aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 001 1999

Reflexiones actuales acerca del método psicoanalítico

Autor: Winograd, Bruno

Palabras clave

Aportes post-freudianos al metodo, Condiciones minimas del metodo, Metaforas funcionales, Metodo psicoanalitico modelos especificos de la tecnica, Modelos genericos de la tecnica, Teoria, Teorias de la curacion.

Para desarrollar el tema propuesto resulta necesario formular algunos supuestos previos, pues no parece posible examinar ningún tipo de problemas del campo psicoanalítico actualmente, sin establecer ciertos contextos, a saber:

    1º  Necesidad de una lectura y procesamiento de la obra de Freud  a la luz de las complejizaciones del campo clínico presente.

     2º  Las variantes psicopatológicas enfocadas en los abordajes clínicos han implicado funcionamientos diferentes a las estructuras que subyacen como marco en los desarrollos específicos del método en la obra freudiana.

    3º Los distintos desarrollos, escuelas o esquemas referenciales en el psicoanálisis contemporáneo presentan léxicos propios, no necesariamente conectados ni correspondidos entre los distintos grupos, lo cual implica diferentes recortes de los parámetros del método

    4º Se refiere a los cambios culturales, pues a esta altura de los acontecimientos es imposible negar que el cambio cultural marca los códigos del sujeto, sus estructuras internas, la microscopía y también la macroscopía. Es decir, que las distintas   problemáticas a la manera del holocausto, el terrorismo de Estado, la hiperinflación y otras se an en nuestros consultorios, actúan sobre nosotros –en el sentido que afectan nuestras representaciones- y, por lo tanto, van a dejar su impronta y la necesidad de conceptualizarlas y procesarlas en los distintos parámetros del método, tanto en forma como en contenido.

         Enumerados muy sintéticamente estos contextos, cabe interrogarse si es lícito hablar de “un” método, o sea, singularizar o unificar definicionalmente el término, como también nos resulta cuestionador hablar de “un” psicoanálisis, vista la enorme complejización de dicha disciplina.

         Pero, justamente, para intentar algunas delimitaciones sin pretender más que abrir discusiones al respecto, vamos a desarrollar esta comunicación a partir del supuesto de que tal unificación no es posible, pero sí desarrollar o diagnosticar algunos problemas que pueden ser comunes a los distintos espacios y grupos psicoanalíticos.

El problema del método a partir de la obra de Freud

         Podríamos sostener que la extensión de los modelos teóricos y psicopatológicos en el desarrollo de la propia obra freudiana, en los cuales encontramos variantes de la teoría instintiva o pulsional, las del aparato psíquico tales como la teoría de los instintos en la Primera Tópica, en la introducción al narcisismo o en la vertiente de 1920, las dos tópicas, los modelos de los últimos trabajos referidos a la escisión, los trabajos sobre la relación individuo-sociedad, los conceptos “carácter” y “angustia”, etc.; factores que permitirían sostener que los distintos aportes desbordaron  el marco conceptual del método, inicialmente formulado para un encuadre clínico nosográfico más reducido.

        En el mismo orden de ideas podría argumentarse que los trabajos en los que se postulan los parámetros esenciales del método (los escritos técnicos de Freud) se produjeron fundamentalmente en el período de 1910 al 17, coincidiendo con la formulación del aparato psíquico de la Primera Tópica, y con un particular énfasis en la explicación de las neurosis a través de las vicisitudes del conflicto pulsional y la necesidad de que el método contemplara las condiciones para una resolución diferente del nombrado conflicto. También podría agregarse que la producción clínica más relevante de Freud se ubicó también en este período, a saber, los historiales más importantes se publicaron entre 1905 y 1917. 
 Podríamos conjeturar entonces que las estructuras dominantes en la casuística freudiana están referidas, básicamente, a los modelos de las tres neurosis de transferencia clásica. No existe casuística clínica destacable ilustrando los aportes de la teoría del narcisismo, ni de los mecanismos de escisión, ni de la renegación, ni de los variados planteos en “Análisis terminable e interminable”. Pero tampoco hubo nuevos desarrollos acerca del método, aunque se plantearon problemas en otros períodos de la obra de Freud, siendo los trabajos explícitos sobre el método, escasos (“Construcciones”, “Análisis terminable e interminable”, “Las nuevas aportaciones y el compendio” y algunos otros, que si bien no se incluían como trabajos sobre el método lo aludían de algún modo o de otro).

         Nuestra conclusión, con fines deivos solamente –pues no se trata de reprocharle a Freud en base al considerable edificio conceptual que construyó- es que no hubo correspondencia en el desarrollo y exámen del método y sus variantes, en relación a los nuevos modelos teóricos y psicopatológicos formulados (las extensiones del concepto de “inconsciente” en los trabajos sobre narcisismo y en la Segunda Tópica; las reformulaciones de la teoría de la angustia en 1926, los distintos desarrollos sobre tipos de resistencia a partir de este mismo trabajo no habiendo sido examinados los impactos eventuales que pudiesen ofrecer al situarse en el campo clínico y el del método). Estas observaciones generan, en nuestra opinión, un hiato cuyos alcances les corresponde rellenar y formular a las diferentes generaciones post-freudianas, lo cual se realiza en nuestra época, con las dificultades en su explicitación referentes a los distintos léxicos y a la incomunicación entre los distintos grupos y a la falta de una correspondencia conceptual y formulaciones explícitas correspondientes que hemos mencionado en nuestra introducción.

        Pero esta cuestión, que conjeturamos a partir de la obra de Freud, presenta un alcance mayor al planteársele al psicoanálisis contemporáneo dos vertientes también ya mencionadas:

    a) Una extensión clínico-nosográfica de los campos problemáticos abordados, ya no se trata de las estructuras neuróticas exclusivamente, sino de problemas que distintos ensayos nosográficos indagan como sintomatología del carácter, patología del narcisismo, desórdenes fronterizos, problemática de las impulsiones, patologías psicosomáticas y las discutidas 
cuestiones inherentes a la psicosis.

    b) Surge una discusión si se han modificado las estructuras psicopatológicas dominantes en la época de Freud, o si se trata de nuevos campos abordados por nuestra disciplina. Nuestro interés no es en detenernos en las múltiples implicancias que supondrían estas formulaciones, sino tan sólo enfatizar que acentúan la cuestión anterior. Es decir, que si ha variado y se ha complejizado el tipo de problemas estructurales y psicopatológicos de las personas que acuden a la consulta y a los cuales el método psicoanalítico pretende proponer tareas de abordaje y modificación, entran en cuestión la modalidad, el contenido y 
el desarrollo de sus parámetros.

