aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 027 2007

Una intervención grupal enfocada desde la teoría del apego con personas divorciadas: evaluación subjetiva de los participantes postintervención y un año después

Autor: Yárnoz, Sagrario y Plazaola, Mikel

Palabras clave

Una intervencion grupal enfocada desde la teoria del apego con personas divorciadas: evaluacion subjetiva de los participantes postintervencion y un año despues.


   
Resumen
En este trabajo nos acercamos al tema de la adaptación al divorcio desde la perspectiva de la teoría del apego. Presentamos una intervención grupal realizada durante nueve meses con personas divorciadas de larga duración, y la evaluación subjetiva por parte de los participantes de los efectos que la intervención ha tenido en cinco áreas de su dinámica interpersonal en dos momentos diferentes: post intervención y un año después. Nuestros datos muestran que los resultados obtenidos en la evaluación post-intervención se mantuvieron, e incluso mostraron mejoras, en la evaluación realizada un año después.
Introducción
Estudios demográficos estiman que 2/3 de los matrimonios en Norteamérica terminan en divorcio. En el resto del mundo la tendencia está igualmente en alza. España es el tercer país de la UE en el que más ha crecido el número divorcios y separaciones en la última década, un 59%, después de Portugal (donde el aumento ha sido del 89%), e Italia (62%), según datos del Instituto de Política Familiar (2007). Muchos adultos y niños se verán en los próximos años inmersos en procesos de separación o divorcio. De ahí el interés de analizar los procesos implicados en el divorcio, y de poner en marcha programas de prevención o de intervención que minimicen el impacto negativo del divorcio sobre la dinámica tanto de los adultos como de los niños implicados en él.
En este trabajo presentamos una intervención grupal realizada con personas divorciadas desde el enfoque de la teoría del apego -en palabras de Slade (1999) una comprensión de la naturaleza y dinámica del apego informa más que define la intervención y el pensamiento clínico realizados desde este enfoque- y la evaluación subjetiva de las personas que tomaron parte en ella en dos momentos diferentes: tras la intervención y un año después. Uno de los problemas de las intervenciones de este tipo suele ser que la falta de re-evaluación post intervención pasado un tiempo prudencial, lo que impide ver si los resultados post intervención se han mantenido o evaporado en ese tiempo (DeGamo, Patterson & Forgatch, 2004).
 
El proceso de divorcio
El divorcio es habitualmente considerado bien como un proceso de estrés (Amato, 2000) o bien como un proceso de duelo (Weiss, 1975; 1976). Cada una de estas consideraciones, que no son excluyentes, tiene importantes implicaciones para la intervención con personas divorciadas. Entre los estresores provocados por el divorcio se encuentran dificultades con la paternidad (maternidad) en solitario, conflicto con la ex pareja, una mengua del soporte emocional con el que se contaba antes del divorcio, problemas económicos que con frecuencia ocasionan un descenso en el nivel de vida de las personas y un riesgo aumentado de padecer problemas de salud (para una revisión, Wang y Amato 2000). Frente a estos posibles estresores, encontramos una serie de factores moderadores, como son variables (favorables) de tipo demográfico -género, nivel económico, edad, cultura-, y una serie de características individuales, entre las que se encuentran la percepción de la propia eficacia para hacer frente a la situación, las habilidades de coping que posee la persona frente al estrés, sus habilidades sociales y finalmente, las características estructurales del medio donde está inserta la persona divorciada o en proceso de divorcio –políticas de empleo, posibilidades de jornadas flexibles para atender simultáneamente al trabajo y al cuidado de los hijos, servicios comunitarios para el cuidado de los niños o posibilidad de ser asesorado/apoyado en cuestiones relacionadas con la nueva situación. Igualmente deberán tenerse en cuenta variables interpersonales, tales como el apoyo social con el que cuenta esa persona, su perspectiva o actitudes sobre el divorcio, quién ha iniciado el proceso de divorcio, la capacidad de la persona divorciada para formar nuevas relaciones (volver a casarse, apoyo nueva pareja...), el grado de conflicto entre los ex cónyuges y el apego continuado al ex cónyuge (Wang y Amato 2000). Esta es una robusta e interesante línea de investigación, pero no vamos a detenernos en ella en este momento. En este artículo vamos a centrarnos en el divorcio como un proceso de pérdida y de duelo conceptualizado desde la Teoría del Apego en el marco de las relaciones interpersonales.
 
