aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 067 2021

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Descentralizar la teoría relacional: una crítica comparativa [Aron, Grand y Slochower, 2018]

Decentering Relational Theory: A Comparative Critique [Aron, Grand y Slochower, 2018]

Autor: Filippe dos Reis, Hugo

Para citar este artículo

Filippe dos Reis, Hugo (2021). Descentralizar la teoría relacional: una crítica comparativa [Aron, Grand y Slochower, 2018]. Aperturas Psicoanalíticas (67). http://aperturas.org/articulo.php?articulo=0001157

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Reseña de Aron L., Grand S. y Slochower J. (Eds.) (2018). Decentering Relational Theory: A Comparative Critique. Routledge, 234 p

 

Este libro es una continuación del anterior De-Idealizing Relational Theory, en la que se analizan aspectos de la teoría y la técnica relacional en relación otras perspectivas psicoanalíticas y psicológicas, resultando en críticas hacia la propia escuela relacional pero también señalando las ocasiones en que las distintas perspectivas se solapan y se influyen en uno y otro sentido.

En el primer capítulo del libro (“Trauma como investigación innovadora”), Sue Grand comparte su recorrido profesional en el estudio y trabajo en el campo del trauma. Antes del nacimiento del psicoanálisis relacional, la formación analítica y los estudios en trauma iban por caminos separados, sin comunicación. No había estudios de trauma en el psicoanálisis, en parte debido al cierre del legado freudiano hacia el abuso sexual, tras el abandono de la teoría de la seducción en pro del Edipo; por otro lado, los pocos psicoanalistas que se centraron en el trauma, lo hicieron en relación a la guerra y el genocidio, es decir, el trauma en su extremo absoluto. Grand señala metafóricamente que el psicoanálisis en Estados Unidos hasta la década de los 80, parecía eclipsado por una "amnesia colectiva" respecto a lo traumático, con sus escisiones y contradicciones. Posteriormente los estudios en trauma han dado un giro radical convirtiéndose en uno de los principales focos del psicoanálisis relacional, donde ha florecido un amplio conocimiento e investigación. Inspirados en la teoría freudiana, en la psicología del Self, la teoría de las relaciones objetales, el psicoanálisis interpersonal, y una expansión multidisciplinar e innovadora en la comprensión del trauma proveniente de otras áreas como las humanidades (filosofía, historia, política, ética, etc.), neurociencias e investigación infantil. Grand resalta que, términos ahora familiares como disociación, fragmentación, enactment, desregulación emocional, estados múltiples del self, comunicación somática, apegos desorganizados, lagunas en la mentalización, hacen referencia a los avances y exploraciones teóricas relacionales sobre la “violencia impuesta por la otredad y los enigmas íntimos que dejan en nuestro psiquismo” (p. 7).

La narrativa en el trauma tiene un contenido que nos deja perplejos, excede la experiencia humana, nos pone a prueba como terapeutas; rastros de brutalidad, crueldad y terror que la literatura relacional ha destacado en el trabajo terapéutico mediante el acompañamiento, atestiguando el relato traumático con nuestra presencia. Grand subraya que esta ética del cuidado, basada en una hermenéutica de la confianza, y la capacidad del analista para presenciar la realidad del trauma del paciente, ha permitido a los psicoanalistas relacionales desarrollar nuevas formas de ayudar a los pacientes a reprocesar y superar sus experiencias traumáticas. Sin embargo, Grand reconoce que el psicoanálisis relacional adolece de una teoría de la resiliencia. Aboga por el desarrollo de una teoría del campo relacional de la resiliencia que permitiría explicar cómo las personas procesan y se sanan del trauma en sus comunidades y grupos de pares, sin la intervención de la dinámica jerárquica y diádica paciente-terapeuta, sin el carácter maternal/paternal que parece dominar teoría y práctica psicoanalítica. Esto podría potenciar la capacidad del terapeuta de aportar la presencia y acompañamiento en el trauma. Pero no podrá emerger en una teoría que idealiza el poder exclusivo de la mentalización y del sostén en la función materna del terapeuta. Argumenta que este proceso de atestiguar el trauma puede ser extremadamente costoso. Los analistas que trabajan el trauma desde este modelo, pueden caer en la fatiga, traumatización y agotamiento, colapsando por su imagen idealizada de la función maternal como terapeutas. Ese sostén incondicional en la capacidad de presencia puede quebrar, convirtiéndonos en una madre muerta, iatrogénica, en vez de una madre sostenedora. Los analistas relacionales se han centrado exclusivamente en la función de la presencia ante el testimonio, en la mentalización y la función materna en la díada terapéutica, y han descuidado la función que tienen otros aspectos relevantes, como lo son otros protagonistas o comunidades sociales más amplias. La familia analítica está formulada en díadas y triángulos edípicos, Grand considera que esta estructuración imposibilita nuestra capacidad de teorizar el rango completo de recursos psíquicos y relacionales que pueden estar presentes durante y después del trauma. Existe toda una dinámica colectiva con una profunda estructura de empatía, vinculo y contención. Nos recuerda que la narrativa traumática, no sólo está forjada por lo innombrable, sino que aparecen actos de bondad, valor y amor de otros seres humanos (a los que se refiere como pequeños héroes, y también el despliegue de recursos humanos y psicológicos, la resistencia ante la adversidad. Grand cree que crea una laguna en la sanación si esto no es reconocido y enfocado explícitamente.

