aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 008 2001 Revista Internacional de Psicoanálisis Aperturas 8

Gemelos e inseparables. La estructura narcisista gemelar y las figuras parentales

Autor: Braier, Eduardo

Palabras clave

Complejo fraterno, Estructura narcisista, Funcion parental (deficit), (re)significacion edipica, Sistema narcisista gemelar.


 1. Introducción

Mi propósito en esta ocasión es centrarme en determinados componentes de las series complementarias de un paciente con un hermano gemelo, de cuyo caso me he ocupado en un trabajo publicado en el número 7 de esta revista, así como en anteriores presentaciones (Braier, 1998, 1998a, 2000 y 2001). Se incluyen además una serie de consideraciones, tanto propias como de otros autores, acerca de las relaciones entre hermanos gemelos, provenientes de un volumen publicado recientemente (Braier y otros, 2000).

Se trata de una historia de gemelos que poseen una relación especular, cuyo origen parece hundir sus raíces en los estadios más tempranos del desarrollo narcisístico. En rigor, estos hermanos han constituido una estructura narcisista, con enormes dificultades para vivir una existencia separada y adquirir una identidad individual.

El trabajo gira en torno de ciertos interrogantes fundamentales:
Cuáles son los motivos que subyacen a la instalación de un sistema narcisista gemelar de tales características y dimensiones?. O bien: qué relación guarda el papel desempeñado por los progenitores con dicho sistema?.
Nos adentraremos expresamente en la indagación del lugar de las funciones materna y paterna en esta relación fraterna patológica, a la luz de una metapsicología esencialmente freudiana.
 

2. Historial clínico

Para comodidad del lector reproduciré aquí, con pequeñas diferencias, el historial del paciente. Muchos datos biográficos han sido omitidos por discreción profesional, lo cual no impide la comprensión general.

Analicé a Jorge R. en la ciudad de Buenos Aires, habiendo éste interrumpido su análisis hace más de diez años. Estaba en la treintena cuando acudió a la consulta. Era un hombre apuesto, elegantemente vestido a la manera de los ejecutivos. Estaba casado y no tenía hijos. Poseía un título profesional, trabajaba en una institución, en la que ocupaba un puesto importante, y gozaba de una excelente remuneración económica.
Lo traían graves desavenencias con su mujer. Aceptaba que esto obedecía en gran medida a su infidelidad y a sus salidas de juerga."Me autodestruyo desde hace muchos años... sobre todo he destruido mis relaciones con mis novias... y ahora la relación con mi mujer...", me dijo entonces.

Pertenecía a una familia de la alta burguesía porteña. Su padre era un profesional destacado. Lo describió como excesivamente consagrado al trabajo y a la vida social, habiendo depositado en su mujer el cuidado de los hijos. De su madre comentó que era una mujer noble y abnegada que, al dedicarse a los hijos y al hogar había permitido las realizaciones de su padre, además de tolerarle sus aventuras amorosas. Me contó de la existencia de un hermano gemelo, al que denominaremos José, con el cual eran gemelos verdaderos (univitelinos) y los hijos menores del matrimonio. Tenían numerosos hermanos, de los que poco más de la mitad eran varones. La diferencia de edad con el inmediato anterior a ellos, varón también, era de más de diez años. Todos vivían en la ciudad, casi todos estaban casados y algunos tenían hijos. Cuando los gemelos nacieron su progenitora estaba cercana a los cuarenta años. No les dio el pecho. (Al parecer, no tenía leche suficiente).

Jorge y José siempre fueron inseparables. Sostenía Jorge: "Mi mejor amigo fue siempre mi hermano José. Es el ser que más amo en este mundo. De pequeños hablábamos las veinticuatro horas del día sin parar. Era como hablar con uno mismo". Los demás hermanos contaban mucho menos para ambos. El parecido físico entre los dos era asombroso. Resultaba difícil distinguirlos. Según Jorge, sus padres no hicieron nada para que se diferenciaran; por el contrario, los enviaron al mismo colegio y división. Además los vestían y peinaban del mismo modo. Fue José quien intentó romper esta costumbre, ingeniándoselas para lucir por entonces una llamativa prenda, que lo diferenciaba de Jorge. De niños y de adolescentes lo compartieron todo: el dormitorio, los juegos y los estudios. Más adelante también las chicas...

Pero también reñían a menudo. Entre ambos se fue creando una intensa rivalidad. El parecido no se reducía a lo físico sino que se extendía también al tono de voz y la manera de hablar. Tenían iguales gustos, el mismo trabajo -aunque en distintas instituciones- y practicaban los mismos deportes y en el mismo club. Hasta la psicopatología de estos gemelos se daba también "en espejo", como en seguida veremos. La adolescencia de ambos había sido complicada y tormentosa. Eran indisciplinados; fueron expulsados de varios colegios. Al fin, padres y educadores decidieron separarlos enviándolos a colegios diferentes. Ya desde niños el engañar a los demás haciéndose pasar el uno por el otro se convirtió en un hecho frecuente; lo hacían tanto para colarse en el cine como ante un examen en el colegio, y más tarde en las relaciones sexuales con las chicas.

A lo largo del análisis de Jorge, que contaba con tres sesiones por semana, se fue poniendo más en evidencia la relación entre sus diversas dificultades y el vínculo con su gemelo, que iba pasando a un primer plano. El complejo fraterno adquiría una particular dimensión en tanto se traducía en un vínculo simbiótico, con imposibilidad de sus miembros de separarse y de diferenciarse.

José, que se había casado casi en la misma época en que lo hiciera Jorge, regresaba con su joven esposa de una estancia de tres años en otro país para radicarse nuevamente en Buenos Aires. Al reencontrarse, los hermanos volvieron a verse a menudo. También José tenía múltiples aventuras sexuales, pero su mujer no parecía enterarse ni vigilarlo. Podía suponerse con cierto fundamento que en los dos matrimonios existía un sometimiento en las mujeres, que se correspondía con el sentimiento autoritario de poder y el sadismo de ambos gemelos. (A veces Jorge también agredía físicamente a su esposa). Los hermanos coincidían -una vez más- en una mal disimulada misoginia y estaban imposibilitados de experimentar un amor genuino y duradero por alguna mujer (aunque Jorge afirmaba amar a la suya).