La Teoría del Apego y las relaciones entre adultos
La Teoría del Apego (Bowlby, 1980, 1982a, 1982b, 1988) es una teoría de las relaciones. El principio básico subyacente a esa teoría es que las relaciones mantenidas durante los primeros años con la madre, o con la figura de apego, condicionan   (que no determinan) la experiencia de las relaciones posteriores, marcando las bases para un estilo relacional y de regulación emocional que influye sobre cómo percibimos a los demás y cómo nos relacionamos con ellos (Yárnoz, Alonso-Arbiol, Plazaola y Sanz de Murieta, (2001), que en principio, se mantendrá a lo largo de la vida de las personas (Weiss, 1991; Yárnoz, 1992).
Hazan y Shaver (1987) fueron los primeros que conceptualizaron las relaciones amorosas en el marco de un proceso de apego. Tradujeron los modelos de apego encontrados por Ainsworth, Velar, Waters y Wall (1978) en los niños a la dinámica de las relaciones amorosas entre adultos y crearon un instrumento que evaluaba a las personas según su manera de relacionarse con la pareja. Para ello, describieron las características de cada uno de los modelos encontrados por Ainsworth et al. (1978) en sus investigaciones (seguro, evitante y ansioso-ambivalente) y pidieron a las personas que participaron en su investigación que eligieran el modelo que mejor describiera su forma de sentir y comportarse en una relación de pareja. De esta manera demostraron empíricamente que el mismo estilo de apego que se había formado en la infancia seguía caracterizando a las personas en sus relaciones adultas. Para una réplica de esta investigación en nuestro medio cultural, ver Yárnoz (1989).
Posteriormente, otros autores (Bartholomew, 1990; Bartholomew y Horowitz, 1991) han propuesto una categorización complementaria de los modelos de apego en adultos. Desde esta categorización, siguiendo una línea de pensamiento ya expresada por Bowlby, se asume que los modelos de apego reflejan tanto la idea que tenemos de nosotros mismos como de los otros. Así pues, distinguen cuatro estilos de apego, partiendo de la base de una idea positiva o negativa sobre nosotros mismos, y una idea positiva o negativa sobre los demás. Los Seguros, con una imagen positiva sobre sí mismos y los demás. Los Preocupados, en cambio, tienen una imagen negativa de ellos mismos y positiva de los otros. La correspondencia de este modelo con la clasificación de Ainsworth sería ambivalente (y preocupado también en la clasificación de Main utilizando la entrevista de apego en adultos, AAI). Estas personas tienden a mostrar dependencia y preocupación en sus relaciones afectivas (Alonso-Arbiol, Shaver y Yárnoz, 2002). Los Desvalorizadores (o evitantes en otras categorizaciones) tienen una imagen positiva de ellos mismos, y negativa de los demás. Evitan la intimidad y desactivan el sistema de apego como un proceso defensivo, a fin de mantener su buena imagen de invulnerables y autosuficientes. Finalmente, están los clasificados como Temerosos: la imagen que tienen estas personas tanto de ellos como de los demás es negativa. No se relacionan con los demás, puesto que tienen miedo al rechazo y al sufrimiento consiguiente que éste les podría acarrear. Tanto desvalorizadores como temerosos evitan la intimidad y desactivan el sistema de apego, pero por razones diferentes y de forma diferente.
 