La idea de Grand de desarrollar una teoría del campo relacional de la resiliencia traumática conecta directamente con Sophia Richman en el capítulo 5 del libro (“La inclinación patologizante: trasfondo de la pulsión de muerte en la teoría de trauma relacional”). Richman introduce el capítulo desde su experiencia de decepción cuando es invitada a hablar de sus vivencias como superviviente del Holocausto nazi: el interés de las entrevistas se enfoca en los eventos traumáticos, a costa de los mecanismos de afrontamiento, así como de la construcción de una nueva vida con significado, tan importante para ella. Afirma que los supervivientes de trauma son vistos desde un prisma psicopatológico y etiquetados en los polos de un continuo dicotómico (como p. ej. dañado irreparablemente o extraordinariamente resiliente). Critica que los psicoanalistas relacionales a veces han olvidado la multiplicidad de estados del self respecto a los supervivientes de eventos traumáticos. Cree que, dentro del psicoanálisis relacional, se ha adoptado acríticamente la teoría del trauma de Dori Laub (1992, 2005), la cual se basa en un modelo pulsional dentro de las relaciones de objeto, con la pulsión de muerte como vértice para explicar el impacto psíquico (la aniquilación del objeto-bueno) y los efectos destructivos en la simbolización y la capacidad de representación, en las vidas de los supervivientes de primera y segunda generación del Holocausto. Otro ejemplo patologizante es el concepto de madre muerta de André Green (1986), cuyo énfasis en el vacío y la ausencia resuena en el concepto de Samuel Gerson (2009) del tercero muerto. Richman, como superviviente de segunda generación, se niega a adherirse a esta visión patologizante y no relacional que olvida a aquellos que son lo suficientemente resistentes como para llevar sus cicatrices y aun así hallar alegría en sus formas de vida, a través de la creatividad y espontaneidad. Para Richman, es importante girar el foco centrado en los efectos perjudiciales del proceso abstracto de supervivencia hacia los supervivientes reales que pueden llevar la complejidad de sus vidas, de formas significativas y satisfactorias. Sin embargo, concuerda con la importancia de una presencia sintonizada y afectivamente reactiva con el paciente, una escucha auténtica no reduccionista de los testimonios de los supervivientes.

El propio Samuel Gerson responde los puntos de vista de Richman en el siguiente capítulo (“El impacto perjudicial del testimonio fallido: reflexiones sobre `La inclinación patologizante’ de Richamn”, cap. 6). Gerson defiende que Laub y él aceptan la importancia de la resiliencia en sus teorías, pero también son realistas enfatizando en los efectos devastadores del Holocausto en el psiquismo y la vida de los supervivientes. Gerson está de acuerdo con Richman en que la creatividad podría proporcionar un camino potencial de recuperación para algunos sobrevivientes, pero afirma que es descuidado creer que la creatividad puede reparar un trauma masivo y restaurar la salud mental de gran parte de los afectados. Gerson proporciona una extensa evidencia biográfica que respalda que Primo Levi sufrió una depresión severa al final de su vida y refuta la afirmación de Richman en su capítulo (p. 113), de que la creatividad de Levi fue su salvación y su muerte fue un accidente y no un suicidio.

