aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 039 2011

Limitaciones a la capacidad de amar [Kernberg, O.F., 2011]

Autor: Domene, Yolanda

Palabras clave

amor, Conflictos de pareja, Masoquismo, narcisismo, Relaciones de amor maduras, Relaciones de objeto, Relaciones sexuales, Yo ideal.


Reseña: “Limitations to the capacity to love”. Otto F. Kernberg. The International Journal of Psychoanalysis 2011, DOI: 10.1111/j.1745-8315.2011.00456.x

Enamorarse, establecer relaciones amorosas y mantenerlas, implica disponer de ciertas capacidades que Kernberg identifica en las relaciones de amor maduro: idealizar al otro, necesitarlo, confiar en él o en ella, sentirse agradecido por el amor recibido, saber perdonar y pedir perdón, mantener un ideal común, son algunas de estas capacidades, que por ausencia o limitación, pueden impedir a una persona vivir una relación de amor madura.

El autor se adentra en la exploración del amor, después de una larga trayectoria de lidiar con estas cuestiones en la práctica analítica. Y es a partir de ahí, de observar las notables carencias y limitaciones de pacientes bajo condiciones patológicas, como construye un marco de las funciones implicadas en las relaciones amorosas maduras. Advierte de los riesgos de tomar su exposición como una receta de lo que es normal en el amor, presentando su trabajo como un marco teórico a partir del cual poder explorar áreas donde se evidencian dificultades en la capacidad de amar.

Describe cómo los rasgos de personalidad masoquistas, narcisistas y paranoides interfieren gravemente con la posibilidad de amar y ser amado en una relación recíproca, e ilustra su análisis con material clínico procedente de pacientes en psicoanálisis con una frecuencia de 4 sesiones semanales.

Limitando sus conclusiones a las parejas heterosexuales, abre la puerta a futuros estudios de las relaciones homosexuales.

Enamorándose

En esta primera fase de la relación se espera encontrar una idealización del otro, de su personalidad, su físico y sus valores, acompañada de un intenso anhelo por compartir la intimidad sexual y emocional. Una idealización que evolucionará del primer enamoramiento, a un “estar enamorado”, fase que implica ya una relación de amor estable. Sostiene el autor que esta evolución conlleva el tomar conciencia de algunos defectos de la pareja, e incorporar a esa primera imagen idealizada, los aspectos negativos del compañero y de la relación, integrándolos en una imagen total, más completa del otro. En este proceso, la riqueza de las experiencias íntimas compartidas se refleja en un profundo sentimiento de gratitud por el amor recibido y correspondido, lo que genera un sentido de mayor valor personal y riqueza emocional.

Para Kernberg, la incapacidad de enamorarse es un signo patognomónico del narcisismo severo (Kernberg, 1995)

Pacientes con rasgos narcisistas, podrían realizar una evaluación de los pros y contras de la potencial pareja o bien pasar por enamoramientos fugaces, ya que la defensa frente a la envidia inconsciente les lleva a devaluar rápidamente a sus compañeros.

Sujetos masoquistas presentarán frecuentemente una dinámica en la que la idealización del otro, acompañada de la fantasía de rechazo, les llevan a sentirse aún más devaluados.

Cuando dominan rasgos paranoides el miedo a ser maltratados o engañados puede inclinarles a prestar atención a todo lo que pueda indicar una amenaza.

Interés en el proyecto de vida del otro

Este aspecto de la relación solo se evidencia claramente después de un tiempo.

El interés en la historia personal, emociones, ideales y aspiraciones del ser amado estimula y enriquece la vida propia. El autor considera que tiene lugar un proceso de identificación con los intereses y valores del otro de forma que se hacen propios. Gozar con el goce del otro, sentir placer y satisfacción con el cumplimiento de sus sueños y esperanzas, ser feliz por los éxitos personales y profesionales de la pareja, son expresiones de madurez y las fuentes de crecimiento de una relación de amor.

Las personalidades paranoides tenderán a distorsionar la experiencia subjetiva del otro por el uso excesivo de mecanismos proyectivos.

El paciente narcisista con su tendencia a no valorar al otro, a aburrirse con su experiencia, a vivir las relaciones como competiciones, no puede interesarse genuinamente por su pareja.

