aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 011 2002 Revista Internacional de Psicoanálisis Aperturas

La perspectiva intersubjetiva y sus destinos: la terapia psicoanalítica de pareja

Autor: Spivacow, Miguel

Palabras clave

Bidireccionalidad, Ensambles inconscientes, intersubjetividad, Terapia de pareja, Trama interfantasmatica, Vinculo.


Las contribuciones teóricas y clínicas en el psicoanálisis contemporáneo destacan la importancia del otro en los funcionamientos psíquicos del sujeto, en oposición a lo que Stolorow y Atwood han llamado el “mito de la mente aislada” (1992, pag. 7). Estas contribuciones, no obstante su heterogeneidad, constituyen  una perspectiva teórico- clínica, la perspectiva intersubjetiva, en la cual el psiquismo es un sistema abierto en continuidad - discontinuidad con el otro/otros, y la comprensión de las determinaciones y funcionamientos psíquicos se apoya en la consideración de este sistema abierto sujeto –otro/s.

     En las líneas que siguen expondré mi modo de conceptualizar la perspectiva intersubjetiva tomando como terreno de ejemplificación la terapia psicoanalítica de pareja. La idea es recorrer un ida y vuelta: de los presupuestos más generales a las características de una práctica clínica singular, la terapia psicoanalítica de pareja. (Nota Nº 1)

 1.- Algunas definiciones

    Así como un cuerpo físico tiene tres dimensiones - alto, largo y ancho-, en todo suceso psíquico podemos distinguir tres dimensiones: intrasubjetiva, intersubjetiva y transubjetiva. Estas tres dimensiones no son las únicas a aislar; hay otras, pero no me ocuparé de ellas.

    La dimensión intrasubjetiva es aquella que se refiere a los funcionamientos internos del sujeto: corresponde fundamentalmente a los procesamientos en la fantasía, mundo interno o realidad psíquica, tal como fueron descriptos por Freud. En ellos el otro tiende a ser reducido a la condición de objeto interno y desconocido en su alteridad y autonomía, en el decir de Piera Aulagnier, “el deseo es poder” (1977). Los funcionamientos psíquicos en esta dimensión tienden a desconocer la bidireccionalidad.

    La dimensión intersubjetiva se centra en los funcionamientos que dependen de la bidireccionalidad sujeto <-->otros y que, por ende, surgen, se mantienen, refuerzan, evolucionan o desaparecen en virtud de esta bidireccionalidad. Esta dimensión considera al psiquismo como un sistema abierto que constituye una unidad de funcionamiento con el otro/los otros del contexto intersubjetivo.

    La dimensión transubjetiva se centra en la interinfluencia de un hecho psíquico con los códigos y procesos socio-culturales que, en rigor, forman parte del hecho mismo; analiza esa zona de continuidad “interioridad-exterioridad social” entre el sujeto y las representaciones de origen cultural y social en que vive inmerso y están internalizadas. Intentando aislar con fines expositivos lo transubjetivo -cuya consideración no es el objetivo de este artículo- podemos decir que está constituido en lo fundamental por representaciones inconscientes de la cultura y tiende a ser reconocido en su importancia y autonomía en situaciones extremas (guerras, catástrofes sociales, crisis económicas, desempleo generalizado, inmigración, etc.). En las situaciones estables y favorables hay una tendencia del psiquismo a negar la incidencia de lo trans en la vida psíquica y sostener convicciones sobre la “naturalidad” de las instituciones socioculturales y la “normalidad” de la sociedad en que se vive, incluida la pareja.

    Todo suceso psíquico es tridimensional. Una dimensión no existe sin la otra; se trata de tres aspectos, tres recortes de un único suceder; cada una remite a registros del psiquismo que son solidarios aunque heterogéneos entre sí. No existe entre una y otra dimensión una demarcación nítida. Al considerar una dimensión se aísla una parcialidad y se permite, a mi criterio, una mejor comprensión de algunos aspectos de la clínica; esta ventaja en la clínica es la justificación más importante para introducir la idea de estas tres dimensiones.

    Se habla, a veces, con la intención de ser claro, de un ‘predominio’ de una dimensión sobre otra. Puede decirse, por ejemplo, que en una neurosis obsesiva predomina la dimensión intrasubjetiva, o que en un caso de abuso infantil, predomina la dimensión intersubjetiva. Ahora bien, aunque cada suceso psíquico se configura con una diferente relevancia de cada dimensión, siendo estrictos, es discutible hablar del ‘predominio’ de una dimensión en un hecho psíquico. ¿Acaso puede decirse en el H20 si predomina el hidrógeno o el oxígeno? Lo que se quiere decir al hablar de predominancias es que, desde la perspectiva que momentáneamente se asume, la dimensión que “predomina” adquiere una mayor relevancia en la configuración del proceso psíquico y/o del abordaje terapéutico.

    En la descripción de estas tres dimensiones, la palabra “intrapsíquico” tiene un arrastre semántico que llama a confusión. Las tres dimensiones son “intrapsíquicas”. El psiquismo no es exclusivamente “intra”personal o “intrapsíquico”, es abierto e incluye sucesos del otro y de lo trans; vale para él la lógica de la banda de Moebius. Si se asume la idea de un psiquismo abierto es mejor no utilizar el término “intrapsíquico”.

     En las palabras intra, inter y trans-subjetivo, el vocablo “subjetivo” designa lo relativo al sujeto como ser individual o entidad aislable. Lo intrasubjetivo es lo interior al sujeto como ser individual, un espacio ficcionalmente separable, exclusivamente interior: podría ser ubicado por dentro del contorno del esquema freudiano de El Yo y el Ello. Lo inter no puede ubicarse en el interior del esquema citado de El Yo y el Ello. Es aquello del psiquismo que también abarca productos del otro; por ende es “aquello de lo individual que no es exclusivamente individual”, expresión paradojal que refleja una de las perplejidades de la vida psíquica: el sujeto singular consiste en funcionamientos psíquicos del otro.

    De acuerdo a esta terminología, lo intersubjetivo y lo transubjetivo incluyen representaciones de un exterior que permanecen en un estado exterior / interior (tipo banda de Moebius) sin que un proceso de internalización las reduzca a la condición de exclusivamente interiores.

