aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 057 2018

Neurociencia de la libertad y la creatividad

Autor: Fuster Tozer, Mónica

Palabras clave

Fuster, creatividad, Cerebro.


Para citar este artículo: Fuster, M. (Febrero, 2018) Neurociencia de la libertad y la creatividad. Aperturas Psicoanalíticas, 57. Recuperado de: http://www.aperturas.org/articulos.php?id=0001002&a=Neurociencia-de-la-libertad-y-la-creatividad
Para vincular a este artículo: http://www.aperturas.org/articulos.php?id=0001002&a=Neurociencia-de-la-libertad-y-la-creatividad
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Reseña del libro Cerebro y libertad: los cimientos cerebrales de nuestra capacidad para elegir, Joaquín M. Fuster, Ed. Ariel, 2014. 375 págs.
1. Introducción
A lo largo de su libro el autor va a exponer cómo funciona nuestro cerebro en el ejercicio de la libertad. En el libro se ocupa de la anatomía funcional de la memoria del individuo que posibilita el lenguaje racional, la predicción y así la libertad y creatividad.
Parte de una exposición del concepto de libertad a partir de las diversas corrientes de pensamiento para ir situándola en el marco de la neurociencia a la luz del estudio actual sobre el procesamiento cerebral.
El autor expone cómo el fundamento máximo de la libertad humana consta de dos funciones cognitivas que nos distinguen claramente de los demás organismos: el lenguaje, y la capacidad de predecir el futuro y perfilar nuestras acciones en consecuencia. Ambas se basan firmemente en el funcionamiento de la corteza prefrontal.
Plantea cómo el logro de objetivos biológicos y sociales es el resultado de la competencia entre demandas de los medios interno y externo que bombardean continuamente la corteza prefrontal. Entre estas demandas se cuentan también impulsos instintivos e imperativos éticos inconscientes.
El libre albedrio, o libertad para elegir entre alternativas, incluida la inacción, es relativo, condicionado por ciertos límites tanto en el organismo como en el entorno. Defender el libertarismo radical frente al determinismo del microcosmos cerebral de genes y moléculas es casi imposible, pues este microcosmos está sujeto a leyes propias y de su entorno.
Por otra parte, en el cerebro humano parece no haber ninguna estructura capaz de albergar la inmensa amplitud de finalidades humanas y de raíces biológicas de los individuos e instituciones humanas.Frente al puro determinismo, el autor constata que en la historia filogenética de la humanidad la explosión evolutiva de los lóbulos frontales, determinada por el genoma y el entorno, ha ampliado la libertad ejecutiva del ser humano individual para moldear su futuro superando radicalmente los límites de cualquier animal anterior.
La corteza prefrontal tiene un papel fundamental en la concepción y organización de acciones con objetivo. Lo logra a través de varias subfunciones nerviosas: memoria de trabajo, escenario preparatorio y control inhibitorio. Estas subfunciones sirven a los procesos de la corteza prefrontal organizadora temporal de acciones y así sirven a nuestra capacidad de elegir y crear lo nuevo.
La dimensión critica de esta función organizadora temporal de la corteza prefrontal, la relacionada más directamente con la libertad y la creatividad, es el futuro. No desde un enfoque teleológico en que el futuro origina el presente, sino más bien en cuanto que la corteza valora las posibilidades de riesgo/ recompensa futuras a través de redes neurales antes de tomar una decisión. La interacción de variables ocurre en un sistema neural sometido constantemente a influencias de diversos orígenes: influencias y tendencias procedentes de recuerdos de la propia corteza, o de centros instintivos, viscerales, de emociones del sistema límbico, del tronco del encéfalo, de principios de la ley natural inscritos en la memoria evolutiva colectiva, principios de estética, altruismo y creatividad grabados en la memoria individual por la tradición, la educación, la familia –por la cultura-. En este crisol de probabilidades e incertidumbres cobra vida la libertad, se hace posible inventar el futuro y hacerlo posible en el presente.
El autor expone cómo la neurociencia del conocimiento está dejando atrás el panorama por regla general reduccionista o determinista de la neurociencia moderna contraria a la idea de que en el cerebro haya lugar para el libre albedrío o cualquier otra clase de funcionamiento “contra-causal”. Y también deja atrás el panorama libertarista o dualista en que la libertad se alojaría en una instancia diferenciada con voluntad y control sobre el cerebro. Nuestro conocimiento científico está abierto ya para alojar nuestra capacidad para actuar como agentes causales libres, si bien con limitaciones físicas y éticas. Empezamos a explicarnos la capacidad para escoger entre alternativas de acción -inacción incluida- y para extender nuestra facultad de originar y forjar acciones futuras. En el libro se utiliza indistintamente libertad de y libertad para, libertad para emprender acciones alternativas.
La neurociencia actual va resolviendo dudas que el determinismo y el dualismo planteaban: el conflicto de deseos en la elección de acciones, los enfrentados mecanismos prefrontales de búsqueda de recompensa y de control inhibitorio de los impulsos y el funcionamiento de la decisión en dos etapas. Ahora se comprende este proceso de decisión con una primera etapa en que se consideran las posibilidades de acción en relación con la probabilidad de éxito en el resultado y sus consecuencias, y otra segunda en que se seleccionan acciones para la decisión.
Frente al modelo de procesamiento de proalimentación (en dirección del tiempo feed-forward), con una retroalimentación (feedback) mínima y con sólo un margen limitado para el cambio de opinión, Dr. Fuster plantea a partir de la evidencia actual en neurobiología el modelo del ciclo percepción-acción (ciclo PA): el Ciclo Percepción-Acción es el ciclo cibernético que liga y adapta el organismo a su entorno durante conducta, lenguaje y razonamiento. 
La corteza prefrontal se halla sujeta a muchos inputs procedentes tanto del mundo exterior como interior y envía muchos outputs a sistemas motores eferentes así como feedback a sistemas de input. Mientras que las funciones prefrontales están guiadas por innumerables inputs en competencia entre sí, de fuerza variable, el output del sistema es preciso y regular en forma de acción seleccionada o de serie de acciones coordinadas, con un objetivo o conjunto de objetivos que posiblemente están representados, al menos en parte, en la corteza frontal.
La posibilidad de sucesos aleatorios en el entorno externo, interno o en el cerebro propiamente dicho, puede darse en cualquier punto del ciclo: la toma de decisiones está colapsada, expandida o alternada en una continua reentrada de información entre las cortezas frontal y posterior.
Además, el libre albedrío surge de la estrecha relación entre cerebro y entorno en el ciclo PA. El entorno se entiende como externo e interno pues incluye las representaciones internas del mundo que nos rodea, de nuestros conocimientos perceptuales, culturales y éticos y nuestra historia del mundo personal, interiorizados en la corteza cerebral.
Si bien el reduccionismo ha ido buscando en su análisis un código cognitivo irreductible en sus partes, en opinión del autor el nivel básico es la red cognitiva de la corteza cerebral, unidad –no un mínimo- de conocimiento y memoria que denomina cógnito (Fuster, 2003, 2009). El cógnito es una red formada por los grupos celulares corticales que representan los aspectos sensoriales, motores y emocionales de una experiencia. Se compone de episodios sensoriales, motores o emocionales experimentados al mismo tiempo o casi, como consecuencia de esta casi coincidencia temporal, y puesto que las células que se activan juntas se cablean juntas, se interrelacionan y solapan en red. La fuerza de la sinapsis dentro de los cógnitos varía enormemente: depende de factores como la atención selectiva, la prominencia, la experiencia continua, la repetición o el impacto emocional.
No puede equipararse un cógnito con una representación, es un sustrato cortical en flujo constante. La capacidad combinatoria casi infinita de la conectividad es la fuente de la capacidad prácticamente infinita para la creatividad y la imaginación.
