aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 007 2001 Revista Internacional de Psicoanálisis Aperturas

Análisis fragmentario de un gemelo. Transgresiones y narcisismo patológico

Autor: Braier, Eduardo

Palabras clave

Acting-out, Narcisismo patologico, perversión, Psicopatia.


 

Resumen
El trabajo expone el análisis interrumpido de un hombre joven, sus múltiples y diversas transgresiones y las de su hermano gemelo, su doble especular y fetal. Las transgresiones están marcadas por la violencia, el abuso del alcohol y drogas y el hacerse pasar el uno por el otro; se hallan en conexión directa con la relación gemelar, lo que a la vez lleva a considerar los avatares del complejo fraterno y el fenómeno del doble, a un punto de partida en las fijaciones a estadios narcisistas primitivos. Estos gemelos constituyeron un sistema narcisista gemelar, caracterizado por la existencia de un vínculo simbiótico y elecciones narcisistas de objeto.
La psicopatología de ambos hermanos se presenta ”en espejo": registran una frecuente y marcada conducta acting out, con tendencias maníacas y psicopáticas. La sexualidad es promiscua, y en ella se encuentran prácticas perversas con componentes sádicos, sobresaliendo además las tendencias homosexuales. Las transgresiones han ido poniendo en peligro sus vidas y a veces las de los demás (excesos de velocidad al conducir vehículos; elevados riesgos de contraer SIDA). La crueldad y el autoritarismo son relacionadas con la pulsión de dominio. Las transgresiones -sexuales y sociales- cursan con la desmentida de la amenaza de castración en un sector del Yo, que se halla al servicio de la omnipotencia y la megalomanía narcisistas, reflejando la fijación a un estadio en el que se daría un rechazo o desafío a la ley paterna. Hay una interrelación entre regresión narcisista, generación del doble protector, desmentida y escisión del Yo, presuponiendo esta última la de un Yo-placer desafiante de un Yo-real definitivo.

El diagnóstico es el de una grave perturbación narcisista de la personalidad, con actuaciones perversas y psicopáticas. También puede hablarse de una persona transgresora con una estructura narcisista. El fracaso de la desmentida pondría al descubierto un goce masoquista del Yo, que en un transgresor puede manifestarse en el caer en actividades sexuales o delictivas en las que el sujeto expone directamente su vida. La patología de los ideales se traduce en el predominio de un Yo ideal sobre un ideal del Yo cuyos déficits han ocasionado severas fallas en el código ético, las cuales llevan a no respetar las normas sociales.

1. Introducción y objetivos de esta presentación

 Esta es una historia de transgresiones, tanto por parte de quien fuera mi paciente como de su hermano gemelo, su doble especular. Tales transgresiones afloran desde una trama que tiene un núcleo importante en la relación gemelar, que es sobre la cual en esta ocasión nos centraremos, lo que a la vez significa situarnos en los avatares del complejo fraterno y el fenómeno del doble, a un punto de partida en fijaciones a estadios narcisistas primitivos.

2. Análisis fragmentario de un gemelo

 Muchos datos biográficos han sido omitidos por discreción profesional, pero ello no afecta la comprensión de las cuestiones que hemos de revisar.

 El tratamiento se llevó a cabo en Buenos Aires y fue interrumpido por el paciente hace más de once años. Lo llamaré Jorge R.

 Jorge tenía algo más de treinta años cuando me consultó. Se presentó elegantemente vestido a la manera de un ejecutivo y era bien parecido (al escribir esto último me sorprendo, una vez más, ante el determinismo psíquico, ya que el que se me haya ocurrido esta expresión y no otra obedece seguramente a que Jorge era, además, ”bien” -muy- parecido... a su hermano gemelo). Estaba entonces casado y no tenía hijos. Vivía en una ciudad cercana a Buenos Aires. Contaba con un título profesional y dirigía una sección en una institución. Gozaba de una excelente remuneración económica.

 Acudió a la consulta a raíz de serias desavenencias conyugales. Admitía que ello se debía en gran parte a su negativo comportamiento con su esposa, en especial a su infidelidad y a las salidas de juerga con sus amigos. En la primera entrevista expresó: ”Me autodestruyo desde hace muchos años... Sobre todo he destruido mis relaciones con mis novias... y ahora la relación con mi mujer..."

 Era esta una importante toma de conciencia de lo enfermo y repetitivo de su conducta.

 Jorge provenía de una familia del interior del país, perteneciente a la alta burguesía.

 Su padre era una figura destacada en su profesión. Lo describió como un hombre excesivamente entregado a su trabajo y a las relaciones sociales y que había delegado en su esposa el cuidado de los hijos.

 Consideraba a su madre una mujer noble y abnegada que, al consagrarse al hogar y a los hijos, había hecho posible las realizaciones de su padre y, entre otras cosas, tenido también que tolerarle sus muchas aventuras amorosas.

 Jorge y su hermano gemelo, al que denominaremos José, eran gemelos verdaderos y los hijos menores del matrimonio. Tenían numerosos hermanos, de los cuales poco más de la mitad eran varones. La diferencia de edad con el inmediato anterior a ellos, varón también, era de más de diez años. Casi todos estaban casados y algunos tenían hijos.

 Cuando los gemelos nacieron la madre tenía ya cerca de cuarenta años. No les dio el pecho; al parecer, no tenía leche suficiente.

 Jorge y José siempre fueron inseparables. Afirmaba aquél : "Mi mejor amigo fue siempre mi hermano José. Es el ser que más amo en este mundo. De pequeños hablábamos las veinticuatro horas del día sin parar. Era como hablar con uno mismo".

 Los demás hermanos contaban muchísimo menos para los dos; en esto incidía también la diferencia de edad, que los separaba de ellos.

 El parecido físico entre ambos gemelos era asombroso. Resultaba difícil distinguirlos.

 Según el paciente, sus padres nada hicieron para que se diferenciaran. Por el contrario, los enviaron al mismo colegio y división. Además, los vistieron y peinaron de forma idéntica hasta los nueve años; fue José quien intentó romper esta costumbre, arreglándoselas para lucir por entonces una llamativa prenda, que lo diferenciaba de Jorge.

 De niños y de adolescentes lo compartieron todo: el dormitorio, los juegos y los estudios. Más adelante también las chicas...

 Pero a menudo reñían. Era evidente que entre ambos se fue creando además una intensa rivalidad.

 Así como el parecido físico era sorprendente, también en el tono de voz y el modo de hablar había una notable semejanza. Eran incluso afines en intereses y gustos. Además, José tenía el mismo tipo de trabajo y de cargo que Jorge, aunque en una institución rival; ambos practicaban los mismos deportes y concurrían al mismo club.

 Ya iremos corroborando después que hasta la psicopatología de estos gemelos se daba también ”en espejo”.