Divorcio, pérdida y apego
La confianza en la accesibilidad de la figura de apego cuando sea necesaria, que protege del miedo tanto intenso como crónico a quien la experimenta, es construida durante los años de inmadurez (infancia, niñez y adolescencia), tiende a persistir con pocos cambios a lo largo del resto de la vida y refleja con bastante exactitud experiencias que la persona ha vivido en la realidad (Bowlby, 1980).
El objetivo del sistema de apego es el sentimiento de seguridad. Este sentimiento de seguridad es el producto de la evaluación y el balance que hace cada sujeto de una serie de factores tanto internos como externos (incluyendo el estado de humor, de salud o enfermedad, el contexto y determinadas situaciones) que puede tener como consecuencia la activación del sistema de apego. Una vez activado, la seguridad se relaciona con indicios de la accesibilidad de la figura de apego, mientras que la inseguridad lo está con indicios de amenazas o dificultades a esa accesibilidad (Ainsworth y Bowlby, 1991).
En la infancia, la adolescencia y la edad adulta pueden darse dificultades en la relación con la figura de apego (bien sean los padres o la pareja) que debiliten la confianza en la accesibilidad de esta última: las amenazas de abandono o la pérdida de la figura de apego producen el mayor distrés, tanto en la infancia como en momentos posteriores del ciclo vital. En personas adultas, el miedo y el dolor a perder a la pareja, están mezclados con enfado defensivo. Este cóctel emocional se puede observar tanto en la interacción de parejas con problemas, que sienten que el otro es inaccesible, o no responde a sus necesidades, como en la dinámica de las personas ya separadas o divorciadas, y es un elemento que frecuentemente debe ser trabajado por los terapeutas familiares (ver por ejemplo, Johnson, 2003).
Weiss (1975) encontró similitudes llamativas entre los adultos en proceso de divorcio y los niños separados de su padres, tal y como fueron estudiados por Bowlby (1980). Es sabido que las reacciones emocionales juegan un importante papel en la dinámica de los individuos (Izard, 2002), siendo en el tema que nos preocupa especialmente relevantes las de miedo, enfado y tristeza. Cuando el niño percibe dificultades de acceso hacia su figura de apego, el miedo toma el control sobre otras actividades y activa el sistema de apego, desplegando conductas que normalmente sirven para restablecer el acceso a la figura de apego. El miedo también sirve como una señal de comunicación hacia la figura de apego, alertándole sobre el estrés del niño y provocando en él repuestas encaminadas a confortarle. El enfado es una respuesta del niño a su percepción de las figuras de apego como continuamente inaccesibles. El papel del enfado es, por una parte, motivar al niño para superar los obstáculos que le impiden reunirse con su figura de apego, y por otra, comunicar a la figura de apego su reproche, de forma que en el futuro no materialice más su inaccesibilidad. La tristeza tiene lugar cuando se interioriza la pérdida de una figura de apego, aceptando la evidencia de que no es ya accesible y que los esfuerzos que eventualmente se puedan realizar para reestablecer contacto con ella no tendrán éxito. La contrapartida conductual de la tristeza es el abandono, y ofrece al individuo tiempo para aceptar cambios indeseados y revisar los modelos activos (Bowlby, 1980).
Weiss (1975) encontró estas mismas emociones en personas que estaban en proceso de disolución de sus matrimonios. Un miedo paralizador, y una intensa rabia hacia la figura que sentimos nos abandona (correspondiente  a la fase inicial de protesta) son experimentados por las personas en proceso de divorcio. Y son seguidos por tristeza y una gran sensación de soledad, correspondientes a la fase final de desesperación, en la cual el mundo se percibe como vacío, desolado, muerto.
Weiss (1976) utilizó el término “distrés de separación” para referirse a los sentimientos positivos que muchas personas separadas sienten, paradójicamente, hacia la ex – pareja. La manifestación de esos sentimientos positivos, muy similar a las reacciones de duelo, incluye pensamientos e imágenes recurrentes del ex esposo, intentos de entrar en contacto con él/ella, o de saber sobre él, y los mencionados sentimientos de vacío, soledad y pánico al darse cuenta de la inaccesibilidad del mismo.
 
Divorcio: programas de intervención
En Estados Unidos se han puesto en práctica con mayor o menor intensidad diversos programas de intervención de apoyo a las personas implicadas en un proceso de divorcio desde hace al menos tres décadas. Existe una amplia variedad de programas de intervención con personas divorciadas o en proceso de divorcio, algunos de ellos voluntarios, otros ordenados por la corte. Estos programas incluyen counseling e intervención individual, de pareja (Sommers-Flanagan y Barr, 2005), grupos de apoyo tras el divorcio (Molina, 2000, Quinney y Fouts, 2003), talleres sobre el divorcio, programas para mejorar la comunicación entre las dos partes de la ex pareja, etc.
Sin embargo, existen pocos  programas que se centren en las personas en proceso de divorcio considerados como adultos, no como padres. Shmueli (2005) piensa que gran parte del conflicto y distrés que existe entre padres separados con respecto a los hijos, puede evitarse prestando atención a los padres como adultos en una relación que tiene su propia existencia, lo mismo que la tienen aquellas de los padres con cada uno de los hijos. En opinión de este autor, el funcionamiento adulto entre la pareja de padres es un precursor necesario para su buen funcionamiento como padres, especialmente en tiempos de elevado estrés, como lo es la etapa del divorcio-separación.
Desde esta óptica hemos planeado nuestra intervención basada en el apego con personas divorciadas; la mayoría de ellos eran padres y madres. Deliberadamente, no enfocamos la intervención en la dinámica padres-hijos, sino en los procesos de vinculación y pérdida, en la necesidad que tenemos de los otros, en el perdón. Creemos que con una mejora individual, todos, también los hijos, se verán beneficiados.
 