Muchos estudios experimentales confirman que la corteza prefrontal ejerce un control cognitivo ejecutivo sobre una amplia variedad de estructuras cerebrales corticales y subcorticales con la finalidad de agudizar la atención, mantener la memoria de trabajo, tomar decisiones y organizar acciones con objetivo (Fuster, 2008, Miller y Cohen, 2001). Esto no consiste en una especie de ejecutivo-homuncular alojado en la corteza prefrontal que ¿a qué “autoridad” obedecería?... en opinión del autor esto llevaría a una regresión infinita y a un nuevo dualismo insostenible desde el punto de vista neurobiológico. La corteza prefrontal es más bien el facilitador en el ciclo PA, no precisa de un ejecutivo central pues la acción puede originarse en cualquier lugar de este ciclo. La corteza facilita y organiza la acción, ejerciendo un control continuo sobre la corteza posterior (perceptual, que aportará continuamente información a la corteza frontal para acciones futuras). El control es recíproco. Ambas esferas, la perceptual y la ejecutiva, se ven influidas por inputs de las estructuras emocionales del cerebro límbico por lo que también participan las esferas de afecto, motivación, impulso e instinto. La creatividad, planificación, imaginación e innovación prosperan en este terreno.
La experiencia consciente acompaña al estado y las funciones del cerebro. Está en función de la intensidad de la actividad cortical que precede a la libertad de decisión y se ocupa de la misma. La conciencia es la experiencia subjetiva de un estado de actividad acentuada en el cerebro sobre toda la corteza o parte de la misma. Esta circunstancia es la que suscita el conocimiento subjetivo de nosotros mismos y de las funciones cognitivas y emocionales ejecutadas por el cerebro.
Al acceder a esa atención consciente del individuo somos capaces de valorar hasta qué punto ese individuo se siente libre para elegir y llevar a cabo sus acciones. La experiencia consciente de la libertad no deriva tanto del ser consciente de acciones o finalidades concretas como de ser consciente de su potencial multiplicidad.
Cuando las áreas corticales se involucran claramente en una función cognitiva como la atención selectiva, la memoria de trabajo o la distinción sutil, la consciencia está invariablemente presente –como resultado directo de la activación cortical por encima de determinado umbral-. Con todo, la mayoría de nuestras percepciones y acciones son automáticas. En opinión del autor sólo si nuestras hipótesis de funcionamiento son refutadas llegamos a ser conscientes de ellas, a veces de inmediato, incluso antes de poder verbalizar lo nuevo o inesperado. Nuestra actividad cognitiva, incluidas las decisiones para actuar y cómo hacerlo, están influidas -si no determinadas- por conocimiento completamente inconsciente. De hecho potenciada por él salvo inhibiciones patológicas. No somos conscientemente conscientes de gran parte de razones para nuestra conducta, lo que no equivale a decir que nuestra conducta esté predeterminada y carezca de libertad, sino que hay una enorme flexibilidad de opciones que incluyen enorme número de conocimientos ocultos bajo conceptos psicológicos como el insight o la imprimación. Así la consciencia no es per se esencial para llevar a cabo una toma de decisión en libertad. El conocimiento inconsciente comprende un gran número de cógnitos corticales adquiridos por experiencias anteriores que guían no sólo las decisiones racionales sino también la conducta moral o emocional. Que informen nuestra conducta mediante intuición o lógica confusa no significa menor efectividad que en el empleo de la racionalidad más deliberada.
La corteza no es rígida ni predeterminada, tiene una enorme plasticidad potencial. En parte está pre-programada por el genoma pero sobre todo está abierta al cambio por su capacidad para incrementar el número de células y las conexiones entre las mismas. Posee una capacidad infinita para combinar sus elementos arquitectónicos en innumerables redes corticales que lidian de diversas maneras con el entorno interno y externo. El potencial de nuestra corteza para aprender del pasado y forjar el futuro reside en la capacidad para recombinar cógnitos perceptuales y ejecutivos en la corteza del ser humano sano. Ese es nuestro potencial para ejercer la libertad.
La libertad individual ha de comprenderse en el contexto social. En la evolución, la libertad del yo y la de la sociedad están estrechamente interrelacionadas. El yo está engranado en el ciclo PA en busca de recompensa, elogio y adaptación al entorno incluyendo por encima de todo la integridad física. En estas búsquedas el yo utiliza de manera consciente o inconsciente todas las opciones disponibles al cerebro con arreglo a las ganas, la prioridad y el valor. La sociedad sana no sólo aprueba la libertad para ejercer estas opciones sino que las protege. A la inversa, el individuo sano se atiene al derecho natural y respeta sus limitaciones así como las del derecho consuetudinario. En ocasiones habrá conflicto: las restricciones de una o los objetivos a corto o largo plazo pueden no encajar. Las instituciones han evolucionado para tratar de resolver conflictos y cuando funcionan correctamente amplían las libertades del yo individual y del resto de la sociedad.
En cuanto a las limitaciones a la libertad, el autor plantea las que provienen del propio cerebro y también de la organización social:
- Los individuos están equipados de manera distinta para la libertad de elegir entre opciones diversas debido a diferencias en su complejidad cortical. Estas derivan de la genética y de la experiencia vital que proveen de diferencias en inteligencia, formación y destrezas lingüísticas.
- También en defectos patológicos bien de la corteza bien de otras partes del cerebro implicadas en el procesamiento de señales viscerales, perceptuales o motoras (el paciente frontal es un rehén del hábito, incapaz de innovar y atado al aquí y ahora). Por otra parte hay una pérdida de libertad que resulta de trastornos de la función neural de impulsos biológicos básicos del organismo, por aumento anómalo de uno a costa de otros, o por sustitución de uno nuevo por los demás—p.e. El adicto crea para sí mismo un impulso poderoso y enfoca su conducta exclusivamente a la satisfacción de su hábito.
- En tiempo de salud y bienestar la limitación más importante de la libertad son las instituciones. Las formas de legislación y control ético limitan la libertad individual para asegurar el funcionamiento social.
2. Raíces evolutivas de la libertad
Por todo lo expuesto podemos valorar el papel preminente de la corteza cerebral prefrontal en el ejercicio de nuestra libertad. En este apartado J. Fuster desarrolla cómo ha sido su desarrollo evolutivo.
Estando en la vanguardia de la evolución la corteza prefrontal es también una de las últimas estructuras cerebrales que se han formado tanto en la evolución de especie como en el desarrollo individual.
Hace unos 250 mil años aparece el homo sapiens. En él aparece como novedad la neocorteza que ocupa el 80% de la masa cerebral, empuja al hipocampo al plano intermedio y a la corteza piriforme y amígdala hacia abajo. Las cortezas antiguas conservan, como en las especies previas a los mamíferos, las señales de soporte vital, la orientación espacial, el gusto y el olfato. Además, en los primates el hipocampo está implicado en la adquisición y recuperación de recuerdos mientras que la amígdala asocia sentimientos a los recuerdos. La neocorteza en la evolución tiene un crecimiento exponencial en volumen y en diferenciación celular, parece que por regulación selectiva al alza de la expresión genética con respecto a primates no humanos, logrando mayor capacidad de adaptación al entorno y prolongación de la vida.
En la evolución de los mamíferos el máximo agrandamiento neocortical ocurre en áreas de asociación, al servicio de funciones cognitivas superiores: conocimiento y memoria. En el cerebro humano existen dos regiones corticales con áreas de asociación:
- la parte posterior que incluye grandes porciones de los lóbulos parietal, temporal y occipital (PTO) y contiene redes de conocimiento (cógnitos) adquiridas a través de sistemas sensoriales. Se encarga de aspectos superiores de la cognición: percepción, lenguaje e inteligencia.
- la otra región asociativa está en la corteza prefrontal y atiende a los aspectos ejecutivos de la cognición: la organización temporal de acciones en la esfera de la conducta, el lenguaje y el razonamiento.
La evolución de las conexiones entre las neuronas prefrontales y las de otras áreas corticales es especialmente pertinente al desarrollo de distintas prerrogativas cognitivas del ser humano en lo referente al lenguaje, la planificación y el ejercicio de la libertad. De todos los tractos conectivos, el fundamental es el fascículo longitudinal superior, con conexiones bidireccionales. Sus redes son esenciales para todas las conductas estructuradas de manera temporal en que la percepción guiará a la acción y viceversa, con la influencia del entorno. Constituye la espina dorsal del ciclo PA.
La corteza alcanza su pleno desarrollo hacia la tercera o cuarta década de la vida de un individuo en que terminan de mielinizarse las cortezas de asociación posterior y frontal (Sowell et al, 2003). El aumento en la conectividad (que la mielina hace operativa) asociado a la edad es crítico para el desarrollo cognitivo y por tanto para el desarrollo del libre albedrío, pues es la capacidad combinatoria de las conexiones la que nos proporciona la individualidad de nuestra memoria, nuestro conocimiento y nuestras acciones.
