aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 038 2011

El interjuego de procesos subsimbólicos y simbólicos en el tratamiento psicoanalítico: Hacen falta dos para bailar el tango, pero, ¿quién sabe los pasos, quién dirige? La coreografía del intercambio psicoanalítico

Autor: Bucci, Wilma

Palabras clave

Procesos subsimbolicos, Tango, Procesos simbolicos.


The interplay of subsymbolic processes in psychoanalytic treatment: It takes two to tango-But who knows the steps, who's the leader? The choreography of the psychoanalytic interchange fue publicado originalmente en Psychoanalytic Dialogues, 21: 45-54, 2011.

Traducción: Marta González Baz
Revisión: Mª Dolores J. Díaz-Benjumea

 

Analista y paciente llegan a la sesión con un conjunto de esquemas de emoción, arraigados en la experiencia subsimbólica corporal y emocional, desarrollados en las interacciones interpersonales de sus vidas, y activados en el contexto relacional de la sesión. Los procesos subsimbólicos son formas de pensamiento sistemáticas, organizadas, que continúan desarrollándose a lo largo de la vida y que pueden tener lugar dentro y fuera de la conciencia. El tango argentino y la enseñanza del tango ofrecen ejemplos óptimos de procesos que son sistemáticos y subsimbólicos, que tienen lugar sin darnos cuenta y que subyacen a la intersección de la organización interna y la comunicación interpersonal.  Los objetivos del tratamiento incluyen la nueva integración de esquemas de emoción que han sido disociados en respuesta a un estrés o trauma agudo o crónico y nuevas resoluciones de soluciones previas que han demostrado ser poco adaptativas en los contextos vitales actuales. En el intercambio analítico, como sucede en las complejas interacciones del tango, la comunicación subsimbólica ofrece la guía para la exploración e integración corporal y emocional. En el tratamiento, la comunicación subsimbólica abre potencialmente nuevas conexiones para el modo simbólico, el cual entonces retroalimenta para profundizar las exploraciones subsimbólicas, y se construyen nuevos y emergentes esquemas compartidos.

Este artículo presenta tres perspectivas en contraste acerca del interjuego de los procesos implícitos y explícitos, o, más básicamente, en mi opinión, el interjuego de sistemas subsimbólicos y simbólicos: los conceptos de Quizá y de Posibilidades Extra,  tal como me enseñó mi profesor de tango: Dardo Galletto[1];la formulación de Phillip Bromberg de los procesos "inefables" en el proceso terapéutico; y los conceptos de la fenomenología y la hermenéutica basados en el concepto de Freud de parte no reprimible del inconsciente.

Empezaré brevemente con la perspectiva del tango argentino, luego volveré a ello con más detalle. Dardo sabe que soy psicóloga, así que a menudo en clase me pide en clase que sea traductora –no de español a inglés, aunque también es necesario, sino para ayudarlo a llegar de la experiencia subsimbólica de su cuerpo, mediante el lenguaje, a los cuerpos de sus alumnos. Puesto que he dedicado un tiempo considerable a investigar ese proceso, me lo tomo como un desafío serio. Por supuesto, en todos los casos él muestra lo que quiere decir mediante sus movimientos, pero reconoce que no es suficiente; quiere también las palabras correctas.

Dardo les dice a sus alumnos que sólo sientan, no piensen, no usen sus mentes, pero él sabe que eso no es exactamente lo que quiere decir. No puedo hallar un modo de explicarle, ni a él ni a la clase, los procesos subsimbólicos, pero intento decirle que tenemos que pensar, sólo que de un modo diferente. También nos insta con frecuencia a "sentir la base", usar la "energía del suelo", "sentir nuestros centros", y él asume que estos conceptos nos comunican algo. Intenta que distingamos entre centrarnos en la dirección vertical –tobillo, rodilla, cadera y el centro interno de nuestros cuerpos- y los movimientos horizontales que implican responder al compañero y movernos juntos por la sala. Intenta explicar que debemos sentir a la otra persona, pero tenemos que sentir primero nuestros propios cuerpos, y luego sentir al otro en nuestros cuerpos; que es el único modo de sentir al otro. El centro es el punto en el que se cruzan lo horizontal y lo vertical y también donde conectan el self y el otro. Luego me pide que explique cómo funciona todo eso. No puedo explicar el trabajo reciente sobre neuronas espejo y percepción en el cuerpo y decirle que parece haber descubierto eso, pero intento explicar que los psicólogos, neuropsicólogos y psicoanalistas saben ahora un poco sobre lo que él está descubriendo al intentar comunicarnos cómo bailar.

