aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 005 2000

¿Rivalidad edípica o cooperación intergeneracional? Del Edipo de Freud al Ulises de Kohut

Autor: Juri, Luis y Ferrari, Luis

Palabras clave

Abordaje empatico introspectivo, Complejo de edipo, Cooperacion intergeneracional, Escucha empatica, Freud, John bowlby, Kohut, Modo empatico de interpretacion, Psicologia del self, Rivalidad edipica, Sintonia afectiva.

 1- Acerca de: “Introspection, empathy and the semi-circle of mental health” de Heinz Kohut.
2- Ubicación del trabajo dentro de la obra de Kohut
3- El mito de Edipo (Freud) y el mito de Ulises (Kohut).
4- La empatía.
5- Articulación con otras teorizaciones: Heinz Kohut y John Bowlby.

1-  Acerca de: “Introspection, empathy and the semi-circle of mental health” de Heinz Kohut.

Escrito poco antes de morir, el último trabajo de Heinz Kohut comienza con una reseña del artículo “Introspección, empatía y psicoanálisis” escrito en 1959 y presentado en el XXV Encuentro del Instituto de Psicoanálisis de Chicago. En su primer ensayo sobre el papel de la empatía en psicoanálisis, que según Kohut contenía la base de muchas de sus subsiguientes investigaciones en el campo de la psicología profunda, propuso la tesis de que la postura introspectiva empática del observador define la ciencia del psicoanálisis. El autor explica que lo que le movió a proponer esta definición operativa del psicoanálisis hace 25 años fue el darse cuenta que la introducción del concepto psicobiológico de los impulsos -así como varios conceptos socio-psicológicos- no condujo a una verdadera integración del psicoanálisis con la biología o la medicina sino a una visión psicológica y moral de “Hombre Culpable” que lo que hizo fue deformar la percepción del analista en el campo clínico y aplicado. Kohut afirma que al definirse operativamente el psicoanálisis se puede aceptar a sí mismo como psicología, una psicología que estudia al hombre en términos de un self que intenta realizar el programa trazado en su fuero interno a lo largo de su vida.

En la  sección final del trabajo, Kohut  reexamina las relaciones intergeneracionales del hombre a la luz del cambio que implica pasar desde una concepción psicobiológica a una psicológica. Así, el complejo de Edipo no es el producto final del conflicto ininfluenciable de instintos básicos opuestos sino el resultado de interferencias que menoscaban el desarrollo del hombre. Dado el poder mítico de la formulación de Freud del complejo de Edipo, el autor ofrece una dosis de anti-magia mítica -a la que el título “El semicírculo de la salud mental” hace referencia, y que se aclarará más adelante-, y una reinterpretación de la historia del rey Edipo. Kohut cree que la esencia de la experiencia humana no se encuentra en el conflicto biológicamente inevitable entre generaciones sino en la continuidad intergeneracional a través de un proceso de colaboración recíprocamente construida.

2- Ubicación del artículo dentro de la obra del autor

“Introspección, empatía y el semicírculo de la salud mental” es el punto final de la producción  científica personal de Heinz Kohut. Poco antes de morir, el 8 de Octubre de 1981 a los 68 años de edad, le comentó a su esposa Elizabeth que “...sentía que había podido cumplir con lo que se había propuesto hacer por el psicoanálisis y tenía la esperanza de que sus colegas, sobre todo los de las generaciones más jóvenes, continuaran investigando los múltiples interrogantes que él había suscitado en el curso de su labor. También expresó su confianza en que sus ideas estimularían a estos nuevos investigadores para que formularan nuevas preguntas y desarrollaran ideas propias con vistas a proseguir el avance de la ciencia psicoanalítica.” (Kohut, 1984). Casi veinte años después no quedan dudas en cuanto a que generaciones de jóvenes psicoanalistas en todo el mundo han hecho honor a este legado intergeneracional. El concepto de empatía campea a lo largo de este póstumo escrito. Define nítidamente un aspecto de su concepción de la empatía que fue elaborando y puliendo a través de los casi 25 años que median entre este trabajo e “Introspección, empatía y psicoanálisis” (1959). Luego de pasar revista a sus puntos de vista epistemológicos avanza en su consideración de la empatía como un aspecto del amor maduro en las relaciones familiares e intergeneracionales sanas. Desde esta perspectiva el acento no está puesto en la empatía como método neutro de recolección de datos esenciales para la acción terapéutica, sino que es conceptualizada como la nutriente emocional básica sin la cual la idea misma de vida humana sería impensable.

Utilizando consistentemente el modo de aproximación empático logra examinar la naturaleza esencial del hombre, de las relaciones humanas en general y en particular las relaciones intergeneracionales. Esto le permite postular que la lucha intergeneracional y el drama de sexo y muerte propios del Complejo de Edipo no están referidos a la esencia del hombre sino que son desviaciones de lo normal.

Observó en diversas oportunidades, en los finales de análisis exitosos, la aparición de una fase edípica terminal en la cual ...  “No se activan sistemas de recuerdos intensamente cargados con respecto a conflictos edípicos en la infancia”... y sí (la aparición de una) ... "breve fase edípica... acompañada por una cálida sensación de alegría, una alegría que tiene todos los rasgos de la emotividad que acompaña un logro en la maduración o el desarrollo”I.