 La adolescencia de los dos fue bastante complicada y tormentosa. Eran muy indisciplinados y dados a las transgresiones, por lo que fueron expulsados de varios colegios, sobre todo por protagonizar violentas peleas con los compañeros. Cuando tenían catorce años padres y educadores decidieron finalmente separarlos, enviándolos a establecimientos diferentes.

 Ya desde niños el engañar a los demás haciéndose pasar el uno por el otro se convirtió en algo frecuente; lo hacían tanto para colarse en el cine como ante un examen en el colegio, y más tarde en las relaciones sexuales con las chicas.

 A lo largo del análisis de Jorge, que contaba con tres sesiones semanales, se fue evidenciando cada vez más el nexo entre sus diversas dificultades y la relación con su gemelo, la cual irrumpía con llamativa intensidad, hasta el punto de ir ocupando un primer plano en nuestra atención. Fui comprendiendo paulatinamente la dimensión que en el paciente había cobrado el complejo fraterno en tanto vínculo simbiótico, en la imposibilidad de diferenciarse y separarse y en la elección narcisista de objeto.

 José, que se había casado casi en la misma época en que lo hiciera Jorge, retornaba con su mujer de una estancia de tres años en otro país para radicarse nuevamente en Argentina. Al reencontrarse, los hermanos volvieron a verse a menudo.

 También José tenía múltiples aventuras sexuales, pero su esposa nunca parecía enterarse ni vigilarlo. Podía con fundamento suponerse que en los dos matrimonios había un gran sometimiento por parte de las mujeres y que existían en ellas fuertes tendencias masoquistas, que se correspondían con el sentimiento autoritario de poder y el sadismo de que solían hacer gala ambos gemelos. (A veces Jorge agredía físicamente a su esposa). Los hermanos coincidían- una vez más- en una mal disimulada misoginia y estaban imposibilitados de experimentar un amor genuino y duradero por alguna mujer. (Si bien Jorge afirmaba amar a la suya).

 Nora, la esposa de Jorge, parecía percibir claramente la naturaleza e intensidad de la relación entre los gemelos y consideraba a José el principal rival en el amor de su marido; si alguna vez ella protagonizaba una escena de celos se debía al vínculo que existía entre los hermanos y no a que hubiera alguna mujer de por medio.

 Los gemelos volvieron a compartir juergas, como en la adolescencia. Jóvenes, bellos y desenfadados como eran, al tiempo que adinerados, elegantemente vestidos y propietarios de lujosos autos, la conquista de mujeres les resultaba generalmente fácil. Por lo común, ambos hermanos aprovechaban las frecuentes reuniones y fiestas nocturnas a las que asistían con sus esposas para, después de dejarlas en sus casas, partir de parranda con los amigos -todos hombres- con el pretexto de ir a beber una copa. Visitaban entonces discotecas en busca de mujeres y en las que además bebían copiosamente y se drogaban. A veces la salida culminaba en un burdel, regresando a sus casas por la madrugada.

 Los dos consumían cocaína, en especial durante las salidas nocturnas, pero negaban toda dependencia.

 José propuso a Jorge que practicaran yudo, enfrentándose entre sí.

 Fui descubriendo que las personalidades de los gemelos R. se parecían demasiado: los dos tenían tendencias maníacas y psicopáticas; eran personas de acción y transgresoras y, sobre todo, presentaban una sexualidad promiscua y caracterizada por su incursión en prácticas perversas, sin mayores reparos, escrúpulos ni remordimientos. En ambos se evidenciaron componentes sádicos. Jorge solía atar a una ex novia suya a una columna, para luego someterla a una agresiva penetración. Además experimentaba una intensa excitación sexual, que iba seguida de masturbación, ante escenas de extrema violencia que tenía oportunidad de ver por televisión o en el cine, en especial si se trataba de escenas reales, tales como fusilamientos o torturas.

 Pero lo que en él cobraba particular relieve eran sus inclinaciones homosexuales, que cada vez ocultaba menos (y que también estaban presentes en José). Al principio me llamó la atención su sadismo con las mujeres, que encerraba un desprecio hacia éstas -no sólo de su esposa sino también de sus ocasionales amantes -, y su preferencia por los encuentros con grupos de hombres; además, le excitaba imaginar ”camas redondas” e intercambios de parejas. Por su parte, José ya le había propuesto a su mujer que ”experimentaran” en este terreno. A todo esto resultó significativa en más de un sentido una escena relatada por Jorge durante su análisis: en una fiesta se le acercó Isabel, la esposa de José, y le comentó sus deseos de tener un bebé, a lo que Jorge respondió socarronamente que si lo tuviera con él nadie se daría cuenta... En suma, había en estas situaciones siempre un hombre detrás de la figura femenina en cuestión.

 Debido a su mala reputación, los gemelos eran la comidilla del ambiente social que frecuentaban. A ellos parecía no importarles. Diría que, por el contrario, les complacía ser tan conocidos, dar una imagen de playboys, que hablaran tanto de ellos y hasta les temieran, ya que a menudo se tornaban muy violentos con los demás.

 Después de una serie de enfrentamientos, escándalos e infidelidades mutuas que parecían irrefrenables, Jorge y Nora se separaron. Ello ocurrió durante el análisis.

 Fue entonces cuando afloraron en Jorge más claramente aún sus tendencias homosexuales. Tuvo algunos vacilantes contactos con jóvenes prostituidos. Me confesó que en ocasiones practicaba la masturbación anal introduciéndose un dedo; algunas veces lo había hecho también con un objeto metálico y alargado que cogía del escritorio de su padre. Además recordó que años atrás aquella novia con la que solía tener relaciones sexuales de tipo sadomasoquista, conocedora de este aspecto de su sexualidad, solía también masturbarlo analmente y le había prometido que lo haría con un consolador, a manera de premio, si él aprobaba determinada asignatura.

 Tanto en sus asociaciones libres como en sus sueños las fantasías homosexuales de Jorge acababan revelando su relación con la figura de su gemelo. En un momento dado me confió que a los catorce años ambos iniciaron un período de masturbaciones recíprocas. Estas prácticas se mantuvieron aproximadamente durante un año. Tanto uno como otro parecían restarle importancia.

 Cuando tenían dieciocho años comenzó otro período, en el que Jorge tuvo relaciones sexuales con travestidos. Se sentía extraña y especialmente atraído por uno de ellos, que parecía propiamente, según el paciente, ”una bella mujer", lo que le servía como racionalización de su conducta; recordaba haber experimentado una ”especie de enamoramiento” por él y llegó a frecuentarlo con cierta asiduidad. Luego me refirió que también José había tenido algunos contactos con travestidos por aquella época, pero que no llegó a enredarse con ellos, como en cambio le había sucedido a él.

 Jorge tenía muchas resistencias al análisis, que se manifestaban fundamentalmente no asistiendo a algunas sesiones, casi siempre con la excusa de que su trabajo se lo impedía. Pero me suministraba mucho material y mostraba por momentos una llamativa capacidad de insight, el que a su vez era contrarrestado por diversos mecanismos, sobre todo de negación de su realidad psíquica.

