aperturas psicoanalíticas

aperturas psicoanalíticas

revista internacional de psicoanálisis

Número 038 2011

Sobre la cultura psicoanalítica: alegato por un pluralismo riguroso

Autor: Zukerfeld, Rubén; Zonis Zukerfeld, Raquel

Palabras clave

pluralismo, investigación, traducción, plasticidad.


[Un extracto de este trabajo fue el ganador del Premio Especial Creación de la IPA (1919-2010)  “Cien Años de Psicoanálisis: Subjetivación y Cultura” APA-Octubre 2010  que será publicado en la  Revista de Psicoanálisis (en prensa) a la que agradecemos su autorización para ser publicado en Aperturas Psicoanalíticas]

La pluralidad de teorías que hoy en día existen en la clínica psicoanalítica, provoca una enorme cantidad de problemas cuando deben comunicarse entre sí psicoanalistas. Resulta  difícil determinar en una discusión cuándo se trata de diferencias en la apreciación de hechos clínicos de cuándo lo que se debate son diferentes interpretaciones teóricas de los mismos o sus intervenciones derivadas. Se presenta una investigación donde treinta psicoanalistas expresaron sus opiniones sobre el relato de una entrevista hecha por otro analista en una supervisión, donde se establecieron dos tipos de argumentos: estipulativos y calificativos. Se plantea que este último tipo de  argumento favorecería la fragmentación y/o las posturas dogmáticas. Se propone que son necesarios dispositivos de investigación sistemática  y cambios en actitudes en el propio pensamiento y  hacia el pensamiento del otro. Se desarrolla  la noción de traducción/comprensión “post–babélica” de  Ricoeur y la de improvisación/plasticidad de  Todorov. Se define  al pluralismo riguroso como: la posibilidad de comprender el pensamiento del otro y modificar el propio (traducción y plasticidad), y  de discutir con el predominio de argumentos  estipulativos.  Se ilustra con un gráfico la evolución e involución del pluralismo de acuerdo al grado de traducción y plasticidad en las discusiones entre psicoanalistas.

1. Introducción: sobre el pluralismo, sus lenguas y argumentos

Es una locura –conviene decirlo–  lo que se  puede hacer  con el lenguaje: no solamente decir lo mismo de otro modo  sino también  decir otra cosa que lo que es                                              

 

          Paul Ricoeur Sobre la Traducción, 2004, pag. 56

1.1. El psicoanálisis ha influido notablemente sobre la cultura y la subjetividad contemporánea ya que todas las producciones culturales han sido en cien años conmovidas por sus descubrimientos. Pero como señala Andre Green (2005) con precisión:

“[...] la vocación universalista del psicoanálisis freudiano no lo dispensa de prestar atención a lo que ocurre puertas adentro, antes de lanzar un mensaje general que termine jaqueado por las  diferencias culturales registradas en el seno de la comunidad psicoanalítica” (p.100)

Esto quiere decir que existe una comunidad y cultura psicoanalítica que entendemos como las producciones diversas de los psicoanalistas de diversas regiones e ideologías, sus vínculos, sus costumbres y sus instituciones, gran parte de las cuales devinieron en lo que se conoce como “movimiento psicoanalítico”. Hoy en día es observable un cierto detrimento del poder transformador del psicoanálisis y es sorprendente que cien años después se siga utilizando exhortativamente la noción de movimiento, que en su inicio ya era criticada por uno de sus fundadores. Así es que Ernest Jones (1954) en su famosa biografía de Freud, refiriéndose al nacimiento de la Asociación Psicoanalítica Internacional, del cual participó, escribe:

“En esos años [1910] se inició lo que se dio en llamar el “movimiento psicoanalítico”, nombre este no muy feliz, pero empleado a la vez por amigos y enemigos” ( Jones, 1954, p.79, la cursiva es nuestra)).

Por otra parte es conocido que el momento fundacional estuvo plagado de rencillas entre los primeros grupos de psicoanalistas como queda expresado en la carta que Freud envía a Ferenczi el 10 de Agosto de 1910, después del Congreso de Nuremberg de Marzo de 1910, que Jones (1954) transcribe (p.82) :

“Las relaciones personales  entre la gente de Zurich son mas satisfactorias que la de aquí en Viena, donde se hace forzoso preguntarse a menudo qué se ha hecho de la influencia ennoblecedora que el psicoanálisis ejerce sobre sus partidarios Con el reichstag de Nüremberg se cierra la infancia de nuestro movimiento; esa es mi impresión. Ahora tengo la esperanza de una juventud esplendorosa y feliz”.   

Esta expectativa de juventud “esplendorosa y feliz” atravesó muchas vicisitudes hasta instalarse en la cultura del siglo XX y en su madurez debe enfrentarse con los desafíos del siglo XXI. Pero cual marca de nacimiento de su propia constitución, la cultura psicoanalítica se desarrolló plena de rupturas y fragmentaciones que en las últimas décadas fueron caracterizadas como pluralismo. Su aspecto loable es la valoración de la diversidad, pero el rasgo preocupante del llamado pluralismo es cuando deviene en una suerte de racionalización benévola para aludir a una fragmentación abarcada por una “causa” común y vehiculizada a través de un “movimiento”. Es interesante saber que según la investigación histórica de Baños Orellana (2001), Max  Eitingon –quien presidió dieciocho años la Comisión Didáctica Internacional, fijando los standards a todas las asociaciones –   no tenía suficiente práctica clínica. Su importante influencia en el círculo alrededor de Freud provenía de su actividad económica-administrativa y de su actitud reverencial hacia el maestro, y no de sus aportes científicos. Pero a partir de aquí se desarrolla la “causa” que al tener un sesgo evangelizante en realidad favoreció las rupturas  y le hizo perder algo de su “influencia ennoblecedora” y poder revolucionario dentro de la cultura contemporánea. Esta es una  situación que ha evolucionado pese a los “libros negros”  pero  ha quedado un remanente de fragmentación que  tiene efectos negativos en el desarrollo de la cultura psicoanalítica y en su poder transformador de la subjetividad contemporánea.

1.2. Y así es que surge la pregunta: ¿ es normal que la teoría y práctica analítica se encuentre fragmentada en escuelas, grupos y subgrupos que tienden -con cierto etnocentrismo- a autoconsiderarse el verdadero psicoanálisis?. Si así fuera este trabajo intenta parafrasear en su título al del célebre libro de Joyce McDougall (1982) Alegato por cierta anormalidad.  Anormalidad que titulamos “pluralismo riguroso” porque pensamos que los problemas son tanto la normalidad “normopática” de la fragmentación como la intención de normalizar mesiánicamente  la diversidad en la unidad del dogma. Juan Pablo Jimenez (2004) también ha propuesto un alegato sobre la necesidad de un pluralismo integrativo donde plantea  que:

“En psicoanálisis, más que pluralismo –en realidad una descripción eufemística de la situación- existe una mera pluralidad o, peor aún, una fragmentación teórica, pues carecemos de una metodología que se aplique sistemáticamente a la confrontación de las diferentes teorías y posiciones” (pag.665)

En realidad una metodología que confronte teorías y posiciones sería posible en la medida que la investigación sistemática (clínica y extraclínica) se incorpore naturalmente a la revisión crítica de las teorías y prácticas psicoanalíticas. No es casual que en el libro publicado por IPA[1] sobre la problemática del pluralismo, la mayoría de sus artículos se ocupen de las distintas controversias sobre el valor de la  investigación en psicoanálisis. En particular pensamos que la fragmentación teórica se vería mejorada a partir de la investigación conceptual, definida por Úrsula Dreher (2003)  como

“[...] la investigación sistemática de los significados y usos de los conceptos psicoanalíticos, incluyendo sus cambios, en relación con los contextos clínicos y extraclínicos” (pág. 110, la cursiva es de la autora, la traducción es nuestra).