Kohut diferenció un “estadío edípico”, correspondiente a un estado normal, donde los padres responden con orgullo y júbilo empático al self en expansión del hijo, en contraposición al “complejo de Edipo”, la versión patológica, donde la ausencia de identificación de los padres con el/la pequeño hijo/a da lugar al cuadro de celos, cruda sexualidad y competitividad que pinta la metáfora del dramaturgo griego. La falta de empatía paterna ante el desarrollo del self del hijo/a es lo que crearía ese camino patológico del desarrollo, la tragedia de Edipo que el paradigma freudiano considera una universalidad.

Para Kohut lo normal sería la colaboración intergeneracional y la anormalidad la lucha intergeneracional. De acuerdo a Kohut la conducta normal paterna/materna sería el orgullo ante el asertivo self del hijo/a mientras que su desviación corresponde a una conducta competitiva o seductora. Cuando los padres reaccionan de esta última forma es cuando emerge el drama descrito por Sófocles, y los componentes sexuales y agresivos hacen su aparición.

Kohut recurre al mito de Ulises (Odiseo) como un modelo de su nuevo paradigma. El mito de Ulises ilustra la figura de la salud mental; el de Edipo la figura de la enfermedad. Lo que pretende transmitir Kohut es que la dramática edípica no es una imposición fatalista de oscuro origen psicobiológico. Edipo es el prototipo del hijo destruido por la patología de los padres. Serán las respuestas patológicas y patógenas de los progenitores en su incapacidad de responder empáticamente a las necesidades elementales del vulnerable self infantil en desarrollo las que producirán su colapso y desintegración, que se hará visible con la emergencia de pulsiones asesinas e incestuosas. De los despojos de Ulises, cual un fantasma, surgirá la trágica y patética figura de Edipo.

3-  El mito de Edipo (Freud) y el mito de Ulises (Kohut).

¿Nos ha hechizado Freud con la metáfora de Edipo?. Algo parecido supone Kohut en “Introspection, empathy and the semi-circle of mental health”, refiriéndose a la “magia” de Freud, quien habría utilizado genialmente el relato de Sófocles para ilustrar sus ideas sobre la sexualidad humana y los vínculos intergeneracionales. Kohut alude a la gran habilidad de Freud de mitologizar los conceptos claves de su sistema científico e implantarlo firmemente en la mente de sus seguidores. En una aproximación original al tema, Kohut destaca los rasgos de personalidad de Freud como transmisor de sus ideas.

La tragedia del dramaturgo griego, donde uno de los personajes mata, sin saberlo, a su padre, y se casa con su madre, sirvió durante décadas como una premisa exclusiva con la que se leían los sueños, síntomas y conductas de los pacientes. Kohut se lamenta en “Introspection...” de las dificultades para que la comunidad de psicoanalistas acepte una revisión del drama edípico. ¿Cómo convencer a los colegas de que el estado normal es una gozosa experiencia de desarrollo en el niño, incluyendo el paso por un estadío edípico -diferente del complejo de Edipo- en el que los padres responden con empatía y orgullo al self en expansión del hijo?. A fin de obtener atención hacia su revisión del complejo de Edipo y de su metáfora -la tragedia de Sófocles- Kohut recurre en su artículo a argumentos “débiles” y argumentos “fuertes”, según los denomina. El argumento “débil” es la reinterpretación del mito edípico, para demostrar que en realidad no sustenta la teoría clásica sobre las relaciones entre padres e hijos (el "destino pulsional inevitable") sino otra perspectiva, que tiene en cuenta el valor estructurante de las experiencias vividas en el desarrollo.

El argumento “fuerte” consiste en oponer  a la “magia” de Freud una “antimagia”, recurriendo a un relato de Homero sobre Ulises (Odiseo). Este argumento fuerte sería contraponer un mito a otro mito, una metáfora a otra metáfora. La argumentación de Kohut presenta entonces dos variantes:
1- Una relectura del mito de Edipo.
2- Oponer el mito de Ulises al mito de Edipo.

Examinemos la revisión del mito de Edipo. En su relectura del relato de Sófocles, Kohut destaca algo que a su criterio no ha sido debidamente apreciado por los psicoanalistas. Se refiere a que el rasgo más distintivo de la historia es que Edipo fue un niño rechazado, un hijo mandado a morir por el Rey Layo, temeroso de la profecía del adivino Tiresias, quien le auguraba al recién nacido el futuro asesinato de su padreIIEdipo fue un bebé rechazado, un hijo abandonado a morir en la intemperie, lo cual es otro modo de puntuar la historia, y de significar sus acontecimientos.

Otro acontecimiento en la historia de Edipo que puede ser leído de distinta manera  -no incluido por Kohut en su artículo- es el “incidente de la encrucijada”, donde tiene lugar el asesinato del Rey Layo. En la visión tradicional, Edipo es un autómata que se ve conducido paso a paso por la profecía de Tiresias, y que mata a su padre en una bifurcación de caminos. Lo que impulsa a Edipo es una fuerza determinista, que inevitablemente lo conduce hacia el desenlace trágico. Freud llamaba a este relato una “tragedia de destino” para remarcar el determinismo de los impulsos incestuosos.