En el cerebro humano se da un salto cualitativo en la evolución cuando la selección ya no se efectúa entre elementos de información o acción que se han producido en el pasado o que ocurrirán en el futuro inmediato, sino entre opciones futuras previstas de percepción y acción.
Con la adaptación prospectiva aparecen dos principios nuevos, la teleonomía y la potencialidad de acción:
- Edelman (1987) propone cómo la corteza y su vínculo con el exterior, el tálamo, posee un repertorio primario de grupos neurales interconectados. Después, a lo largo del desarrollo, se irá formando un repertorio secundario por neuronas que activándose juntas se cablean juntas. De éstas, unos grupos se marchitarán mientras que otros reforzaran sus conexiones mediante circuitos de reentrada que consolidan y activan estas redes. La atención selecciona ciertas percepciones, memorias, causas y acciones a expensas de todas las demás, que resultan suprimidas e inhibidas (Fuster, 2003). Esto pasa con o sin conciencia, si bien la conciencia es un fenómeno constante en las selecciones más exigentes. La atención se produce debido a la dinámica interna de la corteza sin necesidad de un ejecutivo central.
En el cerebro humano la selección de cógnitos perceptuales y ejecutivos se hace para la acción prospectiva con objetivo, se adentra en el futuro. Las causas de la acción futura están firmemente situadas en el pasado, en la memoria evolutiva e individual, la palabra para esto es teleonomía (Monod, 1971).
- En cuanto a la potencialidad de acción el autor plantea como con el lenguaje el cerebro humano llegó a ser capaz de formular probabilidades de acción futura, de influir favorablemente en estas probabilidades con lógica por el bien del yo y de los otros, y de registrar cambios tanto pasados como proyectados en el futuro. Además, el ser humano es capaz de crear potencialidades (cualidad del objeto o del entorno que permite al sujeto realizar con él una acción) y proyectarlas en el entorno en vista de la experiencia anterior. Si bien no somos libres para cambiar el pasado, sí lo somos para escoger partes del mismo que nos permitan tomar decisiones fundadas de cara al futuro.
El autor habla de memoria filética como la experiencia común incorporada al genoma y que incluye receptores periféricos de sensaciones primarias y redes generadoras de movimientos elementales para la nutrición y la defensa alojadas en la corteza motora y sensorial primaria (p.e. el bebé humano entra en el mundo palpándolo para seleccionar ciertos estímulos adaptativos).
La memoria filética, plástica como la de la corteza, se extiende por debajo de la misma a todas las estructuras del neuroeje. El funcionamiento de esta memoria va formando la memoria individual perceptual y ejecutiva en las redes cognitivas de la corteza de asociación. Por otra parte, en el sistema límbico o emocional, el depósito de memoria filética interviene críticamente en la puesta en práctica de impulsos instintivos y respuestas emocionales. Hipotálamo y amígdala están implicados en todas las conductas instintivas (relativas a alimentación, sexo, huida, defensa y agresividad), así como en la adquisición, mantenimiento y recuperación de memoria emocional (LeDoux, 1992). Además están conectados con el sistema nervioso autónomo y sistemas hormonales con importantes funciones en el control visceral y de la emoción. El hipocampo humano tiene un papel en la adquisición, consolidación y recuperación de memorias de cualquier modalidad (Squire, 1992). Los ganglios basales, junto con tálamo y cerebelo, median decisivamente en la motilidad voluntaria, refleja y automática.
Si bien hay restricciones físicas y psicológicas a nuestra memoria retrospectiva, la libertad prospera con la capacidad de la corteza para escoger entre redes de memoria y redes de acción alternativas en la búsqueda de los fines seleccionados. La búsqueda de objetivos tiene lugar en la dinámica de un ciclo PA que cruza la corteza posterior, la corteza prefrontal, toma en cuenta el entorno y regresa a la corteza siguiendo un recorrido circular hasta que alcanza el objetivo. Las alternativas que llegan a la corteza para informar a la acción lo hacen con distintos grados de intensidad (fuerza sináptica) en función de variedad de circunstancias y estados internos y externos, unos inputs alternativos entrarán en conflicto con otros, y otros se potenciarán mutuamente.
Las alternativas llegan desde fuentes corticales y subcorticales, unas muy complejas, otras simples. A la corteza prefrontal orbital llegarán los inputs desde el medio interno y sus fuentes límbicas, el sistema más viejo y profundo. Paralelamente y en interacción, los inputs de la corteza en general convergen en la convexidad lateral cortical del lóbulo frontal, donde transmiten información de las redes cognitivas del conocimiento, la memoria personal y los valores sociales con principios éticos y estéticos. La corteza prefrontal conciliará y priorizará los inputs antes de cada elección y también los inputs de las consecuencias de cada acción para acciones futuras.
Estas operaciones tienen lugar en un entorno multivariado y probabilístico de pesos muy variables y distintos. La configuración interna relativa de unos pesos respecto a otros es lo que dará lugar a una alternativa de acción u otra.
3. Anatomía de la cognición
La neurociencia cognitiva se encarga de lo que sabemos por aprendido y recordado, de los mecanismos de adquisición, almacenaje y recuperación del conocimiento. También de los procesos cerebrales que impulsan funciones cognitivas como la atención, percepción, memoria, lenguaje e inteligencia por las que usamos nuestro conocimiento en las interacciones cotidianas. Además aborda los mecanismos por los que nuestros sentimientos y emociones influyen en todas y cada una de estas funciones.
La capacidad del almacén cognitivo del cerebro es enorme, está constantemente abierto y cambia constantemente, incluso cuando dormimos, por consolidación o pérdida. A este almacén cerebral, con todos sus contenidos y funciones podemos llamarlo con toda legitimidad la mente. La mayor parte de esta mente conocedora es inconsciente. El inconsciente no es un lugar de la corteza ni de ningún otro sitio del cerebro sino el estado inactivo, débilmente activo o inhibido de las redes corticales. Sólo hay consciencia en la mente funcional en circunstancias de actividad mental relativamente intensa bien por alerta vigilante o por atención selectiva, el agente de esto no es la conciencia per se, es la corteza (Fuster, 2009). Además hay conocimiento procedimental motor en estructuras subcorticales como apuntamos en el capítulo anterior.
Los hallazgos en los s XIX y XX sugerían la existencia de módulos corticales para la percepción visual, el lenguaje, la memoria espacial, auditiva, memoria de trabajo… estos módulos son fundamentales en fases corticales inferiores de la cognición, en las cortezas motora y sensorial primarias. En cambio, en fases superiores como ocurre en la corteza de asociación, los módulos se deshacen en redes. La fisiología de las redes cognitivas a partir de estudios de electrofisiología conductual y de neuroimagenes funcionales se organiza en modelo de un inmenso conjunto de redes, parcialmente coincidentes, interactivas y muy repartidas, de neuronas interconectadas de la corteza (LeBihan et al. 2001).
Los elementos esenciales de estas redes son llamados cógnitos por el autor (Fuster, 2009). Un cógnito es una red que representa uno de los innumerables hechos o experiencias del individuo. Unos son neutros desde el punto de vista emocional, otros tienen connotaciones emocionales y se han formado por coactivación. En la formación de la memoria asociativa, cuando dos inputs convergen al mismo tiempo en la membrana de una célula de output, provocan cambios en la membrana a fin de reducir el umbral (facilitar sinapsis) para la futura transmisión de cualquier input a través de la célula de output -asociación sensorio-sensorial propuesta en el plano teórico por D. Hebb- (Fuster, 1995).
A medida que los cógnitos se autoorganizan en el cerebro con la experiencia vital, proliferan sus vías asociativas y forman recuerdos y elementos de conocimiento cada vez más complejos y en los que los inputs llegan a través de otros cógnitos suscitados por elementos sensoriales, viscerales o emocionales. De este modo, hay una jerarquización cortical desde el recuerdo sensorial concreto en la corteza de asociación inferior hasta el elemento abstracto de conocimiento en grandes extensiones de la corteza de asociación superior. Puesto que las redes están cambiando sin cesar, no representan nada exactamente igual a como era antes y sus contenidos son casi todo el tiempo inconscientes por completo. Además, para la consolidación de recuerdos el hipocampo y la amígdala son cruciales. En concreto sin la amígdala los recuerdos y los conocimientos carecen del poder recuperador y consolidativo del afecto y la emoción (Squire, 1987, 1992; LeDoux, 1992).