Objetivos de nuestra intervención de grupo basada en el apego
El objetivo de la intervención que presentamos aquí fue conseguir a través del discurso compartido con los iguales y la figura de apego –en este caso, el terapeuta- una elaboración de las representaciones, de los hechos, de sí mismo, y del otro (en este caso, el ex esposo o ex esposa) que permita la aceptación y adecuada adaptación a la situación de divorcio. Dos terapeutas (psicoanalista experimentado uno de ellos, utilizando técnicas de multiplicación dramática; orientado en el enfoque del apego el otro, utilizando narrativas como instrumento terapeútico) trabajaron con el grupo de forma complementaria y alternativa durante un curso escolar (nueve meses).
A partir de la orientación de cada uno de ellos se fueron llevando a cabo las correspondientes sesiones, una de las cuales presentamos a continuación:
 
Ejemplo de una sesión (la primera) psicoanalíticamente orientada y en las que se incluyen técnicas psicodramáticas:
Acuden un total de 11 personas; es de destacar una incorporación progresiva a lo largo de 20 minutos. Se inicia la sesión con la presentación del coordinador del grupo y luego la de cada miembro. Como suele ser frecuente la primera presentación marca la pauta para las siguientes y, en este sentido, todos señalan el tiempo de separación, si tienen hijos y cuantos.
Comentamos a modo de presentación del encuadre, que el modo de trabajar lo va a determinar el propio grupo en cuanto a temáticas, debate, ritmo etc.
Se especifican las siguientes normas que hay tener en cuenta:
·                    Se puede hablar de lo que se quiera (norma de asociación libre)
·                    Se puede callar lo que se quiera (norma de libertad de palabra)
·                    Lo que tenga que ver con el grupo es adecuado que retorne al grupo (norma de restitución)
·                    Por mi parte, y pido al grupo que así lo haga también, todo lo que surge en el grupo es confidencial (norma de la confidencialidad).
A partir de la extrañeza que esta última afirmación provoca  en una asistente surge una polémica en torno a la confidencialidad que hace de caldeamiento y de introducción de un discurso grupal, en torno al cual cada uno va opinando. Hace pensar que es en la salvaguarda de la intimidad de los participantes en lo que se organiza el primer debate. Entendemos que se trata de construir un encuadre grupal reasegurador. En la redacción de la sesión puede entenderse como el preludio del modo de abordar las temáticas en este grupo que, es importante precisar, ya se conocen entre ellos.
Cuando se ha hablado suficientemente un miembro del grupo plantea la cuestión del lugar en el que queda relegado el padre, y el distanciamiento con respecto a los hijos, por manipulaciones que la ley permite por parte del cónyuge que tiene la guarda y custodia; se nombra el síndrome de alienación parental ( Gardner, 1992).
Esto suscita un debate un tanto crispado, sobre todo cuando otro miembro empieza a contar reivindicativamente su situación de afrenta por parte de la familia de la ex pareja. Una mujer del grupo hace de contrapunto señalando la dejadez de algunos padres…
Señalamos que no conviene confundir generalidad con los casos particulares porque si no alguien puede ver a un compañero del grupo como al ex cónyuge con el que está peleado y atribuirle las afrentas que él ex le hizo. Esto parece calmar algo las cosas, con lo que se plantea hablar de lo particular y no de un debate. Ahí otra mujer participante comenta que le gustaría trabajar estrategias o soluciones a problemas concretos y verse en espejo en los demás.
Esto permite definir la tarea del grupo y un participante plantea que él no tiene ningún problema pero que le gustaría comentar una situación de su hija, que le ha dicho que se separa de su novio, del cual este participante se había encariñado. Empiezan a discutir sobre esto y proponemos hacer una escena, que resulta muy rica a pesar de lo leve que parecía al principio.
Propongo que otros dos hagan del participante que plantea la temática y su hija, luego una ronda y luego comentarios de este sujeto.
El grupo se implica mucho y participa con interés de lo que se ha hecho.
Se comentan cuestiones como:
·                    el padre está muy mediatizado por la educación,
·                    le interesa más su pérdida que la de la hija,
·                    ya son mayorcitos, ellos tendrán que ver qué deciden
·                    falta la pregunta fundamental: ¿lo quieres?
Desde nuestro punto de vista, se puede tomar como una escena reflejo de las propias vivencias, y que allí donde no parecía que había problema, éste se revive en los conflictos de los hijos.
Surge, y se comenta también, la angustia de lo que se ha transmitido a los hijos, teniendo en cuenta que la separación aparece con una significación de fracaso. El temor, al parecer, es que lo que se ha podido inculcar a los hijos vaya a conducirles a ellos también a este destino. Otro punto importante es el conflicto entre lo establecido (conservar la institución familiar) y el deseo (lo que se quiere o no se quiere).