Nora, la esposa de Jorge, parecía percibir con claridad la naturaleza e intensidad de la relación entre los gemelos y consideraba a José el principal rival en el amor de su marido. Sus escenas de celos se debían al vínculo existente entre los hermanos y no a la presencia de alguna otra mujer. Los gemelos volvieron a compartir juergas, como en la adolescencia. Jóvenes, bellos y desenfadados como eran, al tiempo que adinerados, elegantemente vestidos y propietarios de lujosos autos, la conquista de mujeres les resultaba generalmente fácil. Solían partir con amigos con el pretexto de ir a beber una copa. Bebían copiosamente y se drogaban. A veces la salida culminaba en un burdel, regresando a sus casas por la madrugada. Los dos consumían cocaína, especialmente durante las salidas nocturnas, aunque negaban toda dependencia.

José propuso a Jorge que practicaran yudo, enfrentándose entre sí, cosa que comenzaron a hacer. Fui descubriendo que también las personalidades de los gemelos R. se parecían demasiado: los dos tenían tendencias maníacas y psicopáticas; eran personas de acción y transgresoras y, sobre todo, presentaban una sexualidad promiscua y caracterizada por su incursión en prácticas perversas, sin mayores reparos, escrúpulos ni remordimientos. En ambos se evidenciaron componentes sádicos. Pero lo que en Jorge cobraba particular relieve eran sus inclinaciones homosexuales, que cada vez ocultaba menos (y que también estaban presentes en José).

Debido a su mala reputación, los gemelos eran la comidilla del ambiente social que frecuentaban. A ellos parecía no importarle. Diría que, por el contrario, les complacía ser tan conocidos, dar una imagen de play boys, que hablaran tanto de ellos y hasta les temieran, ya que a menudo se tornaban violentos con los demás.
Después de una serie de enfrentamientos, escándalos e infidelidades mutuas que parecían irrefrenables, Jorge y Nora se separaron. Ello ocurrió durante el análisis. Entonces fue cuando afloraron en Jorge más ostensiblemente sus tendencias homosexuales. Tuvo algunos vacilantes contactos con prostitutos. Me confesó que en ocasiones se masturbaba analmente, introduciéndose un dedo o un objeto metálico y alargado que cogía del escritorio de su padre. Tanto en sus asociaciones libres como en sus sueños las fantasías homosexuales de Jorge acababan revelando su relación con la figura de su gemelo. En un momento dado me confió que a los catorce años iniciaron un período de masturbaciones recíprocas que duró aproximadamente un año. Ambos parecían restarle importancia.

Cuando tenían dieciocho años dio comienzo otro período, en el que Jorge tuvo relaciones sexuales con travestis, llegando a frecuentar con asiduidad a uno de ellos, por quien se sentía especialmente atraído, experimentando una suerte de enamoramiento. También José había llegado a tener contactos con travestis para la misma época, pero no llegó a enredarse con ellos, como en cambio le había sucedido a Jorge.
El paciente tenía muchas resistencias al análisis, que se manifestaban sobre todo no asistiendo a algunas sesiones, casi siempre con la excusa de que su trabajo se lo impedía. Pero me suministraba mucho material y evidenciaba por momentos una notable capacidad de insight, el que a la vez quedaba contrarrestado por distintos mecanismos, en especial de negación de su realidad psíquica.

Él valoraba considerablemente dentro de su relación conmigo que yo le resultara una persona cálida. Esta parecía ser una condición indispensable para la marcha del tratamiento y se relacionaba con sus profundas- aunque negadas- carencias afectivas respecto de las figuras parentales, a las que me referiré más adelante.
Reconocía su necesidad de separarse "un poco" de José, diferenciarse de él, vivir una existencia más autónoma; comprendía que su vida no podía consistir en permanecer todo el tiempo consciente o inconscientemente pendiente de la de su gemelo (Jorge y yo suponíamos, con sobrados motivos, que a José le ocurría algo parecido). Pero en otros momentos ello quedaba desmentido, temiendo en cambio que el análisis lo alejara de José y que terminara perdiendo a este. Entonces parecía desaparecer el contacto con su realidad y hasta el sentido común en cuanto a su relación simbiótica e incestuosa con José. Solía decirme: "¿Qué tiene de malo que los hermanos estemos juntos?", para agregar en seguida: "Usted no puede saber lo que se siente por un hermano gemelo..." En esta situación yo representaba esencialmente a una figura interdictora y por tanto peligrosa.

Ambos gemelos arriesgaban de distintas maneras e innecesariamente sus vidas. Con frecuencia Jorge conducía su coche a una velocidad excesiva. José tenía una vida sexual cada vez más promiscua, frecuentando prostitutas, lo que hacía a Jorge temer que contrajera el sida, si bien él mismo no se hallaba lejos de actuar como su hermano. Todo esto parecía a menudo transcurrir con escasa o ninguna noción de parte de ambos (efecto de la desmentida) del riesgo que corrían. También seguían teniendo conductas psicopáticas, preferentemente con las mujeres con las que salían, como cuando Jorge introdujo orina a escondidas en una copa que contenía whisky y se la dio a beber a una joven, o cuando José obligó a otra que le practicara una fellatio en plena calle. La desahogada situación económica de ambos gemelos reforzaba sus sentimientos de superioridad y dominio sobre las víctimas de sus desmanes, al tiempo que los de soberbia, desprecio e impunidad.

Al acercarse al tercer año de análisis, Jorge me comunicó telefónicamente que había decidido "seguir luchando solo" ante sus problemas -que él iba asumiendo parcialmente como tales- y que quería interrumpir el tratamiento. "En todo caso ya le llamaría más adelante", me dijo. No fue posible conseguir que reviéramos la situación. Quedamos en buenos términos. Me envió poco después un talón con el que saldó su deuda conmigo.

Meses más tarde el que me llamó fue -al parecer- José. Jorge le había dado mi número de teléfono. Me dijo que necesitaba ayuda terapéutica; debido a que su hermano sabía que yo no aceptaría tratarlo, me solicitaba una entrevista para que lo orientara y, de ser preciso, le recomendara un profesional. Acepté. Durante la entrevista quedé fuertemente impresionado por su notable parecido con Jorge. Como dije al comienzo, dicho parecido no se reducía al aspecto físico, sino que abarcaba también los gestos y el modo de hablar.
Debo confesar que hasta el día de hoy, después de haber tratado casi tres años a Jorge a razón de tres sesiones semanales, cuando recuerdo la entrevista me vuelve a asaltar la duda de si el que tenía delante de mis ojos era en verdad José... o Jorge, haciéndose pasar por José, como tantas otras veces ...
Y como Jorge, José (?) consultaba por problemas conyugales...