    c) Junto al factor citado debe señalarse –como se planteó al mencionar las diferentes escuelas post-freudianas- la existencia de diferencias notorias, pues al constituir conjuntos con un lenguaje propio, las variantes se transmiten a la conceptualización del método, surgiendo cuestiones difíciles. ¿Se trata de un mismo método con diferentes teorías, o cada teoría engendra su propio método? Nuestra intención no es resolver sino tan sólo explicitar la existencia de esta cuestión, que necesita   incluirse en un campo de reflexión.

    d) Otra cuestión vinculada a las perspectivas actuales del método se refiere a la aparición de múltiples psicoterapias, algunas derivadas y vinculadas con el psicoanálisis, otras críticas y contrastantes con sus principios básicos, y que plantean la cuestión de cuáles son los límites del método psicoanalítico y cuál de sus borramientos implican un campo diferente, lo cual está articulado con una cuestión esencial. ¿Cuáles son los parámetros centrales del método cuya modificación pueda significar no sólo diferencias, sino deterioro o empobrecimiento del mismo? Entiendo que estas cuestiones requieren muchos campos de reflexión y sería ingenuo pretender una respuesta global. Pero si vamos a proponer conjeturas que aporten a la posible convergencia en la revalorización actual del método y la discriminación de los problemas que necesitan seguir siendo examinados en busca de nuevos desarrollos, la discusión de estas cuestiones resulta esencial. Para ello necesitamos  enumerar, aunque fuese sinópticamente, cuáles son, desde nuestra perspectiva, los parámetros básicos del método psicoanalítico en su punto de partida, tal como fue desarrollado en los escritos técnicos de Freud, para lo cual   también importa subrayar lo que a nuestro juicio constituye un mal entendido en algunas versiones del psicoanálisis 
contemporáneo.

        Se trata de adscribirle al término “técnica” una connotación de “aplicación”, como si los escritos técnicos fueran un manual de procedimientos o de “lo que se debe hacer”; en nuestra opinión se trata más bien de una cuestión diferente, a saber, que los escritos técnicos constituyen un conjunto de reflexiones sobre el campo clínico y sus parámetros implican un sistema conceptual que delimita dicho campo y el abordaje psicoanalítico de las distintas cuestiones en su ámbito de instrumentación. Es decir, que así como los enunciados metapsicológicos corresponderían a teorías de alto nivel explicativo, habría teorías que enfocan los dinamismos psicopatológicos en psicoanálisis y un campo y un conjunto  de reflexiones teóricas sería el que necesita delimitar el método psicoanalítico y su instrumentación en el campo clínico.

        Sostendremos entonces –con los límites y riesgos de toda pretensión de síntesis- que ya en la obra de Freud el método psicoanalítico pretendía crear las condiciones para una experiencia modificadora, un modo de resolver conflictos psíquicos en el ser humano cuya naturaleza, contenido y relación fueron enunciados por las teorías explicativas: metapsicológicas y psicopatológicas.  Intentaríamos conceptualizar estas teorías de un nivel más cercano a lo experiencial y que a nuestro criterio constituyen y delimitan los ejes fundamentales del método.

1º Consideramos teorías acerca de las reglas que inciden en la delimitación básica del método:

    a) Teoría del relato o discurso: sosteniendo que apartándose el mismo de la secuencia convencional se produce una posibilidad de un armado diferente que permite un acceso facilitador a determinados conflictos (regla de asociación libre a la que por los malentendidos y ambigüedades que introduce el término “libre” propondríamos llamar “regla de asociación no convencional”.

    b) Teoría que establece la existencia de una correlación válida entre lo que un interlocutor (analista) capta y el otro (paciente) expresa.

    c) Teorías que postulan que un interlocutor (analista) preparado (por su propia experiencia como paciente) puede registrar esta diferente estructuración, si apartándose de un registro convencional permite un impacto procesado en su interioridad (regla de atención flotante).

    d) Teoría que establece que los diferentes significados expresados en el relato o discurso del paciente captado por el analista están habitualmente fuera de la conciencia del primero.

2º Un segundo grupo estaría constituido por las teorías que definen algunos conceptos del marco formal del tratamiento y, se refieren a lo que suele llamarse “encuadre”, “dispositivo”, “marco”, etc. y hacen a la cuestión de espacios, tiempos, regulaciones económicas y su instrumentación, aunque algunos de sus contenidos están más vinculados con el aspecto conceptual del método, mientras que otros se refieren a situaciones prácticas que hacen a los intereses profesionales del operador analista.

3º Teorías que están referidas a los “contenidos” del espacio terapéutico, en las cuales se incluirían la teoría de la regresión, la de la resistencia, la de la transferencia, la de la contratransferencia y las teorías sobre la identificación, que por aludir a fenómenos del campo clínico presentan un nivel de abstracción y generalización diferente a las teorías metapsicológicas, funcionando como lo que llamaríamos “articuladores” del campo teórico psicopatológico, con el clínico de abordaje.

4º Las teorías que definen la modificación o cambio en el psicoanálisis, o sea, las llamadas “teorías o modelos de curación” u “objetivos terapéuticos”, que en Freud fueron formulados con enunciados diferentes, los que dependían también del contexto teórico y momentos de producciones que fueron explicitados (llenar lagunas mnémicas, hacer conciente el inconsciente, abreacción y recuperación del recuerdo, donde estuvo el ello debe estar el yo, o los más generales de reconciliación entre instancias, recuperación de libertad instintiva y capacidad de trabajo, y modificación de la represión por capacidad sublimatoria y, en nuestras lecturas actuales, un concepto que nos parece básico y permitiendo convergencia entre distintas escuelas y posturas, el de la desidentificación con los códigos enfermantes producidos en el vínculo del sujeto con sus personajes y experiencias significativas.

5º Teorías que conceptualizan y explicitan el funcionamiento en el plano clínico del instrumento psicoanalítico específico: la interpretación.

        Junto a estos parámetros básicos el método es ilustrado y delimitado por lo que llamamos “metáforas funcionales”, las que concebimos como reglas abiertas y que intentaremos explicitar en el curso de esta comunicación. Cuando decimos “abiertas” nos referimos a que no son de aplicación absoluta ni apriorística, sino que constituyen –como el propio Freud lo señalara- ciertos instrumentos cuyo procesamiento dependerá de cada sujeto en particular y, agregaríamos nosotros, de cada equipo terapéutico, de cada dupla paciente y analista, para las cuales todas las reglas, en nuestro criterio, necesitan funcionar como posibilitador abierto. Con “abierto” queremos significar que cada dupla, cada sujeto en particular lo recorra y lo procese a partir de sus modalidades propias, tema sobre el cual volveremos en el curso de esta comunicación.