En el capítulo 3 (“Reflexiones y direcciones”), encontramos una interesante entrevista a Jessica Benjamin de Sue Grand, donde reflexionan críticamente sobre la práctica y teoría relacional. Benjamin explora distintos matices de la intersubjetividad. En primer lugar, el dilema en el modelo relacional al sostener dos perspectivas a la vez: la angustia y experiencia humana de encarar la vida y muerte solos, y a pesar de todo que seamos seres relacionales. Resalta que el crecimiento terapéutico se da en el reconocimiento de las mutuas subjetividades, el paciente reconociendo al terapeuta como otro ser humano respondiendo desde su propia experiencia; y concretamente, el reconocimiento de la empatía proveniente del interior del terapeuta. Sin embargo, no siempre se da este reconocimiento, incluso la empatía puede ser rechazada y/o atacada. En estas situaciones es fundamental reconocer las motivaciones detrás de esas respuestas destructivas (vergüenza, miedo, terror de desintegración, etc.) y sostener a la vez el terapeuta las propias reacciones, sin negarlas. Resalta, por otra parte, que amurallar las ideas relacionales, como la intersubjetividad o el reconocimiento mutuo, o restringirlos dentro de los confines de la clínica, podría sofocar la creatividad y la potencial contribución a otras áreas. Benjamin señala que otras perspectivas clínicas perciben que los psicoanalistas relacionales no se involucran con el inconsciente de la misma manera que lo hacen algunos de sus homólogos europeos. Por esta razón, Benjamin sugiere que los analistas relacionales contemporáneos y los candidatos a la formación podrían beneficiarse de tener un conjunto de herramientas terapéuticas que trabajen tanto en lo intersubjetivo como en lo intrapsíquico. Necesitarían tener la capacidad de co-crear y ocupar la posición de Tercero, y por otra parte disponer de suficientes capacidades interpretativas y simbólicas para trabajar con la agresividad o la fantasía inconsciente (por ejemplo, sueños, ensoñaciones y comunicaciones inconscientes). Benjamin considera claramente el advenimiento del intersubjetivismo como una revolución teórica y clínica, de la misma forma que lo veía Mitchell, pero también reconoce el valor de las formas de trabajo intrapsíquicas, que la teoría relacional no debe dejar atrás.

Donna Orange se sitúa en una línea similar, respecto a preservar a los "ancestros" de uno y reconocer su contribución (“Multiplicidad e integridad: ¿existe todavía una tendencia anti-evolutiva en el psicoanálisis relacional?”, cap. 8). Enfatiza la influencia de Hans Loewald en el trabajo de Stephen Mitchell, especialmente en la creencia de que cada línea de desarrollo en el ser humano emana y/o regresa a una densidad primordial, es decir, la experiencia unitaria original existente entre el bebé y su madre. Influencia clara en el concepto de matriz relacional (Mitchell, 1993). Orange afirma que el enfoque reciente en torno a los múltiples estados del self, ha llevado a ciertos terapeutas relacionales a abandonar la metáfora de la densidad primordial del bebé, y en cierto modo, perder de vista la responsabilidad ética en el vínculo terapéutico hacia la vulnerabilidad de su paciente. Orange demanda una ética del cuidado basada en Loewald, no en el reconocimiento de la multiplicidad de estados del self ante el trauma y la pérdida, sino en la primacía y reconocimiento del sufrimiento del paciente ante lo irremediablemente perdido (personas, lugares, aspectos de uno mismo) y el valor del analista para encararlo. Aceptar la finitud y la vulnerabilidad, permite la creación de un sentido de cohesión y continuidad del self, sin quedar atrapados en los diferentes espacios de los múltiples self.

A lo largo del libro, destaca el esfuerzo intelectual por salir de la postura teórica relacional y tender puentes hacia otras perspectivas. Donnel Stern en el segundo capítulo (“La otredad dentro del psicoanálisis: reconociendo las críticas hacia el pscoanálisis relacional”) aboga por un diálogo productivo y autorreflexivo entre los psicoanalistas relacionales y otros psicoanalistas europeos y latinoamericanos (freudianos, kleinianos, bionianos, franceses, etc.) que potencialmente podría demoler ese muro que los separa. Comprender sus perspectivas, para aprender de ellos: solo aquél que entiende la perspectiva del que critica puede responder efectivamente. Stern cree que esto podría lograrse si ambas partes permanecen abiertas entre sí y tratan de sentir curiosidad por cómo trabajan realmente con sus pacientes. Stern señala los dos lugares desde donde parten las críticas del resto del psicoanálisis para poder entenderlos: las raíces de los conceptos y prácticas del psicoanálisis (la identidad como psicoanalistas), y el valor de lo inconsciente en el pensamiento analítico. Stern demuestra en el artículo un despliegue ejemplar del pensamiento intersubjetivo: la importancia del diálogo y su esfuerzo por encontrar un terreno común (una posición de Tercero restauradora) y construir desde ahí puentes sobre las lagunas que existen entre la escuela de pensamiento relacional y otras escuelas de pensamiento psicoanalítico.

