aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 064 2020 La agresividad en la teoría y en la clínica

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Rabia y odio en los niños: condiciones que facilitan el desarrollo frente a las que provocan retrasos trágicos o distorsiones alarmantes [Alvarez, A., 2017]

Rage and hatred in infants: conditions which facilitate development versus those which result in tragic delays or alarming distortions [Alvarez, A., 2017]

Autor: Esteve Díaz, Nuria

Para citar este artículo

Esteve Díaz, N. (2020). Rabia y odio en los niños: condiciones que facilitan el desarrollo frente a las que provocan retrasos trágicos o distorsiones alarmantes [Alvarez, A., 2017]. Aperturas Psicoanalíticas (64). http://aperturas.org/articulo.php?articulo=0001119

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http://aperturas.org/articulo.php?articulo=0001119


Reseña del artículo de Anne Alvarez (2017): Rage and hatred in infants: conditions which facilitate development versus those which result in tragic delays or alarming distortions. Psychoanalytic Psychotherapy, 31(3), 327-335. https//doi.org.10.1080/02668734.2017.1345003

 

En este artículo Anne Alvarez trata de mostrar los distintos tipos de violencia y motivaciones para la misma, basándose en su amplia experiencia con niños muy agresivos. No es posible mostrar correlaciones exactas con los adultos radicalizados, pero sí existen trayectorias a tener en cuenta entre el desarrollo infantil anómalo y los tipos de violencia ejercida, así como sus motivaciones, en el adulto.

La autora contempla tres factores que contribuyen al comportamiento violento: (1) perturbación, (2) desviación y (3) déficit y negligencia. Existen distintos factores que pueden contribuir al desarrollo violento y además en niños que ejercen violencia se observa que las relaciones entre el self y otros objetos internos son ampliamente diferentes.

¿Qué violencia? La diferencia entre perturbación y desviación

Aquí comienza haciendo mención a un psicólogo (Meloy, 1996) que tras trabajar con presos varones peligrosos en California estableció la distinción entre dos tipos de violencia: la agresión evocada emocionalmente y otra agresión depredadora. La primera está relacionada con la percepción de amenaza (agresión caliente) y la segunda tiene más que ver con la destrucción de una presa, propia de especies subhumanas en relación a la obtención de alimento. Este mismo psicólogo consideraba que la agresión caliente se relacionaba más con paciente con trastorno límite de la personalidad, siguiendo las clasificaciones de Kernberg (1984). La autora está de acuerdo y señala que ella la ve propia de las psicosis-bordeline, mientras que la agresión depredadora es el sello distintivo del psicópata.

Meloy (1996) ya describió que trabajadores acostumbrados a criminales describían una frialdad y vacío en su mirada que inspiraba un miedo escalofriante, cosa que no se percibía en presos más explosivos, en los que primaba la violencia de corte afectivo.

En ocasiones, la violencia caliente se torna fría. Se debe seguir investigando en la trayectoria de psicópatas para conocer las condiciones que facilitan este paso. Normalmente la violencia adictiva comienza como una defensa frente a una situación de auténtico horror, y luego se hace más sádica y excitante. Pero solo bajo cierta cronicidad se muestra casual y sin motivo.

Sería interesante también, según la autora, para poder comprender mejor la evolución de la agresividad, delimitar las diferencias que existen entre ira, rabia y odio. Muchos niños pequeños, también bebés, pueden sentir rabia o furia al verse frustrados. Los abusados o tratados de forma negligente pueden tener estos sentimientos de forma crónica, si es que les quedan fuerzas para ello. El sentimiento de querer matar lo tenemos todos en algún momento, como ya explicó Klein (1945/1976). Para la autora del artículo hay actos violentos puramente evacuativos y otros con la intención de matar. Pero desde muy pequeños queda clara la diferencia entre querer matar y matar realmente. Estos sentimientos no aparecen por tanto solo en el psicópata, pero son calientes y no fríos como en él.

El odio para Alvarez tarda más en desarrollarse y es más duradero que la rabia o la ira. También se requiere una personalidad más organizada y una mejor percepción de la existencia de otras personas en el mundo interior. La constancia objetal se desarrolla en el segundo año de vida.

