanas:

Yo siento las nostalgias de vuestro repicar!

He visto muchas torres, oí muchas campanas

Pero ninguna supo, ¡torres más lejanas!,

Cantar como vosotras, cantar y sollozar.

(Extraído de Espino Barahona, 2006).

El autor se encontraba al otro lado del atlántico cuando escribió este poema; desde allí valora el recuerdo de su patria como objeto nostálgico. La lejanía estimula los afectos más íntimos, la distancia activa la conciencia de lo que ya no está al alcance de los sentidos.  Para el poeta entonces la patria se convierte en recuerdo, la guarda en su memoria y desde ese recinto interior la recupera, para sobrevivir al exilio laboral en Barcelona. Aunque la memoria esté llena de olvido como dice Mario Benedetti, en el poema patria nos percatamos que sigue siendo nuestro motor de identidad, en ella se encuentran nuestros recuerdos que se comportan como eslabones que unen nuestro pasado con el futuro. 

No solo la lejanía estimula la nostalgia sino también la separación temporal, y es comprensible que los riesgos (reales o imaginarios) inherentes a lo desconocido nos hagan añorar la seguridad de lo familiar (Paniagua, 2010, pág. 42), tendiendo a idealizar a la patria y a los familiares.

2. Tipos de nostalgia

Desde una perspectiva empírica se ha encontrado que los contenidos nostálgicos principales suelen estar relacionados con el recuerdo de otras personas significativas (familiares, amigos y parejas), eventos relevantes (p. ej., cumpleaños, vacaciones) y lugares (atardeceres, lagos, etc.) (ver Sedikides et al., 2008). Estos resultados fueron obtenidos de dos fuentes: 1) los contenidos narrativos enviados por lectores (norteamericanos y canadienses) de una revista titulada “nostalgia”; y 2)  por estudiantes británicos que realizaron una redacción acerca de una experiencia nostálgica.

A raíz de las diversas conceptualizaciones de la nostalgia –emoción negativa, positiva o ambivalente (Sedikides et al., 2004)-, se presentó un trabajo en el 9th Annual meeting of the Society for Personality and Social Psychology (Wildschut, Stephan, Sedikides, Routledge y Arndt, 2008), en el que compararon dos tipos de narrativa: una sobre un evento nostálgico y otra sobre un evento ordinario; los análisis de contenido mostraron que la expresión simultánea de felicidad y tristeza fue más común en las narrativas sobre eventos nostálgicos que en narrativas sobre eventos ordinarios. Asimismo, las narrativas nostálgicas estuvieron caracterizadas con más frecuencia con expresiones de felicidad que de tristeza. De algún modo la nostalgia desde esta visión sería una emoción agridulce vinculada a un concepto denominado redención (redemption), que sería un patrón narrativo que progresa desde un estado negativo o indeseable (p.ej., dolor) a otro agradable o deseable como puede ser la aceptación, la euforia, etc. (Sedikides et al., 2008).  En definitiva, podría decirse que aunque la narrativa nostálgica comienza mal generalmente tiene un final feliz.

También en el poema Patria, se puede observar la yuxtaposición de sentimientos de gozo y de aflicción en la nostalgia, a pesar de que con mucha frecuencia los poetas tienden a enfatizar el componente penoso del recuerdo, dado que el padecimiento parece más ennoblecedor que el placer (Paniagua, 2010).

2.1. Aspectos positivos de la nostalgia

La nostalgia no es solo la intentona perdurable de regresar al lugar donde se pensó seguro y alegre, también es una constante que nos incita a completar nuestra historia. Lo importante es saber de dónde viene la nostalgia, para tener claro hacia dónde se va, y considerarla como el espejo retrovisor de un vehículo con el que miramos de vez en cuando hacia atrás para no perder la referencia y continuar hacia adelante. Como dice Nikelly (2004) mirar hacia atrás y con agrado proporciona consuelo temporal y seguridad, es como una defensa contra la amenaza de enajenación. De esta forma, los inmigrantes presentan unas necesidades emocionales que pueden paliarse mediante la nostalgia, dado que el recuerdo de los ideales del pasado, les proporciona la dirección hacia el futuro. Podría decirse, por tanto, que existe la nostalgia inocua la que permite avanzar, y la nostalgia dañina, la que paraliza.