Acababan de tener el primer hijo con su mujer. Durante el embarazo José conoció a una joven de la que creyó haberse enamorado de un modo que nunca le había sucedido antes. Esta vez su esposa se dio por enterada. Estuvieron a punto de separarse. Ahora él no sabía muy bien qué hacer. Me dijo que prefería analizarse con una mujer. Cuando le pregunté si sabía el por qué me respondió muy sueltamente que le gustaría "... coquetear con ella", esto es, jugar a seducirla, a pesar de lo cual le di los datos de una colega- eso sí, muy avezada-, con la que luego tuvo una entrevista. Después supe que no le pagó y que tampoco se presentó a la entrevista siguiente...

Creo que José vendría a verme atraído además por su curiosidad. No habría querido perderse del todo la experiencia de su hermano y habría resuelto vivirla, aunque solo fuera fugazmente. Es decir, estar donde Jorge y, más profundamente, ser Jorge. No he vuelto a tener noticias ni de Jorge ni de José. Sin embargo, dado que creo Jorge confiaba en mí (entiendo que haberme enviado a su gemelo constituye una cierta prueba de ello), no descartaría que algún día buscara nuevamente mi ayuda.

3. El papel de las funciones materna y paterna.

A continuación, dentro de lo que concierne a la psicogénesis del caso, nos introduciremos sin más dilación en el análisis de la participación de los padres en la constitución de lo que he dado en llamar la estructura narcisista gemelar.

La carencia materna.

El análisis de Jorge me fue convenciendo paulatinamente del papel que en su patología, en particular acerca de la relación con su gemelo y las alteraciones del carácter, jugaban sus tempranas carencias. Tengamos presente que la madre frisaba los cuarenta años cuando dio a luz a los gemelos; siendo los últimos de una prole numerosa y habiendo nacido cerca de diez años después del hermano que los precedía, todo hacía pensar que no fueron deseados. Además, en lugar de un hijo llegaron dos...

En algunos momentos los mecanismos maníacos cedían temporalmente y Jorge era capaz de enfrentarse con el dolor que le producía conectarse con su historia, atando cabos, recordando algunos hechos hasta entonces no mencionados. Llegó a decirme (y pude tomar nota puntualmente) :

    "Pensándolo bien, fuimos los últimos. Mis padres debían estar hartos de niños. Y nos dejaron... en libertad. Nos teníamos mi hermano y yo...el uno al otro..."

Desmentía aquí en un primer momento el abandono, convirtiéndolo en algo positivo ("nos dejaron en libertad"), aunque de inmediato habría de reconocerlo, aludiendo a la soledad de los pequeños hermanos. Dentro de este contexto recordó además que sabía que su madre había tenido un aborto provocado poco antes del embarazo de los gemelos. Se estremeció al comprender que ellos mismos hubiesen podido correr esa suerte. Era la primera vez en su vida que reparaba en esto. Tengamos también en cuenta que la madre no les dio el pecho, a diferencia de lo sucedido con todos los demás hijos.

Tras la idealización de las figuras de ambos progenitores (madre"abnegada", padre "respetado e importante"), Jorge y José intentaban ocultar el desamparo -"hilflosigkeit" en la obra de Freud (1915; 1919;1926[1925];1927a; 1930[1929)]), equivalente a desvalimiento, indefensión- de que habían sido objeto. La crianza de los gemelos fue encargada a un ama de llaves de la familia, a la que llamaremos Amparo y a quienes éstos habrían de recordar siempre con gran devoción. El padre era, en efecto, una figura tan idealizada como distante. Estaba tan ocupado en sus negocios y en la vida social que sólo tenía escasos y esporádicos contactos con sus hijos. Había delegado siempre en su mujer el cuidado de ellos, pero en el caso de los gemelos ésta a su vez encomendó en gran medida dicha función a su empleada. La historia se prestaba, pues, para que desde su llegada al mundo ambos hermanos se sintieran abandonados por una madre ya cansada de su maternidad y que se había quedado sin leche, agotada y seca, para alimentarlos...

Quizá, pensé, habrían atravesado muy deficitariamente las etapas narcisistas iniciales (Freud, 1914), que atañen a la constitución del Yo, siendo insuficientemente narcisizados por la figura materna. Es desde la indefensión que el niño se identifica con la madre todopoderosa para construir su narcisismo, dando ello lugar a la formación del Yo. Pero antes tiene el niño que ser un objeto de deseo para la madre; y es el deseo de la madre lo que falta en este caso...

Desamparo, vínculo fraterno y desmentida. Una hipótesis.

Todo esto me llevó a esgrimir la siguiente hipótesis: aunque atenuadas por los cuidados del ama de llaves, los niños habrían experimentado tempranas y graves injurias narcisistas en relación con el excesivo desamparo padecido (abandono filicida de ambos progenitores), lo cual reforzaría el vínculo fraterno. A través de éste intentarían desmentir y compensar tal desamparo, creando una estructura vincular (Maldavsky, 1991), un sistema defensivo- estructurante, una ilusión de completud que los redimiera de la falla estructural.

A propósito de pacientes con vivencias de desvalimiento señala A. Lichtmann (1993) :" La característica común subyacente es un estado de regresión fusional y extrema dependencia del objeto". Considero que esto es lo que justamente aquí sucede en la relación entre los gemelos.

Escribe Brusset (1985):

    "Los monitos privados de su madre se adhieren entre ellos en una especie de aglutinación descrita con la evocadora designación de ‘’together- together’. Los niños del campo de Térézin, observados luego de la última guerra por Anna Freud y Dorothy Burlingham ( Niños sin familia), habían establecido entre ellos relaciones privilegiadas. La dimensión horizontal fraterna había remplazado en lo posible la ausencia de la dimensión vertical en la relación con los padres. Se trataba de niños traumatizados que, luego del drama de la pérdida de sus padres, habían vivido en circunstancias muy especiales".

También Brusset (1985) nos recuerda que en los cuentos infantiles la unión de los hermanos permite salvarse de los padres:

    "...el grupo fraterno de estos relatos míticos abandona a los padres malvados o demasiado pobres y conforma una alianza igualitaria y solidaria".