 Él valoraba considerablemente dentro de su relación conmigo que yo le resultara una persona cálida. Ésta parecía ser una condición indispensable para la marcha del tratamiento y se relacionaba con sus profundas- aunque negadas- carencias afectivas respecto de las figuras parentales, de las que me ocupo detenidamente en otro trabajo, en vías de publicación (Braier, 1999a).

 Reconocía su necesidad de separarse ”un poco” de José, diferenciarse de él, vivir una existencia más autónoma; comprendía que su vida no podía consistir en permanecer todo el tiempo consciente o inconscientemente pendiente de la de su gemelo (Jorge y yo suponíamos, con sobrados motivos, que a José le pasaba algo similar). Pero en otros momentos ello quedaba desmentido, temiendo en cambio que el análisis lo alejara de José y que acabara perdiendo a éste. Entonces parecía desaparecer el contacto con su realidad y hasta el sentido común en cuanto a su relación simbiótica e incestuosa con José. Solía decirme: ”¿Qué tiene de malo que los hermanos estemos juntos?", para agregar en seguida: ”Usted no puede saber lo que se siente por un hermano gemelo...” En esta situación yo representaba esencialmente a una figura interdictora y por lo tanto peligrosa.

 Ambos gemelos arriesgaban de distintas maneras e innecesariamente sus vidas. Con frecuencia Jorge conducía su coche a una velocidad excesiva. José tenía una vida sexual cada vez más promiscua, frecuentando prostitutas, lo que hacía temer a Jorge que contrajera SIDA, si bien él mismo no se hallaba muy lejos de actuar como su hermano. Todo esto parecía transcurrir con escasa o ninguna noción de parte de ambos (efecto de la desmentida) del peligro que corrían.

 También seguían teniendo conductas psicopáticas, preferentemente con las mujeres con las que salían, como cuando Jorge introdujo orina a escondidas en una copa que contenía whisky y se la dio a beber a una joven, o cuando José obligó a otra a que le practicara una fellatio en plena calle.

 La desahogada situación económica de ambos gemelos reforzaba sus sentimientos de superioridad y dominio sobre las víctimas de sus desmanes, al tiempo que los de soberbia, desprecio e impunidad.

 Al acercarse al tercer año de análisis, Jorge me comunicó telefónicamente que había decidido ”seguir luchando solo” ante sus muchos problemas -que él iba asumiendo parcialmente como tales- y que quería interrumpir el tratamiento. ”En todo caso ya le llamaría más adelante", me dijo. No fue posible conseguir que reviéramos juntos la situación.

 Quedamos en buenos términos. Me envió poco después un cheque con el que saldó su deuda conmigo.

 Meses más tarde el que me llamó fue José; Jorge le había dado mi número de teléfono. Me dijo que necesitaba ayuda terapéutica; dado que por su hermano sabía que yo no aceptaría tratarlo, me pedía que tuviéramos una entrevista para que lo orientara y, de ser preciso, le recomendara un profesional. Acepté. Durante la entrevista quedé fuertemente impresionado por su notable parecido con Jorge. Como dije al comienzo del historial, dicho parecido no se reducía al aspecto físico, sino que abarcaba también los gestos y el modo de hablar.

 Debo confesar que hasta el día de hoy, después de haber tratado casi tres años a Jorge a razón de tres sesiones semanales, cuando recuerdo la entrevista me vuelve a asaltar la duda de si el que tenía delante de mis ojos era en verdad José... o Jorge, haciéndose pasar por José, como ocurriera tantas veces en la vida de estos gemelos...

 Y como Jorge, José (?) consultaba por problemas conyugales...

 Acababa de tener el primer hijo con su mujer. Durante el embarazo José conoció a una joven de la que creyó haberse enamorado de un modo que nunca le había sucedido antes. Esta vez su esposa se dio por enterada. Estuvieron a punto de separarse. Ahora él no sabía muy bien qué hacer.

 Los distintos aspectos de su patología, que yo conocía a través de los relatos de Jorge, no fueron ni siquiera mencionados por José en aquella entrevista.

 Me dijo que prefería analizarse con una mujer. Cuando le pregunté si sabía el por qué me respondió muy suelto de cuerpo que le gustaría ”... coquetear con ella", jugar a seducirla, a pesar de lo cual le di los datos de una colega (eso sí, muy avezada), con la que tuvo una entrevista. Después supe que no le pagó y que tampoco se presentó a la siguiente...

 Creo que José vino a verme atraído además por la curiosidad. No habría querido perderse del todo la experiencia de su hermano y habría resuelto vivirla , aunque sólo fuera fugazmente. Esto es, estar donde Jorge y, más profundamente, ser Jorge.

 No he vuelto a tener noticias de Jorge ni de José. Sin embargo, dado que creo que Jorge confiaba en mí, no descartaría que algún día buscara nuevamente mi ayuda.

3. Consideraciones teóricas

El complejo fraterno, la gemelaridad, la problemática narcisística y el fenómeno del doble constituyeron las temáticas claves para aproximarme a la grave patología, esencialmente transgresora, que presentaba el paciente.

3.1. Complejo fraterno y gemelaridad

 Ya he anticipado que fue llamando poderosamente mi atención la creciente importancia que a lo largo del análisis era dable atribuir a la relación de Jorge con su hermano gemelo. El complejo fraterno abarcaba mucho más que el solo desplazamiento de las cargas edípicas libidinales y agresivas y adquiría en cambio relieve propio, lo que estaba dado por la dimensión narcisista, que alcanzaba una gran magnitud a partir de la gemelaridad; todo esto me recordó, por sus numerosas similitudes, la historia de los gemelos Beverly y Elliot Mantle que se narra en la película ”Dead Ringers” (titulada ”Pacto de amor” en Argentina e ”Inseparables” en España), dirigida por D. Cronenberg -con J. Irons como principal protagonista-, la más famosa e importante de las realizaciones de este director. Este film me ha motivado para una experiencia de análisis aplicado que expongo en un volumen de reciente aparición (Braier, 2000).

3. 2. Narcisismo primitivo. La fijación narcisista

 Pensé en la fijación a etapas del narcisismo primario, correspondientes a la constitución del Yo; en la fase del espejo (Lacan,1936) y en una relación en la que, desde un nivel profundo del psiquismo, no habría una diferenciación Yo/no-Yo; en fantasías de fusión con un ideal narcisístico, de unión omnipotente, al tiempo que indisoluble (como si se tratase de siameses), que, entre otras cosas, haría a los hermanos sentirse todopoderosos- en camino de convertirse, como Beverly y Elliot, en los gemelos malditos y famosos de la sociedad en que vivían-, bisexuales, invencibles y, sobre todo, inmortales.