En términos generales, los aspectos positivos de la nostalgia obtenidos desde una perspectiva empírica son los siguientes:

- la nostalgia es una emoción social y autorrelevante, aspecto que se observa en las narrativas sobre temas nostálgicos, y en las que casi siempre la persona es la protagonista, rodeada de otros seres significativos, y los temas que se abordan suelen relacionarse con la sociabilidad, la afectividad, la pérdida, la redención y la ambivalencia (Wildschut et al., 2006).  

- la nostalgia es considerada también una fortaleza humana fundamental que tiene cuatro funciones psicológicas clave (Sedikides et al., 2008): a) genera afecto positivo; b) eleva la autoestima; c) fomenta la conectividad social: juega un papel fundamental en el reestablecimiento de una conexión simbólica con los otros significativos; y d) alivia la amenaza existencial: estimula las percepciones vitales positivas sobre el pasado, para alentar un sentido de continuidad entre el pasado y presente, y dar significado a su vida.

- la nostalgia puede tener en muchos casos una función motivadora, al activar el optimismo, la inspiración y la creatividad (Stephan, Wildschut, Sedikides, Routhledge y Arndt, 2008). No cabe duda que en la obra de Marcel Proust titulada “en busca del tiempo perdido” la nostalgia tuvo una importante influencia tanto en su contenido como en la inspiración.

- la nostalgia puede ser considerada como un potente mecanismo de afrontamiento en situaciones de auto-amenaza y amenaza social, y ser de gran utilidad para contrarrestar la soledad (Zhou et al., 2008). En definitiva, según estos autores la nostalgia es un recurso psicológico que protege y fomenta la salud mental. Estas conclusiones derivan de cuatro investigaciones correlacionales y experimentales que realizaron dentro de este contexto. Las conclusiones de esta investigación fueron las siguientes: a) la soledad activa a la vez la falta de apoyo social percibido y la nostalgia; asimismo, la nostalgia contrarresta el efecto de la soledad al incrementar el apoyo social percibido (ver figura 1); y b) la relación entre la nostalgia y el incremento del apoyo social percibido no estuvo moderada por la resiliencia (estilo de personalidad resistente), pero sí se encontró que las personas más resilientes recurren con más probabilidad a la nostalgia cuando están solos que las personas con bajo nivel de resiliencia. En suma, parece que las personas más resilientes han incorporado la nostalgia como un importante mecanismo de afrontamiento ante la soledad.  

2.2. Experiencias nostálgicas perjudiciales

- Cuando la nostalgia tiene un efecto paralizador y desmotivador. En este caso se podría hablar de la nostalgia como sentimiento estable en el tiempo y que mantiene a la persona anclada a su pasado. Este tipo de nostalgia impide vivir en el presente y proyectarse hacia el futuro. Sería algo similar a la falta de mindfulness.

- Cuando la nostalgia genera mucho dolor, una añoranza extrema, un elevado malestar, y consume elevados niveles de energía psíquica. Este tipo de nostalgia funcionaría como un mecanismo de defensa que genera un elevado gasto de energía, y que en casos de duelo “evita la pérdida del objeto” y genera placer por la posesión indirecta, pero al mismo tiempo impide su correcto afrontamiento o reconocimiento para superarlo. En este caso, el nostálgico se salta el duelo y también la depresión, en la medida en que rechaza o no reconoce la pérdida recreándola en su mente (Denis, 2001). Según Probst (2000) el nostálgico, a diferencia del depresivo, sí mantiene un proyecto existencial. En estos casos el tratamiento debería estar orientado hacia el reconocimiento de la pérdida y el afrontamiento y superación del duelo, es decir, pasar de la nostalgia al afrontamiento del duelo.

Estas experiencias nostálgicas en inmigrantes representan un factor de riesgo añadido de padecer, como conceptúan Grinberg y Grinberg (1984), ansiedades persecutorias o depresivas. El inmigrante tiene que adaptarse al nuevo contexto, a la lengua y sobre todo al habla del lugar de destino, a los aspectos culturales, a la forma de comunicarse las personas, etc., a los cambios de roles, a renunciar a muchos aspectos de la propia cultura, a sentir que no tiene una identidad, que quizás no tiene derecho a trabajar, y si lo tiene seguramente trabajará en un ámbito inferior a su cualificación profesional, etc. También otro aspecto que puede llevar a experiencias nostálgicas negativas son las enfermedades o pérdidas de seres queridos, vividas desde la distancia. 