La fuerza de una red cognitiva comprende tanto la solidez como el número de sinapsis en los enlaces conectivos de la red. Los enlaces son ensamblajes neuronales, redes más pequeñas que pueden ser un componente nodal de muchos cógnitos (p.e. un enlace codificador del color rojo puede formar parte de los cógnitos que codifican fuego, manzana, sangre, rosa, tinta, deuda). El almacenado del código de conocimiento es anatómico, espacial, y se vuelve funcional, fisiológico, cuando se utiliza en una función cognitiva como la memoria de trabajo, percepción, lenguaje…
En opinión del autor es imperativo no distinguir entre neurobiología de la memoria y del conocimiento, la única diferencia es que la memoria tiene más conexiones que el conocimiento con la experiencia personal, sin embargo está profundamente infundida de conocimiento semántico.
Los cógnitos perceptuales repartidos sobre todo por la corteza posterior (parietal, temporal, occipital) abarcan los cógnitos adquiridos por los cinco sentidos. En el nivel inferior o más básico se hallan los analizadores de rasgos de las cortezas sensoriales –memoria sensorial filética-. Los cógnitos ejecutivos están distribuidos sobre todo en las partes frontales de la corteza: codifican el conocimiento y recuerdo de acciones adquiridos por el organismo gracias a su experiencia de actuación sobre el entorno y con otros seres humanos. En el nivel inferior reside la corteza motora primaria encargada de coordinar los movimientos más simples, innatos y producto de la evolución (memoria motora filética). Las dos formas de memoria, evolutiva y personal (neocorteza-corteza de asociación), están situadas en mismo continuo estructural y funcional.
El conocimiento nuevo entra en la corteza de asociación y encuentra su sitio por afinidad uniéndose a redes viejas, se consolidará bajo control del hipocampo. El proceso de adquisición será en buena medida autónomo y tendrá lugar por asociación autoorganizadora. Esta asociación no es aleatoria: las vías sensorio-perceptuales del gusto y el olfato terminan en áreas neocorticales próximas a la corteza primaria específicas para estas modalidades en la base del lóbulo frontal y próximas al cerebro límbico. Las vías para las otras tres modalidades (visión, audición y tacto) atraviesan amplias áreas asociativas de la corteza lateral que recogen inputs de todas las modalidades.
En cuanto a las vías ejecutivo-motoras fluyen de arriba abajo y de abajo a arriba-desde áreas de asociación prefrontales elevadas a la corteza motora y a la inversa, como contraflujo de la corteza motora a la prefrontal. La nueva información entrante -estímulos sensoriales y feedback procedente de la acción motora- se asociará a redes existentes en sus niveles correspondientes de complejidad y abstracción complementando o modificando cógnitos preexistentes. Esto ocurre continuamente, no sólo cuando experimentamos los episodios de la vida cotidiana sino también cuando adquirimos destrezas que decidimos dominar.
Así en la corteza posterior hay una paulatina transición de memoria perceptual a memoria episódica, semántica, conceptos perceptuales y conocimiento en la corteza de asociación superior. A la inversa en la corteza frontal existe una transición gradual desde la representación de actos motores en la corteza motora hasta la representación de actos definidos por el objetivo, hasta programas y planes de acción y cógnitos ejecutivos conceptuales.
Las dos jerarquías descritas perceptual y ejecutiva están interconectadas por el fascículo longitudinal superior que posibilita la bidireccionalidad de procesamiento de información en la adquisición y utilización conductual de los cógnitos. Esto constituye la infraestructura del ciclo PA.
Muchos cógnitos establecen conexiones en diversos niveles de complejidad, pues representan material de distintos grados de complejidad, por eso son heterárquicos (vs. jerárquicos) desde el punto de vista estructural y funcional. Por esta razón es difícil desenredar la memoria episódica de la memoria semántica, por ejemplo.
En el cerebro no hay memoria ejecutiva pasada, presente o futura sin memoria perceptual, pasada, presente o futura. La corteza tiene la capacidad de tomar decisiones razonables e inteligentes partiendo de incalculables elementos de información en su seno. En contraste con la teoría psicoanalítica clásica, neurobiológicamente lo no consciente elimina restricciones a la libertad en lugar de añadir más: la mayoría de las interacciones son automáticas y totalmente inconscientes e involucran sobre todo a partes subcorticales del cerebro, por tanto la corteza queda libre para hacer otras cosas, pensar o imaginar. A medida que la conducta, el razonamiento o el lenguaje se vuelven más complejos y a medida que del entorno surgen elementos imprevisibles o regulables, cada vez más porción de la corteza entra en el ciclo PA y con ello también en un estado de consciencia más acentuado. Aun así la mayoría de las interacciones permanecen inconscientes, y se ejerce la libertad… pues ésta no funciona con decisiones siempre conscientes. La libertad y también sus restricciones derivan de la selección de información en una masiva, inconsciente en su mayoría e incesante búsqueda de información en el seno de la corteza. Esta búsqueda es un autoabordaje asociativo de la corteza para cualquier función cognitiva: percepción, atención, lenguaje o ejecución inteligente. Para ser útil, cualquier input sensorial que transporte información nueva, debe de poder ser interpretada por los cógnitos que activa en el cerebro e incorporada a los mismos.
4. El ciclo percepción/acción
En esta sección J. Fuster desarrolla cómo funciona el ciclo PA cuya conectividad ha sido descrita antes anatómicamente.
Nuestras opciones, tanto si están guiadas por la preferencia, como si lo están por la aversión, se hallan en el compromiso funcional continuo del sistema nervioso con los entornos interno y externo. La raíz biológica más profunda de la libertad es la homeostasis, el conjunto de mecanismos fisiológicos mediante los cuales el organismo se adapta al entorno y conserva su estabilidad interna. La libertad atiende la estabilidad cognitiva-emocional-fisiológica del individuo en la sociedad y en el mundo en general. En el ser humano las opciones y decisiones se multiplican para desplegarse hacia delante en el tiempo, para surtir efecto en un futuro que puede ser de días, semanas, o décadas. La libertad ha evolucionado para sustentar al ser humano, protegerlo y darle un futuro, lo hace preadaptativo.
Una parte importante de esta homeostasis corre a cargo del hipotálamo que alberga un conjunto de núcleos encargados de regular funciones fisiológicas básicas. Hace uso de sustancias químicas y de feedback neural para corregir y estabilizar el medio interno. Además desempeña un papel crucial en la satisfacción de impulsos básicos, con un propósito que atiende no únicamente al individuo sino a la defensa y propagación de la especie. Es un sistema abierto que tiende al equilibrio sin alcanzarlo del todo. Cuenta con control, con feedback, pero sin libertad, pues opera de forma refleja, con opciones limitadas y dentro de los márgenes de las funciones que controla.
Por otra parte participan las emociones cuya base neural está ampliamente distribuida en las partes inferior y media del cerebro en regiones subcorticales. Tiene dos componentes principales: la detección y sensación de la emoción y la emoción propiamente dicha que contiene un elemento “motor”. El primero reside en el cerebro límbico, en la corteza prefrontal orbital y en receptores de terminaciones nerviosas de SNA diseminadas por todas las vísceras y sus conductos (Damasio, 1996). El sustrato motor radica en las mismas estructuras en su lado de output y modula la expresión emocional, la regulación vasomotora y la ejecución de impulsos.
Finalmente contamos con la corteza. Ya Von Uexküll en 1926 puso de manifiesto que en los organismos superiores el sistema motor envía señales de control a los sistemas sensoriales. A esto hemos añadido hoy día que en todos los niveles jerárquicos para la percepción y la acción existen vías nerviosas que van desde estructuras motoras a estructuras sensoriales, La corteza prefrontal es el origen de vías que llevan lo que Hans Lukas Teuber denominaba “descarga corolaria”, una función preadaptativa compuesta de impulsos nerviosos que preparan las estructuras sensoriales del cerebro para las consecuencias previstas de las acciones motoras prospectivas (Teuber, 1972). Otra función preadaptativa de la corteza es la corrección adelantada de percepciones erróneas mediante un mejor ajuste de estructuras sensoriales para inputs previstos (Wolpert, 1997). Y otra el control cognitivo de la atención perceptual con sede en la corteza prefrontal que controla la actividad en áreas corticales posteriores (Miller y Cohen 2001).