Kernberg ilustra su exposición con un caso clínico de un paciente con una patología narcisista severa, que en su tercer año de análisis se enamora de una mujer de gran éxito social y profesional. Él disfrutaba del ascenso social que la relación le reportaba, sin embargo no mostraba ninguna curiosidad sobre su vida interna, sólo percibía lo que tuviese relación consigo mismo, es decir cualquier alabanza o crítica. Conforme el impacto en su vida social, su fuente de gratificación narcisista, iba disminuyendo, aumentaba el aburrimiento con la relación. Por otra parte, el que ella gozase de éxito por su propia valía, llego a ser una importante fuente de envidia inconsciente. También envidiaba su capacidad de amar y disfrutar de la vida, se sentía incómodo y resentido cuando ella se entusiasmaba con la gente, o con el arte. La defensa frente a esta intensa envidia inconsciente era una devaluación de su compañera.

Se cierra el dramático círculo en el que se ve atrapado el paciente narcisista grave que solo sería capaz de amar si la valía del otro no fuese vivida como un ataque a sí mismo, pero la envidia le lleva a desvalorizar a ese objeto, que así, no merece ser amado. Envidia y destruye internamente lo que admira y anhela.

Confianza básica

El poder mostrarnos libremente frente al otro, con nuestras debilidades, defectos, inseguridades y conflictos, requiere confiar en la empatía de la pareja y en su buena voluntad para con uno mismo. Implica darle a conocer nuestras dudas y aspectos frágiles, confiando en que el amor no quedará dañado por ello, y que la pareja aceptará y tolerará esas fallas.

Confiar en el otro y abrirse implica la esperanza de sobrevivir a los conflictos y comprenderse mutuamente. Esa confianza requiere reciprocidad y no es compatible con la carencia de respuesta en el mismo nivel por parte del otro.

Esta capacidad de apertura y honestidad refleja, según Kernberg, un sentimiento de seguridad que emerge de la introyección del amor maternal, que prevalece aun cuando este sentimiento se vea amenazado por la culpa edípica.

La infidelidad, evidencia un fuerte conflicto de al menos una de las partes y pondrá a prueba tanto la confianza básica en la pareja como la capacidad de perdón de esta.

El que introduce a un tercero, se encuentra en el desafío de elegir ser honesto por encima de la certeza de la preservación de la relación. Reconocer que uno ha herido al otro y le ha sido infiel, y aceptar la responsabilidad que conlleva, es una indicación de la confianza básica en el otro, aunque no se esté seguro del perdón y la supervivencia de la relación.

Kernberg expone el caso de una mujer (M.), cercana a los 40, que inicia el análisis por síntomas de conversión y depresión neurótica crónica. Los conflictos permanentes con un marido narcisista y la actuación fuera de la terapia de la trasferencia negativa la llevan a una relación extramarital. Aunque primero idealiza a su amante, luego siente que se muestra indiferente hacia ella, reactivando su resentimiento edípico frente a un padre seductor y rechazante. Estos sentimientos se revelan en la transferencia negativa hacia Kernberg y se analizan durante el tratamiento. Tras finalizar su aventura, la aparición de un tercero que podría revelar la infidelidad al marido, coloca a la paciente ante la duda obsesiva de confesar o no y se acrecienta el temor de ella de ser pisoteada por su pareja. Sin embargo, esta nueva situación permite que M., a través del trabajo analítico, sea consciente de que las raíces infantiles de su temor a ser castigada por su comportamiento sexual “prohibido", proyectado sobre su marido, agravaba su ansiedad sobre la aventura pasada. A partir de ese momento, puede evaluar de una manera mas realista la capacidad de la pareja de sobreponerse a esta revelación y confiar en que su marido realmente la ama. Finalmente la paciente decide reconocer abiertamente la aventura y comprometerse con su deseo de resolver sus problemas matrimoniales. Este crecimiento de M., desde la actuación inconsciente de sus conflictos matrimoniales y edípicos, a la decisión de luchar por su relación conyugal desde la confianza y la honestidad, fue acompañado por periodos de ansiedad tanto para M., como para los sentimientos contratransferenciales de Kernberg. La pareja superó esta profunda brecha y tras el proceso de duelo y la superación de la herida narcisista del marido de M., la relación se fortaleció.