3. Intervención con la nostalgia

Desde una perspectiva clínica, la nostalgia puede ser considerada una herramienta en la terapia cognitiva, en la medida en que las personas pueden ser entrenadas para beneficiarse de la función restaurativa de la nostalgia cuando tienen poco apoyo social o éste es percibido como bajo (ver Zhou et al., 2008).

A su vez, se podría trabajar desde la narrativa nostálgica de cada persona. A partir de ella, se podría obtener mucha información, porque el discurso nostálgico destapa recuerdos, emociones, sueños propios o ajenos que permiten ver la forma de pensar, de utilizar distintas estrategias orientadas a producir el refugio del pasado; y, a su vez, se puede apreciar la historia de un conocimiento, un desconocimiento y un reconocimiento.

Mediante el discurso nostálgico, y las funciones que la nostalgia tiene sobre el ser humano, el terapeuta puede anticiparse y comprender mejor las necesidades del paciente, y tener una idea del porqué de éste; es decir, analizar qué es lo que busca el paciente compensar recurriendo constantemente o aferrándose a la nostalgia (por ejemplo, evitar el afrontamiento del duelo, contrarrestar la soledad percibida o vivida, alimentar su baja autoestima, emplearla como referente para seguir avanzando, etc.).

Igualmente el discurso nostálgico puede revelar un difuso malestar que se expresa de diferentes formas: sentimientos de inseguridad, de desvalimiento, de incertidumbre frente al futuro, etc.; también, las carencias vividas como emigrante remiten al pasado en la medida en que el futuro no tiene un sentido ni aparece un horizonte esperanzador; el mañana tiende a ser reemplazado por un pasado dorado; de modo latente existe una idealización por el país de origen, se busca en el pasado imágenes de hábitos familiares agradables, y, en definitiva, se añora lo ausente.         

Según Fred Bush (2003), en su artículo Telling stories “Los pacientes necesitan contar sus historias. Una de las principales tareas como analistas es ayudar a que los pacientes cuenten sus historias y se apropien de ellas” (Traducido por González, 2005, nº 19). Si el paciente necesita apropiarse de su historia ¿por qué no utilizar su narrativa nostálgica para que integre su historia vivida en el país de origen con su historia presente en el país de destino?   

Según Paniagua (2010) “En la nostalgia se echa mano del depósito de relaciones con las personas significativas de nuestro pasado con el fin esencial de preservar la integridad del self idealizado. A este efecto, las descripciones nostálgicas tenderán a reflejar el psiquismo del autor más que las cualidades objetivas de los seres queridos”.

Por lo tanto, es de gran relevancia tener en cuenta las descripciones nostálgicas en un contexto terapéutico, sobre todo ante situaciones traumáticas relacionadas con las pérdidas, como los duelos por seres queridos, el exilio o la inmigración. 

En la narrativa nostálgica podemos ver la subjetividad del inmigrante, sus deseos, lo que idealiza, lo que omite. Esta fuente testimonial relevante de su pasado puede contribuir mediante el trabajo terapéutico a devolverle la continuidad y el sentido a su presente. A su vez, y metafóricamente hablando, si alguien debe echar raíces en otra tierra cuando ya no se es semilla, el terapeuta en su análisis, debe no sólo  “re-conocer el tronco y  la copa del árbol sino también examinar el estado en que están las raíces”.    

 El emigrante en su nuevo entorno ve la vida que tiene por delante con temor y con frecuencia se refugia en el pasado, convirtiéndolo en su paraíso perdido que constantemente alimenta su anhelo de volver. En este sentido, la nostalgia no tiene por qué ser siempre patológica ni verse como signo de debilidad o sentimentalismo;  al contrario, en muchas situaciones permite acomodar el pasado en el presente. Dicho de otra forma, la nostalgia crea un nuevo futuro en donde la cultura nativa es integrada en la nueva cultura, logrando que el pasado sea considerado como placentero en la medida en que enriquece la identidad del yo y garantiza una sensación de continuidad (Nikelly, 2004).