El “incidente de la encrucijada” puede ser examinado desde otra perspectiva. Veamos el relato de Sófocles sobre lo que ocurrió en el encuentro entre Edipo y su padre. Huía Edipo de la profecía de Febo de Pitón, que le auguraba el unirse con su madre y matar a su padre cuando se cruza con Layo y su comitiva en un cruce de caminos. “Y yo al oír esto, tras calcular por los astros para el futuro la situación de la tierra corintia, huí donde nunca viera cumplirse el oprobio de mis funestos oráculos. En mi marcha llego a esos lugares en los que tú dices que pereció este soberano. Y a ti, mujer, te diré la verdad. Cuando en mi viaje cerca estaba de esta encrucijada, en ese momento un heraldo y un hombre montado en un carro tirado por potros como el que tú dices, se toparon conmigo, y fuera del camino el guía y el anciano mismo me arrojaron violentamente. Yo por mi parte al que trata de echarme fuera, al auriga, lo golpeo con ira; y el anciano, cuando me ve, desde el carro, tras esperar a que me acercase, en medio de la cabeza me alcanzó con una pica de doble aguijón. No, por cierto, pagó lo mismo, sino que al punto, golpeado con el bastón por esta mano, de espaldas cae rodando inmediatamente del centro del carro, y mato a todos los que le acompañan.”III.

Al encontrarse con la comitiva real, Edipo sufre la prepotencia del Rey Layo. Edipo reacciona ante la violencia del gobernante y su séquito, y comete el asesinato. Esta puntuación ubica la violencia de Edipo como una respuesta a la conducta abusiva del Rey, y no como un destino (pulsional) predeterminado.

La revisión de una metáfora, ¿prueba algo? Kohut se encarga de señalar en “Introspection...” que las metáforas en sí mismas no prueban nada. Nada prueba la versión de Freud del mito de Edipo y nada prueba la revisión efectuada por Kohut en su artículo. Pero la metáfora transmite un ejemplo paradigmático a los miembros y aprendices de una comunidad científica (Kuhn, 1962, 1987). Una vez incorporadas, las metáforas son poderosas guías que limitan la percepción y significación de los observables (Lakoff y Johnson, 1980). Uno u otro guión conducirán al analista hacia distintas versiones de lo escuchado, y hacia diferentes intervenciones. (Juri, 1999).

Cuando una metáfora como la tragedia de Edipo Rey se encuentra tan hondamente arraigada en la comunidad profesional, puede resultar dificultoso admitir otra lectura del mito. La revisión del drama de Sófocles puede parecerle a Kohut un argumento “débil”, pero debemos reconocer que reflexionar sobre metáforas que se aceptan incondicionalmente  puede ser un ejercicio epistemológico “fuerte”.

Hemos  examinado el argumento “débil” de Kohut, y ahora nos ocuparemos de su argumento “fuerte”. Este consiste en suministrar una dosis de “antimagia” (sic) para contrarrestar la “magia” de Freud. Para este fin Kohut recurre a un relato de Homero sobre Ulises (Odiseo) con el que intenta transmitir la existencia de otra figura en las relaciones intergeneracionales.

En el mito de Homero, el héroe, Ulises, gobernador de Itaca, se había casado recientemente y tenía un pequeño hijo llamado Telémaco. Grecia estaba preparando una guerra contra Troya, y reunía a sus capitanes, pero Ulises no deseaba participar en ella. Cuando llegaron a buscarlo los emisarios Agamenon, Menelao y Palamedes, Ulises finge estar loco, a fin de evitar la imposición de partir a la guerra. Pretende no reconocer a los delegados mientras con una extraña yunta de asno y buey ara un terreno tirando sal en los surcos. Como los emisarios sospechan el engaño, Palamedes coloca a Telémaco frente al arado que avanzaba hacia él. Entonces Ulises, el padre protector, efectúa un semicírculo con el arado para no lastimar a su hijo, lo que puso al descubierto el engaño, y también su salud mental. Kohut lo llamó “El semicírculo de la salud mental”, lo que explica el título de su trabajo.

Kohut acude al relato de Homero para trasmitir sus ideas sobre los vínculos intergeneracionales. Lo contrastante del mito de Ulises en relación a la temática de Edipo Rey es la constante e intensa presencia del amor mutuo, la protección, el amparo y hasta el sacrificio personal -Ulises era muy consciente que trazar el semicírculo significaba ir a la guerra- en cuanto a contribuir a la supervivencia y el bienestar de la generación más joven. Una segunda parte del mito, aludida brevemente por Kohut en su artículo, no hace más que corroborar y afianzar aún más los puntos de vista que quiere ilustrar:  veinte años después de haber partido a la guerra de Troya Ulises regresa, viejo y harapiento, y encuentra a su fiel esposa Penélope que durante todos esos años había resistido con determinación y astucia el asedio de los pretendientes que a través de un matrimonio de conveniencia buscaban apoderarse de las posesiones; y a su hijo Telémaco a quien no veía desde que era un bebé, ahora convertido en un joven fuerte y aguerrido, que codo a codo lucha con su padre para reconquistar sus posesiones.