 Cada uno era el doble narcisista del otro, la representación del Yo ideal. Proyecciones e identificaciones mutuas y recíprocas regían este vínculo.

 Ninguno de los dos podía salir del estadio narcisista, primitivo y especular en que se hallaban. Por ejemplo, poco y nada les importaba que la gente murmurara cada vez más acerca de sus tropelías; vale decir, despreciaban los objetos del mundo exterior (manía), abstraídos como estarían por la idealización y dependencia mutuas. Sólo en ciertas circunstancias llegaba a preocuparles la imagen que los demás tenían de ambos (ello ocurría sobre todo en los ambientes laborales y en relación con el rol profesional), lo que en cambio implicaría una superación parcial del estadio especular.

 No podían vivir el uno sin el otro, no lograban separarse y parecían, al igual que Beverly y Elliot, haber también realizado un pacto de amor, que finalmente demostró no ser compatible con los matrimonios ni con el análisis, esto es, con la presencia de terceros significativos y capaces de alterar esta unión fraternal, con los que entraban en crisis y acababan rompiendo los ya frágiles lazos.

 Jorge seducía y, al igual que el bello Narciso, enamoraba con facilidad a las mujeres, a las que encantaba (o también a veces espantaba, según los casos). Pero, como Narciso, despreciaba el amor de todas; no se enamoraba, o, cuando creía que esto había sucedido, su cariño se evidenciaba poco después endeble y fugaz.

 Podemos traer a colación lo que Freud (1915) señala en las etapas narcisistas primitivas en torno al mundo exterior y acerca de los opuestos del amar -aquí poco desarrollado, a diferencia de tales opuestos-, que la relación de Jorge con diversos objetos nos recuerda. La secuencia entonces expuesta por Freud es: 1º) indiferencia, 2º) odio y 3º) ser amado.

 En cuanto al amar, Jorge sólo podía experimentar un amor narcisista, como con el travesti y, sobre todo, con su gemelo; al igual que Narciso, que se hallaba enamorado de su propia imagen (Ovidio) o, si consideramos otra versión del mito (Pausanias), de su hermana gemela. Juego de espejos, elección narcisista de objeto por la que se ama a alguien idéntico o semejante a uno mismo.

    La descripción que Rank (1914) hace del Dorian Gray, de Oscar Wilde, coincide significativamente con la que vengo exponiendo de Jorge:
    “Dorian, a quien se caracteriza de manera directa como Narciso, ama a su propia imagen, y por lo tanto su propio cuerpo (...) Unido a esta actitud narcisista está su imponente egoísmo, su incapacidad para el amor y su vida sexual anormal. Las amistades íntimas con hombres jóvenes (...) son intentos de realizar el enamoramiento erótico con su propia imagen juvenil. De las mujeres sólo es capaz de obtener los más toscos placeres sensuales, sin lograr jamás una relación espiritual."

  Jorge se hallaba atrapado en el reducto de este narcisismo del vínculo gemelar, especular y excluyente.

¿Era la búsqueda de la elación narcisista en la fantasía nirvánica de retorno a la vida intrauterina y univitelina lo que llevaba a actuar a Jorge y José como lo venían haciendo, al reencontrarse luego de una separación física de tres años? Porque -al igual que los Mantle- corrían el riesgo de encaminarse hacia la autodestrucción por vía de una regresión profunda que en la desmezcla liberara la pulsión de muerte. Demasiada promiscuidad sexual compartida, con los riesgos de contraer el virus del SIDA; demasiado exceso de velocidad al conducir el automóvil. Estaríamos una vez más ante el narcisismo tanático?: Narciso que muere enamorado de su propia imagen, o bien de su hermana gemela, de cuya pérdida se consuela contemplando la imagen de sí mismo -e imaginando se trata de la de su amada hermana-, reflejada en el espejo de las aguas de una fuente. (Las aguas, con las cavernas en las que se refugia Eco, rechazada por Narciso, simbolizarían la vida intrauterina, con el líquido amniótico y el útero, tal como lo propone Aray [1968]).

 Se trataba de un encierro amoroso que no admitiría salida a través del amor a otro objeto?

 Sin embargo, no obstante hallarse fascinado por la imagen de José, que era también la propia, una parte de Jorge pugnaba por salir, abrirse paso y amar al objeto-otro.

 A la vez, también el odio y la rivalidad estaban presentes en esta relación, en la medida en que eran capaces de diferenciarse el uno del otro. Así, competían para ver quién tenía más éxito en el trabajo, en la conquista de mujeres y en los deportes. Pero no he de ocuparme aquí de este aspecto del vínculo.

3. 3. Dobles

 Vengo señalando que el parecido entre ambos gemelos, además del físico, era en extremo llamativo, inclusive en lo que atañe a los rasgos patológicos de la personalidad. Y aquí quiero una vez más recordar a Freud ("Lo siniestro", 1919), cuando expresa que con el tema del 'doble' o del otro 'yo' nos encontramos con
“[...] la aparición de personas que a causa de su figura igual deben ser consideradas idénticas [...]" y cuando, poco más adelante, agrega: “[...] el constante retorno de lo semejante , con la repetición de los mismos rasgos faciales , caracteres , destinos , actos criminales [...]"

Se asemejaban tanto y eran tales las identificaciones recíprocas, que cuando Jorge escuchaba un mensaje grabado por él mismo en su contestador telefónico para su mujer, durante los primeros momentos creía que se trataba de la voz de su gemelo. ”Ha llamado José”, pensaba.

 Una primera aproximación al tema de los dobles en esta pareja de gemelos nos sitúa, como vamos apreciando, ante una de sus formas, el doble especular, y del que en este caso tenemos, según considero, una muestra paradigmática.

 En este tipo de doble existe una fijación anal primaria (en esta ocasión en relación con el gemelo), a la cual remite tanto el vínculo especular como el componente homosexual. El doble especular se corresponde con la fase del espejo (Lacan, 1936).

     Una colega me cuenta una anécdota relacionada con los fenómenos especulares, a cargo de una sobrina suya. La niña, que tiene una hermana gemela, contaba entonces un año y medio de edad (son los tiempos del estadio del espejo). En ocasión de descubrir su propia imagen en un espejo exclamó exaltada el nombre de su gemela.

¿Cuál es la especificidad del doble especular respecto de otros dobles? Lacan lo aclara bien. En el caso del doble especular el niño anticipa su ulterior unificación motriz; este tipo de doble tiene, pues, que ver con el apoderamiento anticipatorio de la motricidad estriada. (En Jorge y José la práctica del yudo y de otros deportes sería algo concerniente al desarrollo de la motricidad aloplástica). Como el juego del carretel (Freud, 1920), culmina a los dieciocho meses, momento en que ubicó Lacan (entre los ocho y los dieciocho meses) el período de desempeño motriz aloplástico, correspondiente al erotismo sádico- anal primario.