Pero también cierta tendencia a un dogmatismo que descalifica pensamientos distintos  y aplasta diferencias, es parte de la “normalidad” del psicoanálisis actual y conspira contra lo que desarrollaremos en este trabajo como “pluralismo riguroso”. Creemos que su construcción depende entonces de poner a trabajar los conceptos teóricos, delimitar donde hay convergencias y divergencias[2] y luego desecharlos o legitimarlos en articulación con la actividad clínica, los estudios empíricos y los datos interdisciplinarios.

En realidad la pluralidad de teorías y la variedad de recursos técnicos que hoy en día se ponen en juego en la clínica psicoanalítica, provoca una enorme cantidad de problemas cuando deben comunicarse entre sí psicoanalistas  de distintas culturas, estilos de formación  o corrientes de pensamiento. Así es que se suele considerar ‘pluralismo’ a la convivencia más o menos pacífica con escaso intercambio. Por otra parte los nuevos desafíos psicopatológicos y los desarrollos de otras disciplinas sobre problemáticas afines a las teorías y clínica psicoanalítica, implican un permanente atravesamiento interdisciplinario. De este modo se ha producido -después de Freud y sus contemporáneos- más que una pluralidad, una fragmentación del conocimiento (Fonagy, 1999). En cierta forma es como si desde una “lengua materna freudiana” y algunos de sus “dialectos” iniciales (vg. Abraham, Ferenczi) se hubiera producido una diáspora que resulta en la convivencia de distintas lenguas (kleiniana, kohutiana, winnicottiana, lacaniana, etc.) y multitud de nuevos dialectos más o menos consolidados. Todas estas lenguas tienen sus términos teóricos, sus prácticas, sus autoafirmaciones como psicoanalíticas y sus códigos terminológicos de pertenencia.  Así es que resulta  difícil determinar en una discusión entre psicoanalistas cuándo se trata de diferencias en la apreciación de hechos clínicos de cuándo lo que se debate son diferentes interpretaciones teóricas de los mismos o lo que se pone en cuestión son sus intervenciones derivadas. Inclusive  se torna muchas veces muy dificultoso establecer primero cuáles son los hechos, teorías e intervenciones para en un segundo momento plantear los acuerdos y desacuerdos con las mismas.

1.3. Estos problemas constituyen –a nuestro modo de ver– una cuestión epistemológica que ha sido tratada por diversos autores que oscilan entre actitudes amigables hacia la teoría y clínica psicoanalítica, pasando varios de ellos a críticas estimulantes y llegando otros -en muchos casos-  a críticas descalificadoras hasta el rechazo absoluto[3].

No es nuestra intención describir esta historia  sino intentar puntualizar que en definitiva las dificultades y malos entendidos producidos en las discusiones intra e interdisciplinarias pueden provenir de la necesidad de diferenciar qué se entiende por ´hecho’, clínico o extraclínico (área empírica), qué se entiende por ´teoría´ (área teórica) y qué se entiende por ´intervención´( área tecnológica). Es sabido que aquí se ponen en juego los entrecruzamientos entre el relato positivista, el relato hermenéutico y en la últimas décadas el llamado paradigma de la complejidad. De todas maneras y con la intención de plantear un punto de partida se puede pensar que existe cierto consenso en que  los hechos –es decir lo fáctico– constituyen el  conjunto de datos de la realidad  accesibles a distintos dispositivos  perceptuales y pasibles de ser descriptos o inferidos con suficiente verosimilitud. Se trata de los observables empíricos que mantienen su existencia independientemente del observador y que pueden describirse, compararse y eventualmente generalizarse. Las teorías constituyen -en términos generales- los conjuntos de nociones y conceptos que explican, interpretan o construyen los hechos, creando generalmente modelos y reglas de correspondencia para comprenderlos. Finalmente es comprensible considerar que las intervenciones son el conjunto de acciones destinadas a producir algún efecto sobre los hechos. Se trata de las técnicas, es decir  lo que incumbe a todos los procedimientos que derivan de las dos áreas anteriores destinados a transformar o generar algo en una realidad determinada.

1.4.  Por otra parte es importante señalar que en la forma de expresar acuerdos y desacuerdos, tanto en el citado mundo interno como en relación al mundo externo al psicoanálisis, pueden utilizarse tanto argumentos que  describan y fundamenten la propia opinión, como otros donde predomine – a veces con  un particular estilo persuasivo–   la calificación de la opinión del otro, generando niveles de discusión diferentes. Es conocido el papel que juegan aquí las disputas narcisistas en el sostenimiento de identidades o en el mantenimiento de cierto poder en detrimento de la producción de conocimiento.   Es entonces necesario puntualizar que  como escribe Ricardo Bernardi (2003)argumentar “[...] implica rechazar las certezas dogmáticas tanto como la incertidumbre universal o el “cada cual con su verdad”.  Y es sabido –como cita dicho autor que existen argumentos con correspondencia con la experiencia empírica o que se fundamentan en su coherencia interna o valor heurístico, y otros que se sustentan solamente en la autoridad o prestigio.

En este sentido al primer tipo de argumentación lo entendemos como estipulativo ya que establece y fundamenta opiniones alternativas para expresar acuerdo o desacuerdo, con el sustento que da el dato empírico y/o la coherencia lógica. En cambio el segundo tipo de argumentación lo categorizamos como calificativo ya que la autoridad y el prestigio suele implicar valoraciones  y/o  adjetivaciones que pueden llegar a ser ad hominem, tanto para expresar acuerdo como desacuerdo con la opinión del otro. Cuando se da este último caso con cierta intensidad o frecuencia, pensamos que en una discusión se corre el riesgo que el proceso argumentativo  quede en el Grado 0, donde como escribe Bernardi[4] (2003 a, pag.266) “[…] No hay controversia real: no hay puntos de debate que interesen a ambas partes o existen premisas que limitan el campo, quedando excluida a priori una de las posiciones (por ejemplo, cuando se dice “eso no es psicoanálisis”). Ya en el Grado 1 “[…] se parte de diversas posiciones todas ellas legítimas, […] pero este contacto es impreciso debido a dificultades u oscuridades en la comunicación”. Es recién en el Grado 2 “[…] donde los puntos en controversia están expuestos con claridad y existen posiciones diferentes acerca de ellos, pero los desarrollos argumentativos no pueden llevarse hasta el final por razones de orden práctico o por que se trata de cuestiones que resultan indecidibles por el momento”. Finalmente el mayor grado del proceso argumentativo (Grado3) es aquel “[…] donde el discurso argumentativo avanza lo suficiente para permitir una exploración adecuada de los fundamentos de cada posición y para lograr un cierto consenso sobre el estado de la cuestión y sobre los puntos de acuerdo y desacuerdo”.