Todas estas conexiones “hacia atrás” atienden a las funciones orientadas al futuro de la atención, la corrección de errores, la preparación anticipatoria y la memoria de trabajo. Prevén y nos preparan para las consecuencias de cada decisión que tomamos y así inciden en la dimensión venidera de nuestra libertad.
El caudal de conocimiento está compuesto por nuestra historia personal y nuestra interpretación de la realidad actual a la luz de esta historia. Nuestra corteza consulta de forma automática e inconsciente este caudal de conocimientos para construir acciones y reacciones satisfactorias. Además en nuestra historia personal están los sentimientos, valores y emociones. Sus influencias en el ciclo se originan en el sistema límbico o cerebro emocional con el hipotálamo en la base y entran en la corteza prefrontal en su región orbital. Los impulsos límbicos colorean los cógnitos con asociaciones emocionales que serán revividas con la reactivación de cualquier cógnito en función de las fuerzas de dichas asociaciones con él.
Múltiples ciclos PA pueden estar activos de forma simultánea en diferentes niveles jerárquicos, en paralelo y en serie, cada uno con una base memorística perceptual, cada uno con su sector del entorno y con su objetivo, que puede residir en la memoria a corto o largo plazo. Los ciclos con objetivos menores o secundarios están al servicio de otros objetivos fundamentales (p.e., en las rutinas matutinas diarias para ir a trabajar, cada una tiene su ciclo: -vestirnos, desayunar, conducir…-, y asisten al ciclo mayor de ir a trabajar de modo apropiado; este ciclo de ir a trabajar a su vez es subsidiario de varios ciclos mayores: mantener a la familia, ganarse las vacaciones, luchar por objetivos profesionales, desarrollar un proyecto, todos operando en paralelo en distintos marcos temporales y con feedback para prever y corregir conductas futuras). Cada ciclo supone un cierto grado de libertad y de elección en el cerebro, tanto en el sector perceptual como en el ejecutivo. Muchos de estos ciclos constan de hábitos desencadenados o analizados minuciosamente por estímulos ambientales externos (despertador, señales de tráfico) o por impulsos internos (apetito).
¿Existe alguna situación en que se hallen todos los cógnitos en reposo? ¿En que no estén conduciendo el lenguaje, el razonamiento o la conducta hacia su objetivo? Probablemente no. Incluso cuando dormimos la corteza está activa aunque en niveles mínimos. La consolidación de la memoria continúa también entonces, en especial en el sueño de ondas lentas (Born, Tasch y Gais, 2006).
En estado de reposo la corteza exhibe un nivel de activación metabólica y eléctrica elevada. Esta activación es máxima en la corteza prefrontal. El descubridor de esto, David Ingvar (1979), lo llamó “hiperfrontalidad”. Las neuroimágenes funcionales revelan que el área prefrontal activada en reposo es parte de una red más grande que se extiende hacia las cortezas parietal y medial (Fox y Raicle, 2007). Esta “red por defecto” en reposo estaría en una preactividad espontanea, un sistema totalmente abierto y preparado para dar y recibir información en permanente estado de preadaptación.
Las diversas categorías de inputs con acceso al ciclo PA cortical son:
- El entorno externo a través de estímulos procedentes de los órganos sensoriales.
- El entorno interno, de dos tipos: valor o importancia motivacional, biológica o ética de los estímulos externos; y la urgencia o necesidad de satisfacer un impulso biológico, atender a una emoción o de obtener una recompensa o refuerzo secundario de la conducta. La información interna de esta clase puede mantener el ciclo PA activo hasta la satisfacción de una necesidad primaria innata. Los motivos internos funcionan más como fuentes de tendencia que como opciones a elegir, pero pueden desencadenar o bloquear un ciclo.
- La tercera fuente de inputs son las conclusiones resultantes del pensamiento deliberado (Kahneman, 2011). Se originan en la propia corteza, a través del proceso de razonamiento cuyo objetivo es resolver un problema o alcanzar un fin, incluye el análisis de riesgos y beneficios de un procedimiento prospectivo (Kahneman y Tversky, 1979).
Hay diferencias críticas en la manera en que la corteza emplea sus recursos cognitivos: si el ciclo PA resulta movilizado por un evento externo, sobre todo si es inesperado, la corteza suele implicarse a través de lo que Kahneman (2011) denomina “pensamiento sistema 1”, caracterizado por la intuición, la emocionalidad y el razonamiento superficial. En cambio en el “pensamiento sistema 2” predominan la lógica deductiva e inductiva metódicas.
Debido a la estrecha relación entre pensamiento y lenguaje el proceso de pensamiento deliberado precisa la intervención de la corteza prefrontal del hemisferio izquierdo (Tulving, Kapur, Craik, Moskovitch y Houle, 1994; Kroger et al., 2002). Además, la corteza prefrontal es crítica para las acciones prospectivas del pensamiento deliberado, por su carácter pronosticador sobre el proceso y por la naturaleza probabilística del resultado. También lo es para integrar información en el eje del tiempo, tanto en el proceso de planificación como en la propia acción (Fuster, 2001).
5. Memoria de futuro
El autor plantea aquí cómo es posible crear un plan, y cómo y con qué influencias se reorganizan los cógnitos ejecutivos para seleccionar percepciones y acciones de cara a una toma de decisiones, a coordinar un plan o a crear algo nuevo.
David Ingvar, pionero de las neuroimágenes funcionales del cerebro humano, fue uno de los primeros en descubrir la activación de la corteza prefrontal en la planificación mental de los movimientos y del lenguaje. Él introdujo el concepto de “memoria de futuro” en la corteza (Ingvar, 1985). Con ello expresaba la evidencia de que la corteza prefrontal está activada por la representación interna de acciones prospectivas. Podemos decir “memoria”, aun refiriéndonos al futuro, pues no hay acciones planeadas para el futuro sin el recuerdo por asociación de acciones similares en el pasado, realizadas por nosotros u otros. Las acciones futuras resultan de la reorganización de cógnitos ejecutivos que preexisten en la corteza prefrontal y mantienen relaciones con los recuerdos perceptuales de la corteza posterior.
Para una decisión sobre una acción nueva frente a la incertidumbre, la ambigüedad o la ambivalencia, diversas influencias afectan a la corteza prefrontal, que es el agente facilitador del cerebro en estas circunstancias. El medio interno genera un conglomerado de inputs procedentes de órganos internos, canalizados hacia la corteza a través del sistema límbico y corteza orbitofrontal. Se trata del transmisor neural del afecto, del valor, de la recompensa, del castigo, de lo que gusta y lo que no, el fundamento de la memoria emocional y la inteligencia emocional (Goleman, 1995). La amígdala participa con claridad en la atribución de valor a cógnitos corticales relacionados con fuentes muy arraigadas de valencia afectiva (LeDoux 1992, Winston, Gottfried, Kilner y Dolan, 2005). Además de los afectos y los instintos básicos, la infraestructura cortical desempeña su papel a través de cógnitos perceptuales y cognitivos desarrollados en el individuo por su experiencia, educación y el ejemplo de otros. Memoria operante o ejecutiva es la activación, en contexto presente, de una red cognitiva de memoria o conocimiento para el alcance de un objetivo de conducta, razonamiento o lenguaje en el futuro más o menos inmediato. Las señales neurofisiológicas de aquella activación nos sirven para definir la estructura y dinámica de la memoria y el conocimiento establecidos a largo plazo (Fuster, 1995).
La corteza de la convexidad exterior del lóbulo frontal es fundamental para la representación y la ejecución de las acciones prospectivas mientras que la corteza prefrontal orbital (inferior) es fundamental para el control inhibitorio de la interferencia, la distracción o los recuerdos contradictorios con los planes presentes (Fuster, 2008) y para el control de impulsos. Parece que esto último por influencias inhibitorias directas de la corteza orbital en estructuras subcorticales, en particular ganglios basales (Aron et al., 2004).