 La especularidad configura, pues, un tipo de doble en el cual se da una ligadura en el Yo de la erogeneidad sádico-anal primaria con la motilidad aloplástica (Maldavsky , 1997; 1998).

 El desempeño motriz es la manera por la que muchos niños salen del erotismo anal pasivo, abriéndose al sadismo. La traslación del erotismo anal a la mirada crea a su vez la apertura al mundo sensorial.

 Cuando en cambio predomina la pasividad erógena anal, lo hace sobre el desempeño motriz y la relación con lo visual tiene menos importancia. Con el predominio de lo anal pasivo se configuraría una vía hacia la adicción, en la que se repudia el mundo sensorial (Maldavsky, 1998a).

 Buena parte de esto se observa también en Jorge, quien en realidad parecería oscilar entre las tendencias anales pasivas y las sádicas (fase anal primaria). En relación con las primeras hallamos entre otras manifestaciones la masturbación anal; a ello cabe agregar la inclinación del paciente hacia las drogas y el alcohol (Maldavsky, 1998a).

 En lo que sería a la sazón la última parte de su interrumpido análisis surgió un material demostrativo de la existencia en él de intensas fijaciones anales. Veamos:

     Recordó haber estado con el travestido en un cuarto oscuro y que de pronto entró un cliente, al que otro travestido zurraba golpeándole en las nalgas.

     Asoció espontáneamente el placer que imaginaba le daría el ser penetrado analmente con el que le proporcionaba la defecación. Entonces me contó que defecaba por lo menos tres veces al día y que además le complacía sobremanera limpiarse hasta que no hubiera resto alguno de heces.

     Cuando pequeños el ama de llaves recurría a sentarlos en el orinal para calmarlos. ”José y yo éramos muy nerviosos. Me llevaba de todo al ir a defecar: la televisión, un órgano para tocar, un tocadiscos… Un día me demoré mucho en el baño. Mi papá rompió la puerta y me tiró el tocadiscos al suelo... Incluso he cenado algunas veces mientras defecaba..."

     Conectó esto con el placer que hasta ese momento le traía permanecer sentado sobre el inodoro, cosa que acostumbraba todavía hacer un buen rato diariamente para leer el periódico.

     Me confesó que se introducía un dedo en el ano, ya sea envuelto en papel higiénico o bien impregnado en jabón cuando se bañaba, o a veces sin nada de esto y para después olérselo, lo que le agradaba. A continuación me comentó que conocía gente que pintaba las paredes con excrementos.

     Recordó inmediatamente después el olor de las heces de las mujeres que percibía luego de haber realizado un coito anal. Relacionó esta práctica sexual con sus deseos de dominar a la mujer.

Lo que acabo de describir en último término, sumado a lo que ya Jorge me había referido acerca de sus relaciones sexuales con una antigua novia, a la que gustaba de atar con una soga a una columna y penetrarla con cierta violencia, con el beneplácito de ella, me condujo además a pensar en la pulsión de dominio, cuya meta radica en dominar al objeto por la fuerza. Freud nos habla por primera vez de tal pulsión en 1905 (Tres ensayos). Hago aquí mención de ella porque, si bien no se ha llegado a una teorización lo suficientemente definida de la misma, ya Freud en aquellos ensayos inaugurales, en los que reconoce en la organización sádico-anal la presencia de los opuestos activo y pasivo, había llegado además a sostener: ”La actividad es producida por la pulsión de apoderamiento a través de la musculatura del cuerpo” (la cursiva es mía), agregando que ”[...] como órgano de meta sexual pasiva se constituye ante todo la mucosa erógena del intestino". Desde 1913 habrá de ligar dicha pulsión de dominio al sadismo anal (véase además Freud, 1915, 1915a y 1920), diciéndonos también que así como la pasividad se apoya en el erotismo anal la actividad deviene de la pulsión de dominio; y después añadirá que esta última se sustenta en la musculatura (Freud,1915a).

 Por todo lo expuesto en el caso de Jorge cabe asociar, en cierta medida y como un agregado que sobrevendría en su vida más adelante (fase anal secundaria. Freud, 1933), la pulsión de dominio con sus intentos de salida de la pasividad. Si bien Jorge estaría en un momento en el que intentaría dominar antes su propia motricidad que al objeto, la actividad motora se traducía, desde su sexualidad perverso-polimorfa, en una conducta sádica, para la cual él encontró en aquella novia su partenaire masoquista (así como el sadismo de Elliot y Beverly, los gemelos ginecólogos de la película, hallaría como objeto a Claire, una actriz de tendencias francamente masoquistas); las pulsiones sádicas y de apoderamiento se pondrían de manifiesto asimismo en la crueldad, el autoritarismo y el ejercicio de un poder machista en las relaciones de ambos gemelos con sus respectivas esposas y con las mujeres en general, al tiempo que en la intensa excitación sexual que despertaban en Jorge las escenas de extrema violencia y crueldad. Dichas pulsiones encontrarían también en la práctica de yudo entre los mismos hermanos una cierta canalización.

 Hemos de considerar aquí además un tipo de doble anterior al especular: la placenta (Freud, 1911). En este componente de la relación entre gemelos no interesa tanto la imagen visual ni el desempeño motriz. Dicho componente remitiría a una estimulación recíproca anterior al nacimiento (lo que Freud llamaba la estimulación de placenta) y ligada al contacto. Esto nos conduce al tema de las sensaciones prenatales. Una de ellas se produciría al estirar los brazos y encontrar un freno, dado por el útero, aquí además el hermano gemelo, el que a su vez haría lo mismo. Implicaría un nexo, en el que lo que importaría sería la sensación de dureza, de resistencia del otro. Cabe pensar en la necesidad de contacto físico entre Jorge y José, de golpearse uno al otro. José llegó a decirle a Jorge que le gustaba practicar yudo con él, debido, precisamente, a que ello les permitía mantenerse en contacto físico, lo que yo había advertido desde el comienzo mismo de esta práctica de los gemelos. (Me refiero a una necesidad de tocarse, como algo más primario que el ya mencionado ligamen homosexual). Estamos ante una vivencia que lleva a pensar en este otro tipo de doble, en el que aún no está en juego lo especular; se trataría de algo más vinculado a lo orgánico, anterior al espíritu, atribuible a quienes experimentan estados regresivos en los que deja de tener vigencia el mundo sensorial, como por ejemplo sujetos que se drogan o que se hacen golpear. (Recordemos, además del hecho de que Jorge practicara yudo con su gemelo, su inclinación por las drogas y el alcohol). Buscarían cada uno en el otro su doble fetal a través del contacto corporal y de la homosexualidad.

3. 4. La búsqueda recurrente del objeto homosexual

 Las tendencias homosexuales de Jorge, que impresionaban en principio como una muestra más de su sexualidad inmadura y de la anarquía pulsional, fueron revelando después inequívocamente su fijación libidinal a José.