Pero volvamos a los hermanos de nuestra historia. Mi presunción es que, ante el abandono parental, ellos se habrían refugiado en: 1) la relación con Amparo, y 2) la relación entre ambos. A lo segundo da la impresión de haber sido también empujados desde un comienzo en lo que concierne a la crianza; que se las arreglen acompañados de la empleada primero y acaso solos después, teniéndose el uno al otro, parece haber sido el designio de ambos progenitores, y/o los pequeños así lo sentirían. Tampoco los demás hermanos les habrían prestado demasiada atención. Pero Jorge y José estaban juntos desde siempre y eran casi idénticos; todo los llevaba a reforzar la unión -y la indiscriminación- entre los dos.

En el proceso analítico una tal presunción puede equivaler a una construcción. En verdad, no tuve demasiadas oportunidades de formularla y comprobar las respuestas de Jorge a la misma, pero estaba claro que él se esforzaba por desmentir esta parte de la historia. Insistía en que junto a José había vivido " una infancia feliz". Al mismo tiempo sus más lejanos recuerdos infantiles tenían casi siempre más que ver con José que con sus progenitores..."Recuerdos encubridores", me dije. Presencia (de José) que ocultaría una ausencia (de los padres)...

El trauma infantil temprano. Las heridas narcisistas.

En directa relación con todo esto pensé después en la probable incidencia de heridas narcisistas tempranas en la estructura narcisista gemelar y en las perturbaciones del carácter de ambos gemelos. Estas consideraciones nos remiten a la descripción freudiana de 1920. Freud se interrogaba entonces acerca de la repetición de los pacientes en el seno de la transferencia. ¿Qué se repite? Ahora se trata del trauma infantil temprano. ¿Por qué se repite? Por la existencia en el psiquismo de una compulsión repetitiva, la cual se halla "más allá del principio del placer" (siendo en última instancia tributaria de la pulsión de muerte). Ello explicaría que se reproduzcan también situaciones dolorosas correspondientes a injurias narcisistas, dado que habría una fijación a la situación traumática (he aquí además una articulación posible entre narcisismo y pulsión de muerte), que requiere ser tramitada (elaborada). Estamos, pues, ante la noción de herida narcisista. A riesgo de que impresione como una obviedad, no está de más preguntarnos, llegados a este punto, qué debemos entender por herida narcisista. Escribe W. Baranger (1991):

    " Se denomina herida narcisista todo lo que viene a disminuir la autoestima del Yo o su sentimiento de ser amado por objetos valorados".

Green (1983) es terminante en lo referente a estas situaciones:

    " Los narcisistas son sujetos lastimados; de hecho, carenciados desde el punto de vista del narcisismo. A menudo la decepción cuyas heridas aún llevan en carne viva no se limitó a uno de sus padres, sino que incluyó a los dos. ¿Qué objeto les queda para amar, sino a ellos mismos?".

Las heridas narcisistas en la cura analítica

a) Transferencia e historización
Al respecto la labor analítica con Jorge, de haber proseguido, habría consistido en el análisis de la repetición transferencial de las ofensas narcisistas y en la historización de las etapas correspondientes. Marucco (1979) ha señalado la necesidad de analizar no sólo la problemática edípica del analizando sino además su estructura narcisista, en relación con la cual habremos de enfrentarnos con intensas resistencias; entre éstas se cuentan la ya citada compulsión repetitiva y la idealización transferencial. Kancyper (1995), con Brusset (1985), añadirá el análisis del complejo fraterno, que a su vez se articula con las dimensión narcisista y la edípica.

b) Lo escindido y las construcciones.
Coincidiendo con lo que el propio Marucco (1978; 1978a; 1980) ha propuesto, podemos suponer que en este registro nos encontramos en el territorio de lo desmentido y escindido. Ahora bien: lo escindido del Yo (a diferencia de lo reprimido, que es susceptible de ser descifrado por medio de las interpretaciones, mientras no incluyamos lo que cae bajo la represión primordial o Urverdrängung) requiere de las construcciones para su integración. Parafraseando a Freud (1937a), una construcción básica hubiera podido ser formulada del siguiente modo: "Tal vez usted se sintió tempranamente desamparado respecto de su madre y también de su padre. Entonces, además de Amparo, halló refugio en la relación con su gemelo (al menos se tenían el uno al otro), con el que se hicieron inseparables, y él se fue convirtiendo en el ser más amado por usted en su vida".

Y será muy especialmente desde la repetición transferencial renegada (idealización de la transferencia, goce del narcisismo) que podremos también intentar la reconstrucción histórica de aquellas primeras huellas mnémicas (Marucco, 1978a).

La repetición de las defensas del Yo

Es necesario señalar que en sus repeticiones y en el plano consciente no era de un tenor especialmente doloroso lo que parecía vivenciar Jorge (ni tampoco José). Es que lo que también aquí se repiten son las defensas, que precisamente evitan experimentar el dolor psíquico. Cabe pues conjeturar que ante el peligro de vivenciar una angustia desgarradora al ser reactivada la situación traumática, la respuesta solía ser en cambio de un tinte maníaco, dada por la omnipotencia narcisista. Y esta última se hallaba exacerbada a partir de la intensidad adquirida por el vínculo narcisista gemelar y de la fantasía de fusión con el objeto idealizado, bastión del narcisismo primario y del Yo ideal, que protegería de las injurias narcisistas traumáticas que ambos gemelos arrastraban, así como de nuevas injurias que, acompañadas de los consiguientes afectos penosos, pudieran reproducirlas. La protección, claro está, cursaba con un costo muy alto, dado por las distintas manifestaciones psicopatológicas que aquéllos registraban como consecuencia directa de las defensas y que se exteriorizaban sobre todo en: a) las ya citadas características que asumía el vínculo gemelar, y en b) los rasgos caracteropáticos de ambos gemelos, a lo que me referiré más adelante.

Al fin y al cabo reaparece algo de aquel modelo inicial freudiano ( Freud, 1893-95;1894;1896) del síntoma como símbolo mnémico de una situación patógena, traumática e inconsciente. Aquí la férrea unión entre los gemelos y su nutrido y variado cortejo de perturbaciones, junto a la alteración del Yo producida por las defensas caracteriales (Freud, 1937), ocupan el lugar del síntoma, conmemorando- y al mismo tiempo enmascarando- las heridas narcisistas ocasionadas por el desvalimiento.