El propósito general de este trabajo es entonces intentar dar respuestas provisorias a las siguientes preguntas:

a) ¿es posible lograr discusiones que generen avances en la cultura psicoanalítica teniendo en cuenta su enorme  pluralidad?, ¿es la pluralidad existente una ventaja o un obstáculo para la comunicación interdisciplinaria?. Y como pregunta Bernardi, (2007): “[...] ¿cuándo funciona el pluralismo como factor de riesgo y cuándo de protección?”

b) ¿cuáles podrían ser las competencias o capacidades que un analista debería desarrollar en su formación y en su práctica, para que los procesos argumentativos se tornaran fértiles y el pluralismo fuera entonces riguroso?

2. Sobre hechos, teorías e intervenciones: una experiencia sugestiva

       “Estoy convencido de mi opinión, pero se que el convencimiento subjetivo no es una demostración  de peso  acerca de la corrección de una opinión”

                                                                Ángel Garma. Carta Nº8 a Otto Fenichel, Setiembre de 1941

2.1. En el contexto de seminarios sobre epistemología[5] e investigación en psicoanálisis se les propuso a los 30 analistas participantes (veinte de ellos pertenecientes a instituciones de IPA) opinar y expresar sus acuerdos y desacuerdos con lo realizado por un analista en una primera entrevista con un paciente. La reseña de esta entrevista – que era parte de una supervisión incluía la opinión del analista interviniente acerca de lo que él entendía que habían sido los hechos significativos de la misma, su teorización o interpretación y la intervención realizada.  Este material clínico que constituyó el instrumento de esta investigación era el de un paciente con una conflictiva bastante habitual ( ver 2.1.1)  y la consigna que se les planteó a los 30 analistas participantes fue que expresaran si estaban o no de acuerdo con lo que el analista interviniente denominaba ‘hecho’, ‘teoría’ e ‘intervención’ y que fundamentaran sus opiniones. El método utilizado de evaluación de las respuestas consistió en diferenciar ocho posibilidades de opinión: estar de acuerdo con lo que el analista denominaba hechos y en desacuerdo con sus teorías, estar en desacuerdo con los hechos y de acuerdo con su teoría o interpretación, estar de acuerdo con lo que denominaba hechos y teorías o estar en desacuerdo con ambos aspectos. Además cada una de estas cuatro opiniones posibles se subdividió en relación al acuerdo o desacuerdo con la intervención realizada. Por otra parte para categorizar los fundamentos y comentarios se los clasificó en argumentos estipulativos y calificativos de acuerdo a los criterios planteados en 1.2.

2.1.1. Reseña de la primera entrevista del analista X con el señor Y

El analista X -en el marco de una supervisión describe la primera entrevista con el Sr. Y  de la siguiente manera:

“El Sr. Y me llega derivado por un colega quien me comenta que es una persona que necesita analizarse porque –según dicho colega  no ha elaborado la separación de su mujer. Se trata  de un hombre de 55 años, ingeniero, quien parece estar en una buena posición económica. Está vestido con un  traje con corbata que le queda algo holgado y apenas se sienta me dice. “vengo por recomendación pero discúlpeme yo no creo mucho en los psicólogos”. Posteriormente, a medida que le voy preguntando, me describe que está “muy cansado” y que le cuesta mucho levantarse a la mañana para ir a trabajar a la empresa constructora. Relata que es el mayor  de tres hermanos y que todos trabajan en la empresa que fundó el padre, quien falleció hace cinco años. Desde ese entonces él debe hacerse cargo de otras funciones “y hace un tiempo se generaron problemas que no me dejan dormir”. Me describe entonces episodios de insomnio con angustia que atribuye  a las exigencias laborales. En un momento de la entrevista le pregunto por su familia actual y los ojos se le llenan de lágrimas: “Discúlpeme doctor, ¿o licenciado?,  pero me cuesta hablar de mi separación. Ella tuvo razón en dejarme porque la verdad, ¿quién puede estar con alguien como yo?...”. Le pregunto cuándo se produjo la separación y a qué se refiere con su comentario y entonces dice: “Nos divorciamos hace dos años: ella se fue con su hijo de otro matrimonio. Decía que estaba cansada de alguien tan rígido. Yo me quedé solo...pero estaba bien. Ahora no se que me pasa, no tengo hambre; en realidad no tengo ganas de nada, a veces pienso que lo mejor sería morirse....”.  Me relata que su madre falleció cuando él tenía cinco años y su padre se volvió a casar y que sus hermanos son hijos del segundo matrimonio de su padre: “Él no tuvo mas ganas de vivir, no se cuidaba. Hizo bien, cuando uno no quiere vivir ¿por qué tiene que seguir?”. En ese momento sentí que había cambiado el tono de su voz y su mirada, y le pregunté si tenía “pensamientos negativos”. Me respondió: “¿usted quiere saber si yo me quiero suicidar?  Hoy no sabía si venir aquí o irme con el auto por la autopista...”

Le dije que lo veía muy deprimido, lo cité para una próxima entrevista y le sugerí  que sería bueno pensar en consultar también a un psiquiatra para ver si es necesario que tome una medicación antidepresiva”.

Interrogado el analista X acerca de cuáles considera que son los hechos (H)  de la entrevista, cuales sus teorías o interpretación de los mismos (T) y cuales sus intervenciones (I), responde:

(H) :”Se trata de un paciente con una depresión”

(T): “Pienso que además de los duelos debido al tono general, la anorexia y el insomnio, puede haber algo biológico

(I) “Para hacer un análisis tiene que tomar un antidepresivo”

2.2. Los resultados mostraron en primer lugar que las opiniones de los analistas participantes abarcaron las ocho posibilidades diferentes con distintas prevalencias y se pudo constatar que casi el 30% estaba en desacuerdo con todo lo declarado por el analista que realizó la entrevista y el 75 % estaba en desacuerdo con su intervención. Por otra parte los argumentos utilizados por los analistas en sus comentarios sobre esta última fueron en un 60 % calificativos, 30% no hicieron comentarios y solo  un 10% planteó argumentos que consideramos estipulativos. Ejemplos de argumentos calificativos fueron: “el analista se asustó”, “estuvo apresurado” o “reedita sus propias pérdidas”. Ejemplos de argumentos estipulativos fueron:   “pienso que los hechos significativos son la anorexia y el insomnio”, “ creo que la depresión es un diagnóstico  teórico y no un hecho”, y también “la muerte de la madre es el hecho principal”, “ mandado por otro es el hecho a tener en cuenta”.