Estas metáforas funcionales incluyen:

a) La del cirujano: que puede expresar la necesidad de un marco formal a través de las constantes témporo-espaciales del proceso, dentro de los cuales se podrán desarrollar las variables conflictivas del mismo, o sea, lo que Freud llamaba “las vicisitudes de la enfermedad artificial y sus cambios a través del trabajo psicoanalítico”.

b) La metáfora del laboratorio: es la que alude a la neurosis de transferencia como espacio intermedio entre la enfermedad y la vida. En nuestra impresión, la noción de “enfermedad artificial” puede aplicarse a estructuras diferentes a las neurosis y constituye uno de los parámetros básicos del método.

c) La del espejo: despojado el significado de “frialdad” o “no participación” del terapeuta, es recuperable cuando ilustra sobre la asimetría y los distintos roles de la dupla terapéutica.

d) La metáfora del teléfono: podría ilustrar de modo óptimo el carácter de pareja terapéutica a través de la figura que ha definido el papel del analista en la doble apertura: por un lado hacia el relato o discurso del paciente, por el otro hacia su propio interior, permeabilizado por la propia experiencia analítica, regla también esencial para el funcionamiento de la relación clínica.

e) La metáfora del ajedrez: ilustra sobre la singularidad de cada proceso terapéutico del cual sólo pueden sistematizarse laxamente reflexiones sobre los comienzos y finales.

        Como señalábamos antes, estas metáforas podrían ser entendidas como reglas funcionales que permiten ciertas delimitaciones del método.

        Enumerados los citados parámetros y metáforas, que como sosteníamos pueden constituir un marco teórico conceptual, caben algunas reflexiones acerca de su actualidad. Ya comentábamos que el referente clínico de la mayoría de las consideraciones de los mismos están ubicados en las neurosis de transferencia y, en particular, de la histeria de conversión.

        ¿Qué sucede cuando el campo nosográfico clínico, tanto en las teorías de Freud como en nuestra práctica se complica y complejiza?

        En nuestro criterio, debería hacerse una reconsideración de dichos parámetros en base a las siguientes propuestas:

1º Admitir que al variar las estructuras psicopatológicas y los modos de producción de síntomas, puede variar el modo de funcionamiento de los conceptos contenidos en los parámetros mencionados de una manera específica, pero éstos pueden mantener su valor general (genérico), es decir, puede variar el funcionamiento de la regresión, las resistencias, las transferencias, etc. en las distintas estructuras y también en las múltiples combinatorias de cada sujeto que recorre la experiencia   psicoanalítica, pero puede mantenerse una definición global común, ejemplificando más específicamente si redefinimos el concepto de “transferencia” a partir de los textos de Freud, lo podríamos hacer de lo que llamamos o un modo más genérico, otro más específico. El primero, correspondería al concepto de “transferencia” como reedición de clichés infantiles en historias posteriores y en distintos contextos de inclusión. El segundo tendría un sentido y significado mucho más restringido, pues la transferencia se expresaría sólamente como una vicisitud de la líbido objetal.

        En nuestra opinión, mientras la definición en sentido más extenso, más genérico es válida para distintas estructuras psicopatológicas (podría hablarse de revisión dramática vincular tanto en las neurosis de transferencia como en las problemáticas narcisísticas, impulsivas, o pisocomáticas) no ocurría lo mismo con la segunda, más específica y sólo válida para las vicisitudes estructurales en las problemáticas de las neurosis de transferencia. Esta misma manera de ver la podemos ubicar en los restantes parámetros, tanto los del marco como los articuladores teórico-clínicos; las teorías sobre el cambio y del instrumento pueden conservar conceptualizaciones genéricas, pero necesitarán redefiniciones más específicas en cada modalidad psicopatológica y aún más en cada sujeto particular, pues nuestra opinión –y queremos subrayarla como uno de los ejes de esta comunicación- es que las problemáticas singulares no pueden remitirse a una o dos estructuras psicopatológicas, sino más bien entender cada sujeto como presentando combinatorias absolutamente propias y variadas, que no dejan de admitir la necesidad de las conceptualizaciones generales para ordenar, encuadrar y tener un marco conceptual genérico ante las problemáticas que desarrollan en el campo clínico.

        Pero una cosa es tener un campo ordenador y orientador, y otra cosa pretender una especie de aplicación ad-íntegrum de las categorías psicopatológicas al funcionamiento psíquico de los seres que recorren los espacios clínicos.

        En este contexto podemos sostener que las teorías sobre el cambio y las teorías sobre el instrumento también podrán mantener una conceptualización genérica, pero necesitarán redefiniciones específicas en cada modalidad estructural psicopatológica y en cada combinatoria presentada en los sujetos que recorren el campo clínico. Es decir, ejemplificando “hacer conciente lo inconsciente” podrá ser un objetivo terapéutico genérico, pero mostrará formas diferentes en cada estructura psicopatológica y en cada combinatoria de los sujetos en particular, pues los marcos teóricos del método sólo podrán conceptualizarlos en alguna dirección general. Cada recorrido, cada proceso terapéutico mostrará aspectos generales pero también cómo se imbrica lo propio en este mismo marco procesal.

        Las consideraciones que acabamos de formular entiendo que son expresivas de cómo entendemos necesario ubicar los distintos parámetros del método, tanto en su versión original como en las reformulaciones que podamos hacer, en un contexto que para nosotros es básico en el estudio del método psicoanalítico y también en nuestra lectura de los distintos parámetros de Freud,  nos referimos a la noción de “proceso”, planteada en los trabajos sobre el sueño, el síntoma y el duelo, pero también enfatizados en “Recuerdo, repetición y elaboración” donde creemos que la noción de “trabajo”, ubicada en el campo clínico supone conceptualizar a la experiencia psicoanalítica, al abordaje como expresión e instrumentación el método, en el marco temporal y estructural que supone la noción de ”proceso”. Es decir, fuertemente implícita en Freud, pero para nosotros ineludible en toda posibilidad de diseñar problemas en el campo clínico del psicoanálisis.