El modelo -defensivo- freudiano al que he de acudir para aproximarnos a esta problemática será el de la escisión del Yo, provocada por la desmentida (Freud, 1919; 1927; 1939[1934-38]; 1940[1938)]; 1940a[1938]) de las injurias narcisistas tempranas, mecanismo este que encontraremos tanto junto a la sobreinvestidura libidinal gemelar como en los rasgos maníacos del carácter. Lo que aquí se desmiente sería más bien lo que los lacanianos llaman la castración narcisista, que, como nos lo recuerda Mayer (1982), atañe a las fantasías de omnipotencia, completud, perfección, bisexualidad, atemporalidad e inmortalidad. Pero las injurias narcisistas habrán además de ser resignificadas desde el complejo de castración (Nicolini, 1992), y su desmentida lo será también de la castración genital.

Orígenes de la estructura narcisista gemelar

A todo esto nos encontramos ante una muestra de la relación entre perturbación narcisista y déficit, en la cual la unión gemelar como estructura narcisista sustituiría a la fallida díada madre-niño, lo que reforzaría la naturaleza simbiótica de un vínculo como el de los gemelos que, por su propia naturaleza tiende, al menos en los comienzos, a guardar tales características.

¿Es posible concebir un primario e hipotético momento genético de esta estructura?. Quizá sí. Acudiré para ello a la aguda capacidad de observación de Kancyper (1995). Nos recuerda que Lacan (1959-1960), partiendo del complejo del semejante que Freud enuncia en el Proyecto, primer objeto similar al sujeto y con el que se tiene una relación de reciprocidad, distingue en dicho semejante dos aspectos: "la madre que auxilia y previene contra el desamparo" y "[...] la imagen especular que permite al sujeto percibirse como una totalidad" (Kancyper, 1995). Reveladora, decisiva confluencia inicial en el complejo del semejante y que hace factible pensar en la de los tres protagonistas, la madre, el bebé y su gemelo y en la que tal vez haya que ir a buscar los orígenes de la situación que estamos estudiando. De inmediato Kancyper cita una frase de W. Baranger que resulta altamente sugerente y significativa: "Este doble especular, este gemelo escópico es el punto de origen del complejo fraterno". Señala Kancyper, reproduciendo en parte palabras de Brusset (1985): " El hermano es un semejante demasiado semejante (y agreguemos nosotros: sobre todo si se trata de un gemelo...) y la primera aparición de lo extraño en la infancia. El enfrentamiento con el otro -el intruso, el doble- comporta compromisos narcisistas considerables..." A continuación Kancyper se refiere al hecho de que se trata aquí de un doble consanguíneo, "objeto de proyección narcisista que fascina por lo maravilloso..."

El propio Brusett (1985), en este trabajo suyo que resulta clave para lo que estamos considerando, incluye precisamente un parágrafo que ha llamado "Complejo fraterno y relación primitiva con la madre", una referencia directa que he encontrado acerca de este tema. Plantea allí una serie de cuestiones cuya descripción escaparía aquí a los fines de mi exposición. Pero en cambio quiero señalar que en un momento dado expresa lo siguiente:

    "El hermano figura, en el registro de la realidad, la fantasía del doble por el cual se operala renuncia a la relación simbiótica con la madre". (Destacado del autor).

Ya sobre el final de su artículo dice también Brusset:

    " […] la problemática del doble se vincula con la identificación primaria con la madre (o el padre de la prehistoria individual), intentando ser una forma de superación de la misma".

Jorge y José, los gemelos de esta historia, se atraen y buscan el uno al otro. Presentan una profunda interdependencia. La imposibilidad de salir del vínculo especular los hace inseparables; son como siameses psíquicos. Tras la eventual separación acecha la posibilidad de revivencia de la angustia de desamparo y la amenaza de desorganización yoica. Con la unión buscan el ser -desde el trastorno en la constitución del Yo, en el estadio del espejo (Lacan,1936)- y sostener una omnipotencia mágica, narcisista y megalomaníaca, ante el déficit en el suministro narcisista. Cada uno de los gemelos querrá compensar estas insuficiencias con una fijación narcisista, uniéndose e identificándose al otro, siempre tan próximo en tanto doble natural y consanguíneo y permanente compañero de ruta, desde la vida intrauterina e intraovular, por lo que la libido encuentra así una suerte de apuntalamiento. Pero es que además, tal como nos lo hace notar Brusset (1985):

    "Ser hermanos ( o hermanas) es tener la misma genealogía, la misma herencia en sentido amplio, la misma familia, los mismos padres y pertenecer a la misma generación con una diferencia de edad variable (nula en la gemelidad real o fantasmática) y, en la mitad de los casos, pertenecer al mismo sexo".

También destaca este autor, a propósito de la relación de objeto fraterna (especialmente en gemelos),

    " la operativización de la proyección (sobre todo bajo la forma de la identificación proyectiva) en la proximidad de una relación simétrica, próxima , inevitable, enfrentando directamente al sujeto con la alteridad de un objeto que es simultáneamente un doble de sí y un extraño".( Destacado mío).

Cada uno de los gemelos R. tomará al otro como doble omnipotente protector y a la vez se ofrecerá como tal al otro para permitirle desmentir el sentimiento de aniquilación ante la herida narcisista que amenaza al Yo. Este doble protector "otorga el ser" a través de la ilusión de fusión (identificación primaria defensiva); en cambio el doble omnipotente hostil "sustrae el ser" (Maldavsky, 1979).

En otras ocasiones (Braier, 1998; 1998a; 2000; 2001) he descripto acerca de este caso la presencia de dos tipos diferentes de doble: el doble especular y el doble fetal. Aquí sólo haré una breve reseña al respecto.