Gilligan (2016) es otro autor mencionado por Alvarez, que aporta un hecho destacable al estudio de los asesinos psicópatas y es que muchos han sentido que estaban muertos por dentro.

Un retorno a la cuestión de qué violencia

En este punto se retoma de nuevo la identificación de tres factores a tener en cuenta en todo acto de violencia: el trastorno, la desviación y el déficit. Esto se encuentra vinculado a la relación del self con los objetos internos. La rabia puede sentirse que emana del self o de los objetos internos.

Factor 1: perturbación o trastorno

  1. Agresión que surge del self hacia una figura que se siente como enfurecedora, frustrante o decepcionante, o altamente peligrosa y terrorífica. En este punto la autora se refiere a una reacción paranoide. Aparece en casos de abuso, trauma... Aquí trae una bonita viñeta clínica. Uno de sus pacientes, durante la baja de maternidad de ella, comenzó a dañar a pequeños animales y en la consulta se mostraba agresivo. La autora le interpretaba la envidia hacia su hijo, hasta que una compañera le señaló que perseguía al paciente con sus interpretaciones. Esto contribuyó a que dejara de hablarle de celos al niño y empezara a hacerlo de sentimientos de traición. Desde entonces la escritora trata de comprender mejor las necesidades de justicia, por ejemplo, y las fantasías de venganza. Las víctimas de tortura pueden albergar fantasías de rectificación como un paso necesario hacia la reparación del daño. Si solo se hace hincapié en lo enfadado que está uno, el paciente puede llegar a sentirse abrumado por toda esa ira que siente y de la que no puede defenderse. La maldad, a veces, tiene que expresarse y puede hablarse sobre esos sentimientos.
  2. Agresiones que irrumpen al ser “poseído” el paciente por una figura violenta con la que se ha identificado inconscientemente. Es habitual en casos de estrés postraumático, donde se ha sido víctima o testigo de grandes dosis de violencia. En los actos violentos cometidos de este modo puede haber un grado importante de despersonalización o disociación. El paciente se siente más poseído que enfadado al cometerlos.
  3. Agresiones que se producen en niños que son vistos como violentos cuando en realidad no lo son y no pueden sacarse de encima esta visión tan negativa que se tiene de ellos. Esto sucede por ejemplo con cuidadores muy paranoides y puede influir en la desviación del desarrollo de la personalidad. Que te vean de un modo que no es el real puede hacerte identificarte con aquello que se espera y sumergirte en la confusión.

Factor 2: la violencia propia, idealizada y que eventualmente se vive como excitante

  1. Agresión que aparece cuando el niño ya ha comenzado a identificarse con el agresor. Más propia de psicópatas y de paranoides. En los niños con rasgos psicopáticos el objeto interno no se vive con miedo. No están enfadados ni tienen miedo, simplemente se tornan suspicaces.
  2. Adicción a la violencia. La violencia se ha vuelto tan habitual que es la manera de resolver pequeños problemas y situaciones menores de estrés. Aquí resulta muy importante detectar como terapeutas esos pequeños activadores que la han desencadenado porque así se verbaliza y se piensa sobre ellos. Mucho mejor que cuando la violencia se torna algo casual sin desencadenante.
  3. Excitación perversa que acompaña a la violencia. Este escenario es más preocupante, sobre todo cuando la sexualidad en la adolescencia se ve bloqueada por dificultades de la personalidad. El psicópata puede tener un umbral de estimulación sexual muy elevado y precisar de situaciones violentas para conseguir excitarse.

Factor 3: Déficit y negligencia: déficits en el desarrollo de las relaciones amorosas y afectivas entre uno mismo y otras personas, en la función autorreflexiva y en la excitación y placeres ordinarios. La cuestión de la negligencia y la cuestión de la vergüenza, el orgullo y la agencia

Aquí la autora señala dos puntos a tener en cuenta.