La idea de que la nostalgia por el país de origen dificulta el crecimiento psicológico ha sido refutada por estudios empíricos recientes. Por ejemplo, un estudio demostró que la nostalgia vivida por mujeres adultas suramericanas inmigrantes que habían experimentado pérdidas, soledad, aislamiento e idealización por su país natal, les  alentó a crear  un nuevo hogar y aspirar a un estado de coexistencia entre lo viejo y lo nuevo, superando el estigma de la marginalidad (Pérez, 2000, referido en Nikelly, 2004).  Desde esta perspectiva, la mirada hacia atrás cobra otro sentido, se mira con satisfacción lo que se ha logrado en el pasado a diferencia de mirarlo como lo que está perdido para siempre. Esta mirada es la que proporciona el sentimiento de continuidad con el pasado; re-pensar el pasado con esta visión es lo que permite que lo nuevo sea asimilado por el yo y que el pasado no sea idealizado ni negado.

El análisis del discurso nostálgico puede complementarse con la transformación del contexto terapéutico en un “espacio de transición” para el inmigrante, en la medida en que éste puede representar una especie de puente entre el pasado y el presente, o entre el país de origen del paciente y el lugar donde vive actualmente, atenuando el sentimiento de vivir dividido (Lijtmaer, 2001). 

4. Nostalgia, duelo e inmigración

Debido a mi condición de inmigrante, llevo ya un tiempo reflexionando tanto en lo personal como en lo profesional, acerca del sufrimiento psíquico que viven muchos inmigrantes al llegar al país de destino, después de abandonar la tierra  de origen: aislamiento, incomunicación, sentimiento de extrañeza, pérdida de múltiples identidades, dificultades para trabajar en correspondencia con la formación previa adquirida, etc. ¿Qué hacer con tantas pérdidas, con los diferentes duelos, con la necesidad permanente de estar en contacto con los que están lejos para no perderse a sí mismo, con la urgencia de ser lo que se era? ¿Cómo llenar el vacío de los no-ser? ¿Cómo afrontar el duelo tras la pérdida de un ser querido estando en la distancia?      

La experiencia migratoria se puede ver como una aventura, como la búsqueda de una vida mejor o de una tierra prometida, e incluso como un sueño o una ilusión. Sin embargo, no siempre se vive como el viaje de un héroe que sigue el esquema origen-camino-meta. De hecho, en países en los que hay conflictos armados enquistados, muchos de sus habitantes se sienten atrapados y con deseos de salir o de escapar de ese contexto.

En psicoanálisis no se puede comprender las migraciones sin recurrir a las nociones de duelo, de cambio y de identidad (Grinberg y Grinberg, 1971). De duelo por las pérdidas que representa, de cambio porque se trata de incorporar infinidad de novedades vinculares, culturales, sociales, laborales, etc.; y de identidad porque todo proceso migratorio exige una re-interpretación de la identidad, que es puesta en tela de juicio debido a la confrontación con el nuevo contexto. Esta confrontación impone una re-negociación de las formas de incorporación a un grupo para adaptarse al nuevo estilo de vida.

Hoy se sabe que una migración implica, aún realizada en las mejores condiciones, atravesar una crisis dolorosa y traumática que deja efectos psico-afectivos profundos y duraderos. Uno de los mayores problemas radica en que estos aspectos generalmente son ignorados por los inmigrantes y, a veces, por profesionales que trabajan en el ámbito de la salud mental.

En general, la persona que emigra se ve expuesta masivamente a experiencias de pérdida relacionadas con todo lo que se ha dejado (familia, trabajo, amigos, etc.), y con el miedo de no poder recuperarlo jamás; también el que emigra corre el riesgo de quedarse sin nada que sostenga su identidad primaria (una falta de reconocimiento de todo lo que ha sido hasta el momento); en definitiva, la persona es desconocida en el nuevo lugar y poco apreciada. Esto puede llevar a elaborar un duelo conflictivo ya que no solo se trata de pérdida de objetos sino también de aspectos yoicos fundamentales. Estas pérdidas pueden iniciar una vía propia hacia el sentimiento de impotencia y de desesperanza que se manifiesta como depresión; es decir, conducen a la depresión por el lado del narcisismo (Bleichmar, 1997, p. 63).