Con frecuencia ha utilizado los conceptos de "quizá" y "posibilidades extra" y se esfuerza por explicar lo que significan, o lo que quiere decir con ellos. Ambos significan que necesitamos explorar dentro de nosotros mismos y sentir a nuestros compañeros para saber qué hacer a continuación. En la danza, necesitamos tener un momento de espera, de no saber qué es lo que viene a continuación (el momento del quizá) para que el baile sea real. Lo que haremos después no se sabe, en cierto sentido no existe hasta que los dos participantes lo construyen, cada uno con su rol diferenciado. Para dejar que este momento se produzca, nosotros (los bailarines de tango) necesitamos estar equilibrados y asentados en nuestros cuerpos, y al mismo tiempo estar abiertos al otro, y necesitamos esperar a conocernos a nosotros mismos y al otro antes de movernos. Necesitamos primero sentir las partes de nuestros cuerpos, cómo funcionan, cómo afianzarlas; esto es lo que nos permite estar equilibrados y asentados. Él también nos ayuda a confiar en que está bien tener el momento de no saber qué pasará después; de hecho debemos tener ese momento. A veces cometeremos errores, nos sentiremos torpes; esto es necesario si realmente estamos explorando.

Una vez que puedes hacer todo eso –sentir tu cuerpo, estar asentado y equilibrado, sentir al otro, esperar para moverte hasta que todo esto se junta y conecta con un patrón- entonces puedes hacer otro tipo de exploración. Aquí es donde entran en juego las posibilidades extra. Cuando el momento quizá forma parte de ti, es aceptado por ti, sucede de forma natural, entonces querrás experimentar con los pasos, crear nuevos patrones. Aquí hay muchas cuestiones interesantes acerca de cómo se crean los nuevos patrones en la mente de ambos participantes. Como todas las ideas nuevas, el misterio es de dónde provienen los nuevos patrones, puesto que serán una sorpresa tanto para el que dirige como para el que lo sigue.

En mi esfuerzo por aportar una conexión entren la experiencia corporal en el tango y el lenguaje, me he dado cuenta de que el tango ofrece un ejemplo primordial de la distinción entre procesos subsimbólicos e implícitos o inconscientes. Nos centramos intensa y explícitamente en las experiencias corporales y movimientos del tango, dentro de uno mismo y en relación con el otro (y con la música, cuyo papel no discutiré aquí). La experiencia es consciente, focalizada y organizada, no implícita. Rastrearé la importancia de este proceso de exploración subsimbólica focalizada en relación con el psicoanálisis, y luego volveré a las conexiones con el tango.

El principio de incertidumbre de Bromberg y el concepto de lo inefable

En su artículo de 2006, "La auto-revelación del analista", Philip Bromberg dijo que el cambio "tiene lugar no mediante el pensamiento de 'si hago esto correctamente, entonces ocurrirá esto otro', sino, más bien, mediante una unión inefable de dos mentes de un modo impredecible" (p. 147). Me he referido a esto como principio de incertidumbre de Bromberg (Bucci, 2010). Intentaré deconstruir este principio y también ampliarlo un poco:

Por inefable, entiéndase subsimbólico, pero más que eso.

Por unión, entiéndase comunicación emocional pero más que eso.

Por mente, entiéndase esquema de emoción, incluyendo el procesamiento en los sistemas sensorial y somático, no la entidad intelectual que a veces consideramos como mente.

Para el concepto de impredecible, necesitamos distinguir varios niveles: la unicidad necesaria del momento y lo que el analista sabe y trae al momento que pueda ayudar a negociarlo.