Los parámetros y la extensión y delimitación del método psicoanalítico

        Habiendo intentado desarrollar y sistematizar laxamente lo que consideramos constituyen los parámetros fundamentales y sus marcos conceptuales en el campo del método psicoanalítico, quisiéramos puntualizar algunos de sus alcances, su instrumentación y sus consideraciones como conjunto conceptual que delimita el método.

        En este sentido, encontramos en muchas discusiones sobre la práctica clínica posiciones extremas que nos parecen inconvenientes, parcializantes y rigidificadoras. Nos referimos tanto a lo que llamamos “ortodoxia formal exagerada” cuando el marco formal deja de ser gestalt posibilitadora del proceso, transformándose, a veces inadvertidamente, en el objetivo del mismo; en otro extremo vemos otras posiciones, aparentemente iconoclastas, que confunden especularmente la alteración del encuadre con laxitud.

        En nuestra opinión se trata de un malentendido del mismo género, pues creemos que el marco formal debe estar permanentemente al servicio del proceso y del cambio estructural, y si en su modalidad habitual no lo permite, necesitamos recurrir a todas las variantes propias de cada estructura psicopatológica y de cada persona y sus vicisitudes particulares.

        En cuanto a otro campo de problemas, muy vinculado con lo anterior, está referido a cuáles son las variantes que nos ubican dentro del método y cuáles ya dejan de cumplir sus condiciones mínimas. Se trata de una delicada, compleja y actual discusión que excede los límites estrictos de esta comunicación.

        Tan sólo queremos sostener que para situarse dentro o fuera del método, no es suficiente considerar elementos aislados (por ejemplo, número de sesiones, interpretaciones, actuaciones, etc.) sino que sería necesario armar un conjunto conceptual de predominios o gradientes, para afirmar que estamos en presencia de un ejercicio adecuado del método psicoanalítico, para lo cual también hay que recordar nuevamente las variantes de léxicos de cada grupo o escuela y la necesidad de discutirlos previamente para establecer ciertas convergencias.

        También podemos sostener, para afirmar conjeturas que Freud señalara tanto en el “porvenir” como en “los caminos de la terapia analítica”, cuando se refería a las variantes del método en distintas problemáticas, en cuanto a plantear nuevas alternativas del mismo.

a        Una cuestión también muy vinculada a estas consideraciones y sobre la cual volveremos, tendrá que ver con la necesidad de diferenciar el método “cura típica” con otras psicoterapias. Podríamos sostener que a partir de los escritos de Freud y el agregado de otros aportes, podría señalarse algunas condiciones básicas que pueden también presentar variantes en distintas versiones del psicoanálisis, pero que podrían constituir una especie de punto de partida para lo que podrían ser consideraciones mínimas.

1º  El método psicoanalítico implica una serie de condiciones formales, que en la perspectiva que hemos ido formulando, debe tener como objetivo central permitir el proceso terapéutico psicoanalítico.

2º  Este último implica una experiencia de transformación interior, que puede ser englobaba por varias definiciones, una de las más generales podría ser “conciente lo inconsciente”. Pero aquí tendremos que agregar a la definición del objetivo terapéutico mencionado, algunas consideraciones inferibles del conjunto de la obra de Freud a la manera que lo hiciera el Dr. César Merea, quien señala: “La salud, según Freud, es un estado que contiene elementos de la neurosis y la psicosis en estado conflictivo bajo control del yo”.

3º Este proceso presenta una serie de características definidas por las distintas teorías y metáforas de Freud, que presentan como matiz específico la jerarquía que adquiere la repetición dramática de los distintos conflictos en el campo relacional paciente-analista y su actualización en el marco de la relación terapéutica.

4º El instrumento central del proceso terapéutico dentro del método lo constituye la interpretación; pero necesitamos incluir taxativamente en las cuestiones de abordaje, tanto de los proyectos de cambio como del instrumento, la necesidad de considerar distintas modificaciones según los predominios estructurales psicopatológicos y su combinatoria, pero también que la  visión clásica del recurso interpretativo necesita ser completada con todas las variantes sobre la forma interpretativa por un lado, y de todas las modalidades complementarias que en determinadas problemáticas implican resolver inhibiciones y 
transformar la noción de “cambio” en un objetivo acorde con las problemáticas dominantes y no en una especie de a priori basado en los parámetros clásicos del método, o en algunos funcionamientos propios de las neurosis de transferencia, que para nada se repiten en muchas combinatorias que vemos en el campo clínico actual.

        Estas consideraciones implicarían también replantear el problema de la delimitación es decir, cuándo estamos en presencia del método psicoanalítico, cuándo en sus alteraciones, pero también en examinar la relación del método psicoanalítico con otras psicoterapias tan variadas y frecuentes en nuestro momento presente.

        Entendemos que para hablar de “método psicoanalítico cura típica” tendremos que recurrir a un conjunto probabilístico de predominios y gradientes, más que una absolutización a través de tal o cual parámetro. Pero entendemos también, si aceptamos, alejándonos un poco de las metáforas metálicas aurocuprinas, de que el psicoanálisis cura típica resulta una psicoterapia específica con parámetros determinados, si pensamos que el campo de las psicoterapias admite prácticas muy interesantes, algunas complementarias con el psicoanálisis y sus paradigmas teóricos esenciales, otras contradictorias con el mismo, podríamos sostener que las relaciones entre la cura típica y las psicoterapias complementarias –que son las que más nos interesan, tanto las de inspiración analítica pero desarrolladas en campos más reducidos, focalizadas o breves, como las psicoterapias por extensión en los campos familiar, grupal o de pareja, tendrán zonas coincidentes o compartidas con el método cura típica, y otras zonas con alcances y funcionamientos más propios.

        De lo que se trata entonces, será de establecer la categorización de cada una, partiendo de un supuesto que siempre habrá límites imprecisos y nos tendremos que manejar con nociones de predominio o de gradiente.

        Los desarrollos post-freudianos y el método psicoanalítico

        Creemos haber insistido –aunque nunca será suficiente- en nuestra opinión de que la relectura de la obra de Freud implica en las consideraciones sobre el método, la vigencia de sus parámetros en una forma genérica y la necesidad de reformularlos en lo que llamamos específicamente en relación a las complejizaciones psicopatológicas y a las variantes singulares, a partir del supuesto de que la obra freudiana desarrolló mucho más hipótesis y aportes en el plano teórico y psicopatológico que lo que lo hiciera en el plano del abordaje y las consideraciones explícitas sobre el método.