El autor desarrolla un aspecto fascinante de las investigaciones actuales sobre el cerebro que interviene directamente en la selección o inhibición de determinados inputs: la actividad de muchas neuronas de la corteza prefrontal, sobre todo en su región orbital, está sintonizada con variables relativas al valor como la cantidad, la calidad o la demora de una recompensa esperada. A juzgar por su nivel de activación parecen predecir la cantidad y la probabilidad de una recompensa (Watanabe y Sakagami, 2007). Además, la demora en la gratificación está íntimamente relacionada con la capacidad para inhibir impulsos internos, al margen de cuál sea su origen biológico, de modo que interviene en el control de la impulsividad. Esta facultad inhibitoria reside también en la corteza orbital. De ahí la conducta impulsiva y la asunción de riesgos que empujan al paciente a una conducta sociopática en casos de lesión orbitofrontal. Los inputs inhibitorios en la corteza prefrontal se canalizan a través de la corteza orbital hasta las estructuras subcorticales (ganglios basales) y las estructuras límbicas encargadas de los impulsos básicos (hambre, sexo, huida).
En reposo, la red ejecutiva de la corteza prefrontal es una red atractora compuesta de múltiples asociaciones que fluctúa alrededor de un estado de relajación o cuasi-equilibrio (Amit,  1989; Bodner, Shafi, Zhou y Fuster, 2005). Cuando algunos inputs de representaciones corticales o subcorticales de valores o alicientes sacan a una red atractora de su estado relajado y la llevan a un estado de agitación más allá de determinado umbral, la red se vuelve operante y co-operante con otras redes en torno a una decisión y un objetivo.
La mayoría de las transacciones neurales, sobre todo en la corteza cerebral, son no lineales y probabilísticas, no están determinadas exclusivamente por el sujeto, sino por cambios a nuestro alrededor y decisiones de los demás. Así, casi todas las decisiones derivan de la competencia, la sinergia y el compromiso entre numerosas fuentes de información, internas o externas, conscientes e inconscientes, de distinto peso, que depende de su pertinencia a un objetivo. Entre las inconscientes hay una gran cantidad de cógnitos de impulsos que pueden imprimar o determinar la decisión bajo algo así como un “instinto intuitivo o un sentimiento visceral”. Ya antes el autor planteó cómo la mayoría de las decisiones se toman de forma inconsciente. Estamos habituados a pensar que éstas son carentes de libertad, pero pasamos por alto que el organismo las toma en base a datos probabilísticos, evaluación de la urgencia, la pertinencia, la prioridad y el riesgo.
En cuanto a la coordinación de un plan, el autor desarrolla cómo requiere la articulación compleja de varios ciclos PA dirigidos a la consecución del objetivo fundamental del plan. Esta coordinación conlleva el ejercicio de funciones ejecutivas prefrontales, en particular la atención y la memoria de trabajo. Estas dos funciones tienen capacidad selectiva e inhibitoria. La memoria de trabajo  -memoria activa online para acciones pendientes- es omnipresente en la toma de decisiones, pues hace falta siempre que haya saltos temporales en el ciclo PA. Además, en cualquier decisión o plan de acción, el feedback es esencial para verificar o corregir ciclos dirigidos a objetivos.
El paciente con daño frontal, en especial si afecta a la convexidad externa lateral del lóbulo frontal, sufre un déficit en la planificación. La causa fundamental es un déficit en el impulso general, a veces acompañado de apatía, los datos apuntan a que se debe a un déficit en la capacidad para organizar gestalts temporales de acción, desde la concepción a la ejecución.
Y por último en esta sección el autor considera el ejercicio de la inteligencia creativa. Define ésta como la capacidad de dar valor a los objetos partiendo de material viejo y memoria establecida.
El valor de un objeto creado puede variar muchísimo: monetario, estético, social o relativo a la salud, moral, útil, educativo o cultural. El proceso creativo, como la planificación, depende de la capacidad organizativa temporal de la corteza prefrontal. Lo que caracteriza la verdadera creación es su originalidad: relaciones únicas en el conocimiento y en la memoria ejecutiva.
Hay ciertas pruebas de que puede haber diferencias en el grado en que la corteza de los dos hemisferios participa en el proceso holístico de creación y de apreciación del arte. Las pruebas se han ido haciendo más sólidas gracias a estudios con pacientes con lesión unilateral y capacidades artísticas, así como con estudios de neuroimagen de artistas. Aunque los dos hemisferios de la corteza prefrontal son precisos para la creación y apreciación del arte, los artistas utilizan principalmente el derecho, en contraste con el lenguaje en el que domina el izquierdo.  Además, en pacientes con lesión cortical del lado izquierdo parece haber una desinhibición de la corteza derecha para la actividad artística, incluso en pacientes sin aptitudes artísticas antes de la lesión.
En cuanto al poder del inconsciente en la obra creativa Eric Kandel lo explora bellamente en “La era del inconsciente”, de 2012. Aborda la expresión pictórica a través de la forma y el color con una enorme influencia de la emoción inconsciente en la producción de los pintores modernistas de principios del siglo XX en Viena (G. Klimt, O. Kokoschka, E. Schiele). Como observa Kandel, su mensaje es la expresión libre de los impulsos inconscientes y no declarados que S. Freud, mediante su método psicoanalítico, estaba sacando a la luz en la misma época y ciudad.
6. La libertad en el habla
En este capítulo el autor se refiere al lenguaje como sustento de nuestra libertad a partir de las funciones predictivas y ejecutivas de la corteza prefrontal.
La anticipación animal (Fuster, Bauer y Jervey, 1982; Brunia, 1985) es el precursor de la predicción humana antes de la aparición del lenguaje. Mediante el lenguaje, el humano puede simbolizar acontecimientos pasados, presentes y futuros que posibilitan la autopredicción, esto es, el pronóstico de episodios creados por las propias acciones y sus consecuencias para el yo y para los demás.
Entre las alternativas de acción ninguna es tan pertinente a la libertad como las que evolucionan en los ámbitos de cognición más característicos del ser humano: la planificación (que incluye el empleo de herramientas) y el lenguaje. En los primates más tempranos apreciamos una planificación y previsión rudimentaria, pero los seres humanos superamos esta capacidad en varios órdenes de magnitud. En cuanto al lenguaje, en los primates la vocalización sí es un medio de comunicación entre congéneres pero, si bien son capaces de comunicarse mediante símbolos, no pueden comunicarse mediante un razonamiento lógico. El habla es la herramienta principal que permite al ser humano crear su futuro, es el gran hacedor de potencialidades. Mediante el habla no escrita y escrita la libertad del ser humano garantiza su supervivencia y codifica la libertad de su progenie.
Como pasa con otras formas de secuencias de acciones con objetivo la concatenación del habla tiene lugar bajo feedback continuo de las cortezas sensorial y motora sobre la corteza frontal. A través de la corteza los inputs que surgen de las redes corticales y de los circuitos límbicos incorporan al ciclo PA las influencias semánticas y emocionales que crean secuencias en el habla.
 
La naturaleza creativa del lenguaje se basa casi totalmente en su código relacional: en su capacidad para producir una infinita variedad de emisiones verbales mediante combinación de palabras, secuencias y tono emocional. Además del poder combinatorio otra fuente de novedad en el lenguaje es la recursividad: la capacidad para incrustar unas frases en otras matizando una parte de aquella en la que está incrustada. Tal y como señala Chomsky (1957, 2007) la recursividad es lo que vuelve al lenguaje ilimitado. Además, la recursividad confiere al lenguaje las propiedades categóricas y jerárquicas que otras funciones cognitivas como la percepción o la memoria confieren a sus cógnitos. De la capacidad combinatoria y de la recursividad deriva el potencial de autopredicción que permite al ser humano formular y llevar a cabo planes. Cuanto más largo sea el periodo temporal de autopredicción y planificación, mayor será el mando del lenguaje, pues éste refleja el carácter simbólico y abstracto del pensamiento. Además, el proceso de pensamiento se hace sobre una estructura lingüística.El neuropsicólogo ruso Alexander Luria fue el primero en señalar la importancia del lenguaje en la función estructuradora temporal del lóbulo frontal (Luria y Homskaya, 1964).
Cada vez se tienen más pruebas y conocimientos sobre tres principios fundamentales de la organización del habla en el cerebro:
1- Las redes corticales que representan el lenguaje están muy repartidas y coinciden en gran parte con las redes que representan la información utilizada por cualquier otra función cognitiva.