El concepto de inefable fue el tema central del panel en el que apareció una versión anterior de este artículo (y de la conferencia 2008 Division 39, en conjunto). Hubo una conferencia relacionada en Roma en Julio de 2007 sobre Teorías Psicoanalíticas de Funcionamiento Mental Inconsciente y Teoría del Código Múltiple [2]. Dos de los ponentes, Guiseppe Moccia y Guiseppe Martini, ambos miembros de la Sociedad Psicoanalítica Italiana, nos llevaron por un recorrido guiado de forma erudita por el pensamiento psicoanalítico y filosófico relativo al campo de los procesos implícitos e inconscientes, empezando con el original insight de Freud (1915) relativo a la parte no reprimible del inconsciente: "Todo lo que es reprimido debe permanecer inconsciente; pero aclaremos desde el principio que lo reprimido no cubre todo lo inconsciente. Lo inconsciente tiene un alcance más amplio: lo reprimido es una parte del inconsciente" (p. 166). Desde la época de Freud, los campos de la fenomenología y la hermenéutico han estudiado y valorado más en profundidad ese amplio alcance, tal como señalaron Martini (2007) y Moccia (2007), dándole muchas etiquetas y enfatizando muchos aspectos diferentes:

·         Lo no representable; la esfera perturbadora e inefable que escapa a la ambición aclaradora de la interpretación (Martini, 2007)

·         La realidad que escapa a la palabra (Heidegger, 1959/1982)

·         La cuestión enigmática (Gadamer, 1989)

·         Lo intraducible (Ricoeur, 1970)

·         Lo inabarcable (tanto a nivel psicopatológico en lo referente al delirio como, en términos filosóficos más generales, en lo referente a la experiencia corporal) (Jaspers, 1963)

·         Lo impensable, lo no conocido, lo no conocible, lo infinito sin forma (Bion, 1962)

·         Lo sabido no pensado (Bollas, 1987)

También hay conceptos relacionados en los escritos de Ferenczi, Winnicott, Piera Aulagnier, Loch, Matte Blanco, Ferrari y muchos otros.

Todos estos autores, filósofos y psicoanalistas están intentando caracterizar el mismo campo epistemológico, pero sus caracterizaciones son divergentes y en cierto modo contradictorias. Lo sabido no pensado de Bollas es diferente de lo no conocido, lo no conocible de Bion. Y ambos son diferentes de lo inabarcable de Jaspers, y de lo no representable de Martini. Lo intraducible de Ricoeur, y el concepto de Heidegger de la realidad que escapa a la palabra son similares entre sí pero diferentes del resto.

Sugiero que la lucha conceptual que vemos aquí surge porque todos estos autores siguen atrapados en las contradicciones implícitas de la metapsicología psicoanalítica clásica, aunque rechacen explícitamente este marco de trabajo. La formulación de Freud de dos sistemas de pensamiento diferentes dentro del aparato psíquico, incluyendo un sistema de pensamiento ajeno al campo verbal categorial, fue ciertamente uno de sus insights más profundos. Pero al caracterizar este sistema, Freud se vio atrapado en las inconsistencias de la teoría de la energía que él mismo formuló, así como en su valoración implícita del lenguaje por encima de las formas no verbales. Por una parte, caracterizó el proceso primario como un modo de pensamiento sistemático, organizado de acuerdo a un conjunto de principios que especificó como leyes del trabajo del sueño. Por otra, también caracterizó este sistema como el modo de pensamiento asociado con la energía libre, las fuerzas del Ello, caóticas, impulsadas por la satisfacción del deseo y divorciadas de la realidad. Se puede observar esta inconsistencia  a lo largo de toda la teoría psicoanalítica, como en los comentarios de los autores que he mencionado más arriba. Necesitamos elaborar algunas de estas asunciones implícitas para desarrollar una comprensión más verídica del significado emocional y la comunicación emocional.

