aperturas psicoanalíticas

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revista internacional de psicoanálisis

Número 022 2006 Revista Internacional de Psicoanálisis en Internet

¿Hacemos lo que pensamos que hacemos? Toerías implícitas en la mente del analista

Autor: Silvan, Matthew

Palabras clave

Teorias explicitas, Teorias implicitas.


“Do we do what we think we do? Implicit theories in the analyst´s mind" fue publicado originariamente en Journal of the American Psychoanalytic Association, vol. 53, No. 3, p. 945-956., 2005. Copyright 2005, American Psychoanalytic Association. Traducido y publicado con autorización de la revista.

Traducción: Mª Angeles Sancho
Revisión: Marta González / Raquel Morató

Irene Cairo hizo la presentación del panel destacando el interés constante del psicoanálisis por el autoconocimiento, el de nuestros pacientes y el nuestro propio. Sin embargo, la forma de acometer este proceso es a través de nuestras propias mentes, que son “de una patente imperfección e inevitablemente limitadas”. Por tanto, el instrumento en este viaje epistemológico distorsiona e incluso puede invalidar nuestro empeño analítico. Teniendo esto en cuenta, es esencial entender mejor qué da forma e influye sobre nuestras observaciones. Muchas teorías del siglo pasado nos ayudan a estudiar y explicar este proceso. Esas mismas teorías dan forma a nuestras observaciones, influyen sobre nuestra técnica e instruyen nuestras interpretaciones. Unas son conscientes, públicas, y situadas claramente a la vanguardia de nuestros pensamientos. Otras, puede que existan en lugares recónditos de nuestra mente y que salgan a la luz sólo cuando nos ponemos a analizar algo que hemos pensado o dicho. Estas otras ideas, experiencias, teorías, modelos y conceptos, quizás menos articulados, y seguramente menos conscientes, existen en nuestra mente y tienen un impacto no menos poderoso en nuestro trabajo. Joseph Sandler las llamó “teorías implícitas”. Como apuntó Cairo, este panel iba a servir para “preguntarse si hay o no una correspondencia entre nuestras ideas sobre la teoría analítica en que la basamos nuestra práctica y la práctica clínica que realmente aplicamos”. No se trataría de determinar cuál es la verdadera teoría (si es que hay alguna). La idea era examinar de qué forma elabora la mente nuestras teorías, poner de manifiesto si hay o no coherencia entre nuestras teorías conscientes, públicas, nuestras teorías preconscientes o implícitas y la forma de pensar en nuestros pacientes y de conducirnos en el encuadre analítico. En otras palabras, la pregunta era: “¿hacen los analistas lo que dicen que hacen? – o como Cairo,  inquisitivamente, añadió, “¿sabemos qué hacemos?”

El panel estaba organizado como una demostración en directo. En primer lugar, Jorge Canestri presentó resultados de la Federación Europea Psicoanalítica del Grupo de Trabajo sobre Temas Teóricos (European Phychoanalytic Federation´s Working Party on Theoretical Issues) que se ha centrado en delinear “vectores” reconocibles o categorías de la teoría clínica. A continuación, Dorothy Holmes presentó casos, comentados por Peter Fonagy, en los que tenían aplicación directa los conceptos principales de la presentación de Canestri.

Canestri empezó describiendo cómo el grupo de trabajo había comenzado tres años antes en un intento por comprender qué pasa realmente dentro de las cuatro paredes en que tiene lugar el encuentro psicoanalítico. Escuchando material clínico real e informes clínicos, intentaron trazar las vías de uso de las teorías y de los conceptos clínicos. Su objetivo era proporcionar una perspectiva novedosa de la relación entre teoría y práctica. Canestri señaló que Sandler habló de cómo los analistas, a medida que crecen, construyen, consciente o inconscientemente, una serie de categorías teóricas o vectores que instruyen su trabajo clínico. Hay una teoría pública, consciente, y una teoría implícita, pre- o inconsciente. Resulta crucial entender el proceso de cómo el analista integra la teoría pública y se apropia de ella ya que cada analista hace uso de la teoría de un modo privado e idiosincrásico. Estas ideas y conceptos más particulares y menos claramente definidos influyen significativamente en nuestro trabajo. En realidad, mientras son implícitos, pueden resultar bastante contradictorias e incoherentes. La incoherencia sólo se manifiesta cuando los hacemos conscientes y explícitos. En opinión de Canestri, la base teórica sobre la que realmente trabajamos es el resultado de la interacción de ambas influencias teóricas, implícitas y explícitas. Presentó una fórmula en la cual la teoría se compone de pensamiento público, pensamiento teórico privado y la interacción entre ambos. Hacía referencia a esto como el “uso implícito de la teoría explícita.” Su presentación se orientó entonces a cómo estos conceptos inconscientes, preconscientes y conscientes se entremezclan y modelan nuestra forma de pensar y actuar.  