Esto nos hace pensar a posteriori cómo cada individuo se ve en la obligación, sin que sea consciente de ello, de transmitir los valores institucionales: la pareja, la estabilidad de las relaciones… y cuando ha habido una separación parece haber una deslegitimación en esta transmisión, o un no saber qué transmitir, ni cómo, cuando aparentemente lo sencillo sería apelar a la presencia o ausencia del amor o su fundamento, el deseo.
Es decir, en esta escena nos parece que se muestra la dificultad de sostener la importancia de la pareja (lo institucional), cuando uno mismo se ha separado antes, y la dificulta de apelar al deseo como argumentación suficiente, como ha señalado un miembro del grupo.
Del debate que se produce señalamos dos temas a retomar para la siguiente sesión:
    a.- Ha cometido el error en la relación y se separa…si al dolor de un duelo por una separación se le añade la vivencia de un error el malestar se multiplica (esto suscita mucho el interés general).
    b.- Hay una pregunta inquietante y es: hasta qué punto las decisiones de los hijos no están influidas por la experiencia de los padres…
Finalizamos el grupo señalando que es así como trabajaremos y que éste es el modelo que el propio grupo ha construido. Algunos manifiestan abiertamente el agradecimiento por lo trabajado y el interés por acudir a todas las sesiones
Desde la parte orientada hacia el apego, los siguientes temas fueron tratados a lo largo de las sesiones que duró la intervención.
Bloque 1: necesidad de las relaciones interpersonales. Contamos la historia del rey medieval que encerró a los niños en una torre para ver qué lengua hablaban.
·     Diferencia de niños a mayores, pero necesidad mantenida a lo largo de todo el ciclo vital
·     Importancia del apego a lo largo del ciclo vital, de la cuna a la tumba, en palabras de Bowlby
Bloque 2: Contamos los experimentos y presentamos las imágenes de los monitos de Harlow (1951).
·     Necesidad de seguridad
·     Exploración y seguridad
·     Pérdida y duelo (inicio)
·     Papel del padre, papel de la madre
·     Afectos y emociones
Bloque 3: Necesidad de los demás
·     Importancia de la seguridad
·     Quién da esa seguridad. Infancia, padres
·     Posteriormente otros: pareja, amigos
Bloque 4: Pérdida y divorcio
·     Infancia: qué sentía al perder momentáneamente a los padres
·     Qué sintió de mayor, al perderlos definitivamente
·     Qué ha sentido al perder a su pareja (divorcio).
·     Emociones mas comunes: Dolor, miedo, rabia, pena
·     La separación como liberación para algunos; como fracaso para otros
·     Dejar ir, el duelo. Fases del duelo.
Bloque 6: Perdón y divorcio
·     ¿Qué tengo que perdonar en un divorcio? Decepción, humillación, fracaso
·     Entendiendo al otro: Evolución de las personas , discurso de hombres y mujeres
·     Los hijos: la decisión de divorciarse, el paso por los juzgados
·     Sistema jurídico y relación interpersonal
La estructura típica de las sesiones consistía en una breve introducción por parte del terapeuta del tema a tratar en el día, y la posterior discusión de ese tema por el grupo basándose siempre en la experiencia personal de los participantes. Las sesiones estaban orientadas a conseguir la producción de narrativas que reflejaran la perspectiva de los actores sobre los hechos ocurridos, y también las emociones y sentimientos que habían sentido, o sentían en este momento. Así, por ejemplo, el día que se trató la primera parte del bloque 4, pérdida y divorcio, los participantes intervinieron  asociando las pérdidas que habían sentido a lo largo de la vida con la pérdida que supone el divorcio. Se produjeron narrativas relacionadas con la muerte de los padres a diferentes edades, y con el consiguiente sentimiento de orfandad y vacío. Uno de los participantes comentó que, en su opinión, la vida consistía en una sucesión de pérdidas, reales o simbólicas, a las que era necesario adaptarse para poder continuar. Esto provocó que en el grupo se compararan las distintas pérdidas, y se analizara ante cuales se habían sentido más afectados. Dos participantes elaboraron narrativas marcadamente emotivas sobre la pérdida de los padres (el padre en un caso y la madre en otro) en la niñez, y de la influencia que este hecho había tenido en sus vidas. En un momento determinado surgió el tema de la dependencia afectiva, y uno de los participantes comentó que el había decidido convertirse en un “anacoreta afectivo” como solución, lo que preparó el camino para la sesión siguiente, en la que se trató de manera más directa el tema del divorcio y las distintas posiciones ante el, así como las relaciones con las personas del otro sexo.