Obviamente, muchos casos terminan en ruptura. La ampliación masoquista de la vivencia de la traición o la intolerancia narcisista de haber sido herido dificultan el perdón y la continuidad de la pareja.

Capacidad de perdón auténtico

En el amor maduro, la capacidad para perdonar el comportamiento del otro, es necesaria para la supervivencia del amor tras los conflictos graves y los periodos en los que predomina la agresión. En un sentido más profundo, la capacidad de perdonar refleja los logros de la posición depresiva, el reconocimiento de la potencial agresividad propia, y la confianza en la reparación de la relación traumatizada.

El autor alerta sobre la necesidad de diferenciar esta capacidad, de la negación de la agresión y malos tratos por parte del compañero. En este caso no hablaríamos de perdón, sino de sumisión masoquista a un objeto abandonante o agresivo; ni de confianza en el otro sino de confianza en una relación fantaseada alejada de la realidad, lo que suele acompañarse de un notable desinterés por la experiencia subjetiva de la pareja.

Según Kernberg, comunicar los sentimientos de ser herido sin culpar al otro, es una cualidad sutil pero esencial de la comunicación abierta que refleja la confianza en la otra persona.

En el curso del tratamiento psicoanalítico, el terapeuta dispone de muchas oportunidades para observar como el paciente reacciona cuando se siente herido e incomprendido. ¿Es capaz de hacerse preguntas?, ¿reconoce el daño recibido?, ¿expresa su infelicidad? y ¿cómo lo hace? No se trata de no exteriorizar el enfado y la ira, sino de poder expresarse con la convicción de que la rabia no afectará al amor básico de la pareja.

 En la patología masoquista y sadomasoquista es frecuente encontrar una tendencia crónica a provocar culpa en el otro. El autor, citando a Dicks (1967), afirma que esta pauta en la relación, no solo refleja una defensa frente a un superyó persecutorio, sino que también podría servir como expresión de la culpa inconsciente frente a la posibilidad de una relación de pareja feliz.

Humildad y gratitud

Implícito en el amor maduro está la aceptación sincera de la propia necesidad esencial del otro y un elemento de gratitud por su existencia, por su amor. Conlleva aceptar la incertidumbre derivada de posibles cambios en la relación que no pueden predecirse, como los problemas financieros, la enfermedad y la muerte.

Puede considerarse como el contrapunto de la pasión sexual y debe ser congruente con una autoestima que permita aceptar el final del amor y el sufrimiento de la separación cuando sea necesario, como contraste a un aferrarse desesperadamente a una relación de dependencia.

Una mujer iniciando la cuarentena, consultó por problemas para mantener relaciones de amor. Deseaba casarse, pero su vida sentimental era una continua sucesión de relaciones infelices. Presentaba marcados rasgos caracterológicos narcisistas y masoquistas. Solo le atraían hombres de su propio entorno, exitosos, brillantes y atractivos, con rasgos narcisistas y poco dados a embarcarse en relaciones estables con ella. Sin embargo, si alguno se interesaba genuinamente en ella, lo devaluaba rápidamente; ¿Cómo podría ser bueno un hombre que la necesitase a ella más de lo que ella lo necesitaba a él? Por otro lado los hombres maduros sin rasgos fuertemente narcisistas no la tomaban en serio. EL análisis reveló tanto la intensa envidia inconsciente y resentimiento hacia los hombres y hacia las representaciones de una imagen paterna poderosa y corrupta, como la culpa inconsciente sobre las implicaciones edípicas de todas las relaciones amorosas. Se hizo evidente su búsqueda inconsciente de comprensión y de una figura materna protectora, que contrastaba con la actitud distante tanto de ella misma, como de su madre real.