Estos resultados sugieren en principio la existencia de una diversidad importante de opiniones con un predominio del desacuerdo con el analista que realizó la entrevista. Es interesante señalar que el caso clínico correspondía a una situación bastante habitual en la práctica y estaba encuadrado en lo que puede llamarse ‘problemática depresiva’ (Winograd, 2005). En este sentido existe un contraste entre la variedad de argumentos de los psicoanalistas frente a cierta tendencia a la unanimidad que se supone tendrían los psiquiatras, en especial en cuanto la intervención psicofarmacológica.

Por lo general sucede que –como es sabido la aplicación técnica de un conocimiento implica una articulación entre el área empírica y el área teórica (ver Figura 1). Pero las prácticas clínicas muestran cierto sesgo hacia el dominio de lo empírico en la psiquiatría “ateórica”[6] y otro sesgo equivalente hacia el dominio de lo teórico suele ser  propio de la perspectiva psicoanalítica. Se desprende del simple esquema de la figura 1 que el progreso de una disciplina implica que su tecnología o método de desarrollar acciones sobre sus problemas siga el vector 1.

Esto implica también una metodología de recolección de los hechos para lo cual estos tienen que estar adecuadamente definidos. La fuente del problema  -como señala Peter Fonagy (2003)     “[...] reside probablemente en cómo recabamos nuestra información. Como ya sabemos, la palabra datos no es el plural de anécdota”. Por otra parte el desarrollo de la noción de ‘evidencia’  problematiza aún más la intervención psicoanalítica en el campo de la salud mental. Esta noción se apoya fundamentalmente en la prueba empírica de modo que frente a ciertas manifestaciones clínicas un psicoanalista puede aferrarse a sus convicciones[7]  frente a las evidencias en contrario del modelo médico-psiquiátrico. En estas condiciones las preguntas que caben son: ¿puede haber discusión interdisciplinaria? ¿es razonable que en una discusión intradisciplinaria entre “lenguas psicoanalíticas” queden claro los fundamentos del acuerdo y del desacuerdo? ¿es posible que dada una diversidad de pensamiento los argumentos utilizados en la discusión provoquen un cambio en el pensamiento del otro?

Bernardi ( 2003 a ) señala que:  “[...] pluralismo es por tanto algo más que la simple convivencia de distintas ideas en una misma institución. Implica una interacción entre estas ideas.”   Pero ¿cómo se consigue una interacción fecunda?, ¿cómo se resuelve el “narcisismo de las pequeñas diferencias” freudiano, si a veces no está claro si existen tales diferencias o si estas son incomensurables?

Creemos –y este es un aspecto central de este trabajo que son necesarias metodologías conversacionales que apelen a la racionalidad como asimismo cambios en actitudes hacia el pensamiento del otro y hasta en rasgos personales. En el primer sentido es lícito esperar que de una conversación entre analistas sobre un determinado tema, se cumpla mínimamente con el principio cooperativo de Grice (1995). Este principio señala que en el intercambio es importante  cumplir con las máximas de cantidad de información (ni más ni menos de la necesaria), de calidad (decir lo que se considera verdadero), relevancia (“ir al grano” ) y modo    (ser claro y con orden) . Muchas discusiones entre analistas son en realidad largos monólogos llamados “aportes” que violan la regla de cantidad, de relación y de modo cuando practican la asociación libre fuera de contexto. Inclusive pueden violar la de calidad cuando se describe la clínica propia de acuerdo a las teorías oficiales sin considerar lo que –desde Sandler – se conoce como teoría implícita.

Pero este trabajo se ocupa en particular del segundo sentido del problema, es decir de como se valora al otro como diferente de uno, con una lengua o dialecto diferente y cómo puede adquirirse y desarrollarse la mejor competencia comunicativa .

Pensamos que esto requiere un trabajo en la comprensión del otro y su lengua, lo que demanda un proceso de aprendizaje y también un esfuerzo en adquirir la capacidad plástica de modificar el propio pensamiento.

3. Sobre la comprensión del pensamiento del otro: Ricoeur, Babel y la traducción

         “Por eso la llamó Babel: porque allí embrolló Yahvéh el lenguaje de todo el mundo”

                                        Génesis 10,31-32. (En Ricoeur,P.,Sobre la traducción, pag.45)

3.1 Aslan (2006) escribe que “[...] es relativamente fácil señalar los límites entre la rigidez y la flexibilidad. Pero es más difícil señalar los límites entre la flexibilidad y el desorden”.Y además agrega que “[...] el pensamiento subyacente a la idea del pluralismo psicoanalítico es que la verdad no es monolítica y que aspectos de ella pueden estar en otros esquemas referenciales”,  pero que los peligros son el “Escila del babelismo” y el “Caribdis del dogmatismo cuasi-religioso” (pp.259-260)  Este último monstruo es de fácil detección cuando utiliza permanentemente argumentos y citas de autoridad, pero también se esconde en la tarea imposible de unificar el lenguaje psicoanalítico en una suerte de esperanto de aspiración científica. Pero el “Escila del babelismo” constituye un problema más complejo: una cuestión es la diversidad de lenguas psicoanalíticas que intercambian y otra cuestión diferente  es la incomprensión entre las mismas con sus hablantes inmersos en sus sectas y sus propias contraseñas. De allí  que  Jimenez (2008)  - citando a Tuckett - comenta la necesidad de desarrollar nuevos enfoques y argumentaciones razonadas, pues si no la alternativa “es la Torre de Babel”. Poland (2008) estudiando los distintos problemas del aprendizaje institucional señala que existen fundamentalismos donde “[...] la vanidad supera a la curiosidad de una mente abierta”  y que “[...] tal vez el lenguaje sea el mayor invento de la humanidad, pero es también el más diabólico”. Y citando a Boesky señala “[...] la imposibilidad de encontrar una piedra de Rosetta para nuestra Babel pluralista”.  Jimenez (2005) en su trabajo sobre “búsqueda de integración” señala que el origen de esta Babel puede ser triple:

“[....] 1) se utilizan las mismas palabras para referirse a diferentes conceptos; 2) a conceptos idénticos se le han dado nombres diferentes; y 3) existen numerosos términos que pueden ser validados sólo en el contexto de un marco teórico determinado”. (no hay página, www.aperturas.org)

Es interesante observar cómo lo que señala Jimenez para el psicoanálisis, es semejante a lo que describe Ricoeur para el lenguaje en general en el epígrafe inicial de este trabajo. Es claro entonces en los distintos autores la connotación negativa de la historia mítica de Babel.

Pero en este trabajo creemos que además este mito podría tener otro sentido.

3.2.  Paul Ricoeur (2004)  en su texto Sobre la Traducción  se ocupa del “desafío y felicidad de la traducción”, de “traducir lo intraducible” y de su tesis principal sobre el paradigma de la traducción. Es aquí donde planteará al menos varias cuestiones que entendemos útiles para el estudio del pluralismo en psicoanálisis y las discusiones intra e interdisciplinarias. La primera de ellas es diferenciar  la traducción externa  “[...] en su sentido estricto de transferencia de un mensaje verbal de una lengua a otra” de lo que en un sentido amplio es una traducción interna como  “[...] sinónimo de interpretación de todo conjunto significante dentro de la misma comunidad lingüística”.