  • El doble especular, del que en este caso tenemos a mi entender una muestra paradigmática, está más relacionado con la imagen que con el desempeño motriz y se corresponde con el estadio del espejo, tal como este último fuera descripto por Lacan ( 1936). Configura un tipo de doble por el que el niño anticipa su ulterior unificación motriz y en el cual se da una ligadura en el Yo de la erogeneidad sádico- anal primaria con la motilidad aloplástica (Maldavsky, 1997; 1998a).
  • El doble fetal, anterior al especular, corresponde a la placenta. Freud habla del mismo en una carta dirigida a Jung en 1911. En este aspecto de la relación entre los gemelos no interesa tanto el desempeño motriz ni la imagen visual. Este doble remitiría a una estimulación recíproca anterior al nacimiento (lo que Freud llamaba la estimulación de placenta) y está ligado al contacto, lo que nos conduce al tema de las sensaciones prenatales. Implicaría un nexo, en el que lo que importa es la sensación de dureza, de resistencia del otro. En Jorge y José podría vincularse con la necesidad de mantenerse ambos en contacto físico, así manifestada por el segundo al primero cuando le propuso practicaran yudo juntos.

De esta manera nos encontramos en este caso con una doble desmentida, pues se está apelando a dos dobles diferentes: el de la imagen especular, de mayor dimensión simbólica, y el doble fetal. Este último da lugar a una desmentida más elemental, en la que el contacto físico entre los gemelos, en recíproca estimulación, sustituiría la ternura de los brazos maternos.

Siguiendo con las cuestiones planteadas en torno a los orígenes del sistema narcisista gemelar, entiendo que en lo hasta aquí mencionado en sus aspectos generales hay conexiones con las hipótesis efectuadas por Andrade, Illa y Rolla (1980) a partir de observaciones de mellizos. Dichos autores aluden a un desplazamiento desde la madre fálica con el objeto de contigüidad ( el hermano), el cual a su vez, y desde una posición especular, también está buscando hacer lo propio, emitiendo ambos "[...] las mismas señales en cuanto al proceso de estructuración psíquica y de las posibilidades de pasar a la construcción del self somático."

Separación y diferenciación de los gemelos . El papel de la madre.

Sabemos que en los gemelos R. existe también en cierta medida una tendencia a separarse y diferenciarse, lo que los llevaría a vivir a miles de kilómetros de distancia uno del otro y conocer a numerosas mujeres; incluso a contraer matrimonio. Pero todo esfuerzo en esa dirección habrá resultado vano. Hay algo más que querría destacar en cuanto a las enormes dificultades evidenciadas por esta pareja de gemelos para lograr su separación y diferenciación y que me ha hecho notar Jorge Aragonés (1998). Señala Aragonés atinadamente en el presente caso la probable falla de un aspecto particular de los cuidados maternos. Al respecto enfatiza que antes de la función interdictora paterna es la madre quien debe operar diferenciando a los gemelos, lo que asimismo representa una primera y necesaria etapa para que se produzca el corte entre ellos. Esto es: primeramente la madre habrá de aceptarlos, pero además deberá ayudarlos a su diferenciación a partir de identificarlos, de discriminarlos (sería transmitirles, a través de su conducta, que ella distingue a uno del otro; que uno es, por ejemplo, Jorge, distinto de José por esto y por aquello y viceversa), lo que al parecer aquí no habría funcionado satisfactoriamente. La madre no sólo no acabaría de aceptarlos, exponiéndolos al desamparo, sino que, en parte como consecuencia de su propio descuido, no habría realizado suficientemente ese reconocimiento y valoración de la singularidad de cada uno, facilitadores de la diferenciación. Pienso que una madre con estas dificultades hablará de sus gemelos y se dirigirá a ellos la mayor parte de las veces en plural... Al mismo tiempo esta indiferenciación dañará también considerablemente a los pequeños en su autoestima.

Desde esta perspectiva la misoginia de Jorge y José, las conductas transgresivas con las mujeres, sobre todo haciéndose pasar el uno por el otro, significarían una venganza de los hermanos hacia la figura materna, al no ser confirmados como diferentes y en cambio ser criados como una unidad, lo que daría lugar a una gran herida narcisista. A partir de cierto momento ellos jugarían con esta misma indiferenciación frente a la cual la madre poco o nada habría hecho, divirtiéndose y vengándose, engañando y burlándose de la gente; Jorge llegará al extremo de insinuarle a su cuñada que podría tener un hijo con él en lugar de su hermano, ya que nadie se daría cuenta de la diferencia... (Aún temo haber caído yo mismo víctima en aquella entrevista de un engaño respecto de sus identidades...cuando, dicho sea de paso, tanto por parte de los progenitores como del analista estas personas esperarán al mismo tiempo ser diferenciadas de sus hermanos gemelos; el analista ha, pues, de representar no solo una figura interdictora sino también, y antes que ello, esencialmente desde la transferencia materna, discriminadora).

Las fechorías de Jorge y de José, verdaderas actuaciones perversas y psicopáticas, constituían reacciones maníacas defensivas con las que ellos intentarían encubrir la angustiante situación de abandono e indiferenciación a la que los habría condenado la figura materna ( y también la paterna).

Rasgos de carácter y trauma infantil temprano

En cuanto a los rasgos caracteropáticos de ambos gemelos y su probable relación con el trauma temprano, debemos nuevamente acudir a Freud (1939[1934-38]), cuando señala la relación entre trauma infantil, fijación, compulsión repetitiva y formación del carácter, añadiendo que en dicha fijación hay un predominio de la defensa sobre la repetición de lo traumático, para que "[...] no se recuerde ni repita nada de los traumas olvidados". Dentro del trauma infantil incluye aquí Freud "los daños tempranos del yo (mortificaciones narcisistas)". Se trata, pues, de las injurias narcisistas de las que venimos hablando.

De modo que en la estructura narcisista individual tendríamos una fijación al trauma infantil temprano y una compulsión a la repetición de la situación traumática, repetición que se halla más allá del principio del placer y que es tributaria de la pulsión de muerte; propiamente lo que hemos de considerar una patología del narcisismo.

Con Jorge (y José) mis conjeturas se iban orientando en la línea de Freud (1910) sobre Leonardo, a propósito de las circunstancias del nacimiento de este último y sus primeros años, y de cómo habrían incidido en su carácter y destino. No en vano en ese estudio Freud se refiere al abandono afectivo y a la necesidad de desmentir el desconsuelo.

Ya he dicho antes que Jorge (como también José) presentaba defensas maníacas (lindando con lo psicopático); no registraba nunca signos clínicamente detectables de depresión . Eran estas defensas las que le permitían desmentir asimismo la dependencia del objeto ( de mujer alguna, de la cocaína, de mí) y evitar así los peligros de volver a sentirse desvalido y vulnerable, tendiendo a invertir la situación (que sea el objeto quien dependa de él). La dependencia sólo podía ser aceptada en relación con su gemelo.