Los mitos de Edipo y de Ulises son metáforas que establecen relaciones entre conceptos: vínculos entre padres e hijos, agresión, sexualidad, etc. Las metáforas forman parte de los paradigmas, son ejemplos que se utilizan para la transmisión de ideas. El examen de las metáforas empleadas, por la comunidad de psicoanalistas ayuda en la delimitación de los distintos paradigmas en juego.

Coloquemos en columnas comparativas los rasgos distintivos de las metáforas de Edipo y de Ulises.

En la columna “Ulises” se incluye bajo el ítem cooperación intergeneracional la cooperación de Telémaco con Ulises, aludida brevemente por Kohut en “Introspection...”. Como hemos señalado, cuando Ulises retorna a Itaca y se reencuentra con Telémaco, éste coopera fielmente con su padre, en el plan que el astuto Ulises despliega para reconquistar su palacio invadido por los pretendientes de Penélope.

En la columna de Edipo se califica la metáfora empleada por Freud como una psicobiología, siguiendo la denominación de Kohut en su artículo. En la columna de Ulises se contrapone a la psicobiología, una psicología, de acuerdo al pensamiento del autor. Obviamente, las columnas no pretenden ser exhaustivas, y otros ítems podrían encontrar un lugar en ellas. La claridad corre el riesgo del reduccionismo, y para evitarlo, el conflicto y la cooperación no deberían ser mirados como extremos sin contacto. Atendiendo a la complejidad, es preferible pensarlos en términos de primacía. La primacía de la cooperación no excluye notas conflictivas, aunque no sean dominantes, y viceversa.
 

EDIPO ULISES
Conflicto intergeneracional. (Layo abandona a Edipo. Edipo mata a Layo) Cooperación intergeneracional. (Ulises protege a Telémaco. Telémaco coopera con Ulises).
Universalidad del conflicto. 
(pulsiones) 
Estadío edípico normal. Complejo de Edipo como desviación. (falla de empatía paterna) 
Hostilidad y deseos incestuosos predeterminados.  Hostilidad y deseos incestuosos 
como reacción.
Psicobiología.  Psicología. 

4-La empatía

En “Instrospection, empathy and the semi-circle of mental health”, H. Kohut emplea el término “empatía” en tres sentidos:
a) Como instrumento para obtener información sobre el psiquismo.
b) Como un poderoso lazo emocional entre las personas.
c) Como parte de su método terapéutico.

En lo que sigue, nos centraremos en la empatía como parte de la terapia analítica, de acuerdo al punto de vista de Kohut. El punto b) encontrará un desarrollo más adelante, en el ítem 5 correspondiente a la articulación con las ideas de John Bowlby.

La aplicación terapéutica de la empatía desde la perspectiva de la Psicología Psicoanalítica del Self implica una posición técnica y clínica que debe respetarse rigurosamente. En la psicoterapia es sin lugar a dudas una condición necesaria para la específica comprensión y explicación de la subjetividad del paciente al posibilitar una ampliación y profundización del abordaje de las experiencias subjetivas.

Dentro del estatus científico actual de la Psicología del Self , la noción de empatía en  sus distintas facetas está lo suficientemente elaborada como para diferenciarla netamente de las frecuentes simplificaciones, distorsiones, generalizaciones, tergiversaciones y uso inapropiado que ha llevado a autores como Stefano Bolognini a decir, refiriéndose a la proliferación de escritos sobre la empatía:
“...el tema sufrió un crecimiento geométrico, y la empatía se convirtió en la meta ideal del analista, una especie de piedra filosofal multiuso, potencialmente capaz de resolver cualquier dificultad clínica y de influir profundamente en el curso de una gran variedad de controversias teóricas de modo que, actualmente, a juzgar por los informes clínicos, si el analista “empatiza”, su trabajo parecería mitad hecho.” (Bolognini, 1997).

El concepto de empatía recorre el edificio teórico de la psicología del self desde su memorable trabajo de 1959, “Introspección, empatía y psicoanálisis”, donde Kohut plantea la diferenciación de los modos de observación introspectivo y extrospectivo, hasta el artículo póstumo “Introspección, empatía y el semicírculo de la salud mental” en que se destaca el valor esencial de la empatía en toda relación humana.. El giro que postula Kohut desde una postura observacional extrospectiva, adecuada para la exploración del mundo exterior, hacia una postura empático-introspectiva, idónea para la exploración del mundo interior, trajo como consecuencia una redefinición del psicoanálisis como una “Psicología pura” al despojarla de todo matiz sociológico o biológico ya que estas ciencias utilizan el método observacional extrospectivo. Para Kohut la única forma de tomar contacto con los estados mentales complejos -el objeto del psicoanálisis- es a través de la aproximación empático-introspectiva (1959, 1971). En su forma clínica, es decir, de manera sistemática y prolongada, resulta esencial tanto para la comprensión como para la explicación de esos estados mentales complejos (1984).

Desde el inicio de sus trabajos sobre el tema, Kohut dejó claramente establecido que él no postulaba una nueva clase de empatía sino que lo que aportaba al psicoanálisis era una nueva teoría que posibilitaba una mejor utilización de la misma. No obstante estas puntualizaciones, reiteradas en diversas oportunidades, se la confunde con amor, compasión, simpatía, complacencia, sentimentalismo o intuición. Otras veces se consideran como conceptos equivalentes la empatía y el entonamiento o sintonía afectiva, pero desde el punto de vista clínico conviene diferenciarlas.