En el contexto de la psicología cognitiva y la neurociencia de hoy en día, en el marco teórico de la teoría de código múltiple, he apuntado a un mundo de pensamiento complejo que es no verbal e incluso no simbólico, que tiene lugar en su propio formato sistemático y organizado, principalmente continuo y analógico, arraigado en nuestros cuerpos y sistemas sensoriales, y que puede ser conscientemente experimentado y comprendido pero no es directamente representable en palabras. Tales procesos no simbólicos o, como yo los llamo, subsimbólicos, tienen lugar en la percepción y como formas sensoriales, viscerales, motoras e imaginarias, y en todas las modalidades sensoriales. El procesamiento simbólico se requiere para un amplio rango de funciones que van desde esquiar a tocar música y cocinar de forma creativa, y para las interacciones del baile de salón, especialmente del tango argentino. El procesamiento subsimbólico visual y de otras modalidades es central en el trabajo científico y matemático creativo; los investigadores matemáticos y físicos entienden esto my bien. Einstein se refirió a las experiencias sensoriales y corporales, especialmente a las musculares, como los elementos básicos de su pensamiento (citado en Hadamard, pp. 142-143).

De enorme interés para el psicoanálisis, el procesamiento subsimbólico es dominante en el procesamiento de la información emocional y en la comunicación emocional: leer las expresiones faciales y corporales de los demás, percibir los sentimientos y emociones propios. Todas estas funciones piden un procesamiento analógico y continuo, no discreto, y eso sucede en modalidades sensoriales específicas, no de forma abstracta. Conocemos este procesamiento como intuición, la sabiduría del cuerpo, y en otras formas relacionadas. La información crucial relativa a nuestros estados corporales nos viene principalmente de forma subsimbóilca, y la comunicación emocional entre personas se produce principalmente de este modo. El concepto de Reik (1948/1964) de "escuchar con el tercer oído" se basa en gran parte en la comunicación subsimbólica, como he discutido en detalle en otro lugar (Bucci, 2001).

En el contexto de la ciencia cognitiva de hoy en día, los procesos subsimbólicos se entienden como formas organizadas, sistemáticas, racionales de pensamiento que continúan desarrollándose en complejidad y alcance a lo largo de la vida. Están modeladas por sistemas de procesamiento conexionistas o de distribución paralela (McClelland, Rumelhart y Hinton, 1989), con rasgos de sistemas dinámicos.

Todo procesamiento, incluyendo el procesamiento simbólico así como el subsimbólico, puede operar dentro o fuera de la conciencia. El procesamiento subsimbólico a menudo opera dentro de la conciencia, pero podemos no ser capaces de captarlo. La mayoría de nosotros no ha desarrollado la capacidad de centrar la atención en este modo de procesamiento, aunque uno a veces puede empezar a aprender a hacerlo en la meditación y usando ciertos mecanismos de retroalimentación, como en los mecanismos utilizados para la autorregulación de la presión arterial, donde la gente aprende a escuchar a su cuerpo. No estamos acostumbrados a pensar en los procesos, incluyendo procesos sensoriales, motores y viscerales que no pueden ser verbalizados ni simbolizados, como el pensamiento sistemático y organizado; la nueva comprensión del procesamiento subsimbólico abre la puerta a esta reformulación. Cuando somos capaces de realizar este cambio, cambia toda nuestra perspectiva de la psicopatología y el tratamiento.

Esta formulación reparte la tarta teórica de otro modo. Los procesos subsimbólicos son legítimos y sistemáticos, no caóticos. No están movidos por la realización del deseo; pueden pensarse y conocerse, en los sentidos de Bion y Bollas. Pero el terreno físico específico que estamos intentando explorar puede traducirse a palabras sólo parcialmente; si intentamos ubicar prematuramente las señales –aplicar mapas generales que han sido utilizados en otros territorios- nos veremos bloqueados o perdidos. Los procesos subsimbólicos constituyen lo intraducible, en el sentido de Ricoeur; la realidad que escapa a la palabra, en términos de Heidegger. No son irrepresentables pero existen en aquello a lo que Martini (2007) se refirió como la esfera perturbadora e inefable que escapa a la ambición aclaratoria de la interpretación.

Volviendo al principio de incertidumbre de Bromberg, he formulado el concepto de "unión inefable" como comunicación emocional, lo que es en gran parte subsimbólico. Por "mentes" me refiero a una estructura más compleja, el esquema de emoción, que incluye componentes de los tres sistemas de procesamiento: los procesos subsimbólicos, la imaginería simbólica y el lenguaje posterior.