Un importante número de investigaciones aporta evidencias sobre la relación entre las narrativas y el ajuste a situaciones traumáticas o difíciles. Las personas que no discuten sobre el trauma, o son incapaces de ponerlo en palabras, tienen mas probabilidades de sufrir problemas de salud que aquellas que sí lo hacen (Pennebaker y Beall, 1986). Wigren (1994) considera que las narrativas son importantes para la organización psíquica y que la desorganización de la capacidad para producirlas puede aumentar el sufrimiento de las personas afectadas por algún tipo de trauma. Koenin, Kellas y Manusov (2003) realizaron una investigación basándose en las narrativas producidas por 90 estudiantes universitarios que habían roto sus relaciones. Encontró que aquellos que poseían la habilidad de contar narrativas completas tenían un mayor sentido de su propio valor que aquellos que no fueron capaces de hacerlo, y debido a ello se recuperaban del trauma de la separación con mayor facilidad.
Weiss (1975) fue el pionero en la investigación sobre la efectividad de las narrativas en la recuperación ante la perdida afectiva. El utilizaba el término account (explicación) para denominar a las historias producidas para narrar un matrimonio que no funcionó. Consideraba la narración de gran importancia para las personas divorciadas, puesto que impone una estructura argumental sobre los hechos confusos que precedieron a la separación, que los organiza en unidades manejables desde el punto de vista conceptual.
Nuestro trabajo se basa en las siguientes predicciones o hipótesis generales: La intervención cambiará el estilo de relacionarse con los demás hacia parámetros más positivos, es decir, las personas reflejarán al final de la intervención en mayor medida las características relacionadas con el apego seguro: mayor confianza en la capacidad relacional de uno mismo y los otros y menor tensión en las relaciones interpersonales. No esperamos cambios en el estilo de apego de las personas, ni vamos a presentar aquí una evaluación del estilo de apego de los participantes.
Método
En un marco de colaboración entre nuestra Universidad y la asociación AGIPASE (Asociación Guipuzcoana de Padres y Madres Separados) de una ciudad del País Vasco, ofrecimos intervenciones grupales a personas separadas que así lo desearan en los locales de la asociación. La intervención tuvo una duración de nueve meses (un curso escolar). Las reuniones tenían una frecuencia semanal y una duración aproximada de dos horas cada una. La participación en ella fue totalmente voluntaria.
Catorce personas comenzaron el trabajo de grupo, aunque por cuestiones relacionadas con la recogida de datos en los dos momentos en que se realizó la evaluación, presentamos aquí los que atañen a 7 participantes, 4 mujeres y 3 hombres, siendo la edad media de 54,3 años (DT=3,45). En cuanto al tiempo transcurrido desde el divorcio, cabe destacar que en general se trataba de divorcios de larga duración   (media =5,43 DT=4,95). La mayoría de los participantes tenían dos hijos y habían estado casados una media de 21,14 años (DT=3,67).
Evaluación Subjetiva
En dos momentos diferentes los participantes ofrecieron su evaluación subjetiva de los cambios que habían ocurrido como consecuencia de la intervención: justo al final de la intervención y cuando hubo transcurrido un año.
Tras la intervención se pidió que marcaran en un formato libre los cambios que habían ocurrido en sus vidas como consecuencia de la intervención en cinco áreas diferentes:
·        En la manera de entender-sentir las consecuencias del divorcio
·        En la manera de entender-sentir la vida en general
·        En la relación con sus hijos e hijas
·        En la relación con su ex pareja
·        En la forma de relacionarse con una nueva pareja, o de forma más general, con amigos o amigas del otro sexo.
Las respuestas se codificaron de la manera siguiente: 0: Ningún cambio, o cambios no evidentes. 1: Acepta la realidad   (entendido como un movimiento básico hacia el cambio) y 2: Se siente mejor.
Uno de los autores de este trabajo y otra persona que no había participado en la intervención codificaron separadamente las respuestas siguiendo los criterios anteriormente mencionados. Llegaron a un acuerdo inicial del 90% y en los casos en que hubo diferencia, se llegó a un acuerdo por consenso.
Podemos ver estos cambios reflejados en la siguiente grafica. En cada una de las áreas se distinguen los dos momentos en que tuvo lugar la evaluación. Así, 1 representa la manera de sentir las consecuencias del divorcio post intervención, y 2 la manera de sentir las consecuencias del divorcio un año después; 3 representa los cambios en la manera de entender-sentir la vida en general post intervención,4 la existencia de cambios en la manera de entender-sentir la vida en general un año después, y así sucesivamente.
La evaluación subjetiva de los participantes reveló cambios positivos en:
La manera de sentir las consecuencias del divorcio (1 post intervención, y 2 un año después en la grafica). Por ejemplo, una mujer de 51 años y tras 4 meses de separación: “Me siento mejor. Ahora soy yo misma. Estoy más alegre” (codificado como 2). Sin embargo, la mayoría de las respuestas se codificaron como 1: “entiendo que es lo mejor que se puede hacer, si no hay entendimiento en las parejas”, O, “a través del tiempo, aceptación, sentimiento de rabia por la situación, seguir para adelante”. Un hombre de 55 años, tras 7 años de separación y 24 de matrimonio, describió así su manera de sentir la separación: “fue una experiencia nueva, inesperada y muy dolorosa” (codificada como 0).