Además de las posibles ansiedades depresivas vinculadas a la pérdida de objetos y de aspectos yoicos, pueden darse ansiedades persecutorias relacionadas con el cambio, la exposición a lo nuevo, a lo desconocido, etc. Estas ansiedades, junto con los mecanismos defensivos y síntomas a que pueden dar lugar, hacen parte de lo que Grinberg y Grinberg (1984) denominan Psicopatología de la migración.

Dentro de la intervención con inmigrantes, sobre todo cuando existen sentimientos de desesperanza e impotencia, se debe tener en cuenta el papel que desempeña la historia real de la persona (Bleichmar, 1997). Asimismo, la historia real del inmigrante cobra todavía más importancia porque los síntomas depresivos pueden estar relacionados también con otros duelos, la nostalgia y la melancolía.

Por otra parte, el inmigrante debe transformar su relación con el país de origen de forma similar a como se supera el duelo ante la pérdida de un ser querido: transformando la pérdida de la presencia física en otra relación basada en una conexión simbólica (Kernberg, 2010; Neimeyer, 2002). Mediante esta conexión se puede dar continuidad a una historia vital interrumpida por la pérdida e inventar un futuro lleno de sentido (Neimeyer, 2002).

A su vez, la superación de un proceso de duelo, en el que podría incluirse la experiencia migratoria, puede dar lugar a una transformación tanto en las estancias psíquicas del yo como del superyó (Kernberg, 2010). En definitiva, tal y como señala Neimeyer (2002), tras una pérdida importante nos volvemos un poco más tristes pero más sabios, en la medida en que esta experiencia suele trastocar las creencias que sustentaban nuestra filosofía de vida, y tener consecuencias sobre nuestras conductas, compromisos y sistema de valores, dándonos un significado personal.    

Por otra parte, la nostalgia, el duelo y la experiencia migratoria pueden suponer una motivación para escribir. Según Kernberg (2010), la necesidad interna de transmitir a generaciones futuras el conocimiento de la vida de la persona que se perdió es un poderoso incentivo para la escritura biográfica. Asimismo, la identificación con lo que se perdió (persona, país…), en particular con aquello que uno ha admirado, es una fuente de fortaleza que fomenta la experiencia de superar el proceso de duelo.

Coincido con Eduard W. Said cuando señala que escribir sobre lo que es emigrar es cautivador pero doloroso de experimentar, dado que “los logros de los que emigran están minados siempre por la pérdida de algo que ha quedado atrás para siempre” (Said, 2005, p. 179), y, a su vez, el sentimiento de no ser de ninguna parte, o de ser extranjero siempre acompaña al inmigrante. En definitiva, “echar raíces en otro lugar, cuando uno ya no es semilla, implica en mayor o menor grado vivir desarraigado” (Yelin, 2003, p. 152).

Por otra parte, he tenido muchas resistencias y creo que éstas se han producido por el miedo a lo desconocido, miedo a perder mi identidad, y por el enorme gasto de energía que me ha implicado integrarme sin perder la diferencia; un ejemplo sencillo que ilustra lo anterior es pronunciar la palabra zapato (“sapato”) sin necesidad de que suene la “Z” (española), no veo la necesidad de cambiar mi pronunciación si al fin y al cabo me hago entender, me niego a pronunciarla porque me hace sentir otra persona, parecer lo que no soy.

Esto se puede relacionar con la paradoja de que aun hablando el mismo idioma, en este caso el español, éste va variando de país en país; si bien las palabras son las mismas, su pronunciación y sus significados pueden ser diferentes en cada lugar. Saussure lo había señalado ya al hacer la distinción entre lengua y habla. Es el habla, lo que nos marca como nativos o extranjeros. El acento, las formas culturales, las vivencias no compartidas, hacen que por más que aprendamos a la perfección un idioma, podamos decir con Freud: “no somos paisanos de ese pueblo” (Dorfman et al., 2007). En 1938, después de su emigración definitiva a Londres, Freud le escribió a Saussure “quizás usted omitió el punto en que el emigrante experimenta tan particular y penosamente la pérdida del idioma en el que vivió y pensó, aquel que uno nunca será capaz de reemplazar por otro a pesar de todo nuestro esfuerzo de empatía. Con penosa comprensión observo cómo me hacen falta distintos términos familiares de expresión en inglés y cómo el Ello todavía se esfuerza por renunciar a la escritura gótica familiar”. 