    Los funcionamientos de la dimensión intersubjetiva son supraindividuales, propios de un psiquismo abierto, y abarcan sucesos del otro, tradicionalmente descriptos como exteriores. Mantienen su heterogeneidad en el interior de la subjetividad funcionando como cuerpos extraños que persisten como tales. El psiquismo del sujeto singular incluye en su funcionamiento producciones del otro y de la cultura no homogeneizadas por los procesos de internalización y que alcanzan el status de representabilidad. Son representaciones: cumplen con lo que Andrée Green llama el “postulado de la representación, dando a este concepto la máxima extensión posible, siguiendo la huella de su expresión de lo originario más remoto hasta las producciones más sublimadas.” (pag. 212,  en Hornstein y otros).
 
    Ahora bien, antes de seguir, una precisión terminológica: cada dimensión es mejor analizada desde cierta perspectiva teórica, es decir desde un conjunto organizado de conceptos y herramientas teóricas. Este es el sentido con que hablamos de una perspectiva intra, inter o trans. Las perspectivas inter, intra o trans son las que mejor permiten analizar las dimensiones homónimas. Dimensión y perspectiva no son sinónimos: la perspectiva es la posición teórica del observador; la dimensión es un aspecto del suceder estudiado.

2.- Articulación en la clínica de las diferentes perspectivas

     La diferenciación de tres dimensiones en la vida psíquica es una  manera de concebir el psiquismo cuya justificación radica en la utilidad que tiene en el abordaje clínico.
    Algunas corrientes psicoanalíticas “tradicionales” -si es que esta denominación tiene sentido-, tienden a jerarquizar el análisis de lo intrasubjetivo y la operación clínica en este nivel (Nota Nº 2). En esta perspectiva se da prioridad a lo relativo a los dinamismos, procesos y determinaciones psíquicas interiores al propio sujeto y no se incluyen otras dimensiones con la suficiente jerarquía. En este tipo de teorización es poco considerada la interacción con los padres en el abordaje clínico del niño y del adolescente, se descuida lo intersubjetivo. Igualmente lo transubjetivo no es suficientemente jerarquizado como dimensión eficaz y, por ende, hay problemáticas que quedan en tinieblas: violencia familiar, violencia social, inmigración. La perspectiva intrasubjetiva “tradicional” es válida e insustituible, pero limitada.

    La perspectiva intersubjetiva estudia privilegiadamente las determinaciones psíquicas resultantes de la interinfluencia con un otro u otros, determinaciones que incluyen lo exterior al sujeto: el contexto intersubjetivo. Es también un punto de vista limitado y la clínica psicoanalítica requiere de la utilización complementaria y articulada de las perspectivas intersubjetiva y transubjetiva con la intrasubjetiva, junto a otras de las que no me ocupo dado que no hacen a lo central de este artículo. Solo de esta manera podremos dar cuenta de la complejidad (Morin, E.) que nos ocupa.

    En el análisis de un sufrimiento amoroso desde la perspectiva intrasubjetiva “tradicional”, el paradigma es el del aparato psíquico conteniendo conflictos, objetos y determinaciones internas. Desde la perspectiva intersubjetiva esta visión debe articularse a otro paradigma: el vínculo, campo relacional en el cual la experiencia psíquica de los participantes se determina recíprocamente. Aquí los conceptos claves son intersubjetividad, vínculo, bidireccionalidad, trama interfantasmática, ensamble inconsciente. No se trata, en ningún sentido, de ver las perspectivas intra e inter como antagónicas, la tarea es realizar las articulaciones que den cuenta de la complejidad en juego.

3.- Conceptos básicos de la perspectiva intersubjetiva

    Desde la perspectiva intersubjetiva la premisa fundamental es que la experiencia  psíquica y los procesos mentales son el producto de la influencia recíproca entre el sujeto y el otro/otros del  contexto intersubjetivo.

    Un vínculo es, desde la perspectiva inter, la estructura básica del funcionamiento mental: un espacio de interinfluencia y determinación psíquica, generado por las investiduras recíprocas de dos o más sujetos cuyos psiquismos son abiertos. Las investiduras deben ser significativas; si el sujeto y el otro no están enlazados por cierta satisfacción pulsional no transitoria, la consistencia de la relación no alcanza a constituir un vínculo.

    El vínculo constituye una estructura o sistema en que ambos miembros guardan entre sí una relación de autonomía relativa y determinaciones recíprocas. En virtud del vínculo surgen cualidades del suceder psíquico no incluidos en los psiquismos individuales; la influencia recíproca o bidireccionalidad redefine y modifica lo propio de cada polo, generando fenómenos de creación y de pérdida. Valga la redundancia, un vínculo no es un subconjunto del aparato psíquico freudiano, ni una relación de objeto internalizada; es un contexto que incluye al menos dos aparatos psíquicos abiertos.

    La bidireccionalidad es la característica fundamental del psiquismo en el vinculo y en la intersubjetividad: la actividad psíquica, conciente e inconsciente, está determinada por la interinfluencia con el otro. “La idea de bidireccionalidad [...]es clave [...] de un modo de pensar lo intersubjetivo ...”  (Vidal Cortinas, R.). Las interpretaciones bipolares son las que muestran el funcionamiento bidireccional: “Cuando él hace esto, tal vez sin que ninguno se dé cuenta, promueve esta respuesta de ella, que a su vez promueve en él…, etc.”.

     La bidireccionalidad reubica en un lugar protagónico de nuestra teoría del psiquismo una vieja verdad: toda realidad depende y se define en su contexto; en este caso, el contexto intersubjetivo. Cuando un partenaire dice al otro, refiriéndose a su trabajo, o a su carácter difícil, o a su mamá: "esto es un problema mío", afirma una falsedad o más exactamente una parcialidad, en tanto desconoce la bidireccionalidad y el impacto en el otro y del otro. La bidireccionalidad relativiza y redefine lo mío-tuyo, lo externo-interno, lo motivacional, lo afectivo, lo cognitivo; si se la ignora no pueden entenderse los significados que para uno adquieren las conductas del otro, las respuestas, las propuestas, etcétera.

     La consideración de la bidireccionalidad como factor activo en los procesos psíquicos lleva a una diferente teorización de la fantasía y a la introducción de un nuevo concepto: trama interfantasmática.

     La fantasía, escenificación imaginaria que al ser teorizada por Freud fue concebida como predominantemente determinada por los deseos inconscientes resultantes de la organización pulsional, muestra determinaciones de otra índole al ser estudiada en un contexto intersubjetivo. La interinfluencia con otro del presente pasa a ser un factor protagónico. El sujeto y el otro constituyen una unidad en la que no sólo se juegan procesos internos a cada sujeto, relativamente ajenos a la influencia actual del otro, sino también modelados recíprocos de fantasías, sinergias y antagonismos, activaciones y desactivaciones correlativas; procesos que según el vínculo y suceder psíquico, cobran mayor o menor protagonismo.