Esquemas de emoción

Los esquemas de emoción son tipos de estructuras de memoria que constituyen la organización del self en el mundo interpersonal. Están formados sobre la base de interacciones reiteradas con los cuidadores y otras personas desde el comienzo de la vida.

Los procesos y representaciones sensoriales, somáticos y motores subsimbólicos constituyen el núcleo afectivo del esquema de emoción: la fuente de las diversas variedades de excitación, placer y dolor que constituyen la experiencia emocional. En cada acontecimiento vital, los procesos del núcleo afectivo se activarán en relación con las personas, lugares y actividades que figuran en ese acontecimiento; así construimos recuerdos de personas y acontecimientos que nos dan placer o dolor, que activan la felicidad, o el temor, o un deseo de atacar. La memoria autobiográfica se construye a partir de esos acontecimientos; esta es la base para la organización del self en el mundo interpersonal.

Los esquemas de emoción se desarrollan en un contexto interpersonal; el bebé que se ríe y sonríe y tiene sentimientos de alegría puede ver y escuchar a otra persona que también ríe y sonríe y hacer los sonidos correspondientes; las expresiones del otro se incorporan en el esquema de la alegría. Si el niño que llora oye sonidos amables y ve una expresión facial determinada, y siente un tacto consolador, los esquemas de dolor o temor del niño se desarrollarán para incorporar respuestas de volverse hacia los otros y la expectativa de que los otros pueden ser de ayuda. Si el cuidador responde normalmente a los llantos del niño con irritación o retirada, se desarrollarán esquemas de expectativas y respuestas asociadas negativas.

Disociación dentro de los esquemas de emoción

Todas las personas tienen múltiples esquemas de emoción, incluyendo esquemas del self y esquemas de los otros, integrados en distinto grado. Las disociaciones pueden tener lugar dentro de los esquemas y entre ellos. Cierto grado de disociación es normativo y necesario para permitirnos funcionar con soltura en nuestra vida; no todo deseo o expectativa o respuesta se formulará de forma simbólica (Bucci, 2007ª, 2007b). En algunos casos, sin embargo, las disociaciones se producen en respuesta a acontecimientos que son extremadamente dolorosos, vividos como una amenaza para la vida o para la organización del self. Con dicha disociación, no es sólo que no hayamos hecho una conexión a formas simbólicas, no es sólo que los esquemas puedan no haber sido nunca formulados, sino que evitamos dicha integración. Si una de las figuras parentales es la fuente del afecto negativo, actuando de modo que provoca dolor, rabia o terror en el niño, se producirá este tipo de disociación evitativa, que cristalizará y se reforzará. Debemos evitar saber quién o qué es la fuente de ese dolor extremo para continuar viviendo, para mantener la conexión con el cuidador, esencial emocional y físicamente para la supervivencia y para mantener un sentido del self. La disociación inicial es un salvavidas; si la disociación cristaliza de modo que no puede asimilarse nueva información emocional, se convierte en un problema que interfiere con la vida y hace que los pacientes busquen tratamiento.

La impredecibilidad de la interacción analítica

Analista y paciente llegan a la sesión con un conjunto de esquemas de emoción, desarrollados en el curso de su vida, afectados por acontecimientos externos a la sesión así como por los internos. La interacción es inherentemente impredecible, como ha dicho Bromberg. La reunión de los esquemas de emoción que se han activado es nueva y única; esta interacción particular con la activación de estos esquemas de emoción particulares en cada participante no ha existido nunca antes de este momento.  Los esquemas que se activan están dominados por las experiencias somáticas y sensoriales del núcleo afectivo más que por imágenes de personas y acontecimientos, y en algunos casos estarán ciertamente disociados para el paciente, y también en cierto grado para el analista. En tales casos, el núcleo afectivo de la experiencia sensorial y somática no está conectado con la fuente de la activación y se evita la conexión; así, ambos participantes pueden ser excitados de modos particulares y pueden no saber por qué. Esta excitación interactiva, en gran parte no simbolizada –sentimientos de rabia, humillación o desesperación, cuyo significado no se conoce o se conoce erróneamente- es la fuente y el contenido potencial del trabajo terapéutico; también es la amenaza potencial.

