aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 021 2005 Revista Internacional de Psicoanálisis Aperturas

El concepto de un módulo del miedo desarrollado por la evolución y las teorías cognitivas de la ansiedad [Öhman, A. y Wiens, S., 2004]

Autor: Rodríguez Zafra, Mónica

Palabras clave

Öhman, A., Wiens, S., Clinica del miedo y de la ansiedad, Evolucion, Mecanismos basicos neurofisiologicos del miedo, Modulacion del miedo, Modulo del miedo, Teorias cognitivas de la ansiedad.


Artículo reseñado: Arne Öhman y Stefan Wiens (2004): “The Concept of an Evolved Fear Module and Cognitive Theories of Anxiety” [El concepto de un módulo del miedo desarrollado por la evolución y las teorías cognitivas de la ansiedad]. En: Feelings and emotions. The Amsterdam Symposium, Manstead, A.S.R.; Frijda, N. y Fischer, A. (comp.) (p. 58-80) Cambridge University Press. 

Este capítulo constituye una revisión teórica de los trabajos de investigación de los propios autores y de sus colaboradores, además de otras investigaciones, con el objeto de apoyar experimentalmente la hipótesis de que evolutivamente se ha desarrollado un módulo de miedo cuya activación es independiente de la cognición e incluso de la consciencia.

Según los autores, este módulo de miedo, desarrollado a través de la evolución, está formado por una serie de estructuras y funciones cerebrales desarrolladas específicamente para responder a los peligros que amenazan la supervivencia de los mamíferos.

Además de ser un módulo específico para responder a este tipo de demandas, los autores definen este módulo de miedo como un sistema conductual, mental y neural relativamente independiente de otras funciones cerebrales.

Los autores justifican esta independencia del módulo de miedo de otros sistemas cerebrales y funcionales tratando de demostrar, a lo largo de todo el capítulo, que este módulo es:

- selectivo con respecto a los estímulos que activan la respuesta de miedo,

- automático, ya que se pone en marcha incluso con independencia de la percepción consciente del peligro o amenaza,

- encapsulado, en cuanto a que no es influenciable por la cognición, y depende de circuitos neurales específicos cuyo núcleo fundamental es el complejo amigdalino.

La primera aportación que se plantea en este capítulo es que este módulo de miedo es independiente de la percepción consciente. Sin embargo, y aunque los autores minimizan hasta el extremo la importancia de la cognición en la activación del miedo (en contraposición con las teorías cognitivas), sí admiten que la cognición podría tener una función relevante en el mantenimiento de esta emoción a lo largo del tiempo. Indudablemente, este planteamiento tiene implicaciones importantes para el tratamiento y la clínica del miedo y de la ansiedad, que los autores discuten más adelante.

La segunda aportación que realizan los autores, es que el miedo se ha desarrollado a través de los mecanismos de la evolución, ya que es una emoción que sirve para iniciar el escape y la evitación de peligros y amenazas para la supervivencia de la especie. Por ello, al permitir manejar las amenazas y facilitar la recogida de información acerca de los estímulos peligrosos para la supervivencia, el miedo aumenta la capacidad de supervivencia de las especies que han desarrollado esta emoción.

Después de hacer este planteamiento inicial, los autores dedican el resto del capítulo a fundamentar las características que tiene el módulo del miedo según su teoría. Por ello, pasaremos a comentar cada una de estas a continuación, en el siguiente orden (que es el que siguen los autores en el capítulo): la especificidad del circuito neural del módulo del miedo, la selectividad de la modulación del miedo, la automaticidad de la modulación del miedo y la encapsulación de la modulación del miedo.

El capítulo termina con una reflexión de los autores sobre los aportes de su teoría a la comprensión de esta emoción tanto desde el punto de vista teórico como desde las implicaciones que tienen estos nuevos descubrimientos en cuanto al tratamiento y a la clínica de los desórdenes de la ansiedad; señalando especialmente los errores en los que se basa, desde su punto de vista, la psicología cognitiva, ya que la mayor parte de los datos que presentan en este trabajo contradicen el principal presupuesto de los planteamientos de esta teoría, es decir, que la percepción consciente, las valoraciones, los pensamientos y las creencias erróneas constituyen el origen de los trastornos de ansiedad.

El circuito neutral específico del módulo del miedo

Los autores explican cómo el módulo del miedo se encuentra controlado por un circuito neural específico moldeado evolutivamente. Este circuito se encuentra localizado fundamentalmente en áreas cerebrales subcorticales y troncoencefálicas y está organizado alrededor de la amígdala, que es una estructura que pertenece al sistema límbico y que está situada en el lóbulo temporal medial.