 Sin duda, la homosexualidad en Jorge se relaciona no sólo con el complejo paterno (recordemos la masturbación anal con un objeto alargado de su padre) sino también, y muy especialmente, con el fraterno. Supondría, reitero, la fijación a la figura idealizada del gemelo, fijación que poseía una intensidad tal que tarde o temprano terminaba desbaratando todo intento de Jorge de una relación heterosexual significativa.

 Lo que en Beverly-Elliot todavía continuaba -aunque a duras penas, en rigor de verdad- en un plano latente, en Jorge-José deviene relación homosexual manifiesta ya entrada la adolescencia, hecho que demuestra el grado y permanencia de la fijación (y la falla de la función paterna, que permite la vigencia del incesto fraterno), puesto que estos juegos sexuales afloran en ellos en una etapa algo tardía para los que suelen tener lugar entre hermanos, de más común presentación en edades más tempranas. Tenían ya catorce años, que fue además cuando los separaron enviándolos a colegios diferentes, lo que a su vez permite suponer que las relaciones homosexuales hayan constituido en parte una reacción a dicha separación. Luego sobreviene una renuncia parcial, en lo manifiesto, de ambos hermanos a esta relación amoroso-sexual, pero lo que le sigue después, la elección de un objeto homosexual (los travestidos), refleja en Jorge (y al parecer, también en parte en José, que se vinculó asimismo con travestis) la continua búsqueda, a través de un subrogado gemelar, de la unión de los gemelos, del reencuentro; en suma: revela la imposibilidad de separarse. El objeto homosexual- gemelar, como sabemos, representa a su vez al propio Yo, es su doble especular. Y es un amor prevalentemente narcisista el que está en juego, en el anhelo de reunión con el doble amado, que subyace al enamoramiento de Jorge por aquel travestido, a aquella extraña fascinación amorosa que experimentara en su adolescencia tardía.

 Pero, dentro de las series complementarias de ambos gemelos, debemos tener en cuenta lo aportado por Freud en 1922: el odio, la rivalidad y los celos en torno al amor de la madre pueden dar lugar, dentro del complejo fraterno, al surgimiento reactivo de un amor homosexual. Quizás algo habría también de esto en el caso que nos ocupa.

 Volviendo a las relaciones homosexuales adolescentes de Jorge, con José primero y los travestis cuatro años más tarde, cabe no obstante además ver lo que en ellas hay de etapa de transición, de tentativa de pasaje paulatino de la libido narcisista a la libido de objeto, del narcisismo al amor objetal, como lo describe Freud en 1911. La necesidad de amar a un objeto -aparte del propio Yo- para no enfermar empujaría a ello (Freud,1914). Siguiendo, pues, este modelo freudiano, habría inicialmente una elección narcisista de objeto. Se elige primero un objeto homosexual, lo más parecido al propio sujeto. Aquí Jorge escoge a su hermano gemelo... La elección heterosexual de objeto sobrevendrá -o no- después. El travestido, sin dejar de ser un objeto homosexual y un subrogado fraterno (y paterno), sería además un “objeto de transición” que estaría, en la cadena, a mitad de camino primero entre el propio Yo y el objeto (e investido de libido homosexual, en parte narcisista y en parte objetal), hallándose luego, un paso más adelante, entre el hombre y la mujer, como un eslabón intermedio en el progresivo pasaje hacia la relación con un objeto heterosexual. (Al tiempo que un hombre que parece mujer ha sido para Jorge la coartada racionalizadora para dar continuidad en la fantasía inconsciente a la relación homosexual e incestuosa con el gemelo. Jorge se habría visto, al igual que su hermano, obligado a abandonar en lo manifiesto esta relación, siguiendo un ideal masculino no demasiado consolidado, pero que instaba a la relación con un objeto exogámico y heterosexual). Así, en las relaciones de Jorge con los travestidos es dable apreciar tanto el que pueda ser compatible la investidura de objeto con el narcisismo (si dicha investidura tiene mucho de especular y por ello no amenaza al narcisismo del sujeto), como que los travestis aparezcan también como ”objetos de la transacción” en el conflicto creado por los impulsos homosexuales. Quizá esto último haya incidido también en la fuerte atracción que Jorge sintiera por aquel travestido. Pero acerca de dicha atracción cabe además añadir que la figura del travestido se presta para encarnar la fantasía narcisista de bisexualidad (doble bisexual. Kancyper, 1995), incentivada en los estados narcisistas; el propio Jorge querría ser como un travestido, en tanto representación de la bisexualidad, mientras la misma relación sexual con el travestido se convierte en una realización del fantasma de la bisexualidad. Al respecto he de agregar que a lo largo del análisis a Jorge parecía agradarle y hasta divertirle empezar a verse como un ”bisexual” en el sentido que se le da a este término vulgarmente- vale decir como alguien que tiene prácticas tanto hetero como homosexuales-, ignorando en un principio que ello, desde sus fantasías inconscientes, implicaba además la bisexualidad en el sentido psicoanalítico del término.

 Jorge accede después a las relaciones heterosexuales, pero comprobamos, a través de la fugacidad e intrascendencia afectiva de estas relaciones y los infructuosos esfuerzos por preservar alguna -como sucedió con la de su matrimonio-, que sus intentos de lograr su separación e individuación, al tiempo que una identidad sexual masculina y una orientación heterosexual más definidas, fracasan una y otra vez. (Insuficiente establecimiento de la estructura triádica).

 Volverá a incursionar en actuaciones homosexuales. En uno de sus viajes contratará los servicios de dos jóvenes prostituidos -uno de ellos travestido- con los que tendrá contactos sexuales, sin aceptar penetrar ni ser penetrado y en cambio sí ser masturbado. (La escena reproducía de este modo la relación homosexual con su gemelo cuando tenían catorce años).

 Tardará en confesarme que ha comprado un vibrador, pero que no se atrevió a pedirle a una compañera circunstancial que lo masturbara utilizando dicho adminículo. Se masturbará analmente después con éste un par de veces para luego deshacerse de él.

 Reconocerá que experimenta una secreta atracción por un amigo, que tiene su mismo nombre y con el que, junto a compañeras ocasionales, salen de juerga. Un poco en broma y otro en serio, propondrá a su amigo invitar a su ex novia masoquista a que comparta la cama con ambos...

 Jorge había ”olvidado” esto por completo, pero lo rescatará de la desmentida al ir profundizando en el análisis de sus fantasías homosexuales.

 Empezará a coquetear con algunos amigos ”bisexuales” y gays, provocando el que le hicieran proposiciones sexuales, que finalmente habrá de rechazar.

 Todo esto significa que seguirá atrapado en la relación homosexual, narcisista y especular con su gemelo.

 Habrá incluso de tener en varias ocasiones sueños en los que penetra analmente
a José...