En un sentido más general, la interacción es también impredecible en tanto los terapeutas hoy en día deben negociar en gran parte este terreno sin las guías tradicionales explícitas de teoría y técnica. El analista ya no puede suponer que existe un escenario reprimido concreto que está guiando la experiencia del paciente, que éste está evitando y que puede ser desvelado. El analista tampoco puede dar por hecho un conjunto de reglas y parámetros que definen el modo correcto de trabajar. Estos cambios liberan de las teorías y técnicas que no encajan bien; y también conllevan la incertidumbre de la libertad.

La experiencia subsimbólica es la guía para el terreno no explorado del intercambio analítico. Ambos participantes deben aprender a seguirla, a recibir y enviar señales que están fuera del dominio simbólico.

El principio de incertidumbre del tango

En el tango, el que dirige y quien lo sigue generalmente no siguen una secuencia de pasos concreta; el tango difiere a ese respecto de otros bailes de salón. La comunicación corporal es crucial; quien dirige necesita sentir en todo momento la posición de quien lo sigue para poder señalarle los siguientes movimientos; quien sigue necesita estar preparado para recibir las señales de quien dirige y responder a ellas. Esto implica un tipo de disociación normativa para ambos participantes; la interacción tiene lugar principalmente en la zona corporal subsimbólica; la guía verbal es demasiado lenta, demasiado limitada, viola el flujo del baile. En todo momento, ambos participantes necesitan estar en el estado activado y abierto que el profesor de tango Dardo Galletto llama "quizá". Quien dirige intenta señalar un movimiento, quizá funcione, quizá no; cada participante necesita recibir continuamente información corporal del otro y probar y cambiar continuamente las señales para producir una respuesta. El concepto de quizá es el principio de incertidumbre de Dardo en el tango, un sistema verdaderamente dinámico en el sentido técnico, dependiente de la transmisión de información suficiente como para anular la incertidumbre y traspasar el umbral de respuesta. El estado de "quizá" implica la capacidad de confiar en información analógica sin postes guía simbólicos, permanecer suspendidos –a veces sobre un solo pie- centrados en la zona de procesamiento subsimbólico, sin el soporte usual de imágenes simbólicas o palabras. La interacción, siguiendo el rastro de la información subsimbólica, es generalmente más difícil cuando se baila con un compañero nuevo; cada uno tiene que soportar el riesgo de no conocer o de interpretar erróneamente las señales que se le envían. Algunas personas no pueden soportar la incertidumbre; quiere repetir rutinas fijas; el temor de perder el equilibrio y la humillación de la mala comunicación se sienten demasiado grandes. No llegan lejos en el aprendizaje del tango.

La comunicación subsimbólica, el estado de "quizá", la capacidad de soportar una mirada de incertidumbre, son necesarios para el tango, pero también es verdad que no son suficientes. Los bailarines de tango también necesitan añadir, al menos, dos soportes adicionales a la milonga, el baile: uno es el conocimiento básico de los pasos y las técnicas, y el otro es la actitud. Está muy bien estar abierto y permanecer suspendido sobre un pie, pero sin cierto vocabulario de movimiento, cierto conocimiento de las posiciones, la comunicación no puede funcionar. Éste es uno de los lugares donde el sistema de símbolos debe entrar en el tango, como sucede en cualquier baile o deporte. Los profesores intentan romper las secuencias en elementos, analizar los pasos y técnicas, enseñar los nombres de los pasos. También analizan los modos de utilizar el cuerpo y los pies –relaja las caderas, siente por separado la parte alta del cuerpo y la parte baja, mantén la parte alta del cuerpo mirando al compañero- y los movimientos que se necesitan para señalar la intención.