     El concepto de trama interfantasmática  reformula las concepciones tradicionales de fantasía y/o fantasma, centradas en lo intrasubjetivo. La trama inter toma como modelo de psiquismo un sistema abierto con procesamientos en continuidad con el otro; sin desconocer las determinaciones internas, se ubica en las antípodas de las concepciones reduccionistas para las cuales la fantasía “… parecería tener una génesis propia  a partir de la pulsión.” (Bleichmar, H., pag. 118) La articulación, discontinuidad y coalescencia de dos mundos fantasmáticos constituye una única trama interfantasmática.

    Una situación paradigmática para ilustrar la utilidad del concepto de trama inter es el mundo fantasmático de un niño y su madre: ambos se influyen y determinan recíprocamente y para entender lo que sucede en un polo debe considerarse lo proveniente del otro. Para cada uno, el otro es un objeto exterior y ajeno y al mismo tiempo interior: una suerte de cuerpo extraño interior. Entre los dos sujetos, según la perspectiva y detalle en el análisis de la trama inter, se ve la coalescencia o la discontinuidad entre las escenas fantasmáticas individuales.

    El concepto de trama interfantasmática ayuda a entender mejor muchos funcionamientos psíquicos en los conflictos matrimoniales.

    Julio y Sara consultan por situaciones frecuentes de violencia excesiva.
    Una escena habitual en sesión es que ella relate  escenas familiares en que él aparece desvalorizado como un padre débil y sin llegada a los hijos; el discurso de Sara promueve en él fantasías de impotencia. La respuesta de él son descalificaciones autoritarias que derrumban cualquier fantasía de ella respecto de una femineidad exitosa. Estas situaciones terminan habitualmente en escaladas de agresión recíproca.

    Por supuesto, las  posiciones subjetivas de ambos se sostienen en constelaciones intrasubjetivas: ella funciona identificada con una madre fálica desvalorizante del lugar del hombre y él está identificado con un varón violento, cuya masculinidad se simboliza en una escasa conexión con el medio familiar e irrupciones agresivas en él. El concepto de trama interfantasmática –esto es lo que quiero subrayar- agrega a lo anterior la comprensión de las activaciones y desactivaciones recíprocas, las sinergias y antagonismos, los modos fijos de intercambio e interacción entre ambos (lo que más abajo se describe como ensamble inconsciente): Ella, desde su lugar omnímodo, activa en él respuestas agresivas y él, con su agresividad, activa en ella una actitud defensiva de soberbia omnipotente. Entre los dos construyen un clima vincular sin reposo, que llaman “de ataque inminente” y que se basa en la sinergia entre ambos de la destructividad. Y en virtud de los ensambles inconscientes el vínculo asegura a los dos no tomar contacto con las dificultades propias en lo relativo a la sexualidad.
    La teorización del funcionamiento de las fantasías en una trama intersubjetiva permite entender mejor los círculos viciosos por los que consultan: desvalorización ---> impotencia ---> autoritarismo ---> madre todopoderosa sin espacio mental para un compañero ---> etc. etc.

     Dada la relevancia de la cuestión definiré brevemente los principales funcionamientos en la trama interfantasmática: activación, desactivación, convergencia, divergencia, sinergia, antagonismo, modelado recíproco, formación de fantasías.

    En un vínculo, el contacto con otro activa en cada uno de los sujetos algunos funcionamientos y contenidos inconscientes, mientras otros se desactivan (activación= aumento de la energía de  investidura). Todos recordamos, por ejemplo, como algún profesor estimuló (activó) en nosotros algunos funcionamientos, también vemos en la clínica como en respuesta a una conducta del otro vivida como injuriante puede suceder la aparición de una fantasía grandiosa que de otra manera no hubiese surgido.

    Desde el punto de vista de las similitudes y diferencias entre las fantasías individuales de cada polo en la trama, se dan fenómenos de convergencia fantasmática tanto como de divergencia. En cuanto a las convergencias, la coincidencia puede referirse a los contenidos, matrices, afectos u otro aspecto de la fantasía.

    La divergencia consiste en la diferencia entre argumentos fantasmáticos, afectos u otro aspecto de la fantasía. Las escenas o contenidos fantasmáticos de ambos polos no son nunca absolutamente idénticas; en la mayor semejanza subsiste entre ambos sujetos la singularidad. La coincidencia en la convergencia es siempre parcial y macroscópica; en un análisis microscópico, aparece la divergencia, toda fantasía es singular. En los niveles microscópicos, todo es divergencia. Ambos niveles, macroscópico y microscópico, existen y tienen poderosos efectos.

    Las intervenciones en las que se equipara la participación de ambos polos, se basan generalmente en el diagnóstico de fenómenos de convergencia. Por ejemplo, si se les dice que flota entre ambos un clima en que “si uno tiene razón, el otro no la tiene ni puede tenerla” , es porque en el nivel de análisis macroscópico hay una convergencia de funcionamientos fantasmáticos pendulantes en el eje arrogancia <---> derrumbe (u otro similar). Hay convergencia en la pendulación (y divergencia en los contenidos). La convergencia, repito, es siempre parcial y, en este caso, se refiere a este aspecto del funcionamiento psíquico: la pendulación.

    En la trama interfantasmática, tanto entre las fantasías que divergen como entre las que convergen, se establecen siempre influencias cruzadas e interdeterminaciones de manera que, en sentido estricto, todo ejerce efectos en la trama inter y en el vínculo. Un ejemplo: un señor tiene una doble vida, una segunda familia “clandestina” en un lugar del interior del país al que viaja los fines de semana. ¿Podemos pensar que este conglomerado fantasmático no ejerce efectos en el vínculo y el intercambio con la esposa oficial? Ella puede no saberlo pero algo o mucho de este conglomerado, directa o indirectamente, entra en el intercambio y ejerce efectos en el vínculo y en la trama.

    Las fantasías de los miembros en la trama interfantasmática pueden ser sinérgicas o antagónicas. Son sinérgicas cuando, no obstante la singularidad y la divergencia, la energías de ambas fantasías tienden hacia una dirección parecida y concurrente. Por ej., una pareja negocia inconsciente y concientemente una mudanza y alcanza cierto sinergismo que le permite mudarse. El antagonismo sucede cuando las energías apuntan a direcciones suficientemente diferentes y de efectos neutralizantes: la mudanza se posterga indefinidamente.