En la manera de entender-sentir la vida en general (3 y 4 en la gráfica). “Antes yo creía en la cigüeña, los reyes magos y el matrimonio. Me han defraudado las instituciones” (hombre de 55 años, 7 años de separación y 24 de matrimonio, codificado 0). “Seguir para adelante, no pensar aunque estés vacía” (mujer 53 años, 3 años divorciada, 25 casada, codificado 0). “Entender la vida desde el ocuparse, no desde el preocuparse por ella” (mujer de 50 años, 24 años casada, 7 divorciada; codificado como 1).
Las relaciones con los hijos (5 y 6 en la grafica).
Una mujer de 51 años y tras 4 meses de separación: “la relación es más fluida. Les cuento mis cosas y procuro que ellos me cuenten las suyas. Hay más armonía en casa, estamos más unidos” (codificado como 2). “Más tolerante, flexible” (mujer de 50 años, 7 años divorciada tras un matrimonio de 24 años; codificado como 2). “Aceptar lo que existe, intentar comprenderlos mejor” (mujer de 53 años, tras 25 años de matrimonio y 3 de divorcio; codificado como 1). “Igual; actualmente tienen 29 y 31 años”- hombre de 55 años, tras 7 años de separación y 24 de matrimonio (codificado como 0).
En la forma de relacionarse con una nueva pareja, o de forma más general, con amigos o amigas del otro sexo (9 y 10 en la gráfica).
“Mayor comprensión y tolerancia, no tomar las cosas tan a pecho, mayor relación afectiva” (mujer, 54 años, 15 años casada y 3 divorciada). “Me siento más segura sin miedos, más alegre, me he quitado la coraza que llevaba” (mujer de 51 años, 22 años de matrimonio y 4 meses de separación). “Experimentas o sientes que necesitas cambiar. Día a día intentando ver lo mejor de los demás. Querer cambiar para mejorar las relaciones” (mujer de 53 años, tras 25 años de matrimonio y 3 de divorcio; codificadas todas ellas como 2). O la valoración de un hombre de 55 años, tras 7 años de separación y 24 de matrimonio: “Antes tenía pocas amistades, ahora muchas. Por edad contemplo otro tipo de relación no necesariamente matrimonial” (codificada como 1).
No hubo cambios en:
La relación con la ex pareja (7 y 8 en la gráfica).
“Dejar que siga su camino”, mujer 50 años, 24 años casada y 7 divorciada (1). “Hay más comunicación aunque esta es fría. Pienso más en las cosas buenas que en las malas. Hay más comprensión” (mujer 51, 22 años casada, 4 meses separada, codificado 1). “Ninguna, igual, sin diálogo”, mujer 53 años, 3 años divorciada, 25 casada, codificado 0.
Evaluación subjetiva de los participantes un año después
Un año después de finalizada la intervención, se entrevistó a los participantes por teléfono y se les envió por correo un cuestionario donde se les solicitaba que marcaran los cambios que habían ocurrido a lo largo del último año, en el mismo formato utilizado en la evaluación post-intervención.
Un análisis de las respuestas (que constituyeron el 100% de los cuestionarios enviados) nos permitió ver que el patrón de respuesta post-intervención se mantenía, o incluso mejoraba. La relación con la ex pareja continuaba sin cambios positivos: “No tenemos apenas relación, hablamos lo justo y necesario” (mujer 51 años, 22 años casada, 4 meses separada, codificado 0). “La propia soledad se va asimilando”, hombre 55 años, tras 7 años separado y 24 casado; codificado como 1-. Mejoró la forma de entender la vida: “…Con optimismo y alegría. Seguridad y tranquilidad. Siendo positiva y realista” (mujer 53 años, 3 años divorciada, 25 casada). “Tengo muy claro que hay que vivir la vida, no solo existir. Disfrutar de mi hija, mi familia, de los buenos amigos, del trabajo… y ser feliz o estar contenta con lo que tienes y con lo que haces” (mujer 51 años, 22 años casada, 4 meses separada).
Se mantuvieron los cambios positivos en la relación con los hijos y en la forma de relacionarse con una nueva pareja, o de forma más general, con amigos o amigas del otro sexo: “Soy más selectiva en mis relaciones e intento que haya más equilibrio entre dar y recibir” (mujer, 50 años, 24 años casada, 7 divorciada). “Tengo una pareja desde hace dos meses, nos entendemos, cada uno vive en su casa y tenemos una complicidad estupenda. Aparte de mis amistades de toda la vida (que las sigo manteniendo) he conocido mucha gente nueva, que me aporta mucho. Yo también doy mucho, soy una persona muy abierta y transparente y me gusta cuidar a las personas que quiero y aprecio. No me cuesta hacer amigos” (mujer 51 años, 22 años casada, 4 meses separada).
La manera de sentir las consecuencias del divorcio se mantuvo: “Sigo en mi misma forma de pensar, nadie es culpable de lo ocurrido, son las motivaciones y las circunstancias de la vida” (mujer, 57 años, 15 años divorciada y 18 casada). O incluso mejoró: “¡Viva la liberación!” (hombre de 55 años, 7 años de separación y 24 de matrimonio).
 