Lo que Kernberg quiere destacar era que la vida de ella sin un hombre al que poder fusionarse inconscientemente, era intolerable. Se sentía vacía, incompleta y sola. Se aferraba a hombres imposibles y finalizaba con los que, al amarla, esperaban de ella cierta reciprocidad. Oscilaba entre el miedo a ser abandonada, y una arrogante actitud que la empujaba a demandar continuamente al otro sin ningún sentido de gratitud por lo recibido, ni de humildad en el sentido descrito, ni de interés por el mundo interno de sus parejas. En una ocasión quedó impresionada por la importancia de un hombre con quien participaba en los círculos internacionales de arte, pero no podía tolerar el compartir con ella los problemas técnicos de su trabajo.­­­­­­­­­­­­­­­­­­­

En la relación terapéutica, esta dinámica se traducía en ciclos repetidos en los que se alternaba la dependencia hacia la figura terapéutica idealizada y la frustración iracunda y el desprecio y devaluación de la analista. El trabajo terapéutico había de pasar por una integración de estos aspectos escindidos y una elaboración gradual de la relación inconsciente con el padre poderoso corrupto y la madre ausente. Este aumento de tolerancia hacia su propia ambivalencia se tradujo en que la paciente podía sentirse agradecida hacia Kernberg y mantener una relación interna con él, incluso bajo condiciones de intensa rabia, lo que le permitía interaccionar de forma más realista.

Ahora, por primera vez, evaluaba de forma más realista las actitudes de los hombres hacia ella, en lugar de limitarse a la búsqueda de confirmación de su grandeza a través de su admiración. Pero estaba todavía muy lejos de la capacidad de establecer una relación de amor estable.

Un yo ideal común como proyecto de vida común

Estar dedicado a una relación de amor como proyecto de vida que se infiltra en las tareas de cada día, es otro aspecto importante que permite mantener vivo el interés en la personalidad y la experiencia subjetiva del otro. Expresa además, el establecimiento por parte de ambos, de un ideal del yo común, que trasciende a los ideales del yo de ambos partenaires.

El conocimiento y la aceptación de la inevitabilidad de los conflictos, de la agresión
y de las discrepancias en lo cotidiano, en las experiencias sexuales y expectativas en la relación con los niños y la familia de origen, en la ideología y sistemas de valores, son parte de lo que hace que la vida de una pareja sea a la vez peligrosa y apasionante
. Frente a estas vicisitudes, se requiere una reevaluación continua de los valores propios y esenciales de la personalidad que deben ser respetados por el otro, e igualmente tolerar y respetar los valores básicos y esenciales de la pareja. El compromiso de una vida en común basada en el amor maduro, facilita la creación de soluciones de frente a estos conflictos. Esto implica que el otro tiene que ser reconocido y tratado con honestidad, y que lograr el entendimiento es gratificante en sí mismo y fortalece las limitaciones de la pareja en ese contexto.

Señala Kernberg, la importancia de que ambos miembros de la pareja puedan comunicarse el amor permanentemente, sintiendo el placer del re-encuentro con el amor del otro. La comunicación constante y mutua de las experiencias de cada día, es la señal de la conciencia permanente del proyecto de vida en común.

De esta capacidad emerge otra: la de tolerar las separaciones, no solo temporales o espaciales, sino en términos de las discontinuidades inevitables de toda relación, por las experiencias individuales y autónomas de cada uno y por la ambivalencia inherente a toda relación de amor.

Kernberg presenta un paciente obsesivo que durante el tratamiento analítico se quejaba del reproche constante de su esposa por no compartir sus sentimientos con ella. Durante una sesión, asocia esa actitud a la queja constante de su madre sobre su comportamiento, y al sentimiento de culpa que le inducia. Sin embargo parecía existir una extraña discrepancia entre las sesiones y la relación con su esposa, ya que últimamente, frente a Kernberg sí expresaba su amor hacia su mujer. En ese momento, el paciente se dio cuenta de que ser "muy abierto" al expresar sus sentimientos de amor a su esposa le hacía sentirse incómodo con su terapeuta, que ahora representa a la madre celosa. Era un aspecto inconsciente de su miedo a revelar la dependencia amorosa hacia su esposa y tal vez de su miedo a parecer infantil por quererla tanto.

El amor implica compartir los significados que construimos permanentemente a partir de la experiencia vital y de los cambios de la vida. Es lo contrario de una pareja que se dan uno al otro por supuesto. Compartir el uno con el otro los placeres que el otro da, como ver un gesto espontaneo y simpático en la pareja en un encuentro social, compartir algo peculiar, un gesto inesperado de amor, o de humor, una súbita expresión de placer del otro, forma lazos fuertes en la unión de la pareja.