En el primer caso Ricoeur plantea el trabajo del traductor como una tarea de riesgo donde se sirve a dos amos, “al extranjero en su extranjeridad, al lector en su deseo de apropiación.”   y donde se debe atravesar lo que Antoine Berman llama “la prueba de lo ajeno”. No hay una traducción perfecta porque no hay una lengua originaria o pura  “[...] horizonte mesiánico del acto de traducir”. Hay eso sí un deseo de traducir y un trabajo que Ricoeur compara con las descripciones freudianas del trabajo del duelo o del recuerdo.    La diversidad de las lenguas, lejos de ser un castigo como supone el mito de Babel, está  presente para que podamos atravesar la prueba y la experiencia de lo extranjero. Ricoeur señala con claridad que la interpretación tradicional del mito de Babel “[...] hace soñar hacia atrás, en dirección de una presunta lengua paradisíaca perdida” (pag. 33). Plantea entonces que no se trata  de “una catástrofe lingüística infligida a los humanos por un dios celoso de sus logros”. Y demuestra su hipótesis  estudiando el texto bíblico donde dice

“[...] Ea, pues bajemos, y una vez allí confundamos su lenguaje, de modo que no entienda cada cual el de su prójimo y desde aquel punto los desperdigó Yahvéh por toda la faz de la tierra, y dejaron de edificar la ciudad”. (pág.45).

Y Ricoeur entonces señala: “Vemos que no hay ninguna recriminación, ningún lamento, ninguna acusación [...] Es así como le gustaba decir a Benjamin. A partir de esta realidad de la vida, ¡traduzcamos!” (pag.45). Y remarca: “La traducción es entonces una tarea, no en el sentido de una obligación restrictiva, sino en el de lo que hay que hacer para que la acción humana pueda simplemente continuar, como afirma Hannah Arendt” (pag.44). Se trata en realidad de un proyecto ético desde el momento que ya no es más natural tener la misma lengua, pues ahora hay que convivir con la diversidad, con el otro diferente. Según Ricoeur esto es similar al asesinato de Abel “que hace de la fraternidad un proyecto ético y ya no un simple hecho de la naturaleza”. O sea: ya no es nunca más natural que hablemos-pensemos como el otro ni que lo veamos como un hermano-igual. Traducir es un trabajo y un deseo inscripto en el reconocimiento del otro como otro semejante y distinto.

Pero hay resistencias a la traducción sobre las que Antoine Berman (1981) escribe:

“[...] toda cultura resiste la traducción, aún si tiene una necesidad esencial de ésta. La meta de la traducción –abrir a nivel de lo escrito una cierta relación con el Otro, fecundar lo Propio por la mediación de lo Extranjero– golpea de frente la estructura etnocéntrica de toda cultura, o esta especie de narcisismo que hace que toda cultura quiera ser un Todo puro y no mezclado” (pag 125, la cursiva nos pertenece, las mayúsculas son del autor)

¿ Es posible que la “cultura psicoanalítica” pretenda ser “un Todo puro” y que resista entonces tanto el valor de la diversidad en su seno como la fecundación de otras disciplinas? Creemos que no y que además los intentos de hacerlo serían contraproducentes. No existe una “lengua [freudiana] paradisíaca perdida” ni alguna otra que se entronice como el “verdadero” psicoanálisis Existe –eso sí  una disciplina en movimiento con avances y retrocesos y la metáfora de Babel podría aplicarse a la fragmentación que implica la competencia de los narcisismos, pero no a la diversidad comunicable, es decir a la comprensión del otro. Por eso pensamos que la intención ética de comprender al otro y hacerse comprender por el otro, es un núcleo duro de toda disciplina que se sustente sobre una mínima base racional. Y esto es viable porque tal como escribe Ricoeur “[...] siempre es posible decir lo mismo de otra manera” que es lo que sucede “[...] cuando reformulamos un argumento que no ha sido comprendido”. Por otra parte es necesario renunciar al ideal de la traducción perfecta, aceptando la equivalencia sin adecuación, es decir hacer un duelo que a su vez “[...] va de la mano de la felicidad de traducir”. Y es así que se practica lo que dicho autor denomina “hospitalidad lingüística” que consiste en “[...] el placer de habitar la lengua del otro, compensado por el placer de recibir en la propia casa la palabra del extranjero” (pag.28)

3.3. En el segundo caso –el de la traducción interna– Ricoeur la define junto con Steiner  bajo el lema “comprender es traducir”, eje conceptual de su libro  Después de Babel. Desde esta referencia Ricoeur plantea que “[...] ninguna lengua universal puede lograr la reconstrucción de la diversidad indefinible”. La diversidad existe al punto tal que en realidad “hay algo extranjero en todo otro” y además con “[...] otras definiciones, reformulamos, explicamos, buscamos decir lo mismo de otra manera”. Esto implica un proceso de traducción intrínseco a la comunicación humana, cuyo efecto es comprender el pensamiento del otro.  De acuerdo a esta perspectiva la lengua freudiana –con sus polisemias e idiosincrasia alemana–  sería una “lengua prebabélica” en tanto fundacional e idealizada.

El estudio indispensable de la obra freudiana con todas sus diferentes lecturas y traducciones, permitió comprender por ejemplo el mecanismo del duelo y su relación y diferencias con lo que hoy la psiquiatría denomina depresión mayor. En la viñeta presentada en 2.1 se plantean distintas maneras de comprender lo que relata el analista X sobre el señor Y.  ¿Pueden dialogar entre sí el analista A que considera que lo  significativo de la entrevista es la “muerte de la madre”, con el analista B que considera que el analista X “se asustó”?. ¿Podrían ambos dialogar con un psiquiatra que evaluando síntomas como anorexia e insomnio probablemente indicaría psicofármacos?

Es posible –y necesario pensamientos diferentes pero que puedan articularse como cuando un traductor conecta entre sí a hablantes de lenguas distintas. La clínica pone en evidencia –como señala André Green (1975) “[...] que no sabemos lo que ocurre en el interior del paciente como no sea a través de lo que él nos comunica “[...] pero  podemos sortear nuestra ignorancia de este espacio interno por la observación del efecto de la comunicación en nosotros”. Y además que “[...] no podemos pretender, es verdad, que eso sea lo que ocurre en el paciente, sino  sólo que lo que ocurre en nosotros proporciona un homólogo, un análogo de aquello”. Y agrega que “[...] la comunicación del paciente –diferente de lo que él vive y siente se sitúa en el espacio transicional que se extiende entre él y nosotros”.  En este sentido la traducción funciona como un ‘tercero’ al modo de un ‘fenómeno transicional’, como ese campo intermedio que Winnicott describió tanto para el juego como para la creación científica. La traducción entonces deviene una puesta en relación que no toma partido: no hay un pensamiento o lenguaje “madre” y una lengua “niño”, sino un campo de producción de conocimiento sosteniendo la diferencia. Se trata de una tarea creativa que se produce en un vínculo cuyos resultados los perciben ambas partes.