En la sesión analítica la aproximación empática generalmente comienza con un contacto de tipo extrospectivo con algún elemento discernible de la conducta del analizado y, a partir de ese elemento, se trata de sintonizar con la motivación subjetiva del mismo; pero en la medida en que no tenga una característica sistemática y prolongada no se trata de  una verdadera “inmersión empático-introspectiva”. Al respecto Paul Ornstein utiliza una metáfora sumamente esclarecedora. Dice que la sintonía afectiva es como una llave que permite abrir la puerta del mundo interno del paciente, al que asimila a una habitación que permanece a oscuras, pero aclara que la sintonía no es todavía la luz que iluminará el contenido de esa habitación. La luz es la empatía (Ornstein, 1990). La empatía, a diferencia de la sintonía que se alcanza en forma preconsciente y rápida, se adquiere mediante un sistemático y prolongado esfuerzo, mediante ensayo y error, lentamente, con altibajos y luchando contra dificultades propias de la conformación psíquica del analista y de sus contratransferencias. Pero las dificultades, por si fueran pocas, no terminan con el escuchar; también las hay en el “decir”, o sea, la interpretación empática.

No siempre es posible determinar con algún grado de certeza si lo que se le interpretó al paciente fue experimentado por éste como empático, o sea, si se sintió comprendido. Únicamente sus respuestas, cualesquiera sea su naturaleza, nos darán indicios al respecto.

Así como el modo de escucha empático, tal como lo conceptualiza la Psicología del Self, es frecuentemente mal entendido, lo mismo sucede con el otro elemento de la “Unidad Terapéutica Básica” es decir, el modo empático de interpretación  (Kohut, 1984). Goldberg aclara este punto de la siguiente manera:
“El analista no consuela activamente, interpreta el anhelo del analizando de ser consolado, el analista no funciona activamente como espejo, interpreta la necesidad de respuestas confirmadoras. El analista no admira o aprueba activamente expectativas grandiosas, explica su papel en la economía psíquica. El analista no cae en silencio pasivo; explica por qué sus intervenciones son percibidas como intrusivas. Por supuesto la mera presencia del analista, o el hecho de hablar, o, especialmente, el hecho de comprender, todo ello posee efecto de consuelo y confirmación del self sobre el paciente y así son interpretados (destacado en el original). Por lo tanto, el clima analítico que hace posible el trabajo analítico, se toma en sí mismo objeto de interpretación analítica (Goldberg, 1978).

Las presentaciones de casos clínicos a través de los cuales Kohut ilustraba sus intelecciones son numerosísimos y en todos ellos la empatía, siempre, juega un papel esencial.

En el caso de la Señorita F. (1971, pág. 254/63) describió una etapa característica del análisis consistente en una necesidad de especularización. Ante las interpretaciones basadas en la teoría del impulso-defensa, la resistencia y el Complejo de Edipo la paciente reaccionaba con ira, amargas quejas y violentas acusaciones de que Kohut pretendía arruinar el tratamiento y hundirla a ella cada vez más.

La puesta en práctica del abordaje empático-introspectivo puso de manifiesto que las reacciones de la paciente estaban motivadas en la imperiosa e impostergable necesidad de ser escuchada sin la más mínima interrupción y luego, una vez terminada su exposición, el terapeuta debía resumir lo dicho sin quitar ni agregar nada. La no observancia de esta condición provocaba sus estallidos de furia. Lo que Kohut pudo entender fue que estas reacciones no eran, por ejemplo, resistencias incoercibles sino auténticas necesidades de confirmación y validación de un self profundamente inseguro respecto de sus propios sentimientos y pensamientos. Que el analista tuviera que resonar como un eco o reflejar como un espejo estaba determinado por severos traumas sufridos en la infancia y la niñez. Esta configuración fue luego conceptualizada como transferencia especular. Específicamente la transferencia desplegada por la Srta. F. era una típica transferencia especular fusional. Un elemento distintivo de esta transferencia es la anulación del analista en su condición de persona autónoma e independiente al transformarlo en una mera función impersonal de tipo reflejante, confirmatorio y validante. Sostener una posición empático-introspectiva en tales circunstancias suele ser muy dificultoso, porque pone en jaque al propio narcisismo del terapeuta.

El reanálisis del Sr. “Z” le permitió a Kohut poner a prueba sus nuevos puntos de vista. Una parte esencial de esta nueva construcción teórica consistía en la aplicación sistemática y prolongada del modo empático-introspectivo de observación y explicación. Una diferencia importante, respecto al primer tratamiento fue que en éste el abordaje interpretativo tenía como objetivo el logro de insight por parte del paciente mientras que en el segundo lo básico era el modo empático de comprensión y explicación.