Con frecuencia, la culpa edípica, impide experimentar una mejor relación matrimonial que la que los padres del paciente compartían, bien la realidad bien en la fantasía, y puede ser la fuente de una limitación excesiva en el disfrute de uno con el otro.

Una actuación masoquista frecuente en parejas de larga duración, es la posición acusatoria de una parte de la pareja: "Él (o ella) debería haber recordado este aniversario... consciente de que ese olvido me haría daño... sabe por experiencia lo que yo quiero”. Nos recuerda Kernberg que muchos pacientes, y no sólo pacientes, tienen que aprender que los humanos no tienen telepatía.

Dependencia madura frente a la dinámica del poder

La dependencia madura está estrechamente relacionada con el sentido de gratitud por el amor recibido, e implica un sentido de responsabilidad por el otro tal, que el logro del proyecto de vida y la felicidad de la pareja, se convierte en un objetivo personal esencial

Kernberg citando a Balfour señala que el compromiso de amor para cuidar de los otros parte de la experiencia de un amor maduro, al igual que su contrapartida, la capacidad de dejarse cuidar sin el sufrimiento que emerge de los sentimientos de inferioridad, vergüenza o culpa.

Esta capacidad está alterada en los conflictos narcisistas en los que al cuestionarse la superioridad e independencia fantaseada, surgen sentimientos de humillación e inferioridad, que a un nivel más profundo, representan el fracaso de una relación segura con la madre introyectada. Por otro lado también ha de ser diferenciada de la sumisión masoquista.

Implica poder sentirse sostenido por el amor del compañero, tolerar las debilidades propias y las del otro bajo condiciones de enfermedad grave, o situaciones de vida paralizantes. En situaciones menos dramáticas, la voluntad de asumir el control o ayudar al otro, se expresa en el deseo natural de compartir las responsabilidades, las cargas y tareas, de querer activamente ayudar, así como ser capaz y estar dispuesto a pedir ayuda, con un sentido de equidad en la distribución de tareas y responsabilidades. Es lo opuesto a la preocupación por la distribución de tareas y las relaciones de poder, en las situaciones en las que la agresión se infiltra en la relación de amor y toma la forma de la necesidad de protegerse a sí mismo contra la agresión real o fantaseada del otro.

Para el autor, presentar las luchas de poder como un conflicto supuestamente inevitable entre hombres y mujeres, representa una racionalización convencional del dominio patológico de la agresión en la relación de una pareja. Es diferente de la ambivalencia normal de toda relación, que puede ser absorbida y utilizada en las funciones positivas de una relación de amor.

En la psicoterapia psicoanalítica de parejas con conflictos crónicos, es frecuente observar como tema dominante, las luchas del poder. Kernberg nos muestra como al explorar psicodinámicamente estos conflictos, predominan los mecanismos proyectivos, tanto en el área de los aspectos agresivos de las relaciones de objeto ambivalentes, como en el área del superyó, derivados de proyección mutua de las exigencias y prohibiciones infantiles. El autor cita a Persona (2006,2007) al afirmar que los clichés convencionales sobre las “guerras” entre géneros, permiten a menudo racionalizar las lucha de poder: quién tenía razón y quién estaba equivocado, la búsqueda de culpables y la identificación con los padres sádicos, son imágenes muy típicas de estas interacciones.

Kernberg aunque apoya a Henry Dicks al sostener que estas ambivalencias son un aspecto universal de las relaciones de amor íntimo, advierte que una estructura de personalidad paranoide grave maximiza el dominio de estos mecanismos, y lo ejemplifica con el hecho de que es frecuente observar como personalidades paranoides continúan persiguiendo a sus ex parejas años después del fin de la relación.

La permanencia de la pasión sexual

Kernberg cuestiona la afirmación frecuente en la literatura, sobre todo en la popular, que asevera que la intensidad inicial del deseo sexual y la pasión erótica, suele ser sustituida por una relación afectiva más tranquila pero más profunda, en la que disminuye la importancia del sexo, y un sentido de compañerismo reemplaza las idealizaciones tempranas (Fonagy, 2008; Mitchell, 2002). Afirma que los encuentros apasionados y las relaciones sexuales son aspectos que no necesariamente disminuyen o desaparecen a lo largo de tiempo. El hecho de que, fisiológicamente, la frecuencia del deseo se atenúe en el caso de los hombres, mientras que se mantiene relativamente estable en el caso de las mujeres, no implica la disminución de la intensidad de la significación de los compromisos eróticos, en cualquier etapa de la vida.