2- Estas mismas redes ayudan no sólo a adquirir el lenguaje sino también a que cristalice su expresión hablada.
3- El habla depende del buen funcionamiento del ciclo PA prácticamente igual que cualquier otra forma de conducta con objetivo.
Lesiones cerebrales causantes de afasias también provocan trastornos en la percepción y la memoria, que aparecen estrechamente relacionadas con el habla (Fuster, 2003, 2009). Un reciente estudio de neuroimagen destaca la activación conjunta de la corteza posterior izquierda y de la corteza frontal en la sintaxis del lenguaje (Griffiths, Marslen-Wilson, Stamakis y Tyler, 2012).  Así, la neuroimagen funcional tiene dificultad para disociar producción del habla y significado como tampoco pueden disociarse en la dinámica misma del habla. Norman Geschwind, en algunos trabajos de gran influencia (1965a, 1965b), fue el primero en reconocer el papel de las conexiones entre ensamblajes neuronales corticales muy alejados entre sí en varios trastornos cognitivos derivados de lesiones corticales. Los estudios anatómicos que derivaron de su labor tuvieron mucho que ver en la generación del concepto Cógnito que emplea el autor.
La capacidad innata de la mente humana para categorizar y promulgar atributos de acción secuencial con objetivo reside en el “hardware” cortical de la sintaxis lingüística en las áreas sensorial, motora y asociativa. Estos atributos son la memoria de trabajo, tiempo, dependencia y causalidad, el razonamiento condicional, la enumeración, contingencia temporal, el orden temporal, el género, el futuro. El autor alude a esta capacidad de promulgar atributos de acción secuencial como parte de la memoria filética, requiere de un sustrato cortical jerárquico en cuya base están las cortezas primarias motora y sensitiva. Si bien en el nacimiento no está desarrollada es indispensable para la expresión y adquisición del lenguaje. El autor señala cómo las cualidades filéticas de acción secuencial requieren el uso basado en reglas de palabras funcionales e inflexiones propias de cada lenguaje. Estas las adquiere el niño de los otros a través de la crianza y la educación.
Las relaciones entre significado y sintaxis que intervienen en el habla incluyen una gran cantidad de asociaciones con el conocimiento y la memoria que preexisten en la corteza cerebral del hablante. Un componente esencial de este equipaje asociativo es la memoria emocional y lo que Kahneman (2011) denomina “pensamiento sistema I”. Si en otros modos de procesamiento el PA emocional y el PA cognitivo corren en paralelo con influencias límbicas del primero sobre el segundo, en el contexto del lenguaje hay una primacía del ciclo emocional y se da una unidad funcional entre los ciclos PA de emoción y cognición. Esto está bien estudiado: los inputs cognitivos llegan a la corteza prefrontal desde la totalidad de la neocorteza, incluyendo las cortezas sensoriales primarias que transmiten a la corteza prefrontal dorsolateral señales procedentes del entorno a través de analizadores sensoriales y del cerebro límbico –hipotálamo, amígdala, hipocampo y corteza cingulada-. Los inputs emocionales entran en la corteza prefrontal por su región orbital y desde ahí fluyen a la región dorsolateral prefrontal donde se unen a los inputs cognitivos con los que se completa el ciclo PA emocional.
El lenguaje se desarrolla en el individuo a la vez que todas las demás funciones cognitivas. Su sustrato neural precisará del largo proceso de maduración cerebral para poner el habla al servicio de su libertad de elección. En un niño sano el futuro previsto se amplía gradualmente hasta entrada la adolescencia: en torno a los 7 años adquiere enorme interés en la causalidad y la teleología, las dos dimensiones temporales del cambio en el mundo físico, entre los 6 y 16 el lenguaje se expande muchísimo en vocabulario e incremento de la creatividad, el adolescente gracias a ella desarrolla múltiples potencialidades de acción, a veces sin sentido práctico pero expresivas de una libertad en expansión. Precisará además de la maduración social, emocional y cognitiva para que su capacidad de predicción y lenguaje le permitan asumir su plena libertad con responsabilidad personal y social.
7. Libertad, responsabilidad y orden social
J. Fuster plantea en este capítulo el conocimiento actual sobre el sustento neurobiológico de los valores y el funcionamiento cerebral en torno a ellos.
La corteza prefrontal a través de la predicción, del lenguaje y de su memoria filética sensorial y ejecutiva permite trabajar no sólo sobre el futuro del yo sino sobre el de la colectividad. El lenguaje y la predicción que dependen de la corteza prefrontal han permitido institucionalizar la afiliación y la responsabilidad en el legado evolutivo del cuidado de los demás en sociedad. Incrustados en la evolución los principios de afiliación y confianza aseguran el desarrollo de la libertad del individuo, familia, comunidad, ciudad.
No somos del todo libres en la medida en que nuestras opciones son limitadas, tanto por nuestros límites cerebrales como por los límites que la sociedad impone. La sociedad exige responsabilidad a cambio de la protección de la libertad personal. Libertad y responsabilidad son inseparables por razones sociales, éticas, políticas y económicas.
Tampoco es posible el ejercicio de la libertad y la responsabilidad sin confianza y sin el ejercicio de ciertos valores. Todas nuestras decisiones están inspiradas por juicios de valor sobre experiencias pasadas, presentes y futuras. La confianza en los demás es un principio ético de origen evolutivo que se desarrolla en fases tempranas de la vida con ayuda de un entorno social confiado y fiable. La confianza hace previsible la vida y las acciones de los otros. Es indispensable para sobrevivir y más adelante para adquirir habilidades sociales. Llega a ser fundamental para el ejercicio de todas las libertades, en la familia, la sociedad, los negocios, las profesiones y el servicio público.
La teoría del valor distingue entre bienes morales, correspondientes a la conducta de las personas, y bienes naturales, correspondientes a los objetos. Algunos valores morales como la confianza y la afiliación y ciertos bienes naturales como la comida, tienen un valor intrínseco y heredado con un claro origen evolutivo. Otros, como el dinero, tienen una base de valor derivado. La mayoría de los valores tienen un origen mixto y muchos presentan valores contradictorios en función de la medida y la circunstancia (p.e. el alcohol). Los valores son gratificantes para el sujeto que los sustenta, y como tales activan el sistema mesolímbico, en la base del cerebro, el eje de recompensa.
Este sistema recoge inputs procedentes de la amígdala y de otras estructuras límbicas implicadas en la evaluación de recompensas, e introduce inputs codificadores de valores en grandes áreas de la corteza cerebral. A la inversa, otras regiones cerebrales son activadas por las connotaciones de valor de la acción: la corteza cingulada medial y anterior resultan activadas por una selección de acciones en la incertidumbre. También son activadas en la evaluación de opciones de valor social así como de opciones de valor monetario (Lin, Adolphs y Rangel,  2012; Seo, Lee y Averbeck,  2012). Es clara indicación de que estas áreas intervienen en la selección de valores heterogéneos y de largo alcance. En cuanto al valor emocional hay evidencia de que el ejercicio de la teoría de la mente activa la corteza prefrontal medial anterior, el área cingulada anterior (Carrington y Bailey, 2009).
En base a esto la corteza prefrontal es esencial para la evaluación del valor esperado, el riesgo y la probabilidad de recompensa, y se encarga del feedback interno para el seguimiento y la corrección de errores. Las fuentes de control interno de los inputs emocionales son las mismas áreas prefrontales que reciben los inputs de proalimentación de la selección de valores, en particular la corteza cingulada anterior. Esta área es a todas luces la fuente del seguimiento de respuestas y de las señales para control de errores. Todos estos procesos corresponden a la capacidad prospectiva de la corteza prefrontal y por tanto influyen en sus funciones predictivas. Las funciones prefrontales prospectivas desempeñan un papel crítico en la demora de recompensa esperada para un mayor beneficio.