    Las convergencias y divergencias se refieren a los elementos componentes de la fantasía; las sinergias y antagonismos a las energías y fuerzas resultantes. El antagonismo o la sinergia no dependen de la convergencia fantasmática. Son habituales divergencias fantasmáticas que resultan sinérgicas en el despliegue de fuerzas. Por ej. puede haber sinergia, colaboración conciente e inconsciente recíproca en cuanto a que él se ocupe del trabajo o ella de los niños aunque las fantasías de cada uno sobre el quehacer del otro o sobre los niños sean francamente divergentes.

     Lo sinérgico o antagónico se presta a equívocos cuando no se aclara en qué nivel se está utilizando el término. Debe referirse a la relación de potenciación o anulación entre diferentes fantasías. Los antagonismos se presentifican en la clínica, según el nivel de conflicto, como lo “no compartido” o lo “incompatible”. Los sinergismos suelen ser  referidos como “acuerdos” o “igualdades”: “en eso somos iguales” ( ! ). Los pacientes pueden vivir en lo conciente como sinérgicas relaciones que en el nivel inconsciente son antagónicas o viceversa. Por ej. entre ellos puede haber antagonismo conciente respecto de si la madre de ella debe o no venir a almorzar todos los domingos, lugar  “excesivo” para él y “normal” para ella. El terapeuta puede, en cambio, descubrir un sinergismo inconsciente: él inconscientemente convoca a la suegra porque se siente débil para sostener sólo él a la familia y ella la convoca porque se siente una nena desprotegida. Hay entre ambos antagonismo conciente y sinergismo inconsciente. Para que los términos sinergia y antagonismo sean útiles debe aclararse el aspecto de la fantasía a que se refieren y si es conciente o inconsciente.

     En cuanto al modelado recíproco, cada sujeto, cada polo de la trama interfantasmática ejerce sobre el otro cierta influencia generalmente no intencional. Puede describirse como una violencia (Aulagnier, P.) que intenta modelar la actividad fantasmática y de pensamiento del otro de acuerdo a las semantizaciones del sujeto y su definición del vínculo. O bien tratarse de la reverie descripta por Bion (1962), en que una respuesta emocionalmente continente del otro abre a procesos de simbolización y, por ende, remodelación y (eventualmente) formación de fantasía.

    Los procesos de formación de fantasía son aquellos en los cuales un polo introduce percepciones, juicios, sentimientos en el psiquismo del otro. La diferencia entre los procesos de modelado y los de formación de fantasía no es nítida. Los primeros constituyen una remodelación de un existente, los segundos corresponden a la producción de algo más radicalmente nuevo. El modelo para pensar estos últimos es la relación hijos – padres.

     El concepto de trama interfantasmática es solidario con el de bidireccionalidad. Las inducciones e interinfluencias fantasmáticas entre los polos son siempre bilaterales. Lo “exterior” a un sujeto debe siempre pensarse en relación al terreno fértil de la disposición “interior”. En un vínculo, toda inducción es recíproca y deben considerarse como agentes activos tanto al polo inductor como al inducido pues éste es también inductor.

     En la bidireccionalidad coexisten dos modos del suceder psíquico: un componente de repetición o estructura y otro componente de novedad o acontecimiento que no puede ser explicado por las leyes propias de la estructura vincular. En cuanto a los funcionamientos de repetición específicos del vínculo singular, hay pautas no explícitas que estipulan los intercambios y las participaciones de ambos sujetos: ensambles inconscientes.

     Los ensambles inconscientes establecen los carriles habituales para la bidireccionalidad, delimitan y “fijan” bilateralmente las posiciones subjetivas de cada partenaire, cada una sosteniendo a la otra. El ensamble inconsciente organiza el reparto de roles y participaciones que asegura la homeostasis narcisista de cada polo. Es, en el nivel vincular de la repetición, el correlato intersubjetivo de la organización defensiva intrasubjetiva. También es válida la inversa ya que, en un vínculo, cada dimensión retroalimenta a la otra y se hace difícil decir qué es primero, si el huevo o la gallina.

     El concepto de ensamble inconsciente da cuenta de un cierto nivel de ajuste y estabilización en el intercambio, inconscientemente establecido. No debe pensárselo, en ningún sentido, como un convenio concientemente estipulado entre los sujetos interactuantes.

     Los ensambles inconscientes son articulaciones entre los sujetos, nudos de facilitaciones e inhibiciones que abarcan ambos psiquismos y dan cuenta de lo inercial en el funcionamiento vincular. Es habitual, por ejemplo que una mujer con dificultades en la genitalidad esté unida a un compañero que “tolera” -en realidad necesita- este tipo de funcionamiento en ella, para así no ser desbordado por sus propias dificultades (por ejemplo alguna forma de impotencia). En el varón, la expresión manifiesta del ensamble inconsciente puede ser que “ella es la que tiene dificultades,  yo no… pero yo la comprendo” y la vida sexual de la pareja está organizada sobre esta base. El ensamble inconsciente tiene con frecuencia una superestructura conciente de acuerdo y una infraestructura inconsciente de malentendido.

     Los ensambles inconscientes son periódicamente reformulados. Si la evolución personal de cualquiera de los compañeros implica necesariamente reorganizaciones y remodelaciones en lo intrasubjetivo de la organización defensiva, huelga decir que tambien la evolución conlleva reorganizaciones y remodelaciones en los modos habituales de vinculación con el otro, es decir en los ensambles inconscientes.

     El término ensamble evoca un abanico de significados: acuerdo, arreglo, colusión, alianza, complicidad, etc. Muchos autores han propuesto otras denominaciones para los fenómenos del tipo del ensamble inconsciente: “contratos inconscientes” (Puget - Berenstein), “colusión” (Willy), “acuerdos defensivos” (Lemaire) o “alianzas inconscientes” (Kaës). Como dije, explican algunas articulaciones, no el 100% de la vida de relación: sabemos que en la vida suceden muchas cosas que exceden los carriles de la repetición y que siempre queda un importante espacio abierto a la novedad y el acontecimiento (aquello que se produce por fuera de las leyes de un sistema, la repetición de sus funcionamientos habituales).

     La perspectiva intersubjetiva implica la modificación de muchos desarrollos en  la teoría psicoanalítica: la concepción de lo inconsciente, la doctrina de la resistencia y la represión, la sexualidad infantil y el complejo de Edipo, para mencionar las fundamentales (Freud, S. 1923. A.E. tomo XVIII pag 243). Básicamente, desde esta perspectiva, lo que Freud llamaba aparato psíquico no puede ser considerado como una estructura aislada o autosuficiente, tanto desde el punto de vista del funcionamiento mental, como desde el punto de vista del proceso terapéutico.