        También dijimos que caracterizábamos este modo de trabajar la obra freudiana como una adhesión laxa y no cerrada, implicando completar los escritos técnicos con los múltiples desarrollos sobre el funcionamiento psíquico, las resistencias complejizadas y los desarrollos extensivos del concepto de “inconsciente” a partir de la Segunda Tópica y sus otros desarrollos. 
 En este contexto cabe señalar que en la cuestión de las variantes de estructuras clínicas y psicopatológicas, nos parecen de sumo interés los aportes en desarrollos post-freudianos, aclarando que cuando decimos “interesante” no queremos significar que todos los desarrollos son complementarios y convergentes, pero sí que puede enseñarse, a partir de la clínica, cuáles pueden funcionar como aportes sujetos a su procesamiento personal.

        Para examinar estas cuestiones, también se necesitan formular algunos supuestos básicos previos:

1º  Cuando hablamos de “aportes post-freudianos” esta formulación ya supone un implícito en cuanto a considerar que no existe “un” esquema, escuela o grupo que presente una especie de superioridad coperniquiana frente al modelo básico, concepción naturalmente polémica que supone que las distintas producciones implicaron desarrollos complementarios  o independientes, o algunas veces contradictorios con postulados de la obra freudiana, que necesitan procesarse para la asimilación o cuestionamiento en su valor heurístico para nuestra teoría y su clínica correspondiente.

2º  Es necesario, si se acepta ese presupuesto de tipo metodológico acerca de la utilidad parcial que cada escuela pueda hacer en la interioridad y en las actualizaciones que un psicoanalista operador del campo clínico pueda realizar, como decíamos, si aceptamos esa cuestión tendrá una particular relevancia el tema del uso que cada instrumentador hará de los distintos aportes. 
    En este sentido, nuestra  posición supone que existe un espacio interior del analista en el cual la circulación de teorías se efectúa laxamente, realimentando lo básico que es el registro empático emocional del material clínico, procesado por su propia experiencia analítica, en el cual –insistimos- las distintas teorías pueden funcionar como recursos de ampliación de la escucha o de modos en que puedan aportarse nuevas hipótesis comprensivas durante la sesión o en sus espacios reflexivos interclínicos. 
    Este modo ya fue planteado por distintos autores, como Duncan y M. Baranger en el Congreso de Amsterdam, y metaforizado por otros colegas como Piera Aulagnier cuando hablaba de la teorización flotante o David Liberman cuando se refería a la necesidad de jugar durante la sesión espontáneamente, y hacer ejercicios a la manea de un músico fuera de ella para afinar el instrumento.

        Examinadas estas dos perspectivas que llamaríamos “metodología” y “de utilización instrumental” pasaremos a examinar el aporte específico de algunos esquemas o escuelas post-freudianas, aclarando desde ya que por limitaciones personales y posturas conceptuales no pretendemos ningún tipo de exhaustividad, pues se trata más bien de los desarrollos que han sido asimilados desde una perspectiva personal que está sometida a la reflexión crítica y no puede suponer ningún tipo de universalidad absoluta.

        Vamos entonces a detallar muy esquemáticamente y a la manera de algunos títulos, las que consideramos posibilidades interesantes en algunos esquemas post-freudianos:

1º  Las contribuciones kleinianas: Descartando desde ya una pretensión crítica exhaustiva, ubicaríamos los aportes de la escuela kleiniana en las siguientes perspectivas:

a) La noción de “mundo interno” y la riqueza deiva de los contenidos del mismo, vinculados a una compleja red de ansiedades y fantasías.

b) La jerarquización de las emociones básicas del ser humano, particularmente la agresión y las pérdidas.

c) Vinculadas a este último punto, las jerarquizaciones en el campo clínico de la transferencia negativa, la agresión y sus vicisitudes y la insistencia en las posibilidades que brinda el análisis de la misma en el proceso terapéutico como contenido a decodificar, perdiendo así una de sus características de oposición interferencia al proceso.

d) El modelo de las posiciones que correlaciona el desarrollo emocional con correspondencias en el campo terapéutico.

Autores objetalistas

1) Heinz Kohut

        Llamamos así –con los riesgos de toda esquematización- a autores básicamente anglosajones que han enfatizado mucho el problema de los vínculos y las relaciones objetales, de los cuales destacaremos, primero, los aportes de Heinz Kohut y la escuela del self psychology.

        Entendemos que podrían describirse muy someramente a través de:

a) La conceptualización teórica y clínica de las estructuras narcisísticas, grupo que si bien fue  extensamente introducido por Freud a nivel teórico y psicopatológico, no resultó incluído en el campo  clínico y de abordaje del psicoanálisis.

b) La extensión del concepto “transferencia” en relación a las neurosis narcisísticas y una propuesta de abordaje de las mismas en el campo clínico del psicoanálisis.

c) La revisión de los parámetros del método psicoanalítico, en particular el del instrumento interpretativo y los objetivos terapéuticos 
    en los procesos clínicos de los pacientes en que predominan lo que Kohut llama “trastornos narcisísticos de la personalidad”.

2) Otto Kernberg

        Creemos que este autor y sus colaboradores, a través de críticas a las concepciones de Kohut, permitirían perspectivas no contempladas en el modelo kohutiano, nos referimos particularmente a:

a) Pacientes con problemáticas narcisísticas, en los que predomina un tipo de estructuras con un papel mucho más relevante de la agresión.

b) A través del énfasis de algunas de las líneas de la escuela kleiniana este grupo propone un modelo de abordaje psicoanalítico en pacientes fronterizos, para quienes a veces los parámetros standard no son operativos y deben ser modificados.

3) Donald Winnicott

        Entre las múltiples producciones de este autor vamos a recordar en relación a lo que hace más específicamente al método psicoanalítico:

a) Al igual que en el caso de Kohut, postular que hay distintas estructuras psicopatológicas dominantes, en las cuales deben modificarse los parámetros clásicos del método psicoanalítico.

b) Una jerarquización del concepto de “regresión” y sus alternativas productivas en el campo clínico.

c) Las nociones de una topología mental, que si bien es explicitada a nivel de desarrollo emocional, es también aplicable en el diseño y evaluación en el campo clínico de las personas cuya complejidad de funcionamiento no encaja en los parámetros 
    habituales.

d) La propuesta de modelos transicionales y la importancia del espacio lúdico en el desarrollo emocional, que también tiene su correspondencia en la conceptualización de los vaivenes del proceso terapéutico, enfatizando los procesamientos de cada distancia traumática con los personajes significativos, en particular con funciones maternas.

e) La noción de continuidad y fracturas en los espacios internos y la relación del sujeto con su registro de sí mismo. 