Con el objeto de establecer la especificidad del circuito neural del módulo del miedo, los autores se basan en unos trabajos previos de LeDoux que mostraron que la amígdala puede ser alcanzada por dos vías diferentes:

- Una unión directa monosináptica, y por tanto muy rápida, desde el tálamo (que a su vez recibe la información directamente desde los órganos de los sentidos), que activa la respuesta de miedo incluso antes de que el estímulo evocador del miedo sea identificado por el procesamiento de la corteza cerebral.

- Una unión multisináptica más lenta que activa la respuesta de miedo una vez que la información sensorial que alcanza el tálamo ha sido enviada y procesada a la corteza sensorial correspondiente.

Así, y a través de la primera de las vías descrita por LeDoux, el miedo puede ser activado rápidamente después de un mínimo procesamiento del estímulo o, a través de la segunda de las vías, más lentamente, después del procesamiento de la información por la corteza sensorial correspondiente. La primera de las vías proporciona al organismo una ventaja adaptativa crucial al favorecer una respuesta muy rápida, mientras que la segunda permite valorar la peligrosidad real del estímulo en función tanto del contesto estimular como de los aprendizajes previos del organismo.

No obstante, los autores del capítulo se centran únicamente en la primera de las vías descritas por LeDoux para justificar que la respuesta de miedo es relativamente independiente de las cogniciones, sin considerar en su argumentación la importancia que incluso el propio LeDoux concede a la segunda de las vías descritas, y no teniendo en cuenta las implicaciones que tiene esta conectividad para justificar desde una perspectiva neurobiológica la función de los factores cognitivos en la modulación, en el mantenimiento y en la interpretación de la respuesta de miedo.

La selectividad de la modulación del miedo

Los autores defienden la idea de que los estímulos que activan la respuesta de miedo son aquellos que en el pasado evolutivo han estado asociados con situaciones de peligro para la especie. De este modo, el módulo del miedo podría ser activado por estímulos amenazantes de tipo social; estímulos animales asociados con amenazas durante la evolución; o eventos naturales relacionados con amenazas a la seguridad (por ejemplo, tormentas). Por ello, en los experimentos que ellos mismos han realizado, a los que haremos mención a continuación, utilizan un tipo de los dos primeros grupos de estímulos: caras amenazantes para los estímulos amenazantes sociales y serpientes para los estímulos amenazantes animales.

Según los autores, la selectividad de estos estímulos hizo necesario que se desarrollara en el sistema nervioso de los mamíferos un sistema atencional capaz de captar con rapidez estos estímulos, favoreciendo una activación adaptativa más rápida y, por tanto, más eficaz.

La selectividad de los estímulos activadores de la respuesta de miedo y el desarrollo de un sistema atencional especial muestran, según los autores, una preparación biológica específica para responder con miedo ante cierto tipo de estímulos.

La automaticidad de la modulación del miedo

Los autores señalan que los trabajos de otros autores, como los de LeDoux citados anteriormente, ya habían puesto de manifiesto que en los humanos la entrada de información a través de vías subcorticales (la primera de las vías descrita anteriormente) puede acceder al módulo del miedo independientemente de la cognición consciente. Tomando como referencia estos datos, los autores proponen que la activación automática del módulo del miedo no requiere el reconocimiento consciente del estímulo.

Para demostrar esta hipótesis, los autores describen una serie de experimentos realizados con una técnica denominada “enmascaramiento retrospectivo”. En el enmascaramiento hacia atrás o retrospectivo, el estímulo elegido, o estímulo diana como lo denominan los autores, es presentado brevemente al sujeto experimental y es seguido inmediatamente por un estímulo enmascarador. Si el intervalo entre la presentación de estos dos estímulos es relativamente largo ambos estímulos pueden ser percibidos conscientemente, sin embargo, si el intervalo entre la presentación de los dos estímulos es suficientemente corto, el estímulo elegido, o estímulo diana, no es reconocido (es enmascarado hacia atrás) y sólo el estímulo enmascarador puede ser reconocido conscientemente.

Utilizando esta técnica los autores describen varios experimentos en los que se demuestra que no es necesaria la percepción consciente de un estímulo que provoca una respuesta psicofisiológica de miedo para que dicha respuesta tenga lugar, ya que utilizando presentaciones enmascaradas de estímulos que provocan miedo (utilizaron para ello la presentación de fotos de serpientes y arañas), los sujetos experimentales, si bien no eran conscientes de qué era lo que realmente habían visto, sí que presentaron reacciones psicofisiológicas de miedo acordes con el estímulo enmascarado provocador de miedo.