Galit Atlas tiende otro puente en su capítulo, entre el bebé deseante, sexual y agresivo freudiano/kleiniano y el relacional (“¡No tires al bebé! Externo e interno, apego y sexualidad”, cap. 7). Enfatiza la importancia de la investigación de desarrollo infantil y el foco en los aspectos pragmáticos de la interacción madre-bebé, pero señala que la teoría relacional no ha prestado suficiente atención a la sexualidad y sus dimensiones más enigmáticas. Cree que los aspectos pragmáticos y lo enigmático deben entrelazarse dialécticamente para crear una imagen más completa de la complejidad del bebé en el modelo relacional contemporáneo.

En la conversación entre Anthony Bass y Adrienne Harris (“Reflexiones sobre el psicoanálisis relacional: un trabajo en progreso”, cap. 9), ambos autores repasan en profundidad los orígenes del pensamiento relacional y su evolución durante las últimas tres décadas. Entienden la teoría relacional contemporánea como un impulso de construcción de puentes entre conceptos e ideas psicoanalíticas nómadas, que migraron de otras escuelas de pensamiento. Proponen la metáfora que la teoría relacional debe verse como una gran carpa dentro de la cual todos estos conceptos nómadas o migrantes pueden reunirse temporalmente y encontrar refugio antes de trasladarse a otros terrenos. El mayor desafío es resistir la tentación de detener la migración de estos conceptos, ya sea construyendo muros a su alrededor o reduciéndolos a una teoría unificada.

Paul Wachtel (“Hacia un paradigma relacional plenamente integrador y contextual”, cap. 4) desafía la barrera que existe entre el psicoanálisis y los enfoques cognitivo-conductuales al identificar ciertas ideas de la TCC que podrían emplearse en el trabajo analítico relacional. Comienza alabando el impulso integrador desde los inicios de la historia del psicoanálisis relacional, pero lleva su atención a la baja receptividad hacia otras corrientes terapéuticas. Watchel afirma que uno de los principales obstáculos en el avance de la innovación es dejar de cuestionar las premisas básicas cuando son asumidas por consenso. Afirma que existe estímulo al sentir cuestionadas sus ideas, pero cree que cuando hay aversión hacia el otro, se impide siquiera reflexionar cuando las ideas son cuestionadas. Las terapias sistémicas y humanísticas-experienciales no reciben tal aversión y por ello las barreras son más permeables, motivo por el cual se centra en el terreno más difícil: la posible intersección y enriquecimiento proveniente de los terapeutas cognitivo-conductuales. Hay aspectos en la práctica más frecuente de las TCC, que no se ajustan bien en las sensibilidades y los valores relacionales. Pero recuerda que hay muchas versiones diferentes, algunas de las cuales muestran mayor compatibilidad. Watchel afirma que la abundante evidencia sobre la influencia de los aspectos comunes de los tratamientos en la efectividad del tratamiento, especialmente la calidad de la relación terapéutica, combinada con la información de resultados similares desde distintas aproximaciones, es argumento suficiente para desarmar la creencia tribal y egocéntrica de que es la perspectiva de uno mismo la única capaz de ayudar ante el sufrimiento psicológico. No es ningún secreto que existe una hegemonía, comparable al psicoanálisis décadas atrás. La región más inhóspita para la sensibilidad relacional, que conduce a ciertos estereotipos, es la perspectiva racionalista, donde paciente es visto como portador de ideas irracionales, mientras que el terapeuta se coloca en una posición correcta frente a lo erróneo del paciente, incluyendo sus afectos. Sin embargo, frente al posicionamiento racionalista dominante cognitivista, las perspectivas constructivistas son compatibles con la sensibilidad relacional. Por otro lado, existe una crítica en crecimiento por parte de los terapeutas cognitivo-conductuales hacia sus predecesores por la insuficiente atención al afecto y la relación terapéutica. Paralelamente, el crecimiento de las terapias de tercera generación es una respuesta a estas limitaciones. Tanto estas terapias como las constructivistas, enfatizan la postura de colaboración terapéutica, siendo un punto más de permeabilidad. Por otro lado, señala algunas contribuciones de la TCC útiles para el terapeuta relacional, como supervisar la experiencia del paciente sobre su progreso, promover cambios en el espacio vital cotidiano del paciente, atender y abordar el comportamiento fuera de la consulta para fortalecer la perspectiva intersubjetiva de la consulta, y no desatender la exposición como método reductor de la ansiedad. Esto último, no supone olvidarse de la interpretación, si no una aproximación experiencial más profunda, que permita al paciente comprender qué parte de sí mismo intenta desechar y poder reintegrar y reasimilar esas partes, en una experiencia del self mucho más genuina y completa.