  1. Déficit en la representación de figuras buenas y de un buen self, así como de figuras inteligentes. Esto en el paciente suele producir sentimientos de desesperanza y de vacío interno entre otros. No hay que olvidar, nos señala, que muchos niños abusados no solo reciben un trato traumático, sino que además se le priva de interacciones placenteras o de ser estimulados y aprender. Una reflexión muy interesante que hace Alvarez es sobre el desconocimiento que se tiene de lo que llama el objeto estúpido. Se refiere al progenitor ausente emocionalmente, diferenciándolo así del activo, del que actúa provocando un trauma en el niño. Muchas veces estos padres en los que los niños no encuentran figuras de las que aprender o admirar, tienen depresiones, consumen tóxicos o tienen importantes preocupaciones. Alvarez señala que muchas veces este objeto corresponde más a la madre y que muchos adolescentes viven con ello a las mujeres como estúpidas en su conjunto. Estas figuras pueden activar mucha rabia y desesperación en los menores. Un factor que puede alimentar la violencia es la sensación que puede llegar a tener el niño de no ser entendido por nadie. En la infancia el no tener un impacto en el otro afecta al desarrollo del sentimiento de eficacia y agencia. El éxito al llegar al otro puede conducir al orgullo y la mejor estima, el fracaso puede llevar a la desesperación y la vergüenza.
  2. Agencia, contingencia y oportunidad: una experiencia intersubjetiva. En este último apartado la autora del artículo quiere reflexionar sobre un aspecto que se suele tener poco en cuenta, en su opinión, pero que es muy relevante en el desarrollo psíquico del bebé y, por lo tanto, del niño. Menciona varios estudios que se han realizado para valorar cómo repercute en el infante el hecho de generar una respuesta en el exterior con una conducta que parte de él. Broucek (1979) es uno de los autores que señala, pues ha descrito el sentimiento de eficacia y el placer asociado al mismo como un componente fundamental en el sentimiento sobre uno mismo. Aquí entra en juego también cómo representa en su interior el bebé lo que causa en el objeto su actuación, es decir, cómo siente que es percibido por el otro actuando y lo que le ocasiona. Pero para que esto suceda el cuidador le debe dejar actuar sobre él. Los bebés gustan de obtener sonrisas con sus actos (Reddy, 2008). Si a un bebé muy pequeño se le niega la oportunidad de ser eficaz, su iniciativa se atrofia. Papousek y Papousek (1975) elaboraron estudios en los que observaron que una actitud de retraimiento era más habitual en bebés de dos meses que de tres si el medio no daba respuesta a sus actos. También se han realizado estudios en niños autistas que corroboran lo importante que es la respuesta del otro ante uno mismo. El hecho de percibir el mundo como inmodificable por nuestra parte conduce a profundos sentimientos de impotencia e insuficiencia.

Conclusión

En este apartado la autora simplemente hace una reflexión sobre la importancia de pensar que hay diferentes tipos de agresividad y también fuentes de donde surge, en las relaciones que el paciente mantiene con sus objetos internos. Para ella es fundamental continuar ahondando en este estudio y clasificación. No es sencillo, señala al final, pero sí necesario.

Referencias

Broucek, F. J. (1979). Efficacy in infancy: A review of some experimental studies and their possible implications for clinical theory. International Journal of Psychoanalysis, 60, 311–316.

Gilligan, J. (2016). Can psychoanalysis help us to understand the causes and prevention of violence? Psychoanalytic Psychotherapy, 30, 125–137.

Kernberg, O. F. (1984). Severe personality disorders. Yale University Press.

Klein, M. (1975). Notes on some schizoid mechanisms. En The writings of Melanie Klein (Vol. III) Melanie Klein: Envy and gratitude and other works. Hogarth. (Obra original publicada en 1946)

Meloy, J. R. (1996). The psychopathic mind: Origin, dynamics, treatment. Jason Aronson.

Papousek, H. y Papousek, M. (1975). Cognitive aspects of pre-verbal social interaction between human infants and adults. Parent Infant Interaction, CIBA Foundation symposium, 33. Elsevier.

Reddy, V. (2008). Feeling shy and showing off: Self-conscious emotions must regulate self-awareness. En J. Nadel y D. Muir (Eds.), Emotional development (pp. 136–139). Oxford University Press.