     En cuanto a la represión, lo que el niño reprime está determinado bidireccionalmente por la interinfluencia entre sus procesamientos intrasubjetivos y las semantizaciones, permisos y prohibiciones de su núcleo familiar, muy especialmente la madre. También las resistencias del paciente en el contexto clínico solo pueden ser entendidas a la luz de las resistencias en el analista: lo resistido debe ser pensado desde la bidireccionalidad. “...ambas subjetividades, la del paciente y la del analista, contribuyen a la forma y al contenido del diálogo que emerge entre ellos.” (Lyons – Ruth, 1999). La sexualidad infantil y el complejo de Edipo no son un producto exclusivo de la pulsionalidad operante en el niño. Ésta está marcada, constituída, determinada por el contexto intersubjetivo familiar. Lo reprimido, prohibido o aceptado en cuanto a sexualidad en el niño está en mucho determinado por lo que en este terreno sucede en el psiquismo de la madre y el medio familiar.

     El inconsciente debe ser pensado como una unidad abierta. Para ser sintético diré solamente que su unidad mínima de funcionamiento, la representación, debe ser concebida como una estructura intersubjetiva. Beebe y Lachmann afirman: en las más tempranas representaciones, lo representado “…es un fenómeno diádico emergente, estructuras de la interacción, que no pueden ser descriptos sobre la base de uno solo de sus participantes.” (1988, pag. 305) Aparece como un desafío teórico, también, dar cuenta de los distintos modos de representación en el inconsciente de la experiencia relacional (Lyons – Ruth, 1999).
     En fin: “Se suele aceptar que ciertas funciones yoicas o del superyó pueden ser desempeñadas por el otro, que ciertos aspectos de estas subestructuras nunca se han desarrollado o que han sido delegadas en el otro, pero existe dificultad para llevar a fondo esta concepción sobre la relación entre dos psiquismos y extraer todas las conclusiones que de ella se derivan.”( Bleichmar H. pag. 128)
 

4.- La intersubjetividad y la cuestión de la indicación. La terapia psicoanalítica de pareja

    Veamos cómo lo anteriormente expuesto se refleja en el abordaje clínico y en la indicación y, más específicamente en la indicación de terapia de pareja.

    En los diferentes sufrimientos psíquicos juega un diferente papel la dimensión  intersubjetiva y esto debe tener su correlato en el diseño del proceso terapéutico y la indicación. Cada dispositivo pone preferentemente en movimiento diferentes trabajos psíquicos: los dispositivos vinculares dan lugar a un despliegue más explícito de lo intersubjetivo, en virtud de la presencia del otro. El dispositivo individual, en cambio, en virtud de la ausencia del otro, permite un despliegue más explícito de lo intrasubjetivo: el mayor despliegue de los registros del otro en tanto objeto interno. En cuanto al tratamiento, junto a la singularidad de cada caso, debe considerarse que cada dispositivo habilita un mejor abordaje de cierta dimensión de la vida psíquica. Por ejemplo, en un caso de maltrato infantil posiblemente sea prioritario operar sobre las determinaciones inter y convenga, por ende, un dispositivo que abarque a ambos polos, el maltratado y el maltratante. Por el contrario, en una neurosis obsesiva en un adulto, posiblemente lo fundamental sea operar sobre las determinaciones intra y el dispositivo más conveniente sea el dispositivo individual.

    Una pareja amorosa es un vínculo al que, en consonancia con  lo expuesto, estudiaremos desde varias perspectivas, al menos dos diferentes y articulables niveles de determinación psíquica: el individual o intrasubjetivo y el interpersonal o intersubjetivo. ¿Cuáles son los sufrimientos en los que puede convenir un tratamiento analítico de pareja? Aquellos en los que tiene relevancia lo intersubjetivo, en los cuales adquieren peso las determinaciones que incluyen al compañero, la bidireccionalidad, los ensambles inconscientes, los funcionamientos descriptos al hablar de la trama inter.

    Adolfo y María de los Ángeles hace tres meses que realizan una terapia de pareja, una vez por semana. Uno de los motivos de consulta es la alternancia entre períodos de discusiones muy violentas y semanas en que Adolfo no le habla a María de los Ángeles.

    Llegan 15 minutos tarde y ella entra con expresión triunfante: Adolfo se había olvidado que hoy había sesión. En la sesión anterior él se había quejado amargamente de las impuntualidades de María de los Ángeles: “es una boluda”, concluía con un tono terminante y despreciativo. Se instala un clima amistoso. Adolfo descarta toda responsabilidad sobre su llegada tarde: su olvido es exclusivamente resultado del “síndrome José Antonio”. José Antonio es un amigo de Adolfo que viene del interior del país y que trastoca absolutamente la vida familiar.

    María de los Ángeles se queja de los gastos que José Antonio implica y Adolfo le dice que ella es una franciscana ascética. Ella  insiste, él replica, súbitamente sube el volumen de la conversación y sobrevienen gritos a voz en cuello. Adolfo grita que ella es una miserable, que él nunca puede disponer de su casa y que él no tiene más que decir, está todo dicho. Se calla y mira para la pared opuesta a donde está María de los Ángeles. Ella calla mientras Adolfo grita. Cuando él deja de gritar, le repite que aunque él se enoje, José Antonio gasta muchísimo y es una vergüenza. Lo reitera como un latiguillo monocorde, mientras Adolfo mira a la pared sin hablar. Así sigue la sesión: él mira la pared y ella repite su latiguillo monocorde.

    El analista, entonces,  en un vocabulario que sintoniza el lenguaje de la pareja, intenta mostrar los aspectos que le parecen más responsables de la violencia actual, réplica de otras violencias. Interviene en el nivel de lo intersubjetivo y les dice que ella, al repetir como un latiguillo insistente y monocorde en la cuestión del dinero y José Antonio, lo hace sentir a Adolfo impotente: él no genera el suficiente dinero, ella genera más dinero que él; todo esto sin ninguna sensibilidad de ella ante la fragilidad de él en este aspecto particular de su masculinidad. Por su parte, la respuesta de Adolfo es ubicarse en un lugar arrogante, por fuera de los problemas: en la sesión pasada María de los Ángeles era impuntual, pero él, en esta, no lo es, aunque haya llegado tarde exactamente igual que ella en otras ocasiones; además, cuando se siente avasallado y desbordado por ella, la insulta, le dice miserable y no le habla más. Su arrogancia es una defensa que intenta sobrecompensar su vivencia de impotencia. Una violencia retroalimenta la otra; un derrumbe narcisista retroalimenta la destrucción del otro. Y ninguno reconoce nada en sí: una insensibilidad justifica la otra. Ambos se encierran  sordamente en que tienen razón y generan un intercambio en que solo hay lugar para ser sensible a lo que le ocurre a uno, no a los dos: algo así como el absurdo de una moneda de una única cara.