En cuanto a dónde están representados los valores éticos y morales las únicas pruebas de que disponemos provienen de estudios clínicos sobre efectos de lesiones cerebrales o de estudios funcionales más recientes. Aún así, ambas clases de pruebas están plagadas de problemas pues carecen de la métrica adecuada para medir psicológicamente un valor. Sí nos dan luz sobre lugares de control inhibitorio o impulsor de determinada conducta y no tanto de dónde se localiza el valor que subyace a ésta. En opinión del autor el paradigma del cógnito plantea una explicación razonada y lógica de la amplia distribución de los valores superiores. Si esta suposición es correcta un concepto abstracto como un valor o principio ético está muy repartido en la corteza frontal y perceptual y formado por repetición de patrones similares de experiencia perceptual o ejecutiva que permanecen encajados en la red que constituye ese determinado valor. Ha surgido de muchos patrones distintos y unifica los atributos comunes a todos. Ese conjunto de atributos en ética define un principio o valor: una creencia fundamental.
Hay buenas razones para sostener que estos valores están firmemente basados en la evolución. En opinión del autor las creencias y sentimientos filéticos, construidos a partir de afectos e instintos elementales, darían lugar a  una malla de redes corticales de origen genético (al igual que la memoria perceptual y motora filéticas) que en el crecimiento humano se desarrolla y ajusta a través de la estimulación, la interacción social y el desarrollo hasta construir la memoria de valores individual. Parece, a partir de las experiencias con niños que han sufrido negligencia extrema, que valores como la confianza y la responsabilidad precisan de su estimulación en un periodo crítico posterior al nacimiento para su adecuado desarrollo posterior.
En cuanto al orden jurídico penal el mayor conocimiento de los límites a la libertad y responsabilidad en el cerebro del sujeto plantea sus retos al sistema. Ante los tribunales y la legislación actual en EEUU varios trastornos cerebrales comprometen la libertad y en consecuencia la responsabilidad moral y legal. Entre ellos destacan las psicosis, adicciones, afecciones de lóbulos frontales y síndromes de depresión/TOC. La causa más inmediata de la esquizofrenia es un desequilibrio en la conectividad de la corteza cerebral, tanto en la vieja (hipocampo), como en la nueva (neocorteza), afecta sobre todo a la dopamina, serotonina y a transmisores y receptores GABA. Es básicamente un síndrome de desconexión. La depresión endógena y el TOC comparten la exageración del sentimiento de culpa que los sitúa como patología de responsabilidad y en consecuencia de la libertad en la enfermedad psiquiátrica. En la adicción a las drogas es la falta y no el exceso de responsabilidad la que da lugar a una esclavización de la libertad al hiperestimular el sistema mesolímbico de recompensa. El consumo reduce al extremo la dopamina y así el movimiento desesperado y compulsivo por reponerla con una ingesta mayor y más frecuente por el aumento de tolerancia. Las lesiones o disfunciones de la corteza prefrontal ventromedial y orbital son las que con más probabilidad provocan en el individuo conductas antisociales y problemas con la ley. Ya describimos la evidencia conjunta derivada de estudios de neuroimagen en individuos sanos y con lesiones en que se aprecia cómo estas estructuras forman parte de un sistema inhibitorio de control de impulsos cuyo daño o inactivación se traduce en este tipo de conducta.
Comentario
En este libro el J. Fuster plantea cómo funciona el cerebro en el ejercicio de la libertad y creatividad a través del paradigma de redes y cógnitos en constante plasticidad asociativa. Y cómo la corteza prefrontal a través de sus funciones ejecutivas de planificación, atención prospectiva, memoria operante y toma de decisión es el órgano gestor de nuestra libertad.
Fundamentado en evidencia científica plantea alternativa a las posturas determinista y libertarista que han sustentado el modo de comprender el ejercicio de la libertad en el ser humano antes del desarrollo actual de la neurociencia. El autor ofrece abundante bibliografía de estudios anatómicos y fisiológicos en animales y humanos planteados desde diversas técnicas: histológicos, electrofisiológicos, de neuroimagen, en pacientes sanos o con lesión cerebral, y los enriquece y apoya desde estudios recientes de neuroeconomía y resolución de problemas. Es un trabajo fruto de toda una trayectoria profesional y de investigación.
El libro se adentra en aspectos que limitan la libertad en el contexto social, si bien los enfoca sobre todo desde el punto de vista territorial y de crisis económica global que atravesaba la sociedad mientras el libro ha sido escrito. Esto da pie al comentario de múltiples estudios de neuroeconomía que han apuntado al sustrato del ejercicio de valores y la condición de la responsabilidad en el ejercicio de las libertades. Creo que el valor de confianza y responsabilidad que desarrolla sirve también a otros condicionantes sociales de la libertad como la violencia, el miedo o el ejercicio de poder, que sustentan otros campos de conflicto social hoy día.
En cuanto a la evidencia que ofrece sobre el lenguaje, da fundamento neurobiológico a la necesidad de la palabra y de la simbolización sintáctica para posibilitar la incorporación de nuevos contenidos, la selección de memoria asociativa y el reajuste-reasociación constante de cógnitos perceptuales y motores. Al tiempo, describe neurocientíficamente lo intrínseco del ciclo emocional en el lenguaje, algo que en la práctica constatamos que subyace a todo el proceso transferencial y contratransferencial en el encuentro terapéutico y que no puede quedar obviado por el simple empleo de una adecuada técnica ni contenido verbal.
La comprensión de los procesos inconscientes como facilitadores de la libertad creo que abre un campo de contraste para los enfoques terapéuticos que buscan “despertar” la conciencia como si esta fuera condición indispensable para la elaboración y la curación. Más bien la descripción neurobiológica nos sitúa en cómo la conciencia ayuda al proceso terapéutico en situaciones de conflicto y de deliberación en que la misma corteza despierta la atención selectiva o la alerta vigilante.
Puede hacernos pensar también en los procesos patológicos de hiperalerta en estrés post-traumático, y así en evitar iatrogenia y/o saturación del proceso terapéutico al recurrir a la ampliación de la consciencia sin una adecuada contención y trabajo del contenido emocional hiperactivado. Por otra parte, el estudio de la participación de corteza y amígdala en esta hiperactivación podría dar base para comprender cómo aporta al proceso terapéutico el empleo de EMDR que da soporte al cambio cualitativamente diferente y complementario al procesamiento relacional y verbal.
El proceso terapéutico de mentalización en terapias dinámicas y psicoanalíticas también encuentra en este paradigma una base neurobiológica. Ofrece la necesidad de poner palabra y otorgar significado a experiencias y reacciones automáticas que subyacen en procesos prementalizadores. En ellos la percepción registrada no está suficientemente contrastada con el entorno real-intencional de los otros, de modo que la memoria y el proceso de rescate de respuestas ejecutivas y planificadoras para nuevas respuestas queda interferido por la hiperactivación emocional y/o por el empleo de registros automáticos disfuncionales a los que no se ha prestado atención.
Si bien el libro plantea los límites a la libertad a partir de la enfermedad psiquiátrica, los déficits educativos o de desarrollo, y los planteamientos institucionales, me parece interesante que se continuara trabajando en la evidencia y neurobiología del impacto traumático y la ansiedad en la capacidad de procesamiento y planificación de la corteza prefrontal. En el límite que estos suponen para la selección de memoria perceptual y motora alternativa probablemente por inhibición masiva de determinadas áreas perceptuales y motoras y cómo ocurre esto.
El paradigma de redes de cógnitos perceptuales y motores en constante interacción y asociación que plantea el autor ofrece un mapa con base neurocientífica suficientemente abierto para comprender mejor lo que empíricamente se va demostrando en el campo de la psicoterapia: la participación del cuerpo (grupos musculares y estímulos viscerales) en la activación-inhibición de rutas de memoria perceptual y ejecutiva,  la gestión emocional como posibilitadora del procesamiento mental y del desarrollo mentalizador, y la importancia de reorganizar la memoria y la percepción para abrir paso a nueva memoria procedimental que posibilitará cambios personales y relacionales.
Me parece maravilloso el descubrimiento de la corteza prefrontal como órgano posibilitador de nuestra libertad y creatividad a partir de la incorporación del tiempo futuro en el presente y la capacidad de predicción. Y muy esperanzador, a pesar de los límites también claramente expuestos, el desarrollo evolutivo de nuestro cerebro. Ha ido incorporando funciones, no sólo para la supervivencia individual y social, sino para la expresión, la creatividad y la libertad en función de valores vividos como bellos, verdaderos, confiables.
En esta fase en que va despuntando el desarrollo de la inteligencia artificial no deja de ser sorprendente lo poco que aún sabemos de nuestro propio funcionamiento humano y lo fascinante de lo que vamos conociendo.
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