El autor cita a Stein para definir la esencia de la intimidad sexual apasionada como “una alteración de los límites de realidad, una fusión de funciones corporales de cada uno, la penetración y ser penetrado, una fusión en el abandono y la disolución momentánea de los límites entre el yo y el otro” (Stein, 2008).

Una relación de amor con éxito, requiere una capacidad amplia y flexible para el ajuste mutuo de intereses y necesidades sexuales. La idealización del cuerpo del otro no tiene por qué verse afectado por el cambio debido al envejecimiento o la enfermedad. Compartir las intimidades del propio cuerpo es el equivalente a compartir las intimidades de la vida emocional y los problemas. La tolerancia de las manifestaciones del envejecimiento, de uno mismo y del otro, es una consecuencia de la dominación del amor sobre la proyección inconsciente de la agresión en el cuerpo del otro.

No se puede explicar la sexualidad de modo reduccionista apelando exclusivamente a la interacción madre e hijo, es necesario un modelo más amplio que integre los determinantes intrapsíquicos, conflictos pre-edípicos y edípicos, y la fantasía inconsciente en general.

Los conflictos inconscientes a lo largo de todo el espectro de relaciones de objeto de una pareja, explican a menudo inhibiciones en la naturaleza pasional de los encuentros sexuales, por lo que pueden mejorar espectacularmente con la terapia. Mutuas proyecciones del superyó y la actuación de los conflictos alrededor de la agresión son las características psicodinámicas típicas de estos conflictos (Kernberg, 1995, 2007)

El aburrimiento sexual es típico de la patología narcisista. Este es desde luego un síntoma muy generalizado, pero a menudo se agrava al combinarse con conflictos edípicos sin resolver y la patología narcisista

Kernberg ejemplifica esta manifestación típica de la patología narcisista severa, con un caso clínico de un hombre de 50 años de edad, casado con una mujer a quien trataba prácticamente como a una esclava. El deseo sexual hacia ella estaba prácticamente ausente. Frecuentaba una cadena de prostitutas de alto standing con quienes experimentaba completa satisfacción sexual sin ningún tipo de implicación emocional. Este equilibrio, estable durante muchos años, comenzó a derrumbarse bajo un sentimiento creciente de depresión y soledad que lo llevó al tratamiento.Principio del formulario En el curso de este análisis se hizo evidente que su esposa representa tanto a la madre odiada y temida de su infancia, como al objeto edípico prohibido en la lucha con la imagen internalizada de un padre punitivo. En un proceso de lento desarrollo a lo largo de varios años, estos conflictos inconscientes pudieron elaborarse en la transferencia y reflejarse en cambios en la relación con su esposa. Sólo a los 60 años de edad, fue capaz de experimentar por primera vez, un deseo apasionado hacia su esposa y de valorarla.

“En el fondo, el conflicto inconsciente real no es entre la ternura, la naturaleza estable del compromiso emocional y el erotismo apasionado, sino entre el amor y la agresión, tanto dentro del terreno de la ternura emocional y el terreno de la pasión sexual, como dentro de las estructuras superyoicas que implican el ideal del yo de la pareja y rasgos persecutorios del superyó(Kernberg, 1995; Stoller, 1979)

Todo esto no implica que en condiciones normales, la agresión no deba estar disponible para defender los límites de una relación de amor contra "intrusos". Sostiene Kernberg que la capacidad de los celos es una función protectora normal, alcanzada como parte de la entrada en el dominio de los conflictos edípicos, lo que contrasta con su ausencia frecuente en patología narcisista severa.