     En tratamientos individuales posiblemente se habrían tomado más las dimensiones intrasubjetivas de estos funcionamientos psíquicos: la fragilidad narcisística de Adolfo respecto de su masculinidad, relacionada con la relación de objeto de un niño dependiente lleno de odio con una madre desconectada y desvalorizante (en otras sesiones hizo mención  a su madre depresiva, de la que dijo estar definitiva y terminantemente alejado). Tampoco el terapeuta trabaja en profundidad aspectos de la dimensión intrasubjetiva en María de los Ángeles: las investiduras edípicas idealizadoras e infantilizantes correspondientes a una relación de objeto con un padre con el que ha relatado una relación muy ambivalente.

    La cuestión de la indicación es siempre singular y compleja. Las neurosis de transferencia han sido la patología que mejor respondió al tratamiento psicoanalítico clásico, individual. Los sufrimientos en que “predominan” (ver supra, apartado 1) los procesos psíquicos intersubjetivos son los que mejores posibilidades terapéuticas ofrecen en un dispositivo vincular. Pero este criterio no es absoluto; un problema en el cual lo intersubjetivo es relevante puede a veces ser mejor abordado en terapias individuales de cada partenaire y viceversa, en terapias vinculares, el foco de atención es, en muchos momentos, una cuestión básicamente referible a la dimensión intrasubjetiva.

    Lo fundamental respecto de la indicación es evitar la idealización de cualquier dispositivo y evaluar desapasionadamente las ventajas y desventajas de cada uno según la singularidad del caso. La indicación no debiera surgir de las convicciones apasionadas del terapeuta sino de la evaluación del discurso de los pacientes a partir de la experiencia clínica. Interesa si han hecho tratamientos previos, ya sea individuales y/o de pareja y qué resultados han tenido. También es fundamental el pedido explícito de los pacientes. El  indicador mas confiable para realizar un tratamiento de pareja es que ambos miembros así lo deseen; en estos casos hay que tener razones de mucho peso para  sugerir otra indicación.

5.-Características del trabajo clínico en el dispositivo de pareja

     Cada dispositivo, individual o de pareja, tiene características específicas, ventajas y desventajas. Un terapeuta de pareja tiene ante sí, como mínimo, tres focos de atención: las tres dimensiones referidas. La sesión vincular posibilita un insight vívido y focalizado en la dinámica intersubjetiva. El trabajo en este ámbito es lo que fundamenta la indicación: si la dinámica intersubjetiva no es un punto central en la estrategia terapéutica, el dispositivo de pareja posiblemente no sea el más conveniente.

    La psicoterapia de pareja centra sus objetivos en alcanzar insight sobre las reacciones del sujeto a las influencias del otro, sobre el clima vincular, sobre la bidireccionalidad reinante. Apunta a dilucidar de qué modo los funcionamientos psíquicos de uno influyen y condicionan los del otro; cómo un movimiento subjetivo de uno está sostenido inconscientemente por los dos, aunque los dos se quejan y sufren. También se producen insights y elaboraciones similares a las que se realizan en un dispositivo individual: a veces un conocimiento sobre la interinfluencia con un otro tiene como precondición el conocimiento de sí mismo, el insight a que aspiran los análisis individuales.

     En el caso de Adolfo y María de los Ángeles, una vez que se disminuya la violencia que potencia la bidireccionalidad, es un objetivo que ambos puedan elaborar algo más de lo referido a la dimensión intrasubjetiva. Pero este tiempo requiere de ambos polos una actitud más cercana a lo que en términos kleinianos sería la posición depresiva (“yo tengo la culpa de algo”) y viceversa, salir de la posición esquizoparanoide.

     El trabajo clínico en la dimensión intersubjetiva jerarquiza las inducciones, los procesos de modelado recíproco, activaciones y desactivaciones correlativas, sinergias y antagonismos, ensambles inconscientes, los múltiples procesos que describimos en la trama interfantasmática. Esto no quiere decir que se desatiende la dimensión intrasubjetiva, la que en ocasiones es el foco del trabajo. El terapeuta oscila entre una y otra dimensión para construir su intervención, teniendo presente que si se optó por la indicación de un dispositivo vincular es porque se pensó que, estratégicamente, el trabajo terapéutico debe priorizar la dimensión intersubjetiva. Por ejemplo, en el análisis de una identificación, se toma en cuenta lo que corresponde a la dimensión intrasubjetiva en su articulación con la dimensión intersubjetiva: cuánto un sujeto inhibe o habilita los potenciales identificatorios del otro. La identificación es vista como un potencial que se activa o inhibe de acuerdo al vínculo singular.

     La transferencia que fundamentalmente interesa es la llamada transferencia conyugal, es decir, las activaciones fantasmáticas bidireccionales de prototipos relacionales con el/la compañero/a. En la perspectiva intersubjetiva la transferencia es mucho más que un “desplazamiento” atribuíble a un polo. Es un fenómeno bidireccional en el cual lo que desplaza y transfiere cada polo del vínculo está sobredeterminado por la participación del otro.  Priorizar la transferencia conyugal no significa desconocer las otras transferencias que se despliegan en el campo, especialmente las dirigidas por cada partenaire al analista, pero la formulación de la intervención suele referirse a las transferencias conyugales recíprocas y al entramado total en que lo transferido de un polo sobredetermina la transferencia del otro.

     John y Adriana, cada uno divorciado de un primer matrimonio, piden ayuda para lograr una cotidianeidad más satisfactoria. Tienen muchos años de relación. Dicen desear cada uno estar más con el otro, pero de hecho viven separados y cada intento de acercamiento resulta en una frustración. Ambos realizan tratamientos individuales y ambos analistas individuales acuerdan con la conveniencia de que hagan simultáneamente un tratamiento de pareja.
    Adriana boicotea los programas que implican una convivencia estrecha durante el fin de semana. John aparentemente trata de promoverlos. Ambos están de acuerdo en que ella es muy celosa de sus espacios. Adriana dice que ella vivió 30 años con la madre, 10 años con el ex marido y ahora vive con la hija. Suele explayarse sobre las características de la madre como otro omnipresente y controlador: es, en su constelación psíquica, el astro único y dominante, del que –simultáneamente- vive defendiéndose.