 El tratamiento se irá convirtiendo en el análisis de sus múltiples actuaciones, que reflejan la problemática que acabo de describir. Vaya a modo de ejemplo el siguiente episodio:

    Acude a la sesión. Viene de tener relaciones sexuales con una mujer con la que José se había acostado varias veces durante la adolescencia. (También José ha hecho lo propio con chicas con las que Jorge estuvo relacionado anteriormente. Esta vez Jorge no se ha hecho pasar por su hermano). En un momento dado de la misma sesión percibo que por esto último la mujer en cuestión tiene ”un valor añadido” para Jorge, y así se lo hago saber, y que por ello esta relación le resulta más excitante que otras (en la vagina de la joven estuvo antes el pene de José. Además ella, a los ojos de Jorge, recreará su relación con José, lo que valdrá también para Jorge que, además de ”tener” así a José, podrá en su fantasía y más profundamente ”ser” su hermano, fusionándose con él). Su primera reacción es la de negar todo esto, pero poco después lo confirma y ata cabos, recordando que acaba de proponerle a ella que tuvieran relaciones sexuales...incluyendo a José, es decir con los tres en la cama... (Aquí me viene a la mente la escena en que Beverly y Elliot bailan abrazados, con la amante de éste entre ambos).

 Los hermanos continuarán buscándose, consciente o inconscientemente. En un determinado momento dirá Jorge: ”Los dos nos casamos con mujeres, pero parece que también estamos casados entre nosotros..."

 Isabel había aceptado sumisamente el ”matrimonio” Jorge-José. Nora en cambio nunca del todo. Entonces Jorge y Nora se separaron.

3. 5. Transgresión, doble y desmentida

 Me fue útil pensar en la existencia de una escisión del Yo, como en las perversiones, por la que podía entender que las transgresiones (sociales, sexuales) de Jorge respondían al dominio de la desmentida (verleugnung) de la amenaza de castración en un sector de su Yo, al servicio de la omnipotencia y la megalomanía narcisistas, reflejando la fijación ya sea a un estadio en el que la ley paterna no fue aún instituida o más bien a otro en el que, habiéndolo sido, se daría un franco rechazo o desafío a la misma. Precisamente protagonizaba episodios desafiantes a través de, por ejemplo, actividades sexuales promiscuas, perversas y polimorfas, o conductas antisociales (éstas de poca monta). Por cierto que el déficit de la función paterna mantendría a los gemelos atrapados en el vínculo narcisista especular, que es en parte sustitutivo de la diada madre-hijo.

 Otro sector del Yo funcionaba en cambio de acuerdo con el modelo neurótico, o sea que en él la amenaza de castración había sido efectiva, operando la represión. Esto último se traducía en el afloramiento ocasional de angustia de castración y culpa ante ciertas conductas transgresoras, tal como se evidenciaba en algunos sueños.

 Volviendo a la parte del Yo que reniega de la amenaza de castración: respondería a una falla en el desarrollo, a no haber alcanzado satisfactoriamente la situación edípica y por ende arrastraría un déficit en la incorporación del padre simbólico y la ley de la cultura. (Recordemos además que el padre era una figura idealizada y a la vez muy distante. En determinado momento Jorge dirá que, con tantos niños, sus progenitores, ya cansados, optarían por dejarlos a él y a José ”en libertad”. Por esto último cabe en rigor entender: descuido, abandono, falta de la figura paterna para establecer y mantener las pautas). Aquí recuerdo lo que Maldavsky (1979) señaló acerca de las condiciones del padre en el necesario ejercicio de la hostilidad ”[...]para prohibir de modo tal que su mensaje quede inscripto en el aparato psíquico del hijo en términos de normas, en el superyó, y no como aniquilación de su ser en 'lo siniestro'“. (Recordemos también lo que Freud describe en 1919 respecto de la incorporación de la autocrítica entre los nuevos contenidos del doble).

 El déficit identificatorio con la figura paterna en tanto modelo se traduce en las previsibles deficiencias en la formación de ideales. (Con excepción, quizá, del ideal laboral; a la vez en ambos gemelos había, sí, una clara identificación con la figura idealizada del padre mujeriego, cualidad por tanto estimada acríticamente como virtud).

 El registro de las transgresiones sociales a las que he venido aludiendo es el mismo que el de las perversiones y por las que asimismo Jorge discurría, interrelacionado con los fenómenos de regresión narcisista, generación del doble y desmentida, con la escisión del Yo como denominador común (aunque Freud no hablara aún de ésta en su trabajo sobre ”lo siniestro” de 1919, considero válido incluirla -más allá de su carácter constitutivo, concepción a la que me suscribo- como una consecuencia directa de la desmentida operante en la patología del paciente y dentro de la dinámica del doble y lo siniestro). Dicha escisión presupone la de un Yo-placer desafiante de un Yo-real definitivo.

 No diría entonces que Jorge poseía una definida estructura perversa (aun cuando imperara en él la escisión del Yo y la desmentida, ya que distan de ser defensas yoicas exclusivas de dicho cuadro) o que se tratara propiamente de un psicópata. Lo ubicaría más bien como alguien que padecía una grave perturbación narcisista de la personalidad con, eso sí, actuaciones perversas y psicopáticas. Creo que, siguiendo a Maldavsky (1991a), podría considerarle una persona transgresora, con una estructura narcisista.

Algo más, que en una nueva vuelta de tuerca nos permitirá articular de manera directa las transgresiones con un doble que se halla al servicio de la desmentida: Maldavsky (1991a ;1998) describe en pacientes transgresores y perversos, que desafían la ley sin haber desestimado la instancia paterna, una desmentida respecto ya no de la realidad sino de la auto-observación, vale decir ante el superyó, como recurso defensivo a la vez que desafiante, con el que se intenta evitar los sentimientos de inferioridad y de culpa. De este modo la auto-observación, precisa Maldavsky (1998), "[...] no aporta a la formación de ideales y a la conciencia moral los elementos para que se desarrolle un dictamen". Y continúa diciendo: ”Esta desmentida ante la auto-observación apela a un doble, con lo cual el yo puede conservar una ilusión de omnipotencia , en cuyo caso la formación de ideales queda enmudecida, homologada al yo. En tal caso, cuando el yo se homologa al ideal, tampoco la conciencia moral puede operar (porque los dioses están más allá del bien y del mal)". Encuentro que este aporte resulta apropiado para comprender la problemática que en los gemelos Jorge y José nos plantean las transgresiones en su relación con el doble. Agreguemos que el mismo autor describe la presencia de un doble especular especialmente en relación con las psicopatías, las perversiones y las paranoias (Maldavsky,1990; 1991).

 Pero volvamos al paciente. Las drogas y el alcohol proporcionaban una ”manía química” que alimentaba las fantasías omnipotentes y narcisistas y reforzaba la desmentida de la incompletud y de la finitud, neutralizando además el desarrollo de angustia y depresión.