Por otro lado, una frase que ilustra claramente la sensación de confusión que tiene el inmigrante es la siguiente: “parece, pero no parece y sin embargo es” (Yelin (2003, p. 152). Uno no alcanza a ver la diferencia entre el antes y el ahora, pero percibe una sensación extraña. En el juego del “todo parece ser igual” actuamos como si nada hubiera pasado, es como si quisiéramos seguir con la continuidad que se ha perdido. Nos cuesta cambiar el chip porque nos sentimos más seguros caminando por una línea continua que sobre una hilera de puntos separados unos de otros, avanzando torpemente con pequeños saltos que de vez en cuando nos hacen perder estabilidad y que representarían momentos inconexos de vivencias. Para lograr una nueva estabilidad habrá que re-construir uniendo los puntos hasta formar una línea que nos permita volver a ver la secuencia.        

Por otra parte, el “reencuentro con lo dejado” o el regreso temporal a mi país de origen y el posterior regreso al país de destino se convierten en algo agotador, cíclico y paradójico; se revive el duelo de la inmigración, y la necesidad de volver a reelaborarlo; eso sí, sin tanta intensidad, se puede desear estar en los dos lugares (origen y destino), encontrarse incómodo en ambos (desubicación, temores diversos, etc.), o incluso  refugiarse en un tercer lugar: la nostalgia.

Sin embargo, esta situación tiene su lado positivo. Pero para darse cuenta hay que recorrer un largo camino de transformación, de recuperación y  de desidealización del“yo” pasado y aceptación del yo actual, aspecto que podría tener paralelismos con la visión del profesor Bleichmar (1997, p.391) a propósito del esquema referente al “duelo por la pérdida de objeto”, que señala que la fijación primaria al objeto perdido dificulta vincularse al objeto sustitutivo, y al no poder vincularse a este último, se vuelve al objeto perdido idealizándolo secundariamente. Por el contrario, un duelo normal puede conllevar cambios permanentes en las estructuras psicológicas que afectan a diferentes aspectos de la vida de las personas que están en duelo, y que consisten en el establecimiento de una relación de objeto internalizada persistente con el objeto perdido, que afecta a las funciones del yo y del superyó (Kernberg, 2010).

En estas circunstancias resulta necesario diferenciar entre el punto de partida y el punto de llegada,  porque la persona que emigró (referido al pasado) no es igual a la que está (inmigrante, presente). Y es aquí en el estudio de la diferencia, en el conflicto interno de lo que se era y de lo que se es donde el psicoanálisis puede hacer grandes aportaciones. Según Kozameh (2008), el psicoanálisis ofrece a los inmigrantes respeto a su individualidad, a sus angustias, a sus temores, y reflexión sobre sus motivaciones conscientes y sus deseos inconscientes. Se podría decir metafóricamente que el analista no aplica un protocolo de intervención igual para todos los casos tal cual diseñador de moda que crea un “prêt-a-porter”, sino que realiza una intervención única, exclusiva, a modo de “haute couture”, en la medida en que tiene en cuenta las motivaciones, necesidades, intereses, metas, etc., específicas de la persona sobre la que interviene.

Conclusiones

Hablar de la nostalgia  permite hablar del dolor, de los duelos, de los vacíos, de lo perdido que se intenta recuperar;  la nostalgia no tiene que ser siempre patológica,   la mirada hacia atrás cobra otro sentido cuando logramos ver el pasado no como algo perdido para siempre sino mirándolo con satisfacción por lo logrado. Mirar el pasado con ternura, sin idealizarlo y sin negarlo, permite integrar lo pasado y lo presente, solo así se podrá andar hacia delante. Sería algo así como transformar el vacío en un agujero conocido, delimitado y que se puede rellenar mediante palabras con sentido (Grinberg, 2001).