Fue el empleo sistemático y consistente de esta nueva herramienta conceptual la que permitió descubrir que lo que parecía ser una estructura edípica patológica era un anhelo profundo y casi insondable de la presencia de un padre fuerte que brindara amparo y al cual  por lo tanto se lo pudiera idealizar y utilizar para escapar del encierro opresor al que se veía sometido por parte de una madre posesiva que aniquilaba cualquier intento del Sr. Z por delimitarse e independizarse. En la reconstrucción del desarrollo patológico del Sr. Z, Kohut destaca el impacto de la personalidad patógena de los padres, donde la ausencia de empatía era uno de los rasgos distintivos, valorándolo como un elemento determinante de la psicopatología del paciente. (Kohut, 1979).

5-Articulación con otras teorizaciones: Heinz Kohut y John Bowlby

De los tres sentidos con los que Kohut emplea en “Introspection...” el término empatía: a) como instrumento para obtener información sobre el psiquismo, b) como un poderoso sostén emocional entre las personas y  c) como parte de un método terapéutico, John Bowlby coincide con los dos últimos, y no con el primeroIVVeamos, en primer término el punto b), donde la empatía en las relaciones padres- hijos se articula -tanto en Bowlby como en Kohut- con la futura disposición del sujeto al conflicto o a la cooperación.
En una conferencia de 1980, titulada “El cuidado de los niños” (Bowlby, 1988), John Bowlby sostiene que una madre de sensibilidad corriente se adapta rápidamente a los ritmos naturales de su hijo y al prestar atención a los detalles de la conducta del bebé va descubriendo lo que a este lo satisface. Al hacerlo, dice Bowlby, no solo lo contenta, sino que también obtiene su cooperación. Esta descripción de Bowlby se refiere a períodos iniciales del bebé, preverbales. Para el autor, si bien en ese período es rudimentaria la capacidad de adaptación del bebé, si se le permite crecer a su propio ritmo pronto su conducta mostrará los resultados de la actitud de los cuidadores. Bowlby cita a M. Ainsworth y colegas, que han observado que aquellos niños cuyas madres respondieron sensiblemente a sus señales durante el primer año de vida, lloran menos que los bebés de madres menos sensibles, y se muestran más dispuestos a aceptar los deseos de los padres.

No es difícil reconocer la noción de empatía detrás de estos conceptos. Una madre que “se adapta a los ritmos naturales del bebé” (Bowlby) y una madre que “responde sensiblemente a las señales de su hijo” (Ainsworth) son madres empáticas. La empatía materna influye en el desarrollo del niño, estimulando, su cooperación. Como conclusión de estas ideas sobre el cuidado materno Bowlby afirma: “...los bebés humanos, al igual que los de otras especies, están preparados para desarrollarse de manera socialmente cooperativa; que lo hagan o no, depende en gran medida de cómo son tratados” (Bowlby, 1988). Para el autor, inicialmente existiría en el bebé una predisposición a desarrollarse cooperativamente. Que esto sea así estará en función del trato paterno. Padres empáticos favorecerán el desarrollo de hijos cooperativos. La ausencia crónica de empatía estimulará la hostilidad y el conflicto.

Para Bowlby, existiría en los padres una “disposición a brindar cuidados”, que los inclinaría hacia la atención del bebé. Para este psicoanalista, la conducta de crianza -así como la de apego- se encuentra en cierto modo preprogramada, o sea preparada para desarrollarse, en tanto las condiciones lo permitan. Esto no significa hablar de un instinto parental. Existe una preprogramación, una “tendencia a”, que requiere de las experiencias para desarrollarse y organizarse. Si el curso de los acontecimientos es normal, el progenitor experimenta deseos de cuidado: abrazar al niño, consolarlo, protegerlo, alimentarloVEsta disposición puede verse interferida por las experiencias infantiles de los padres. Los malos tratos o frustraciones sufridas cuando niño predisponen a brindar un maltrato al hijo o a alterar la conducta de cuidados.

Coincidiendo con estas ideas de Bowlby, Heinz Kohut sostiene que “...el bebé crece en un medio de objetoself que le brindan una respuesta empática...”. Esta premisa es considerada por Kohut como criterio básico de la experiencia psíquica normal (Kohut, 1984). El ambiente que reacciona con una respuesta empática presenta similitudes con la propensión a cuidar al bebé que Bowlby atribuye a los padres, aunque en el caso de Kohut no se sustenta en la teoría darwiniana de la evolución.

Recapitulando, digamos que Bowlby contempla tanto una predisposición social cooperativa del bebé como una complementaria tendencia de los padres a brindar cuidados al hijo. En estos conceptos Bowlby coincidiría con la metáfora de Homero, en la que Ulises dibuja un semicírculo con el arado para no dañar a su hijo) mostrando su inclinación a los cuidados parentalesVI.

Un bebé con una madre “suficientemente empática” –si se permite la expresión-podrá favorecer el crecimiento de su hijo en la dirección marcada por el mito de Ulises. Inversamente, quien ha sufrido un ambiente sistemáticamente carente de empatía será un Edipo en potencia, con  disposición a una sexualidad y hostilidad como es ilustrada en el drama de SófoclesVII.