Aportes de psicoanalistas franceses

        Queremos subrayar que no se trata de un campo al cual nos consideramos autorizados a evaluar exhaustivamente, pues acordando o discrepando es my difícil negar la importancia de la obra estructuralista de Lacan y su impacto en el psicoanálisis francés, posición que, como señalábamos, no entra dentro de nuestros supuestos relevantes, pero que tampoco –insistimos- es posible desconocer.

        Por ello, señalaremos tan sólo algunas contribuciones, sobre todo las obras que nos han resultado más utilizadas y trabajadas.

1) La obra de Piera Aulagnier

        De la cual recortaremos:

a) La discriminación que hace esta autora, desde su perspectiva, de los distintos modelos de estructuración psíquica y la necesidad de discriminarlos en el campo clínico.

b) La jerarquización de la teoría de la identificación freudiana, con un agregado particularmente interesante y meritorio, cuando Piera Aulagnier especifica, dentro de los procesos identificatorios, la importancia de los enunciados, de los objetos parentales significativos, o sea, que el psiquismo humano se conformaría a través de los procesos identificatorios no sólo de tales o cuales rasgos de los personajes significativos, sino de sus enunciados discursivos explícitos o implícitos, tema que nos parece de una gran importancia en el estudio clínico de códigos con que fueron estructurados los psiquismos de cada sujeto que los recorre.

c) La vinculación entre campos de la identificación estructurante en la que el lenguaje juega un papel importante, con los del proceso terapéutico mediatizados también por el lenguaje y sus complementos como intee privilegiado.

2) André Green

        Creemos que se trata de uno de los creadores contemporáneos que presenta la peculiaridad de utilizar diferentes esquemas referenciales para reformular sus propuestas, a partir de un intento de conectar contribuciones de las teorías objetalistas con el mantenimiento de la jerarquía de las explicaciones pulsionales  y metapsicológicas de la obra de Freud. El aporte de André Green al campo clínico, justamente se respalda mucho en la necesidad de redefinir algunas tesis metapsicológicas en relación a las complejizaciones psicopatológicas y clínicas, ejemplificadas por su formulación de las ansiedades intrusivas, complementando los problemas de las angustias de castración y de separación de la teoría freudiana, más muchos otros que por razones de síntesis no podemos enumerar, citando tan sólo cómo en la perspectiva  de las complejidades clínicas tipo pacientes fronterizos, la postura de André Green acerca de los modelos de las “islas” no conectadas entre sí, con funcionamientos diferentes y la particularización de distintos aspectos de la escisión en el funcionamiento de estas problemáticas y su articulación con las situaciones y los vínculos que establecen en el campo terapéutico, marcan una posibilidad que puede desarrollar el arsenal de recursos terapéuticos de cada analista en particular.

        También nos parece importante enfatizar, dentro de las propuestas del autor, su estudio de las problemáticas narcisistas en el campo clínico y dentro de las mismas la caracterización de las problemáticas narcisistas en el campo clínico y dentro e las mismas la caracterización de algunas modalidades depresivas, tipo “síndrome de la madre muerte”, que presentan características muy peculiares en el campo clínico terapéutico y que necesitan de un abordaje comprensivo y forma específico, tal como lo encontramos muchas veces en historia de difíciles procesos terapéuticos.

3) Escuela psicosomática de París

        Mencionaremos sólo enunciativamente lo que la Escuela Psicosomática de París ha permitido desarrollar en cuanto a pacientes de ciertas modalidades psíquicas, tuvieran o no expresiones físicas, vinculadas a lo que llamó “pensamiento operatorio” que ha resultado una vertiente importante en el abordaje de estas problemáticas.

4) Joyce Mc Dougall

        También en el mismo campo los aportes de Joyce Mc Dougall, estudiando lo que ella llama “el paciente analítico de nuestros tiempos”, ha propuesto variantes en la comprensión de algunos espacios psíquicos vinculados también a los trastornos semánticos o a dificultades particulares frente al método tradicional.

5) Jean Laplanche

        Tampoco podemos dejar de mencionar, en una forma sumamente esquemática por la extensa obra de su autor, los aporte de Jean Laplanche a partir de una lectura exhaustiva de la obra freudiana, que intenta, respetando sus parámetros metapsicológicos, su teoría pulsional, redefinir algunas cuestiones frente a las complejizaciones clínicas.

        Entendemos que esta enumeración tiene el riesgo de suponer una suficiencia que no pretende, pero sí de abrir un campo comprensivo al complejo problema de las convergencias, de su discriminación crítica evitando el encasillamiento de tipo eclecticismo, que no pretendemos, y jerarquizando mucho la noción de “recurso terapéutico” de cada operador psicoanalítico en particular, que entendemos puede enriquecerse con un procesamiento crítico de los aportes post-freudianos mencionados.

Autores rioplatenses

        Cabe sostener que el campo clínico y la cuestión del método han sido una de las preocupaciones centrales en los psicoanalistas rioplatenses, tanto en los pioneros como en las generaciones actuales.

        Con las injusticias de toda síntesis, vamos a plantear que las preocupaciones centrales se podrían ubicar en dos territorios:

1º  Referida a las vicisitudes del campo relacional en el espacio clínico y la dupla terapéutica. Podríamos ejemplificar en el exhaustivo análisis que distintos autores han hecho de la participación del analista en la configuración y vicisitudes del campo, lo que podríamos llamar laxamente “la teoría de la contratransferencia”.

2º  Una segunda cuestión abordada, también muy atinente a los temas vinculados al método, se refiere a los múltiples estudios sobre el instrumentos psicoanalítico (la interpretación) y sus variantes en distintas alternativas, así como una preocupación bastante extensa acerca de los objetivos terapéuticos, las teorías de la curación o los proyectos de cambio.

        Vamos ahora, entonces, a ubicar algunos aportes más individualizables con la limitación que supone tener que hacer recortes –en parte por motivo de síntesis, en parte por las opciones personales inevi-.

        Debemos señalar como pionero en las contribuciones al desarrollo del método las concepciones de Enrique Pichón Riviére, las que pueden considerarse precursoras de trabajos de diferentes creadores rioplatenses: nos referimos a los conceptos de “vínculo” y sus expresiones en el campo bipersonal, al de “proceso en espiral”, jerarquizando la noción de “proceso” presente en posturas básicas acerca del funcionamiento del método. También intentó describir las distintas perspectivas que determinan las posturas de un sujeto psicoanalista (el ECRO) así como iniciar la consideración de la sesión como una especie de unidad significativa del proceso psicoanalítico, jerarquizando el intercambio en la misma, a través de la secuencia existente --> intepretación  -->  emergente.