Tras un análisis del papel que juega la nostalgia en la vida, podría decirse que existe la nostalgia inocua que sirve de aliento y parada en el camino para proseguir, que actúa como fuente de inspiración, como estrategia de afrontamiento para contrarrestar la soledad, etc., y la nostalgia dañina, referida a aquel sentimiento que paraliza a la persona, la deja anclada en su pasado e impide que actúe sobre el presente para transformar el futuro, la que deja en una situación de desamparo, en donde la única alternativa posible es la de un presente desencantado e irreconciliable con el ayer y con el mañana; en esta situación toda mirada hacia atrás resulta improductiva.

Según Denis (2001) todas las personas experimentan el sentimiento de nostalgia e incluso lo que él denomina un movimiento nostálgico duradero. A pesar de su carácter universal, este trabajo está centrado en el análisis de la nostalgia en inmigrantes, debido a la alta probabilidad que tienen de estar inmersos en una posición nostálgica -que no es ni duelo ni depresión aunque tenga muchos aspectos en común-, y que a veces son tratados inadecuadamente por el sistema de salud.

 Asimismo, es necesario afinar el diagnóstico clínico de la depresión diferenciándola de otros estados como la tristeza y la nostalgia (Probst, 2000. De esta forma, se evitaría tratar con fármacos para la depresión cuando hay tristeza o nostalgia. Otra idea fundamental de este autor es que “habría que revisar las aproximaciones psicoterapéuticas a los estados depresivos, alentando el tránsito de los pacientes por las situaciones tristes, de la cual pueden salir con estructuras yoicas más consolidadas y evitar la sofocación de la tristeza confundida frecuentemente con la depresión”.

Nostalgia y tristeza generan sufrimiento pero no suponen un riesgo en la estabilidad de la identidad del sujeto (Probst, 2000). En la depresión la persona no tiene ni puede organizar un proyecto vital, y en la nostalgia y  la tristeza sí se mantiene un proyecto existencial, que requiere que las identificaciones básicas sobre las que se funda la identidad estén aceptablemente internalizadas. 

 La nostalgia posibilita repasar lo sucedido, lo vivido, lo que se ha perdido y, sobre todo, lo que se ha alcanzado, porque finalmente queda la esperanza de que con la partida,  no se pierde definitivamente el lugar de origen y todo lo que representa en la historia personal, sino que se aprende a recuperarlo de otra forma, mediante una conexión simbólica en la que el afecto y los recuerdos seguirán presentes pero integrados en la nueva realidad.  Algo similar plantean Kernberg (2010) y Neimeyer (2002) acerca del afrontamiento del duelo normal, en el que entre otros cambios estructurales en el yo y en el superyó, se produce un diálogo interno, constante y silencioso con el objeto perdido que ha sido recuperado simbólicamente.

Resulta llamativo que cuando a una persona se le pide que recuerde un momento agradable o relajante de su vida, recurra a objetos nostálgicos tales como el mar, la playa, etc. Por lo tanto evocar un objeto nostálgico no significa que siempre sea negativo, más bien al contrario porque esa sensación de tranquilidad y relajación es como un descanso en el camino para luego seguir avanzando, es un punto de referencia para no perderse, un almacén de experiencias vividas al que de vez en cuando se recurre para afrontar la soledad, la toma de decisiones, ante nuevas experiencias, etc.

Aunque la nostalgia es en parte una tierra de quimeras e ilusiones, el papel que juega en la vida del inmigrante es fundamental, porque lo transporta a un pasado que le devuelve actitudes como la de ser emprendedor, oxigena sus anhelos, sus ganas de seguir viviendo, engrandece su orgullo, y le permite rescatar sus fortalezas, optimismo y confianza que le llevaron un día a arriesgar lo conocido para buscar un mundo mejor.  

Por último, aunque el sentimiento de extrañeza aún me acompaña, y algunas veces me hace sentir como la paloma de Rafael Alberti confundiendo el norte con el sur, ahora ya no me atemoriza, ahora se con certeza que forma parte del sabor agridulce del emigrar.    

             

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Agradecimientos.  Me gustaría agradecer las aportaciones del Dr. Bleichmar para la realización de este trabajo.