Con otro caso el autor nos muestra como la falta de celos normales, también puede expresar la puesta en acto de la culpa edípica sobre la posibilidad de una relación sexual gratificante. Se trata de un hombre bastante tímido, en sus 30 años, que en el análisis de un miedo crónico a la pérdida del control intestinal, relataba al analista una imagen paterna aterradora y extremadamente severa, frente a quien sentía que tenía que someterse. Negaba los sentimientos de competencia y celos hacia un amigo que intentaba aprovecharse de sus finanzas, y lo expresaba en una formación reactiva de tolerancia extrema al comportamiento de éste y un enojo reprimido hacia sus negocios. La resolución analítica de su culpabilidad, disminuyendo su sumisión masoquista al analista, finalmente le ayudó a protegerse de él, al darse cuenta de que dejaba su capital peligrosamente en sus manos, y que expresaba el mismo miedo que sentía a la hora de hacerse valer para proteger su relación de amor.

Por otro lado, si las agresiones mutuas inevitables no pueden ser resueltas y no conllevan un mayor fortalecimiento de la relación, aceptar el límite o el final es necesario. Significa que es razonable y responsable para con uno mismo esperar reciprocidad amorosa, pero si no es posible, la negativa del otro debe ser aceptada y elaborada a través del proceso de duelo con el predominio de mecanismos depresivos sobre los mecanismos paranoides de interacción. Esta forma de atravesar el trauma de la separación, puede aumentar la capacidad para una relación más madura con una nueva pareja.

La posibilidad de vida en común bajo las condiciones del fin del amor, puede ser un compromiso psicosocial razonable, pero es profundamente destructivo para el cumplimiento básico de la aspiración de una relación amorosa gratificante.

El amor y el duelo

Una evolución positiva, incluso bajo condiciones de un trabajo emocional profundamente doloroso, puede seguir a la muerte de la pareja amada. En muchas ocasiones, señala el autor que sólo después de la pérdida, se toma conciencia de la totalidad del valor de una relación de amor. Así, el duelo normal, reforzaría la capacidad de amar.

El duelo normal no estaría dominado por excesivos sentimientos de culpa, auto devaluación o la inseguridad generalizada, en contraste con la característica de auto-depreciación en el caso del masoquista, y el sentimiento de humillación en la patología narcisista. Nuestra capacidad de amar debe funcionar como una gran garantía del propio valor.

Separaciones temporales, como consecuencia de un conflicto grave, decepciones o abandono, pueden proporcionar un tiempo para la reflexión y la búsqueda de un nuevo encuentro. Si ambas partes se comprometen a trabajar en sí mismos y luego son capaces de comunicar sus nuevos conocimientos, este período de separación puede ser fructífero. Un largo estancamiento en una "separación de prueba", sin ningún tipo de nuevo desarrollo, en el que uno o ambos se perpetúan en la prolongación infinita de la situación actual, por lo general indica una pérdida del amor por parte de uno de ellos, y es un mal presagio para la continuación del matrimonio. Los sentimientos de amor hacia el otro, así como la expectativa de un compromiso similar del compañero, deben constituir la condición previa para el mantenimiento o la reanudación de la relación. Encontrar un camino intermedio entre un idealismo basado en la negación de la realidad y una actitud paranoica acerca de la motivación de la pareja, puede ser la vía del reencuentro. Dicha resolución madura, contrasta con sumisión masoquista a una situación imposible o una negación narcisista de la posibilidad de que uno puede ser rechazado.

Valoración final

Kernberg, con este trabajo de gran claridad expositiva, proporciona a los terapeutas un marco mental de los componentes presentes en las relaciones de amor maduro, de forma que a partir de la detección de su ausencia o restricciones, se pueda diagnosticar aspectos sutiles de la patología narcisista, masoquista y paranoide, que bloquean la vivencia plena del amor.

Los intentos de abordar la naturaleza del amor pasional desde el psicoanálisis no son muy abundantes, y Otto Kernberg integra la influencia de los aspectos intrapsíquicos e intersubjetivos, las relaciones objetales primitivas, la agresión y los determinantes psicopatológicos que influyen en la forma de relacionarse en el amor, y cómo los conflictos en este área pueden explorarse en la terapia y conducir, a través de su resolución en el campo analítico, a interacciones amorosas más satisfactorias. Creo importante resaltar la propuesta de que la pareja construye un yo ideal común que contribuirá al éxito de su relación.

Quisiera agradecerle al autor su aportación de un marco no solo aplicable en el tratamiento de pacientes y parejas con conflictos severos, yo diría que útil en cualquier paciente y en cualquier pareja, como guía de aspectos más o menos graves que pueden limitar la vivencia plena de las relaciones de amor.