Pero para desarrollar esta comprensión ahora entre diferentes analistas   no basta con tener la información de las distintas ideas teóricas y técnicas del [otro] analista o de la [otra] disciplina o corriente analítica. Se puede estar muy informado –hasta en el nivel de erudición exegética   y no poder traducir-comprender-intercambiar con el otro. El trabajo de traducir se aprende, se adquiere con cierto esfuerzo y con una intencionalidad de conocimiento y en ello se puede ser más o menos fiel al pensamiento del otro. A veces la traducción-comprensión es errónea, simplificadora o reduccionista; a veces es imposible traducir-comprender, imposibilidad que Ricoeur plantea con claridad. Pero un pluralismo de riguroso intercambio, generado en ese espacio transicional de comprensión del otro, necesita además de una actitud que se exprese como un rasgo personal con algo de lúdico. Y aquí este término alude al valor creativo que implica la discusión como juego intelectual en lugar del rígido modelo bélico de ataque-defensa[8]. Y esta posibilidad –pensamoses solo factible si el pensamiento propio posee la suficiente plasticidad y es capaz de variar –es decir de cambiar de acuerdo a lo que se percibe del pensamiento del otro.

4. Sobre la plasticidad del pensamiento propio: Todorov, Cortés y la improvisación

Aquellos que no puedan comprender morirán. Aquellos que comprendan vivirán

Libro Maya de Chilam Balam. (En Todorov,T, La conquista de América, pag.95)

4.1. Freud le escribe a Fliess el 1° de Febrero de 1900: “No soy en absoluto, un hombre de ciencia, ni un observador, ni un experimentador, ni un pensador. Por temperamento, no soy más que un conquistador, un aventurero, si quieres traducir esta palabra, con toda la curiosidad, la osadía y la tenacidad de este tipo de hombres”. 

Y es importante señalar que el término en itálica corresponde al original que fue escrito en castellano y que por tanto invita a pensar inequívocamente en el conquistador español, en la conquista de América.

Tzvetan Todorov (1982) titula La Conquista de América. El problema del otro, a un libro cuya finalidad es según su autor

“[...] que no caiga en el olvido este relato, ni otros miles más del mismo tenor. A la pregunta acerca de cómo comportarse frente al otro no encuentro más manera de responder que contando una historia ejemplar: la del descubrimiento y conquista de América. Al mismo tiempo, esta investigación ética es una reflexión sobre los signos, la interpretación y la comunicación: pues la semiótica no puede pensarse fuera de la relación con el otro.” (pág. 14)

Y ese otro es aquí el indio y su figura estelar Moctezuma, que tantos interrogantes ha generado a los historiadores: ¿por qué triunfó Hernán Cortés con sus centenares de hombres  frente al imperio más poderoso de América y sus cientos de miles de guerreros aztecas? ¿Qué sucedió en este choque de culturas para que unos hombres ávidos de riquezas destruyeran a un pueblo entero que poseía una organización y adelantos culturales extraordinarios? El problema es complejo y no debiera simplificarse, pero la tesis de Todorov cuya fundamentación es exhaustiva consiste básicamente en señalar que:

“[...] de este choque entre un mundo ritual y un acontecimiento único resulta la incapacidad de Moctezuma para producir mensajes apropiados y eficaces. Los indios, maestros en el arte de la palabra ritual tienen por ello menos éxito ante la necesidad de improvisar, y esa es precisamente la situación de la conquista. Su educación verbal [la del indio] favorece el paradigma en detrimento del sintagma, el código en detrimento del contexto, la conformidad al orden en vez de la eficacia del instante, el pasado en vez del presente. Ahora bien, la invasión española crea una situación radicalmente nueva, enteramente inédita, una situación en la que el arte de la improvisación importa más que el del ritual. Es bastante notable, en ese contexto, ver que Cortés no solo practica constantemente el arte de la adaptación y de la improvisación, sino que también es consciente de ello, y lo reivindica como el principio mismo de su conducta” (pág. 107, las cursivas nos pertenecen)

Cortés, el conquistador, es entonces un improvisador[9], es decir alguien que es capaz de cambiar de acuerdo a lo que comprende del mensaje del otro. De este modo se abre a lo nuevo y busca respuestas nuevas para hechos diferentes.  Como vemos, Todorov señala que Cortés es también consciente de su propio estilo de pensamiento y acción, citando el propio relato del español cuando éste escribe “[...] hay necesidad que a nuevos acontecimientos haya nuevos pareceres y consejos”. Los aztecas en cambio viven en un rígido determinismo donde el sentido final de un hecho está dado desde el principio y los argumentos decisivos son de autoridad, no de experiencia. Es así que Todorov señala que “[....] los aztecas están convencidos que las profecías se cumplen. El mundo se plantea de un modo sobredeterminado, todo es previsible y todo está previsto”. La relación del indio es con el mundo y toda su estructura ritual aspira a comprenderlo y a seguir sus designios.  Pero  Cortés, el conquistador, es especialista en relaciones entre humanos, y lo que le interesa es conocer al otro. Y tiene “[...] la preocupación constante de la interpretación que darán los otros -los indios-  a sus gestos”. Por otra parte es notable que “[...] lo primero que quiere Cortés no es poseer, sino comprender; lo que le más le interesa son los signos, no sus referentes. Su expedición comienza por una búsqueda de información, no de oro” (pag.121). La diferencia con el otro estimula la curiosidad y la intención de comprenderlo para lo que es necesario modificar la rigidez del pensamiento propio.

4.2. Pero es distinto el caso de Colon, el colonizador. A él no le importa el valor intersubjetivo de la palabra porque el otro diferente es considerado un inferior al que hay que evangelizar y dominar. Su rigidez etnocéntrica se manifiesta por ejemplo cuando aprende la palabra “cacique”: trata de buscar qué significa en la lengua española por fuera del sentido que tiene para el indio. Es decir no tiene en cuenta al otro, su lengua no posee la “hospitalidad lingüística” de Ricoeur, simplemente busca imponerse. No hay en este acto nada que se modifique en su pensamiento, no hay en él plasticidad al igual que en Moctezuma siendo de culturas distintas.

De este modo es posible pensar la noción de “conquista” desde la perspectiva semiótica de Todorov aludiendo a la existencia de una posibilidad plástica de cambiar el pensamiento propio en función de una percepción empática del otro. Implica tanto convencer como dejarse convencer para lo que es imprescindible primero comprender/traducir la lengua/pensamiento del otro. Este planteo es independiente de la intencionalidad, de modo que es conveniente aclarar aquí que el sentido de comprender al otro y tener la suficiente plasticidad puede tener las mas diversas intenciones: el dominio de un pueblo, la seducción amorosa, la venta de un producto, la apuesta correcta en un partido de póker…  o lograr una discusión científica entre ideas diferentes para producir conocimiento para ambas partes. Como se comprenderá esto último constituye el sentido principal de este trabajo. Pensamos entonces que para que la pluralidad no sea mera fragmentación es necesaria la articulación de dos dimensiones de la comunicación: la capacidad de traducir en el sentido de Ricoeur que significa comprensión,  y el arte de la improvisación en el sentido de Todorov  que significa plasticidad. 