Al interrumpir su análisis, ¿me abandonaría Jorge antes de sentirse o de ser abandonado por mí, desmintiendo además de este modo su dependencia? Por lo demás, tanto Jorge como José se mostraban arrogantes, despectivos y prepotentes con las personas en general, reuniendo las condiciones propias de las caracteropatías maníacas: entronización del Yo ideal; débil investidura libidinal de las representaciones de los objetos; sobreinvestidura de las representaciones yoicas que da lugar a una megalomanía casi permanente, con la que se intenta restañar las heridas narcisistas. Recordemos una vez más, junto a Green, que son estas últimas las que determinan con mucho un predominio compensatorio de libido yoica, dando lugar a la patología narcisista. Aquí la arrogancia, en tanto defensa caracterial, es una marca que han dejado las heridas narcisistas.

La problemática descripta en cuanto al desvalimiento explicaría también en Jorge cierta etapa de celos patológicos respecto de su esposa, en que se exacerbaría su temor al abandono, así como su necesidad de correr una tarde a doscientos kilómetros por hora conduciendo su automóvil sobre el asfalto mojado y resbaladizo y poniendo en peligro su vida (desconociendo esta realidad, desmintiendo su mortalidad). Lo haría sólo para encontrarse -en una ciudad alejada de Buenos Aires- con una circunstancial pareja y asegurarse de que la muchacha en cuestión seguía enamorada de él, desmentir el rechazo y el abandono y una vez comprobado esto emprender, más tranquilo, el regreso; para poco después, anulada momentáneamente la amenaza al precario equilibrio narcisista, experimentar una absoluta indiferencia respecto de la joven. Acaso se explicaría además y de modo similar el acting de José al embarazarse Isabel , su mujer, embarazo que reactivaría profundamente la situación de abandono. Ello impulsaría a José a remplazar a Isabel y recuperar su sitial al lado de otra, bajo un intenso y súbito enamoramiento que conlleva la identificación-fusión con esta última, previamente erigida por proyección en Yo ideal, en un -me atrevería a suponer- temporario vínculo fusional de la identificación y el narcisismo primarios. La preferencia de una analista mujer y tanto su propósito de seducirla como su conducta agresiva y antisocial con ella se relacionan seguramente con esta misma problemática, en la que repetitiva y maníacamente intentaría, una vez más, invertir la situación, actuando a la manera donjuanesca, para seducir y abandonar a la mujer, tratando de tenerla doblegada "a sus pies" en lugar -cabe suponer- de sentir angustiosamente el peligro de ser abandonado por ella, y desmintiendo así su dependencia; estos actings de José habían vuelto a poner de manifiesto que hasta la patología se daba "en espejo" en estos gemelos, y en particular el talón de Aquiles -léase herida narcisista- de ambos.

El abuso de drogas y alcohol reflejarían el padecimiento y la búsqueda orales y la relación con un pecho persecutorio que envenena en lugar de suministrar el buen alimento; y el querer llenar un vacío, a través de la fusión con un objeto ideal, aunque "la droga" o el fetiche de cada uno de los hermanos no parece corresponder en especial a sustancia, bebida o mujer alguna, siéndolo finalmente y sobre todo el propio gemelo...

Hasta aquí el gemelo es para cada hermano el propio Yo (Yo ideal) y sustituye a la madre ideal de la díada, preedípica y por tanto provista de falo, con la que uno y otro ansían fusionarse (identificación primaria).

La resignificación edípica de la relación gemelar

Pero también cabe señalar la resignificación que desde lo edípico experimentaría la relación entre los gemelos. En este sentido el gemelo puede pasar a representar también a la madre y al padre edípicos, como objeto rival o de amor. Así, parecía prestarse para suplir no sólo la falta de la madre sino también la del padre distante, inalcanzable, que además debían compartir con la madre y tantos hermanos y cuyo pene buscaría incorporar Jorge en sus masturbaciones anales con el objeto alargado extraído del escritorio de su progenitor. Manifestaciones del edipo, anticipado desde la relación gemelar, en la que la libido homosexual del complejo fraterno influiría facilitando y reforzando el camino al edipo invertido (Maldavsky, 1998). Por otra parte, ambos gemelos se identificaron con el donjuanismo y la erotomanía del idealizado padre. Nicolini y Schust (1992a) han descripto en caracteres hipomaníacos la identificación con el objeto idealizado perdido. En Jorge- y en José- cabía inclusive pensar en la identificación con el padre idealizado en relación con los rasgos caracteriales narcisistas y maníacos.

Pero no he de extenderme más en este punto. He querido al menos hacer mención de la resignificación edípica, si bien en el análisis de Jorge a mi entender lo predominante era, en lo que a la relación gemelar se refiere, el sistema narcisista que habían establecido con su hermano y que remitía a etapas muy primitivas del desarrollo del Yo. A. Lichtmann (1987) comenta acerca de sujetos narcisistas que el acceso al nivel edípico puede llevar toda una vida y el análisis extenderse considerablemente.

Sueño y trauma infantil temprano

Volvamos al trauma infantil temprano. El mismo no alcanzaría representabilidad, teniendo una expresión esencialmente económica. ¿Correspondería al inconsciente no reprimido, a lo en sí mismo incapaz de conciencia, por no estar ligado a la palabra, ya que provendría de un momento anterior a la adquisición del lenguaje? ¿Se trataría, entonces, del inconsciente escindido? (Marucco, 1978; 1978a; 1980). Otra posibilidad sería que estas situaciones traumáticas tempranas cayeran bajo la represión primordial (Urverdrängung. Freud, 1915a), como propusieron, entre otros, Maldavsky (1978; 1979a) y Piedimonte (1979); en determinado momento Marucco (1978a) ha explicitado el parentesco que para él habría entre la Urverdrängung y la escisión (Spaltung) del narcisismo primario a la que venimos aludiendo. De un modo u otro (retorno de lo real, desmentido y escindido, o bien retorno de lo reprimido), ello nos remite a algo que no podrá ser recordado y sí en cambio repetido, que vuelve del "más allá", territorio de lo siniestro y a lo que no tendremos acceso, siendo sólo cognoscible desde derivados muy desfigurados y susceptible de construcciones.