En el décimo y último capítulo del libro (“Más allá de la tolerancia en las comunidades psicoanalíticas: escepticismo reflexivo y pluralismo crítico”), Lewis Aron expone que el objetivo del ejercicio intelectual de este libro es emplear lo que el autor llama escepticismo reflexivo, término prestado de la filosofía de la ciencia post-popperiana, en un intento de reconocer las limitaciones y defectos de las teorías relacionales mediante una consideración y estudio de las perspectivas de otras comunidades psicoanalíticas y escuelas de pensamiento. Esto permite una apreciación genuina de la diferencia, no un gesto vacío de tolerancia hacia el otro, posible a través del proceso de quimerización, es decir, transformando a los demás en quimeras (sujetos suficientemente similares). Para ilustrar esta idea, Aaron afirma:

Sus críticas a nuestras teorías, a nuestras suposiciones, normas y valores, deben compartir suficientes puntos en común para que nos engañemos pensando que ellos son nosotros. Entonces podemos aceptar sus críticas como si fueran las nuestras sin que nuestros anticuerpos ataquen sus críticas. En resumen, nos identificamos con su crítica, que es lo que permite que sus ideas penetren nuestras barreras narcisistas defensivas y nos desestabilicen, nos generen ambivalencia de adentro hacia afuera. (p. 206)

En este segundo volumen centrado en la crítica y reflexión desde dentro del modelo relacional contemporáneo, (iniciado en Desidealizando la teoría relacional: una crítica desde dentro), el elenco de distinguidos autores del pensamiento relacional van más allá de una suave crítica de su trabajo teórico-clínico como psicoanalistas relacionales (un ejercicio de autocrítica amorosa como afirma el propio Aaron, p. 1). Dirigen su mirada hacia las críticas externas a la escuela relacional, contemplando la relevancia y el potencial integrador mediante una reflexión permeable. Se trata de un extraordinario trabajo de autocrítica, un ejercicio que les lleva a desacoplarse teóricamente de sí mismos para poder mirarse, tomando puntos de vista “al otro lado del puente", las perspectivas de la otredad teórica. Manifiestan llevar hasta la última frontera el propio espíritu crítico, integrador y abierto del enfoque relacional, sin resguardarse en la comodidad del consenso ideológico de un modelo de pensamiento bien asentado; salen al encuentro dialéctico reflexionando sobre sus propias limitaciones y con la apertura para adquirir otros conocimientos que ayuden a lidiar y seguir comprendiendo la complejidad del psiquismo humano. La lectura es un atractivo recorrido por la evolución de las principales ideas y conceptos relacionales, con una atenta contemplación dirigida más allá de las propias fronteras intelectuales.

Referencias

Gerson, S. (2009). When the Third is Dead: Memory, Mourning, and Witnessing in the Aftermath of the Holocaust. The International Journal of Psychoanalysis, 90.

Green, A. (1986) La madre muerta. En. Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Amorrortu.

Laub, D. (1992). An Event Without A Witness: Truth, Testimony and Survival. En Felman S. y Laub. D, (Eds), Testimony: Crises of Witnessing in Literature, Psychoanalysis and History (pp. 75-92). Routledge.

Laub, D. (2005). Traumatic Shutdown of Narrative and Symbolization: A Death Instinct Derivative? Contemporary Psychoanalysis, 41, 307-326.

Mitchell, S. (1993). Conceptos relacionales en psicoanálisis: Una integración. Siglo XXI Editores.