También las respuestas faciales a estímulos enmascarados ponen de manifiesto que no es necesaria la percepción consciente de un estímulo para que se produzca una respuesta muscular adaptada a la situación. Los autores describen un experimento en el que el investigador mostró que los participantes tendían a mimetizar la expresión facial de las caras-estímulo en sus respuestas faciales musculares y que este patrón de respuesta electromiográfica se podía activar automáticamente presentando estímulos faciales enmascarados. Aunque los participantes sólo percibían conscientemente la cara enmascaradora neutral, mostraron diferentes respuestas electromiográficas faciales dependiendo de la cara diana predecesora.

Los autores muestran, además, a través de la presentación de varios estudios experimentales realizados con Tomografía por Emisión de Positrones (PET) y con Resonancia Magnética Funcional (fMRI), que la estructura neural implicada en la activación del miedo es la amígdala, incluso cuando la respuesta de miedo es activada por un estímulo no reconocido conscientemente (al presentarse enmascarado). Señalan que la activación de la amígdala se produce a lo largo de una ruta subcortical que involucra al tálamo, tal como predice el modelo de LeDoux (1996). Estos datos sugieren que el miedo podría activarse por un somero análisis perceptual basado más sobre características perceptuales que sobre un análisis del significado completo sobre el reconocimiento del objeto.

Según los autores, todos estos datos apoyan la automaticidad del módulo de miedo.

La encapsulación de la modulación del miedo

Otra de las características del módulo del miedo propuestas por los autores, y que apunta a la independencia de esta respuesta de la cognición, es la encapsulación; es decir, que esta respuesta una vez que ha sido activada no se ve afectada por otros módulos con los que carece de conexiones neurales directas.

La consecuencia de esta característica fundamental es que una vez activado el módulo del miedo, la respuesta sigue su curso con, según los autores, pocas posibilidades de que otros procesos lo interfieran o lo paren.

Los datos experimentales que aportan los autores para realizar esta afirmación son los siguientes:

- La respuesta emocional medida por la respuesta dermal condicionada no depende de si los participantes son conscientes o no del estímulo emocional que se les presenta y que la activa.

- En los experimentos en los que se utilizan pequeñas descargas eléctricas para condicionar la respuesta electrodermal, el módulo del miedo parece operar de forma independiente a la cognición, ya que incluso cuando se advierte a los participantes de que no van a ser administrados más descargas, continúan mostrando respuestas electrodermales condicionadas, lo que, según los autores, apoya el postulado sobre el encapsulamiento de la respuesta del módulo de miedo frente a la cognición.

- Los participantes pueden adquirir respuestas emocionales a estímulos enmascarados que son incapaces de reconocer. Los autores señalan que este dato indica, además, que el aprendizaje del miedo puede ocurrir fuera de la consciencia.

Sin embargo, los autores señalan que diversos experimentos ponen de manifiesto que los participantes son capaces de utilizar la sensación de sus señales viscerales asociadas con la respuesta de miedo condicionada para poder predecir la presentación o no de una descarga estos datos indican que el módulo de miedo, incluso si está encapsulado frente a la cognición, si que puede afectar a la cognición consciente indirectamente, a través de la retroalimentación desde respuestas autonómicas.

Como los propios autores señalan, este dato es especialmente relevante ya que además de que ya fue postulado por William James en 1884, se encuentra actualmente en plena vigencia por los trabajos de Antonio Damasio sobre las influencias de la información somatosensorial sobre la cognición y la emoción.

Discusión: la modulación del miedo versus las teorías cognitivas de la ansiedad

Con la revisión realizada a lo largo de todo el capítulo, los autores han pretendido documentar y demostrar que el módulo de miedo constituye un circuito especializado, selectivo, automatizado y encapsulado.