Conclusión
Como colofón a una intervención grupal enfocada desde la teoría del apego y diseñada para promover una mejor adaptación al divorcio, se solicitó a los participantes una evaluación sobre los cambios que la intervención había provocado en diversos aspectos de su dinámica relacional: la manera de entender-sentir las consecuencias del divorcio, la manera de entender-sentir la vida en general, la relación con sus hijos e hijas, la relación con su ex pareja y la forma de relacionarse con una nueva pareja, o de forma más general, con amigos o amigas del otro sexo. La evaluación de los participantes revela que hubo cambios positivos más o menos profundos en todas las áreas mencionadas, excepto en una: la relación con la ex pareja. En la evaluación de seguimiento realizada un año después, vemos que los cambios se habían mantenido en la mayoría de las áreas e incluso habían mejorado en algunas, como por ejemplo, en la forma de entender la vida. La relación con la ex pareja fue la única área que continuaba sin cambios positivos.
Podríamos concluir basándonos en los resultados aquí presentados que, desde el punto de vista de la evaluación subjetiva de los participantes, la intervención grupal ha tenido un efecto muy positivo en algunas áreas de la dinámica interpersonal de las personas divorciadas –la relación con los hijos y con una nueva pareja, o con amigos o amigas del otro sexo-, un efecto más modesto, pero notable, en otras áreas –la manera de sentir las consecuencias del divorcio, la manera de entender-sentir la vida en general – y ningún efecto en la manera de relacionarse con la ex pareja. Es de resaltar, en nuestra opinión, que el patrón de resultados post-intervención se ha mantenido, e incluso mejorado en algunas áreas, un año después.
 
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* Agradecimientos: Este estudio forma parte de una investigación que ha sido subvencionada por la Universidad del País Vasco, código: UPV 05/31
** Psicóloga. Miembro del Internacional Attachment Network. Profesora en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Facultad de Psicología. Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Donostia-San Sebastián

*** Psicólogo y psicoanalista. Profesor en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Facultad de Psicología y Director del Máster en Clínica Psicoanalítica. Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Donostia-San Sebastián.

 

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