5. Sobre los caminos hacia un pluralismo riguroso

Una vez que un hombre empieza  a  reconocerse en otro ya no puede considerar a esa persona un extraño. Quiera o no, se ha establecido un vínculo.

       Paul Auster, La música del azar, 1990, pag.62

Cuando uno toca con alguien que tiene algo que decir, aunque los dos difieran mucho estilísticamente, hay algo que se mantiene constante. Y ese algo es la tensión de la experiencia [...] un sentido de elevación [...] que los hace feliz.

                     John Coltrane, (En Hentoff, N. Jazz, 1982)

5.1. Eduardo Braier (2009) ha utilizado la noción metafórica de “camino” señalando su abundante uso en la obra freudiana (caminos de la terapia analítica, vía regia, caminos de las mociones pulsionales, etc.) citando la idea de Maldavsky sobre que esta noción constituiría una metáfora más cercana a la aventura que a la rutina. En este sentido hemos señalado en 4.1 la propia autodescripción freudiana como conquistador/aventurero. Es legítimo pensar que en la historia del psicoanálisis hubieron varios “aventureros” que –probablemente identificados con Freud abrieron y recorrieron distintos caminos y de hecho generaron el pluralismo psicoanalítico. Pero éste se transforma en  un problema relevante, a partir de la ya legendaria obra de Wallerstein (1988 -1990)  sobre la existencia de uno o muchos psicoanálisis y sobre la existencia del common ground. En realidad la historia de las instituciones psicoanalíticas muestra en principio que  el pluralismo fue un logro importante para el desarrollo del psicoanálisis. Es conocida  la necesidad histórica y fundacional de la instalación de una única lengua oficial que definiera el territorio y la identidad del psicoanálisis. Pero sus efectos administrativos y normatizadores en la formación y en la transmisión, significó que otras lenguas fueran marginales o proscriptas y se demoraran ciertos desarrollos. Desde este punto de vista lograr la aceptación de la existencia de ideas diferentes convirtió al pluralismo en un vehículo de la libre expresión sin temor a ser descalificado, generando un efecto progresivo. Por otra parte las particularidades y la expansión de la actividad clínica generaron la articulación de ideas de distintos autores –seleccionados por necesidad o gusto personal  para explicar e intervenir en distintos problemas clínicos. Un ámbito pluralista favoreció dicha posibilidad  poniendo a trabajar distintas teorías como un componente natural de muchas prácticas actuales. 

Pero  existe un aspecto preocupante del llamado pluralismo que parece en definitiva una suerte de racionalización benévola para aludir a una fragmentación abarcada por una “causa” común y vehiculizada a través de un “movimiento”.  En este sentido Garza Guerrero (2002)  señala que:

“[…] nuestra disciplina psicoanalítica nace, evoluciona y, aún se inserta, en un entramado congregacionista que mezcla y ata en forma inextricable prerrogativas y funciones propias de movimientos y causas (e.g., cuasi-religiosas, ideológicas, societario-políticas), con prerrogativas y funciones propias de ciencias y profesiones académicas” (no hay página, www.aperturas.com)

5.2.   La citada mezcla ha tenido efectos generacionales en la formación de psicoanalistas.  Es así que lo que se propone en este trabajo es el desarrollo de un pluralismo al que no se puede renunciar, pero sobre el que es posible construir cierta consistencia y rigurosidad de modo  que el movimiento devenga en disciplina científica. En la medida que no sea más necesario defender una causa sino producir conocimiento sobre el sujeto humano y sus producciones, el pluralismo adquiere otro sentido. Pensamos que desde este punto de vista no son necesarias convergencias artificiosas: no se trata de que todos los caminos conduzcan a Roma. Hay diversos caminos que conducen hacia distintos aspectos de la teoría y la clínica psicoanalítica y rumbo a diferentes articulaciones interdisciplinarias tanto con las disciplinas de la subjetividad como con las neurociencias.  Pero lo que creemos crucial es que se construyan senderos y puentes entre esos caminos que permitan ir y venir, con el confort que brinda el vínculo y con la felicidad del traductor de Ricoeur y del improvisador de Coltrane. Esta vincularidad permite definir al pluralismo riguroso como:

a)           La posibilidad de comprender el pensamiento del otro y flexibilizar o modificar el propio (traducción y plasticidad)

b)           La posibilidad de discutir dentro de  un proceso argumentativo en grado 2 o 3, lo que implica el predominio de argumentos  estipulativos sobre los calificativos. 

Es obvio que a veces son inevitables los argumentos calificativos como parte del compromiso emocional en una discusión apasionada, pero es conveniente diferenciar la firmeza de los argumentos propios de la descalificación de los argumentos del otro. Por otra parte el predominio de argumentos calificativos también obstruye  el proceso argumentativo cuando son excesivamente elogiosos, práctica vincular muchas veces aplacatoria o hipócrita. A su vez la descalificación puede adoptar diversas formas como puede observarse en el ejemplo que describe Bernardi (2003 b) en una presentación de Serge Leclaire. Este analista francés interroga en forma directa a su audiencia en estos términos, invitando a la controversia:

“¿Se representan Uds. al cuerpo de otra forma que la de un recipiente provisto de algunas aberturas?[...] Si yo les planteo esta pregunta, es porque pienso que esta representación es ingenua en demasía y que, sobre todo, ella no corresponde a los datos psicoanalíticos de nuestra experiencia”(pág. 29,la negrita nos pertenece)

Bernardi plantea que el primer argumento de Leclaire es el de la ingenuidad de la otra posición, lo que puede aludir tanto a falta de sofisticación como  a insuficiente reflexión crítica sobre el tema. Por otra parte Leclaire no brinda los datos de la experiencia aludida con lo que –a nuestro parecer la calificación tiende a obstruir la discusión pues el eje de la misma no es confrontar dos argumentos de igual nivel, sino a caracterizar a uno de ellos como inferior por su supuesta ingenuidad.  En el mismo sentido –en el marco de una supervisión  Green (1994) le señala a la analista que presenta su material clínico[10] el “[....] miedo que sintió cuando la paciente puso en evidencia la estructura de su conflicto fundamental, porque le presentó un Edipo grande como una montaña” (pág.52, las cursivas nos pertenecen). Pensamos que independientemente del grado de verdad que pudiera tener esa afirmación al igual que la de Leclaire en otro contexto  se tornan poco discutibles, no solo por la autoridad de quien las emite sino porque al ser calificativas suelen generar defensa o sometimiento.  En el ejemplo que presentamos en 2.2. hay que recordar que el 60% de la argumentación utilizada para expresar desacuerdo con la intervención del analista, fue con argumentos calificativos. No sabemos si personalmente frente al analista que ofreció su material estos argumentos serían los mismos, es decir que no podemos predecir el grado de traducción y de plasticidad que se desarrollaría en una discusión personal sobre la entrevista del señor Y. Suponemos que si predominaran los argumentos estipulativos probablemente el proceso argumentativo evolucionaría a los grados 2 y 3.  En la figura 2 puede observarse  una reseña de lo desarrollado en este trabajo. Consiste en presentar la definición de pluralismo riguroso como la articulación de dos dimensiones –traducción (T) y plasticidad (P)–  que implican un gradiente que va desde la ausencia de ambas  hasta su máxima expresión. De este modo se configuran cuatro zonas que se corresponden con los grados del proceso argumentativo (grados 0,1, 2 y 3)  que  representan el grado de evolución o involución de la articulación entre la capacidad de traducir/comprender (T) y la plasticidad y capacidad de improvisación (P) en una discusión intra o interdisciplinaria. El gráfico permite asimismo mostrar que el predominio de argumentos calificativos tiende  a descender la controversia al grado 0, mientras que los argumentos estipulativos la ascienden a los grados 2 y 3. Por otra parte es importante destacar la existencia de los puntos (A) y (B) que representan dos desfasajes en la capacidad T y en la capacidad P. El punto (A) representa una condición cuya expresión teórica extrema sería T sin P, es decir una actitud de erudición rígida y exegética  que descarta el pensamiento del otro sin intercambio. El punto (B)  representa una condición cuya expresión teórica extrema sería P sin T, es decir una actitud amorfa y sobreadaptada al pensamiento del otro también sin intercambio. En ambos puntos (A) y (B) predominan los argumentos calificativos (descalificadores y aduladores) y el proceso argumentativo no podrá pasar del grado 0 o grado 1. Desde una perspectiva vincular A y B serían complementarios y corresponden a la problemática del narcisismo, donde un “amo traductor” que lo comprende todo, es idealizado por un “acólito obediente” sin identidad propia, es decir una estructura de fascinación donde no hay comunicación posible.