Esta perspectiva difiere del planteamiento de la teoría cognitiva sobre el miedo y la ansiedad que subraya el papel de los mecanismos cognitivos tanto en la generación como en el manejo clínico de la ansiedad. Señalan los autores que, en contraposición a la teoría cognitiva, el concepto del módulo de miedo sugiere que “el miedo puede ser activado automáticamente por vías subcorticales antes de que los estímulos activadores sean representados conscientemente” (p.71). Por ello, la perspectiva del módulo de miedo sugiere que el principal problema en los desórdenes de ansiedad no es que la activación del miedo esté determinada por cogniciones erróneas, sino que está desconectada de la cognición aunque pueda interaccionar con ella. Desde el planteamiento que defienden los autores de este capítulo, se concibe el miedo como una respuesta aversiva provocada por el estímulo y que no requiere de un procesamiento cognitivo completo para que se produzca, ya que puede ser evocada por estímulos procesados de forma incompleta, e incluso por características de los estímulos amenazantes que derivan de su potencia evolutiva amenazante.

Un dato muy importante que aportan los autores del capítulo es que la automaticidad y la encapsulación del módulo del miedo puede explicar por qué las personas que padecen desórdenes de ansiedad y que se encuentran de forma reiterada en situaciones que les provocan ansiedad no consiguen entender qué es lo que realmente les está provocando esa emoción. Por la necesidad humana de dar sentido a la experiencia subjetiva, señalan que el mecanismo que suelen utilizar las personas en esa situación es el de intentar dar sentido a sus emociones utilizando sus sistemas cognitivos elaborados para justificar y explicar el miedo, sin embargo, los autores opinan que estas interpretaciones no sólo mantienen, sino que agravan los problemas de ansiedad. La teoría que defienden los autores postula que las personas tienen un mínimo acceso consciente a las razones “reales” que les provocan miedo y que, además, esta emoción tiene muy pocas posibilidades de ser modificada por racionalizaciones o cogniciones tranquilizadoras. Por ello, señalan que la automaticidad y la encapsulación hacen que el miedo y la ansiedad resulten tan extrañas y patológicas desde un análisis racional.

Llegados a este punto, los autores plantean que podría parecer absurdo que a través de la evolución se hubiera diseñado un mecanismo de este tipo que crea tantos problemas a nivel individual, sin embargo, señalan que lo que puede parecer irracional en el nivel individual y en la sociedad actual, sí que puede tener sentido a lo largo de la evolución, ya que este mecanismo ha favorecido la respuesta rápida frente a los peligros aún a costa de aumentar las equivocaciones, es decir, responder a estímulos inocuos como si realmente fueran peligrosos porque ofrece la posibilidad de escapar muy rápidamente cuando el peligro es real y desde el punto de vista de la supervivencia esta posibilidad compensa los errores o “falsos positivos” a los que este sistema de respuestas haya podido dar lugar. Así, el concepto del módulo del miedo de los autores de este capítulo se basa en la teoría de la evolución para explicar el miedo más que en los sistemas de creencias de un individuo.

Según los autores, los datos revisados en el capítulo sugieren que la activación del miedo es independiente de la cognición consciente basando su afirmación en el hecho de que el miedo es activado antes de que se haya podido producir un análisis perceptual completo de los estímulos o para la representación de este análisis en la consciencia, produciéndose la activación emocional antes de la valoración cognitiva del estímulo.

Por ello, señalan que la conclusión que se propone en este capítulo, se parece mucho a la tesis de Zajonc (1980) que dice “las preferencias necesitan no interferencias” (citado textualmente por los autores en la p. 73 del capítulo reseñado), y pone de manifiesto el error que comete la psicología cognitiva al considerar que la ansiedad es siempre disparada por pensamientos o imágenes previos. Según los autores, la cognición, no sólo no precede a la activación del miedo sino que es modelada y es posterior a la ansiedad, de tal modo que la respuesta de miedo, según el modelo que proponen los autores, se inserta entre el estímulo y el proceso de valoración.

Sin embargo, y a pesar de todos los argumentos expuestos en contra de la teoría cognitiva, los autores concluyen el capítulo admitiendo que, si bien los procesos cognitivos son relativamente poco importantes para la activación inicial del miedo y de la ansiedad, sí son importantes para el desarrollo de la ansiedad, para la interpretación de la respuesta emocional y para el mantenimiento de la ansiedad.

Comentario personal

El capítulo es realmente importante e interesante, tanto desde el punto de vista de la psicología como de la neurobiología, así como desde el punto de vista de la práctica psicoterapéutica. La principal aportación del mismo es que los autores muestran de forma muy clara y fundamentada experimentalmente la existencia de procesos no conscientes en la activación del miedo.