En gran medida, los profesores trabajan mostrando sus propios movimientos como imágenes. Dardo demuestra un modo concreto de sujetar el cuerpo y de moverse; los alumnos miran y traducen los movimientos a sus propios sistemas corporales. Dardo también enfatiza la metáfora para caracterizar los movimientos, y entonces va más allá para caracterizar también la actitud: debemos deleitarnos en nuestro compañero como en un delicioso plato de carne a la brasa; debemos sentir a nuestro compañero, no sólo amarlo y deleitarnos con él, sino una gama de sentimientos más compleja que incluye aspectos de dominancia y sumisión y sus consecuencias. No sólo relajamos nuestras caderas y giramos la parte superior de nuestro cuerpo, caminamos como una mujer argentina (o un hombre argentino, que es muy diferente). Dardo demuestra cómo hacer ambas cosas; es interesante ver una clase llena de hombres y mujeres neoyorquinos profesionales cambiando (más o menos) a estos modos.

Esta comunicación simbólica es necesaria para aprender y enseñar, y también puede ser necesaria ente los participantes cuando la comunicación no es buena. Si el que guía no fue claro, si el que lo sigue no entendió. (Puedo decirles que, como todas las mujeres argentinas sabemos, cuando algo sale mal en el tango es culpa del que guía, digan lo que digan los hombres argentinos).

Sólo he presentado aquí la superficie de la complejidad corporal y emocional del tango. Una vez que todo esto, y más, comienza a estar en su sitio, una vez que el foco en partes del cuerpo, o en pasos o movimientos concretos, está asimilado como parte del self, pueden emerger las posibilidades extra entre la pareja. Los dos juntos pueden explorar y desarrollar ideas de acción e interacción que van más allá de lo que se les ha enseñado. El proceso de aprendizaje es una función de vaivén para el tango, como para cualquier interacción subsimbólica; aprender nuevos movimientos interferirá en algunos momentos con el flujo de la experiencia y, en otros, lo facilitará.

La coreografía del intercambio analítico

En el análisis, como en el tango, la exploración subsimbólica y la conexión con el campo simbólico, dentro de la relación, así como dentro del recuerdo autobiográfico de cada participante, son necesarias para ambos miembros de la pareja. El paciente se esfuerza por hablar, o no está hablando, o habla acerca de que no quiere hablar, o habla del aspecto del analista, o de cómo huele el consultorio, de si en él hace demasiado frío o demasiado calor. Podemos ver que el paciente comienza a poner en acto un esquema disociado que representa una expectativa concreta acerca de otra persona.

El analista tendrá sus propias luchas con esto, determinadas, al igual que las del paciente, por los esquemas de emoción que se activan. Existe un flujo continuo de experiencia subsimbólica dentro del analista, vinculado con la representación simbólica en diversos grados.

Con la sinergia del momento, tendrá lugar una interacción que es, al mismo tiempo, vieja y nueva: vieja en tanto está basada en los esquemas de emoción con los que cada participante interactúa habitualmente con el mundo interpersonal, y con el que cada uno ha entrado en la sesión, y nuevo en tanto está confrontando por primera vez a una persona concreta, en un momento y lugar determinados, en un rol particular.

Para ambos participantes, es necesario no sólo estar centrados en la experiencia subsimbólica y responder a ella, sino también estar dispuestos a soportar cierto grado de activación dolorosa; la disposición a soportar la activación requiere, a su vez, cierta capacidad para contenerla. Según tienen lugar la excitación y la interacción, ambos participantes estarán buscando y explorando en sus asociaciones y respuestas, en su vida pasada, y en sus interacciones presentes; ambos intentarán hablar sobre la experiencia, construir formulaciones que les permitan explorar juntos. Las conexiones del modo subsimbólico al simbólico son necesarias para permitir la comprensión y comunicación de la experiencia compartida, para poner postes indicadores en el terreno compartido y para abrir una nueva exploración.

La visión del tratamiento propuesta aquí, en la que ambos participantes entran con esquemas disociados en diversos grados, ambos se involucran en la exploración de campos subsimbólicos, ambos hacen nuevas conexiones con la experiencia simbólica, es muy diferente de un modelo en el que se considera que un paciente viene con una experiencia inconsciente que ha sido previamente formulada y luego reprimida, el analista tiene una posición afectiva neutral, y el analista interpreta las asociaciones del paciente con el objetivo de obtener insight y desvelar los contenidos reprimidos.