Reflexiones finales: puentes hacia un pluralismo riguroso

A un caballero, en una discusión teológica o literaria, le arrojaron en la cara un vaso de vino. El agredido no se inmutó y dijo al ofensor: “Esto, señor, es una digresión, espero su argumento”.

Jorge Luis Borges (1933) Arte de Injuriar,
en Historia de la Eternidad, Obras Completas, pag.423                       

Es indudable que tanto el problema de la fragmentación como el del intento de integración forzosa tienen influencia en la actividad clínica y ambos aspectos constituyen tensiones permanentes en el seno de la cultura psicoanalítica.  Es también indudable que el análisis personal, el autoanálisis y el de la contratransferencia suelen impedir que el analista “arroje un vaso de vino al paciente”. Esta es justamente una cuestión que Joyce McDougall (1998) señala: “[...] Difícilmente observemos el mismo respeto que tenemos por el sistema de valores de los pacientes, ante las diversas teorías de nuestros colegas.” (La cursiva nos pertenece)

Se trata entonces de que la relación analista - paciente mantiene por lo general ciertas reglas que a veces no se cumplen en la relación entre analistas. Se suele tener muchas veces una mejor escucha del relato y de la asociación del paciente que de la opinión del colega al que se califica. Y es sencillo deducir que la capacidad de traducción/comprensión del material clínico y la plasticidad para modular la intervención, sea más habitual  en el vínculo terapéutico que en el profesional. A veces es más fácil en el proceso analítico lograr que un paciente diferencie sus fantasías de ciertos hechos, que lograr que un analista en una discusión diferencie sus teorías de  determinados datos empíricos.

La noción de pluralismo riguroso se funda entonces en la necesidad de construir puentes entre pensamientos y lenguas distintas, valorando la diversidad como algo enriquecedor que reduce la tendencia al dogmatismo (Coderch, 2006, Bernardi, 2007). No se trata de integraciones o consensos políticos, ni de “todo vale igual”.  Se trata de un alegato en procura de una actitud  equidistante de la búsqueda de una unidad paradisíaca y del mantenimiento de islas autovalidadas, que suelen ser las condiciones “normales” del movimiento psicoanalítico. Por otra parte pensamos que la construcción de puentes[11] necesita de  modelos de investigación clínica, conceptual y empírica para generar argumentos discutibles, y fundamentalmente requiere  la capacidad de comprender el pensamiento del otro y poder modificar el propio. Estos puentes son posibles cuando se puedan decir las cosas de otra manera (Ricoeur), cuando se pueda estar convencido de algo sin creer que eso significa demostrarlo (Garma), cuando sea fácil reconocerse en otro diferente (Auster), cuando se adquiera la capacidad borgeana de diferenciar una digresión de un argumento, cuando, finalmente, se descubra –como en el jazz la tensión y la felicidad de trabajar en la diferencia.  

SUMMARY

The plurality of theories that nowadays exists in the psychoanalytic clinic brings about a large amount of problems in the communication among psychoanalysts. It makes it difficult to determine, in a discussion, if the debate is based on differences in the appraisal of clinical facts or in different theoretical interpretations or its derivative interventions. It is presented a research in which thirty psychoanalysts expressed their opinions on the report of an interview done by another analyst in a supervision. The arguments were of two types: stipulative and qualifying. The latter would favor the fragmentation and / or the dogmatic attitudes. It is suggested that devices of systematic investigation and changes in attitudes in the own thoughts and towards the other’s thoughts are necessary. The notion of “after Babel” translation / comprehension of Ricoeur and the concept of improvisation / plasticity of Todorov are developed. The rigorous pluralism is defined as: the possibility of understanding the thought of the other and modifying the own (translation and plasticity), and of using mostly stipulatives arguments in discussions. The evolution and regression of the pluralism, according to the degree of translation and plasticity in the discussions among analysts, is represented in a graph.

[Agradecemos los aportes bibliográficos de Nicolás Zukerfeld y Gilda Zukerfeld]

 

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[1] Pluralism and unity? Methods of research in psychoanalysis,IPA,Londres,2003

[2] El último Congreso Internacional de Psicoanálisis IPA ( Chicago, 2009) tuvo justamente como tema central las convergencias y divergencias en psicoanálisis

[3] Ver por ejemplo el llamado “Libro negro del psicoanálisis”

[4] Inspirado en la ideas de Toulmin

[5] Clase de la Dra. Alicia Gianella en la Maestría de Psicoanálisis APA-USAL

[6] Cuyo ejemplo paradigmático es la serie DSM

[7] Aquí vale la pena señalar la diferencia entre convicciones -es decir creencias firmes  pero modificables- y certezas que implican el problema del fundamentalismo.

[8] Condición habitual de las presentaciones de tesis en los ámbitos académicos. Es interesante señalar que en una encuesta reciente de IPA  sobre su funcionamiento al cumplir su centenario, existen varias preguntas que aluden a que dicha institución se ocupe de la defensa del psicoanálisis.

[9] La improvisación tiene además aquí el sentido que posee en el jazz. PeeWee Rusell –un eximio clarinetista de un conjunto de Louis Armstrong- cuando un estudiante de música le muestra la transcripción escrita de uno de sus solos improvisados dice: “Yo no toqué eso. Además no sabría como tocarlo” ( Hentoff,N, Jazz ,1982)

[10] Caso Andrea presentado en la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires ( 1994)

[11] Es asimismo la respuesta de Fonagy (2002) a las críticas de Green sobre las investigaciones en la primera infancia, señalando que estos investigadores desean trazar puentes hacia el psicoanálisis.