No obstante en cierta oportunidad y sobre a las que a la sazón serían las postrimerías del análisis, Jorge aportó un sueño cuyo contenido manifiesto, a manera de un recuerdo encubridor, parecía dar indirectamente testimonio de aquello que no habría podido hasta entonces ser recordado ni simbolizado:

    Una mujer apoyaba sus senos en el rostro de Jorge. Durante el sueño él se sentía sumamente conmovido, experimentando "una especie de nostalgia", pero no sabía de quién o por qué y que en definitiva no podía explicarse ni traducir suficientemente en palabras. Asoció a la mujer con su madre.

Esta simbolización onírica, presente en un momento significativo del proceso analítico de Jorge encubriría, pero al mismo tiempo aludiría al trauma psíquico temprano, causado por la carencia materna?. Fijación oral, territorio de la identificación primaria, categoría del ser (" yo soy el pecho". Freud, 1938). Nostalgia del pecho materno (como tal vez pensaría Klein, o incluso el propio Freud del Esquema del Psicoanálisis o aun de los Tres Ensayos); de lo que no se tuvo (Freud nos dice en 1940[1938] que la mayor nostalgia que puede tener un niño es la del pecho que no tuvo). Si en verdad está en juego un afecto de nostalgia, éste indica, como señala Masciangelo ( 1988), "[...] la falta, es decir una ausencia transformada en presencia potencial, remitiendo a la representación y al símbolo antes que al vacío desesperado de la ausencia en términos de pérdida real". La nostalgia acompaña en estas circunstancias a la compulsión repetitiva y al sentimiento de lo siniestro. El sueño enmascara aquí con cierto éxito la situación traumática (Garma, 1940; 1970); la fantasía embellece y encubre el vacío; la total dependencia de la madre proveniente del desvalimiento del bebé es asimismo encubierta en el sueño por medio de la inversión en la imagen onírica, en la que es el pecho el que se apoya en el rostro –por otra parte, adulto- de Jorge y no al revés. (De nuevo invierte la situación. Que sea el objeto quien dependa de él).

Si bien no llegamos a abordar mayormente estos niveles en el análisis, no podría descartar en esta simbolización del paciente una posible incidencia de la palabra oída del analista, perteneciente a algunas de mis interpretaciones o construcciones.

El odio a la madre

Un tema se repetía en sus sueños con cierta frecuencia: asesinaban a su madre. La labor analítica condujo a la asociación de tales sueños con algo que le había sucedido a lo largo de mucho tiempo: a menudo, antes de dormirse, lo asaltaba una enigmática fantasía en la que se veía disparando un rifle. Esto me llevó a pensar en el odio encubierto hacia la figura de su progenitora. El matricidio sería sobre todo consecutivo al abandono filicida de parte de ésta, tal como lo plantea Arnaldo Rascovsky (1968) en sus decisivas aportaciones sobre el filicidio.

Creo que no se tiene demasiado en cuenta que, según ciertas versiones del mito (véase Graves, 1967), entre las que se incluye la de Ovidio (la más completa), Narciso nació a consecuencia de que su madre, la ninfa Liríope, fue violada por el dios Cefiso. De lo que cabe deducir que, al igual que Edipo, no fue un hijo deseado. ("¿Será por eso que debió quererse a sí mismo, tanto y tanáticamente?", se pregunta Woscoboinik [1996] ). Y tampoco se suele tener presente al acudir al mito que en algunas versiones Narciso acaba asesinando a su madre.

Las tendencias autodestructivas y el filicidio

Claramente evidenciables en ambos hermanos, las tendencias autodestructivas nos conducen a pensar, junto al mecanismo de la regresión en la que un narcisismo tanático parece arrastrar al reposo nirvánico, en la incidencia primaria, profunda e intensa de las identificaciones primarias narcisistas. Al respecto, resulta sumamente interesante recordar lo que señala Mayer (1982). Éste se refiere a "[...] la interiorización en el hijo [...] de los sentimientos filicidas de sus progenitores interiorizados por la vía de las identificaciones primarias narcisistas", y postula además la conformación de un Yo Ideal letal como una estructura tanática "[...]que es el residuo de los sentimientos filicidas, interiorizados por el hijo, que se expresan en él como mandatos -compulsiones- de fracaso, ruina, enfermedad o muerte".( Las cursivas son mías).

4. Algunas conclusiones

Sintetizando, acerca de la historia de Jorge cabe postular lo siguiente:

    • La relación gemelar en tanto vínculo incestuoso erogeneizado experimentaría una sobreinvestidura, pasando a un primer plano, debido especialmente al déficit materno, constituyendo un sistema narcisista gemelar que sustituiría, desplazamiento mediante, a la fallida unión simbiótica madre-niño para desmentir el desamparo y compensar dicho déficit.
    • El trauma psíquico temprano (herida narcisista) ha llevado a una fijación que mantiene al sujeto sumido en una fantasmática narcisista, la cual se traduce -de modo no exclusivo aunque sí fundamental- en la estructura vincular-especular con el gemelo.
    • Se agrega la falla en la función paterna, que dificulta aún más el acceso a la triangularidad edípica y contribuye a mantener el predominio de un universo narcisista.

Pero, para finalizar, diría que estimo no es imprescindible considerar que en toda unión gemelar de esta naturaleza e intensidad haya invariablemente que presumir que a ella subyace -y lo que la motive sea siempre, como tal vez pensaría Green (1983)- una tal situación traumática. Es que habría que contar con la presencia, además, y antes que nada, de cierto e inevitable grado de fascinación especular en todo aquel que crece junto a alguien que es idéntico o muy parecido y que tiene además la misma edad. ("El hermano es un semejante demasiado semejante", reflexiona Brusset (1985), y Kancyper (1991; 1995) lo sigue. Yo insisto: si es gemelo será doblemente semejante, y valga lo de "doblemente" en más de un sentido). ¿Llevará todo esto, desde la necesidad universal del doble, a un arrobamiento por la imagen cautivante del otro -que es la propia, identificación especular (Lacan, 1936) mediante, garante del ser-, tal que promueva el tentador anclaje en dicha imagen, Yo ideal, formidable reaseguro narcisista? Considero posible que así sea en muchas ocasiones...

Aún me resuenan aquellas palabras de Jorge: " Usted no puede saber lo que se siente por un hermano gemelo..." 
 

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