Aunque Kohut y Bowlby muestran compatibilidad en su teorización sobre las relaciones intergeneracionales, es necesario aclarar que Bowlby no las conceptualiza en términos de estadío edípico o complejo de Edipo. El marco teórico del autor, la teoría del apego (attachment theory) lo lleva a incluir la constelación que clásicamente es atribuida a ese complejo –celos, rivalidad, hostilidad, etc.- dentro de las vicisitudes del vínculo de apego. Según Bowlby, lo que tradicionalmente ha interesado al psicoanálisis bajo la denominación de complejo de Edipo, es teorizado por él en términos del lazo de apego y sus perturbaciones (Bowlby, 1980, 1988).
Ambos psicoanalistas coinciden en la primacía de los lazos de afecto. Kohut afirma el estatus primario de la ternura y la autoafirmación del niño, tradicionalmente considerados secundarios (Kohut, 1984). Bowlby sostiene la presencia de un apego primario -lazo de afecto- no reductible al sexo o la nutrición (Bowlby, 1969).

Recordemos que Freud sostenía que el niño establece lazos de afecto con sus cuidadores por razones de nutrición o sexo. En "Inhibición, síntoma y angustia" (1926) Freud diría que el bebé va estableciendo una vinculación afectiva con su madre a través de la experiencia de satisfacción de sus necesidades alimenticias. Esta teoría ha sido llamada "Teoría del impulso secundario", porque la vinculación afectiva es una consecuencia de que el bebé sea aliviado por su madre de la tensión del estímulo (hambre). Bowlby contrapone a la teoría del impulso secundario la teoría del "apego primario". Sin intentar desplazar al sexo y a la nutrición como factores motivacionales, Bowlby introduce el lazo de apego como motivación diferenciada de la alimentación y la sexualidad, y no reductible a ellas (Bowlby, 1969). La propuesta de Bowlby no es irrelevante. Introduce otro sistema de motivaciones con su propia dinámica (el apego) que viene a modificar la visión de algunos síntomas y producciones del inconsciente. Esto es lo que ocurre con la reinterpretación que hace Bowlby de los sueños y síntomas fóbicos de Juanito (Bowlby, 1972). Ante la pregunta ¿Qué mueve a Juanito hacia su madre?, la respuesta de Freud fue que lo impulsaban los deseos sexuales (Edipo). Bowlby responde a la pregunta diciendo que  Juanito sentía temor al abandono, y por eso se aferraba a su madre, intentando retenerla (Apego) (ver Juri, Aperturas 4).

Tanto Bowlby como Kohut (junto a otros psicoanalistas) proponen una alternativa a la imagen del niño motivado por impulsos edípicos incestuosos. para estos autores, la necesidad más importante de un pequeño no sería la satisfacción de deseos sexuales, sino el deseo de amor, de obtener la seguridad del afecto paterno y de que su amor es aceptado por ellos. Desde esta perspectiva la motivación principal del niño no sería la búsqueda de placer, sino la búsqueda de relación.

No queremos olvidar que Freud tomó en cuenta el desvalimiento humano (hilflosigkeit) así como la necesidad de amor del niño y la angustia ante la separación de la figura necesitada (Freud, 1926). Pero Freud no dejó nunca de lado la premisa de la motivación sexual de síntomas y sueños, que mantuvo a través de toda su obra (Esquema del psicoanálisis, 1939) lo que puede atribuirse a su firme adhesión al modelo pulsional.

Los autores que estamos comparando (Kohut, Bowlby) le otorgan un mayor peso en la etiología de los síntomas a los sucesos de la infancia. Ambos psicoanalistas participan de lo que podría denominarse "paradigma ambiental", entendiendo por "ambiental" el valor que los autores le otorgan a las experiencias infantiles con las figuras significativasVIIISucesos de la infancia, como la ausencia crónica de empatía paterna, las separaciones y pérdidas sufridas por el niño, los abusos y los maltratos, contienen un potencial psicopatológico, al alterar la base afectiva que éste necesita sentir segura.

Pasando ahora al punto c), la empatía y los métodos de terapia, señalaremos que tanto Kohut como Bowlby emplean la empatía como parte de sus procedimientos terapéuticos. Si bien Kohut ha desarrollado el tema con mayor amplitud, existe una coincidencia básica entre ambos autores, y es posible decir que los dos “cantan la misma canción”IX

Para John Bowlby la principal tarea de un terapeuta es proporcionar a su paciente una “base segura” a partir de la cual pueda explorar su historia y sus modelos representacionales. De manera contundente, Bowlby afirma: “...a menos que el terapeuta pueda capacitar a su paciente para sentir algún grado de seguridad, la terapia no puede empezar siquiera”. Entre las notas distintivas de esa base segura incluye “...ver y sentir el mundo a través de la mirada de su paciente, es decir que procura (el terapeuta) mostrar empatía”. (Bowlby, 1988). La base segura establecida en la relación con el paciente permite explorar sus modelos presentacionales, las creencias conscientes e inconscientes acerca del self y las figuras de apego. (Bowlby, 1988; Marrone, 1993; Steele y Cassidy, 1999).