Para trabajar el modo de la incertidumbre, el analista, al igual que el paciente, necesita desarrollar la habilidad para operar en el modo interactivo subsimbólico. Mediante la experiencia y el entrenamiento y tal vez otros factores, el analista puede desarrollar esto en un grado relativamente alto y puede tener en cierto modo más sentido de seguridad al negociar las aguas turbulentas.

¿Qué trae el analista, qué necesita, para poder trabajar de este modo? Aquí detallo algunas posibilidades:

  • En el tango, el profesor o el bailarín con experiencia tiene una ventaja en el vocabulario simbólico, no necesariamente verbal.  Conoce un conjunto de secuencias y cómo dirigir sus movimientos. De forma similar, el analista tiene más categorías emocionales simbolizadas con las cuales identificar lo que está sucediendo; no necesariamente más categorías con nombres diagnósticos, ni más categorías verbales, sino más esquemas, más significados: este paciente es como otros que he visto, u otros que he conocido o sobre los que he leído; esta maraña es como otras en las que me he visto atrapado.
  • Existen diferencias obvias en los estados de sentimientos entre terapeuta y paciente a diversos niveles, diferencias en el grado de temor, de riesgo y de dolor con el que entran en la relación terapéutica. Más allá de éstas, existe también una diferencia general en la actitud que no es tan obvia. He sugerido en otro lugar (Bucci, 2007a, 2007b) que los analistas han desarrollado, implícitamente, una capacidad el cambio flexible en los estados del self, una capacidad de hallar diferentes partes de sí mismos que son genuinas pero están determinadas por el contexto. Esto implica una actitud analítica particular que yo caracterizo como un modo disociado normativo y adaptativo, no muy distinto del modo del actor inmerso en un papel, pero con más incertidumbre. El estado activado en el terapeuta durante la sesión, el amor, odio, temor, o vergüenza es plenamente genuino en ese momento, necesariamente abierto a cierto grado de riesgo, pero en el contexto de un conocimiento de fondo de que es sólo un modo de ser, de que existen otros modos de ser que se activarán en distintos contextos, y que todos ellos pertenecen a un mismo marco autobiográfico general. Ese conocimiento de fondo, que es probablemente subsimbólico y puede ser implícito, es el que permite la inmersión en el momento que es necesaria para la exploración analítica.
  • Más allá de esto, para sostener la libertad de exploración emocional, sugiero que los analistas también requieren una teoría psicología general sistemática que explique específicamente las interacciones únicas e impredecibles del intercambio analítico, que las haga, de hecho, más predecibles a ciertos respectos. Si los analistas no tienen un marco teórico explícito que los guía en una situación de incertidumbre y riesgo, recurrirán a uno implícito. El problema con las teorías implícitas es que pueden tender a dirigir a los clínicos por caminos no reconocidos, no examinados, por la pendiente resbaladiza de asunciones relativas a escenarios reprimidos específicos por desvelar, o técnicas que implican la interpretación de la resistencia, o desde otra perspectiva, la identificación proyectiva suponiendo afectos intolerables del paciente ubicados en el terapeuta. En lugar de esas ideas mal definidas, necesitamos un marco teórico sistemático que ofrezca una comprensión de la activación de procesos subsimbólicos dentro de cada participante; cómo cada uno conecta estos procesos con formas simbólicas dentro de sí mismo; cómo cada uno conecta con el otro a distintos niveles; cómo cada uno conecta los acontecimientos del presente con recuerdos del pasado; y cómo todos estos procesos de conexión pueden utilizarse para provocar el cambio.

Comenzando con la incertidumbre y el riesgo, el psicoanálisis requiere la capacidad de centrarse y estar abierto a la experiencia subsimbólica, a encontrar un nuevo terreno que explorar –las posibilidades extra- en ambos participantes, al tiempo que también incremente la zona de lo simbólico y lo predecible. El descubrimiento dentro de sí mismo, por parte del analista, de niveles de experiencia inesperados y no dirigidos aporta el encuadre para el baile de la exploración emocional en la relación terapéutica.

 

Bibliografía

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