        Mencionaremos la obra de Rackery y otros colegas (Cesio, Grimberg, etc.) que pormenorizaron y ampliaron uno de los conceptos que habíamos definido como “contenido importante articulador teórico clínico”, a saber el de “contratransferencia”, que fue adquiriendo un status distinto al que inicialmente se podría plantear como zona interferente a la comprensión, para constituirse en importante campo de indicación.

        Desde una perspectiva complementaria, los trabajos de Madeleine y Willy Baranger y Jorge Mom, por un lado, y los de David Liberman desde otra perspectiva, también categorizaron las nociones del campo bipersonal y examinaron sus contenidos, enfatizando sus aspectos vinculares y relacionales.

        También ambas líneas, utilizando esquemas referenciales varios –tema que debería ser introducido como tercer característica de los aportes rioplatenses- postularon las alternativas transformacionales o improductivas del proceso terapéutico, aportando modelos que categorizaran a ambas.

        En cuanto a las contribuciones sobre el instrumento y las teorías sobre objetivos terapéuticos, debemos mencionar las de Garma, Bleger, y Liberman.

        El primero, jerarquizando la importancia del análisis del superyo, no cual hipótesis reduccionista sino mostrando matices en que las estructuras interdictivas pueden limitar las libertades del sujeto, ampliando el modelo freudiano al considerar diferentes formas en distintas alternativas psicopatológicas. También Garma, al igual que otros colegas argentinos, se ocuparon del efecto de la interpretación, señalando también posibilidad iatrogénica de ciertos modelos interpretativos.

        En cuanto a Bleger realizó importantes contribuciones a los indicadores clínicos de las diferentes estructuras psicopatológicas, jerarquizando la importancia del diagnóstico estructural como modelo diferente al médico y sus alternativas productivas en la programación terapéutica.

        También Bleger aportó una de las más claras sistematizaciones de los objetivos terapéuticos y de sus variantes y complejidades, así como de los usos y el registro inconsciente que la persona puede hacer del encuadre psicoanalítico y la necesidad de ser decodificado en el transcurso del proceso terapéutico.

        En cuanto a Liberman, además de proponer modelos originales que adecuadaran las formas interpretativas a las distintas estructuras psicopatológicas dominantes en los sujetos y proponer modelos de otros campos (vinculados a la comunicación y a la lingüística) para determinar indicadores positivos o negativos del proceso terapéutico, desarrolló la propuesta de evaluar los cambios en el proceso a través de nuevas adquisiciones, implicando una reformulación del concepto de “funciones yoicas”.

        No podemos dejar de mencionar en el examen de las contribuciones de autores argentinos el tratado que desarrollara Horacio Etchegoyen, un compendio de problemáticas del método y la técnica psicoanalítica que a pesar de formar parte de la óptica de un autor que está comprometido con un esquema referencial –el modelo kleiniano- intenta examinar distintas perspectivas y distintos aportes, tratando de armar cierta convergencia de problemáticas más que de posturas de grupos. En ese sentido, el esfuerzo de Etchegoyen nos parece muy importante para todo estudio que se haga sobre los problemas del método, coincidiendo o discrepando con sus enfoques peculiares, pero que no puede negarse la necesidad de incluir este estudio como uno de los más sistematizados sobre el tema.

        En cuanto a las contribuciones de generaciones más presentes del campo psicoanalítico, mencionaré algunos pocos ejemplos que forman también parte de un registro personal y de respetar las necesidades de síntesis de una comunicación como la presente.

        Quisiera mencionar, en el campo de la problemática psicótica, los trabajos de Galli quien jerarquiza el problema de la puesta en juego del análisis personal del terapeuta en cada proceso terapéutico, en particular el campo de la psicosis, señalando la multiplicidad de factores y de teorías que encuadran esta difícil problemática y en donde la necesidad de la puesta en juego de las ansiedades del terapeuta jugaría un papel básico, a considerar en cada proceso en particular.

        En esta misma línea de problemáticas, Augusto Picollo al igual que otros colegas, se han ocupado del interesante y complejo problema de los códigos en la pareja terapéutica, señalando sus variantes en distintas estructuras, particularmente las diferentes a las neurosis y el efecto distorsionante producido cuando estas variantes de la decodificación en ambos participantes no son dilucidados, señalándose como en muchas personas “la literalidad” y el “sentido” que se le dan a las formulaciones psicoanalíticas no es para nada uniforme.

        Otros autores en nuestro medio también se han ocupado de estos aspectos del método, cabe mencionar particularmente la obra del colega Hugo Bleichmar que a través de una serie de producciones ha estudiado las variantes clínicas y psicopatológicas de las problemáticas teóricas abordadas por Freud, sosteniendo que es necesario una redefinición de las categorías del inconsciente por un lado, y de su instrumentación en cuanto a planificar distintas estrategias en el campo clínico y de abordaje, tema que nos parece de alta relevancia y que los estudios pormenorizados de Bleichmar al respecto podrían articularse con otras contribuciones del psicoanálisis argentino, en particular las mencionadas por Bleger, Liberman y también Luisa Alvarez de Toledo, quien de algún modo introdujo el problema de la forma interpretativa y sus combinatorias en el campo del método.

        Mencionaremos también algunos trabajos de Eduardo Issaharoff, ubicables también en la línea que introdujera Liberman entre nosotros, y sus análisis sobre el problema del proceso terapéutico psicoanalítico.

        Issaharoff, con desarrollo provenientes de sus estudios sobre problemas epistemológicos y lingüísticos, y su articulación con el psicoanálisis, ha hecho algunos exámenes de la noción de “proceso” que, por su originalidad, deberían tener un lugar en esta enumeración.

Autores alemanes

        En esta personal taxonomía que hemos intentado desarrollar, y con las exclusiones ya supuestas y mencionadas e inevi, no podemos dejar de introducir, dentro del aporte al método psicoanalítico el minucioso y original estudio que han hecho los colegas alemanes Thoma y Kächele, que en una obra sumamente extensa han sintetizado sus experiencias de más de dos decenios de investigación de procesos analíticos y psicoterapéuticos en la clínica de la Universidad de Ulm, tarea que tiene varios méritos que queremos enfatizar:

   1º Que está basada en el examen y sistematización de protocolos clínicos con una metodología,  intentando cierta coherencia empírica en la descripción de los resultados y que, además, los basa en el estudio de diálogos y materiales clínicos mostrando la participación de ambos intees de la dupla terapéutica.