    Apoyándose en estos y otros datos, el analista configura uno de los ejes de la transferencia conyugal: John es un objeto con el cual Adriana debe poner distancia, como había vivido haciéndolo de la madre.
Algunos funcionamientos de John potencian sinérgicamente la transferencia descripta en Adriana. Fundamentalmente está muy inseguro de su masculinidad y vive la relación con ella como una traición a sus hijos: la relación con ella había precipitado su divorcio.

    Un círculo vicioso de interacción repetitiva es que John dice que él la invita a algo y que cuando ella no acepta a él se le van las ganas. Luego Adriana dice que todas las invitaciones de John son vacilantes, que él parece que invita, pero no. Ambos se quejan de desvitalización y aburrimiento.

    La transferencia conyugal de Adriana a John determina en ella conductas evitativas y de poner distancia (transferencia materna) que enojan a John y entran en una potenciación sinérgica con las fantasías que dan cuenta de la transferencia conyugal de John a Adriana: Para él,  Adriana es un objeto a evitar y controlar obsesivamente, dada su inseguridad como varón  y a que amenaza la relación con los hijos.

    Estas transferencias también aparecen en los tratamientos individuales, pero predominantemente en la dimensión intrasubjetiva, no en la intersubjetiva. ¿Qué beneficio trae el abordaje terapéutico de estas transferencias conyugales en un dispositivo vincular? Este dispositivo permite en el trabajo clínico una emergencia más evidente de la dimensión intersubjetiva, tanto para el terapeuta como para los pacientes. Y una mejor y más veloz captación de la intersubjetividad: como decía una paciente “en la cancha se ven los pingos”.  En la sesión de pareja cada uno aporta datos del otro y de sí mismo que en las sesiones individuales o no aparecen o se pierden entre los mecanismos de escisión y desmentida. En sus sesiones individuales, John no veía su expulsividad hacia Adriana, ni Adriana veía su expulsividad hacia John,  no obstante ambos estar en tratamiento con terapeutas que, según ellos mismos decían, les señalaban estos funcionamientos como problema. En los tratamientos individuales, los complejos y heterogéneos circuitos psíquicos involucrados en estos problemas no llegaban a adquirir la investidura necesaria para habilitar un trabajo terapéutico eficaz: quedaban en algún ámbito de lo escindido y/o desmentido y/o investido de manera insuficiente por los pacientes, escapando al cambio psíquico buscado.

     Los funcionamientos psíquicos se expresan de manera muy diferente en un dispositivo de pareja y en uno individual. Las transferencias hacia el cónyuge evidencian mejor sus dimensiones intersubjetivas. Por otra parte, en los tratamientos de pareja no se despliega con el analista la neurosis de transferencia que Freud describió como el ámbito mejor y preferencial para promover el cambio psíquico en su dispositivo: las transferencias permanecen acantonadas en el cónyuge y habitualmente no se despliegan sobre el analista con la virulencia con que lo hacen en los tratamientos individuales. Es diferente la posición del analista y es diferente su forma de operar con las transferencias. En los tratamientos individuales, muchas veces el analista convoca y se ofrece a la investidura transferencial. En los tratamientos de pareja, lo ideal es que la temperatura de la transferencia con el analista sea menor; el analista tiende a ubicarse en una posición más de observador de las transferencias conyugales que de objeto investido por la transferencia.

     En cuanto a la frecuencia de las sesiones y la duración del tratamiento, en mi modo de trabajo, las terapias de pareja suelen durar uno ó dos años, con una frecuencia de una vez por semana. La terapia de pareja, tal como la describimos, constituye de pleno derecho una psicoterapia psicoanalítica. Lo esencial para decidir si una terapia es o no psicoanalítica no pasa por parámetros formales como la frecuencia de sesiones o el uso del diván sino por la evaluación de si cumple o no con el objetivo central de un tratamiento analítico: el despliegue, conocimiento  y transformación del mundo subjetivo del paciente (Stolorow, R. 1994 pag. 150).

6.- La utilidad de un tratamiento de pareja

     Las parejas buscan tratamiento con problemáticas tan diferentes que es difícil abarcar en una fórmula sus posibles utilidades, los objetivos que en él se persiguen, a qué parejas sirven. No existe una fórmula del tipo “hacer conciente lo inconsciente” que pueda resumir los objetivos a que debiera aspirar un tratamiento de pareja. Lo que puede decirse es que es en la dimensión intersubjetiva que se aspira a lograr insight y/o cambios terapéuticos. El propósito no es que “se lleven bien”. Algunas parejas vienen al tratamiento buscando ayuda para la separación y un tratamiento exitoso puede ayudar a concretar un divorcio postergado y beneficioso.

    Una pregunta que hace a lo que, en una extrapolación, podríamos llamar “analizabilidad” en terapias de pareja y que vale la pena plantearse es: ¿cuáles son las parejas que mejor aprovechan un tratamiento vincular?  Las que, más allá de los conflictos, mantienen el entusiasmo por el otro. El mejor resultado -y los resultados pueden ser excelentes- se obtiene con las parejas que desde ellas, traen la definición de querer compartir la vida y dicen “nos matamos aunque nos queremos”. En estos pacientes, el deseo de estar juntos, no impide que sean desbordados por problemáticas que inundan el vínculo de agresiones, malentendidos y confusiones. En un alto número han realizado o realizan terapias individuales que por razones diversas no llevan a la mejoría de los conflictos de pareja. Una explicación muchas veces válida es que el encuadre individual clásico no puede recuperar o sintonizar adecuadamente la dimensión intersubjetiva en toda su heterogeneidad y complejidad, y sólo la presencia vívida del otro y los infinitos matices de una interacción actual -no relatada- permiten el abordaje terapéutico de sucederes inter  que llegan a otro dispositivo con una expresión insuficiente desde el punto de vista de la transferencia y el abordaje terapéutico. También importa  si se trata o no de parejas en las que los miembros no solo se desean sino también se reconocen ?en cierto nivel o ámbito? conformando una unidad de funcionamiento con el partenaire y que aspiran a hacer más armónicos  y enriquecedores estos funcionamientos intersubjetivos.

     El deseo de estar juntos y hacer más placentera una relación dificultosa es el gran motor de la terapia de pareja. Ocurre a veces que una pareja en tratamiento reencuentra una relación satisfactoria y rápidamente cierra ante el terapeuta las puertas de la habitación matrimonial. Traen al tratamiento una interacción formal que  no incluye intenciones de cambio terapéutico.