A partir de lo que podría llamarse una “base segura empática”, que facilita expresar las íntimas creencias y los afectos asociados, es posible avanzar en la exploración de los modelos representacionales del paciente. La revisión de estos modelos constituye para Bowlby una parte integral de toda terapia. Una de las tareas del terapeuta es posibilitar la reflexión del paciente sobre sus modelos representacionales. El terapeuta le proporciona al paciente una "base segura" desde la cual éste puede explorar sus creencias y los sucesos que puedan haberlas originado (lo "visto y oído" por él, y "lo escuchado" de los relatos parentales). A través de esa exploración el paciente puede llegar a "pensar lo que se supone que no debe pensar y a sentir lo que se supone que no debe sentir" (Bowlby, 1988). Alentado por la actitud del terapeuta, el paciente paulatinamente va incluyendo en la consciencia información anteriormente excluída. Los clásicos mecanismos de defensa (representación, negación, etc.) fueron redefinidos por Bowlby en términos informacionales. Se considera que un paciente ha excluído defensivamente de su consciencia información que era muy dolorosa o conflictiva. Puede ser muy hiriente para el sujeto reconocer un antiguo sentimiento de soledad, o el recuerdo de maltratos por parte de sus padres. Los casos de amnesia, o de personalidad múltiple, son notorios ejemplos de exclusión de información (Bowlby, 1980,1985). La exclusión defensiva suele actuar bajo la presión paterna de que los hijos olviden lo percibido, o lo distorsionen, algo que es evidente en los casos de abuso infantil. El niño se acomoda a los deseos de los padres borrando aquella información que pueda chocar con la aceptación paterna. El hijo llega así a sacrificar sus sentidos (lo percibido, la memoria) para salvar su figura de apego. La labor terapeutica ayuda a que la información excluida sobre el self y sobre las figuras de apego pueda ingresar nuevamente a la consciencia.

Al avanzar en la exploración de los modelos representacionales del self y de sus figuras de apego, así como de las circunstancias en que pueden haberse originado, el paciente puede evaluar en que medida estas representaciones puedan ser anacrónicas o inadecuadas. De este modo, las reflexiones y revisiones que tienen lugar dentro de la base segura terapeutica pueden conducir a que el paciente se vea eventualmente librado del "hechizo de antiguas creencias".

Notas de los autores

I Toda la elaboración teórica de H. Kohut deriva de una fuente exclusiva, que es la sesión psicoanalítica. No obstante admitía la combinación de diversos enfoques de investigación (1977).
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II Es oportuno recordar que el nombre “Edipo” significa “pies hinchados”, un poco elegante significado que proviene de las heridas provocadas en sus pies por las correas con que fue atado cuando su padre ordenó abandonarlo (Grimal, P.: Diccionario de mitología griega y romana. Paidós. Buenos Aires).
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III Sófocles: Edipo Rey y otras obras. Pág. 261. Alianza. Madrid.
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IV En tanto Kohut define la empatía como el camino por excelencia para acceder a nuevo conocimiento sobre el psiquismo, Bowlby utiliza el método observacional, y las comparaciones interdisciplinarias. Sobre el tema puede consultarse a Bowlby (1988), Gioia (1996), Juri (1999).
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V Estas ideas de Bowlby deben leerse con ojos evolucionistas. La predisposición al apego (del bebé) y la tendencia a brindar cuidados (de los padres) se encuentran en cierta medida preprogramados, en la medida que han contribuido a la supervivencia del individuo y de la especie. Son el resultado de presiones selectivas en el curso de la evolución. (Darwin).
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VI El Rey Layo  no exhibe tal disposición, ya que abandonó a Edipo a morir en la intemperie. María Cristina Teijeira nos ha hecho notar que el mito de Edipo se refiere a la realeza, donde el asesinato, en defensa o lucha por el poder es una nota característica. Ulises por el contrario era un jefe militar, terrateniente, antibélico, apegado a su familia. Kohut considera su mito como el de un “hombre moderno”, rodeado aún por un escenario de héroes semi-dioses.
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VII No sólo psicoanalistas como Kohut y Bowlby, sino investigadores de campos como la etología y la paleontología, proponen actualmente una visión más cooperativa y gregarista del sujeto humano. Etologos como Eibl-Eibestfeldt consideran que la agresión, aunque existente, raramente es motivo de vinculación entre los miembros de una misma especie. Para la formación de las comunidades de organismos superiores se requiere una fuerte inclinación a la cooperación, y éste ha sido el caso del hombre. El autor sostiene que "...en la evolución de los organismos superiores la ayuda mutua fue conquistando un papel cada vez más importante" (Eibl-Eibestfeldt, 1970). En acuerdo implícito con estos conceptos, y con el retrato del "bebé cooperativo" de Bowlby, el paleontólogo Richard Leaky, sostiene que "...la historia evolutiva ha dotado a nuestra especie de una tendencia a la cooperación" (Leaky, 1992). Indudablemente, un bebé con disposición a la cooperación podría llegar a transformarse con el tiempo en un feroz Gengis Khan con gusto por aniquilar a sus vecinos, algo que Freud recuerda en "El malestar en la cultura". Pero ese futuro destino del recién nacido puede ser atribuido a factores familiares, culturales o históricos.
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VIII Otros psicoanalistas podrían unirse a este paradigma. Entre ellos R. Fairbairn, D. Winnicott, M. Balint.
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IX Parafraseando a Bowlby, quien expresaba así sus coincidencias con las ideas de D. Winnicott (Marrone, 1994).
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Bibliografía

 

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Lakoff, G. y Johnson, M. (1980): Metáforas de la vida cotidiana. Cátedra. Madrid.

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