 La megalomanía narcisista hacía que Jorge se sintiera casi en todo momento ”muy bien", ”excelentemente"; esta ”sensación maravillosa” (todas son expresiones empleadas por Jorge) respondía a su fantasía de unión con la figura no menos maravillosa para él de su gemelo (doble ideal. Kancyper, 1995), fantasía recíproca por la que ambos borraban faltas y diferencias y alcanzarían la eternidad. (Doble especular y doble inmortal. Kancyper, 1995). Como en El retrato de Dorian Gray, la espléndida imagen del doble protector y omnipotente parecía preservar a Jorge del dolor, permitiéndole desmentir los peligros de las enfermedades y la muerte (Freud, ”Lo ominoso” (1919a)).

3. 6. Retorno de lo desmentido. Lo ominoso

 Sin embargo, en ciertas circunstancias, también como en Dorian Gray, la desmentida fracasaba y Jorge se veía invadido por aterradoras e ingobernables fantasías en las que su doble sufría espantosa muerte, consumido por SIDA. Aquí cabe señalar la pérdida del doble protector y la aparición del doble antagónico como siniestro mensajero de la muerte. (Rank,1914 ; Freud,1919); inicialmente protector, el doble se vuelve hostil en las etapas evolutivas posteriores al vincularse con el Superyó, siendo vivido entonces como un doble siniestro (Freud,1919). Deduzco que, concomitantemente con el fracaso de la desmentida de la auto-observación, el Superyó no sólo observa sino que fustiga al Yo como un doble antagónico (de hecho el Superyó nace de un desdoblamiento del Yo y además el doble, devenido siniestro, queda adscripto a la instancia superyoica).

 Después fue fracasando en Jorge también la posibilidad de proyección de su propio miedo en José, surgiendo por momentos la fantasía obsesionante y desasosegante de ser él mismo portador del virus del SIDA y no atreviéndose a realizar las pruebas médicas correspondientes. Retorno de lo desmentido (Freud hablaba en 1919 del retorno de lo reprimido, pero creo que, al menos en parte, cabe colegir se trata más bien aquí de lo desmentido, en tanto alude a la castración en lo real y no en lo simbólico; lo desmentido que retorna con un sentimiento de siniestro. Salvo que se apele al concepto de represión primordial, bajo la cual caería el narcisismo primario naciente con el Yo y la constitución de distintos tipos de doble). Angustia de aniquilamiento, de la propia destrucción (o de la de José , vale decir, a la vez, de sí mismo). Angustia de muerte. También angustia de castración (Freud,1926[1925]). Efecto de siniestro (Freud,1919).

 La fantasía de ser, junto a José, portador del virus del SIDA, estaría además en conexión con la del doble de tipo placentario, por la que se establecería una nueva confraternidad orgánica en estos hermanos de sangre, ligados cual vasos comunicantes.

 A todo esto lo que en verdad sucedía era que la vida sexual de José y en menor medida la propia de Jorge se iban tornando, peligrosamente, cada vez más promiscuas, y muchas veces no tomaban las debidas precauciones. Parecía una carrera desenfrenada. Y ya habían tenido que asistir a más de un entierro de amigos -homosexuales o drogadictos- afectados por SIDA...

 La inclinación a transgresiones más graves alcanzó un nivel preocupante, como cuando Jorge fantaseaba con enviarle unos matones para darle un escarmiento a un ex empleado de la institución en que trabajaba y que, según él, quería chantajearlo al tener en su poder cierta documentación comprometedora. (Tal vez esto correspondía además a la transferencia analítica negativa y se relacionaba con los secretos que yo guardaba de él...).

 Creo que una de las mayores amenazas que se cernían sobre Jorge era el riesgo de una caída del precario andamiaje neurótico y el consiguiente dominio de los aspectos perverso-psicopáticos (en la relación terapéutica se hacían más frecuentes sus tentativas de manipularme), con marcadas tendencias autodestructivas. Esto apareció en parte proyectado en la figura de un amigo que ”se volvió loco” y que, al decir de Jorge, no distinguía ya ”entre el bien y el mal”. Pero además era expresado en momentos aislados de lucidez en los que, emitiendo un juicio doloroso, podía llegar a musitarme: ”Me estoy destruyendo".

 El fracaso de la desmentida pondría al descubierto un goce masoquista del Yo, que en un transgresor como Jorge puede manifestarse en el caer en actividades sexuales o delictivas en las que incluso llegue a exponer su vida.

 Otro riesgo sería el de una desorganización psicótica, de disolución yoica, ligado a una disolución identificatoria por pérdida de la identificación narcisista, que conduciría a una vivencia de cuerpo fragmentado (Lacan, 1936), expresión de la pulsión de muerte; pero en rigor durante el análisis nunca llegué a tener una sensación contratransferencial que pudiera vincular con una tal posibilidad.

 Hoy me pregunto si Jorge seguirá vivo, y de ser así cómo se encontrará...

3. 7. La carencia materna. El trauma psíquico temprano

 Se trata de un punto de suma importancia al cual no podré referirme aquí por razones de espacio. Pero, al menos, no quiero dejar de mencionar la relación que el estudio del caso me ha revelado, entre la estructura narcisista gemelar, ciertos rasgos caracteropáticos y las conductas transgresoras del paciente por un lado y, por el otro, el desamparo padecido, en especial durante los primeros años de vida. La consideración de la incidencia de graves y ostensibles fallas en la función materna (y también en la paterna) queda, pues, reservada para otra exposición (Braier, 1999).

3. 8. Consideraciones finales desde el psicoanálisis actual

 Recapitulando: la conducta de los gemelos aquí estudiados en sus relaciones con los objetos externos, impregnada de fantasías de omnipotencia narcisista, se caracteriza por su naturaleza transgresora y perversa y su corte maníaco-psicopático. Esta patología del narcisismo y de la transgresión es patología de la escisión y de la desmentida. Y es asimismo patología de los ideales, con predominio de un Yo Ideal y de sus ideales omnipotentes (completud, inmortalidad, bisexualidad...) sobre un Ideal del Yo deficitario; las deficiencias en la construcción del ideal ocasionan graves fallas en el código ético que llevan a no respetar las normas sociales.
 

Bibliografía

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Pausanias, Descripción de Grecia, III, libro 9, Gredos, 1994.
Rank,O. (1914), El doble, Orión, Buenos Aires, 1976.

 

*Basado en el trabajo denominado ”Una historia de gemelos (Narcisismo y dobles)", que fuera leído por el autor en la Asociación Psicoanalítica Argentina el 19 de agosto de 1998 (habiendo oficiado como discutidores el Dr. Luis Kancyper y el Prof. David Maldavsky), un breve fragmento del cual, con algunos agregados y con el título ”Una historia de gemelos (Narcisismo primitivo y dobles)” fue publicado en Actualidad Psicológica (Buenos Aires, nº 268- Septiembre 1999).

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