    Noli y Facundo vinieron al consultorio 6 entrevistas.

    Dijeron en la 1ª  que se estaban peleando mucho. “Empezamos agotados y terminamos peor”. Tienen un hijo de 8 meses, Rodrigo, que aparece en la descripción de todas las peleas. “Hay momentos que no podemos parar. Nosotros nos queremos, pero las discusiones no se resuelven, se terminan por cansancio. Y después de la pelea es difícil volver a lo que uno siente”.
    El terapeuta pide un ejemplo de las peleas.
    El: Decí uno vos; vos sos más memoriosa.
    Ella: Aquí puede empezar una pelea. A mí esto me cae mal y le digo que sí, que soy más memoriosa porque cuido más las cosas, entonces él se calla. Y todo peor.
    El: Noli se pone muy violenta y si yo tengo que trabajar es un defecto, si ella tiene que trabajar, no.
    Ella: El tiene un teléfono celular abierto hasta cuando duerme (Facundo trabaja en finanzas internacionales). Es un desbalance enorme; nunca está disponible para estar con Rodrigo. Si yo lo necesito tengo que avisar con un mes de anticipación.
    Cuentan que se conocieron hace poco más de dos años, se fueron a vivir juntos, Noli se embarazó y nació Rodrigo. Los dos sienten que el proceso de conocerse, armar la pareja y tener un hijo fue excesivamente rápido.

    Las entrevistas que siguen se centran en el impacto que significó en ambos el nacimiento de Rodrigo, cómo los dos sentían que los tiempos y espacios para cada uno no alcanzaban, la violencia que eso les generaba. El terapeuta se centra en mostrarles los funcionamientos intersubjetivos: la situación promueve en Facundo una retracción y encierro en su trabajo, a mayor impacto, más se coloca en observador y adicto al trabajo, para evitar lo que lo angustia. Esto enfurece a Noli que se siente sola a cargo de su hijo y vive a Facundo como cada vez más egoísta. Su manera de reaccionar es la violencia: gritos, enojos y portazos. Estos promueven en Facundo cada vez más distancia, en ella cada vez más violencia y, en síntesis, intersubjetivamente, un círculo vicioso.

    El trabajo terapéutico en este funcionamiento bidireccional hace que mejore la cotidianeidad y cesen los potenciamientos recíprocos de las dos violencias (activa, la de ella, y pasiviforme, la de él). Hacia la tercera entrevista hay indicadores de que la pareja, al mismo tiempo que mejora enormemente en las explosiones de violencia, no está abierta a profundizar  más en la problemática que los trajo a la consulta. Aparecen con más claridad funcionamientos que ellos no parecen interesados en trabajar:  ¿Intolerancia a la frustración de ella, impulsividad? ¿Identificación de él con un padre incapaz de contacto afectivo con niños pequeños? ¿Poca capacidad de ella para ser continente con los conflictos de la masculinidad y dificultad de ayudarlo a él a ocupar un lugar de mayor presencia?¿Celos de él hacia Rodrigo?

    En la 5ª entrevista  deciden dejar y ver cómo siguen solos. En la última, en una suerte de evaluación, afirman que las entrevistas les sirvieron mucho, que están mejor entre ellos aunque muchos problemas subsisten, y que quieren ver cómo siguen solos. El  terapeuta piensa que repiten una modalidad de encuentro “rápido”, que los caracterizó desde el inicio de la pareja, con poca profundidad en la sintonía recíproca: les interesa estar bien entre ellos, pero les interesa menos  qué siente el otro, cómo, porqué.
    Ambos señalan como lo central de las entrevistas haber podido cambiar la retroalimentación entre las respectivas  violencias. Noli agrega que fue muy importante para ella que alguien de afuera vea y diga que también la violencia de Facundo era violencia, no obstante su calma y pasividad.  La volvía loca la situación en que quedaba como la única agresiva y culpable. Facundo dice que a él le vino bien ver eso, pero que también para él fue importante que Noli cambie su violencia. Repite cuanto lo exasperaba la violencia de ella. Noli agrega que a ella le vino bien tener un espacio lejos de la casa y de Rodrigo, en donde poder pensar si quería seguir con Facundo.

     ¿Cómo pensar esta intervención terapéutica? ¿Merece el nombre de tratamiento? Cada pareja despliega en sesión su modo habitual de encuentro y la regulación recíproca de la cercanía afectiva e intimidad en que viven, lo que Whitaker llamaba “el termostato” de cada vínculo amoroso. Son los miembros de la pareja los que deciden si quieren y cómo estar juntos y con ello, mucho de la posible analizabilidad,  así como también el nivel del termostato, la temperatura de la intimidad, y con esto la profundidad que la intervención terapéutica alcanza.

7.- Para terminar

     La terapia de pareja es, como técnica psicoterapéutica, una de las aplicaciones de lo que, siguiendo a muchos autores, llamamos perspectiva intersubjetiva: un modo de pensar los funcionamientos psíquicos que a nuestro criterio agrega una enorme riqueza a otras perspectivas actualmente vigentes en psicoanálisis. He intentado describir las principales herramientas en esta perspectiva, pero tal vez valga repetir que la perspectiva intersubjetiva es un punto de vista limitado y que la complejidad de la clínica psicoanalítica requiere de la utilización complementaria y articulada de otras perspectivas.
 

Notas

1 La perspectiva intersubjetiva es un modo de pensar que enfatiza indicaciones que sin duda están en la obra de Freud, Fairbain, Winnicott, Lacan y muchos otros fundadores del psicoanálisis. En la Argentina, los pioneros en el estudio de la perspectiva intersubjetiva o vincular han sido Pichon-Rivière, E., Pérez T., A.,  Puget, J.y Berenstein, I.  Los conceptos aquí vertidos se apoyan en gran medida en teorizaciones originales de Janine Puget e Isidoro Berenstein. En otras comunidades científicas, otros aportes a destacar son los de Aulagnier, P., Stolorow, R., Atwood, G.,  Mitchel, S.,  Beebe, B., Lachman, F. y muchos otros cuya completa enumeración es imposible.

2 En mi necesidad expositiva, polemizo con un psicoanalista al que llamo “tradicional”. Le pido al lector que considere este recurso como básicamente expositivo: yo sé que tal analista “tradicional” no existe, es una entelequia, aunque sus puntos de vista resuenan en mucho del psicoanálisis contemporáneo...
 

Referencias bibliográficas:

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Whitaker, C. (1989). Meditaciones nocturnas de un terapeuta familiar. Ed. Paidós.1992
 
 

 

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