2º  Son autores que también, a la manera de los rioplatenses, utilizan esquemas referenciales diferentes, tratando de lograr una cierta convergencia en problemáticas, discriminando también distintas estrategias.

3º  Hay un minucioso estudio de las categorías básicas, un estudio crítico tratando también de alejarse tanto de ciertas iconoclastias con respecto a la teoría freudiana, como de las lecturas acríticas que suponen que es una especie de texto eterno o indiscutible.

4º La obra de Thoma y Kächele también enfatiza la importancia de la “relación” como variable fundamental que no ha sido tan considerada en los enfoque más clásicos del psicoanálisis, relación que adquiere gran jerarquía en las visiones actuales del problema y sobre todo en las nuevas combinatorias estudiadas, y también en las complicaciones de lo que se llama 
    “situaciones mucho más difíciles de articulación entre el método psicoanalítico y algunos de los problemas psíquicos de los seres que lo transitan”.

Comentarios finales

        Insistiendo que esta exposición no pretende ni construir un catálogo, ni agotar los problemas del método psicoanalítico, sí creemos que se trata de un intento de diseñar un modelo de convergencias flexible, cuyo objetivo es discutir los desarrollos productivos del método, y también señalar algunas implicancias y supuestos sujetos a la discusión crítica, ya aludidos en distintas partes de la comunicación. Nos referimos a:

1º  La fuerte convicción inferible del conjunto de la comunicación de que tomando la obra de Freud como un conjunto de conocimientos básicos sujetos a revisión constante, pueden ser completados tras procesamiento y metabolización crítica por aportes de distintos esquemas referenciales, lo que no implicaría ni superación ni regresión absoluta, sino que pueden construir modelos explicativos de alguna zona del campo teórico clínico.

2º  En nuestra opinión –y coincidiendo con algunos autores que hemos citado- la excesiva pertenencia a determinados esquemas referenciales puede interferir la tarea en el campo clínico. Es decir, que en éste juega más la captación a través del desarrollo estructural interno del terapeuta en el cual sigue siendo esencial el propio análisis, mientras que la instrumentación de distintas   teorías sólo podrá ser operativa si es usada laxamente y supeditada al contacto y captación emocional.

3º  Creemos inconvenientes las teorías generales cerradas en el estudio de los parámetros analíticos. Entendemos y hemos insistido que más bien se trata de proponer modelos abiertos que hemos deo en aportes de distintos autores –los rioplatenses en particular- que respeten las variantes singulares y sobre todo las propias de cada proceso y cada pareja 
terapéutica.

4º  Creemos necesario redefinir y recontextualizar los parámetros del método (teorías sobre el marco, reglas, articuladores, instrumento y proceso de cambio). Nos parece fundamental ubicar cada parámetro en conexión con las variantes   psicopatológicas y las complejas combinatorias de cada sujeto singular. También nos resulta central considerar la interpretación como instrumentos, en el cual resulta relevante no sólo su contenido sino las formas y variantes conectadas con el procesamiento posible de cada sujeto transitando el espacio clínico. En esta perspectiva insistimos en que llamamos “forma” (para diferenciarla del contenido vinculado a la significación) a las modalidades y combinatorias que hacen al tono, mímica, dosaje y los diferentes elementos lingüísticos, paralingüísticos y extra-lingüísticos como lo desarrollan valiosos trabajos en distintos tiempos históricos: Luisa Alvarez de Toledo, David Liberman y, contemporáneamente, Hugo Bleichmar, Jorge Canestri, Beatriz de Bernardi y otros.

        También necesitamos considerar los recursos terapéuticos necesarios ante la complejización de las problemáticas psicopatológicas, tanto en el campo interno del psicoanálisis como en sus extensiones y ámbitos disciplinarios conectados; en esa misma perspectiva nos proponemos redefinir las nociones de “material significativo” y “proyecto de cambio”. En efecto, hemos sostenido en otras publicaciones que actualmente la noción de “material” no posee una convergencia compartida, sino que las posiciones teórico-clínicas de cada operador psicoanalista lo recortarán según las problemáticas privilegiadas y también en relación a los registros enfatizados (intercambio verbal, interioridad del analista, lapsus, sueños, etc.).

        En cuanto a los constituyentes del material clínico, las posturas también varían, entendiéndose por “material significativo” el recorte de un complejo conjunto que incluye producciones lingüísticas, tonos, mímica, aspectos corporales y que también abarca los registros internos del analista.

        En cuanto a las cuestiones del cambio psíquico, o utilizando el término de Piera Aulagnier “los proyectos de cambio”, queremos enfatizar –de acuerdo a lo sostenido en el curso de nuestra comunicación-:

a) Si bien se considera necesario mantener la propuesta general de “hacer consciente lo inconsciente”, deben agregarse las variadas modalidades y funciones vinculables y las combinatorias psicopatológicas y múltiples aportes de los autores que examinan funciones deficitarias, necesitadas de modificación, por la participación y creatividad personal del psicoanalista, diferente a la indoctrinación o actuaciones pedagógicas.

b) Ubicar como noción central en la descripción de los proyectos de cambio, la desidentificación de los códigos enfermantes en el ínculo del sujeto con sus personajes significativos, implicando la indagación permanente de su historia identificatoria y su 
articulación con la del proceso terapéutico.

c) Sostener (coincidiendo con David Liberman) que junto a la necesidad de diseñar modelos generales del método, cada proceso terapéutico psicoanalítico tiene objetivos singulares propios que dependen, entre otros,  de la situación e historia vital del sujeto, sus combinatorias de funcionamientos, la del analista y las características (relacionales) de la dupla terapéutica.

5º  Finalmente, como ya hemos dicho, no nos parece útil superponer el concepto “técnica” o ¨”teoría de la técnica” a un manual de aplicación, entendemos, más bien, que se trata de un conjunto de reflexiones y conceptualizaciones en constante revisión.

        Concluyendo en relación con el comentario anterior, nos parece riesgosa cierta oposición extrema entre clínica y teoría. Pensamos –y esto puede ser fuertemente polémico- que sólo a través de la indagación de lo sucedido en el campo clínico podremos progresar en el desarrollo de nuevos modelos teóricos del psicoanálisis. 
 

 

 

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