Los autores, al demostrar muy claramente la existencia de un mecanismo inconsciente que pone en marcha toda una serie de reacciones psicológicas y físicas de miedo, ponen en cuestión uno de los pilares básicos de la psicología cognitiva. Además, fundamentan neurobiológicamente esta afirmación al demostrar que la amígdala, el núcleo fundamental del circuito neural del módulo del miedo que proponen los autores, participa en la activación de la respuesta de miedo tanto si se reconoce conscientemente el estímulo activador del miedo como si no hay un reconocimiento consciente de dicho estímulo.

A lo largo de todo el capítulo, los autores realizan importantes aportaciones sobre los mecanismos neurobiológicos del miedo que tienen repercusiones importantes sobre la comprensión de los mecanismos neurobiológicos del miedo, sobre su significado evolutivo y, por tanto adaptativo, y sobre el tratamiento de esta emoción.

Los autores son realmente unos expertos y pioneros en el tema, hecho que viene demostrado porque gran parte de las investigaciones que presentan en este capítulo han sido realizadas por ellos mismos (en colaboración con otros investigadores). Además, la primera publicación de Öhman, el autor que encabeza la publicación, es del año 1979.

Algunas de las investigaciones descritas por los autores, validan experimentalmente algunas de las aportaciones pioneras de William James sobre la importancia de la percepción somatosensorial tanto en la activación de la emoción como en la interpretación posterior que el individuo realiza sobre lo que le está ocurriendo. En esta línea, los autores proponen que el módulo de miedo, incluso si está encapsulado de la cognición, puede afectar a la cognición consciente indirectamente a través de la retroalimentación desde la autopercepción de las respuestas autonómicas. Este mismo presupuesto forma parte de una amplia línea de investigación que actualmente está siendo desarrollada por Antonio Damasio, y otros autores, que está permitiendo una nueva comprensión sobre los mecanismos básicos neurofisiológicos del miedo.        

Sin embargo, y aunque al inicio del capítulo los autores señalan que sus planteamientos tienen importantes implicaciones para la clínica de la ansiedad no se aportan datos sobre qué intervenciones clínicas concretas serían las más adecuadas teniendo en cuenta este marco de referencia, ya que, según estos autores, la comprensión racional de estos mecanismos tendría muy poca repercusión sobre la activación de la respuesta de miedo. Mientras que ponen así muy claramente de manifiesto la limitación de las intervenciones exclusivamente cognitivas tanto en la comprensión como en el tratamiento de estos trastornos, no ofrecen alternativas concretas de intervención terapéutica.

Los autores justifican experimentalmente las limitaciones de la teoría cognitiva en la activación del miedo centrando parte de su argumentación en la existencia de la vía subcortical que propone LeDoux, pero dejan de lado la importancia de los trabajos de este mismo autor sobre la activación de la respuesta de miedo tras el procesamiento cognitivo del mismo, la segunda de las vías propuestas por LeDoux para la activación emocional. Los autores basan todo su razonamiento en las proyecciones del núcleo central de la amígdala, pero es importante tener en cuenta que la división basolateral del complejo amigdalino recibe información de la corteza de asociación, de los núcleos basales, del tálamo y del núcleo central de la amígdala (Martin, J.H. Neuroanatomy. Text and Atlas. Londres: Prentice Hall, 1996)1. Si bien este comentario no invalida en absoluto ninguna de las aportaciones de los autores, sí intenta poner de manifiesto que el mecanismo que los autores proponen no parece ser el único que puede activar la respuesta de miedo ya que existen vías y bases neurales que fundamentan la función de la cognición y del aprendizaje previo en la manifestación final de la emoción, ya que, además de las conexiones amigdalinas señaladas, también el tálamo también recibe información desde la corteza cerebral (como propone LeDoux en la segunda de las vías descritas en esta recensión).

Para las personas que deseen profundizar en esta interesantísima línea de investigación, podría ser muy interesante la lectura de los trabajos de Joseph LeDoux (El cerebro emocional, Barcelona, Ariel, 1999) y de Antonio Damasio (El error de Descartes, Barcelona, Crítica, 2001; La sensación de lo que ocurre, Barcelona, Debate, 2001). Los trabajos de Damasio ponen de manifiesto que no existe dicotomía entre razón y emoción poniendo cuestionando, con ello, algunos de los planteamientos más radicales de los autores del trabajo reseñado. 

NOTAS

(1) Estas conexiones corticales, de carácter inhibitorio, tienen el potencial neurobiológico de regular dicha respuesta, lo que cuestionaría el encapsulamiento del módulo, concepto en general contrario al patrón de funcionamiento del sistema nervioso central, con múltiples niveles de interacción y regulación para cada función dada.

 

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