Uno de los vectores que ha mostrado más influencia sobre los analistas en el trabajo es lo que Canestri llamó el "marco dentro de un marco". Abarca un encuadre más allá del consultorio, que considera el impacto del idioma y la cultura. Estas influencias normalmente no se tienen en cuenta pues rara vez nos paramos a pensar en la cultura en que estamos inmersos; salir fuera y examinar esos factores, puede ocasionarnos grandes problemas si no son distónicos. Pueden implicar otras actitudes hacia la religión o normas u otras tendencias sociales y culturales en áreas como el aborto o la sexualidad. Puso como ejemplo la experiencia de un analista japonés que intentó trasladar conceptos y cultura americana al japonés. Costumbres como la de estrechar la mano (americana) o quitarse los zapatos al entrar en una casa (japonesa) cuestan un poco a las personas ajenas a esas culturas. Canestri apuntó que las diferencias culturales pueden reflejarse en la manera que el analista instala el consultorio. Frente a una audiencia predominantemente americana, señaló que el consultorio de un francés rara vez dispondría de tocador para los pacientes. Uno de los ejemplos más obvios de influencia implícita lo constituye el sistema político de una nación, sobre todo en la Europa del Este, donde el concepto de la autoridad es bien distinto debido a la historia de dictaduras que han tenido.

A continuación, Canestri, que habla varios idiomas con fluidez, habló de la influencia que ejerce el idioma cuando el analista está trabajando. Señaló que el uso de la metáfora y la tendencia a jugar con palabras es menor en los analistas de habla inglesa. Especulando sobre la causa, indicó que podría deberse al hecho de que muchos de los primeros analistas que hubo en los Estados Unidos no eran personas nativas de habla inglesa y carecían relativamente de fluidez, por lo que las hizo menos capaces de jugar creativamente con el idioma. Existen numerosas asunciones preconscientes acerca del idioma, incluyendo el uso y la importancia de las palabras, que pueden variar de una cultura a otra cultura y de un idioma a otro idioma. En el psicoanálisis, donde siempre estamos buscando significados múltiples, entrañan un especial interés la naturaleza polisémica de la lengua y las asociaciones idiomáticas dentro de una lengua particular. Canestri prosiguió dando un magnífico ejemplo de cómo se puede jugar con la lengua francesa de tal manera que aumenta considerablemente el poder de interpretación, especialmente, de los contenidos problemáticos o inconscientes. En el ejemplo, una mujer apodada "Toinon" relataba un sueño en el que su amigo tenía un falo grande y erecto, a lo que el analista comentó "Toinon," no es suyo.

Canestri describió cómo los analistas hacen uso de (o se abstienen de usar conscientemente) conceptos que consideran poco coherentes con su perspectiva teórica. La tendencia del analista a utilizar o no estos conceptos "prestados" y el grado en que lo piensa de forma consciente varían considerablemente y puede impactar de forma significativa en el trabajo.

Por ejemplo, a los analistas freudianos les puede costar más comenzar a interpretar “lo archivado”, o un material más primitivo, de una manera no-kleiniana porque no se permiten "escuchar" el material la primera vez que aparece. Otras veces, los analistas hacen uso de conceptos similares pero los etiquetan de forma diferente o los usan de manera claramente distinta. Según Canestri, una posible razón se basa en la creencia de que emplear un concepto "prestado" daría lugar a una pérdida de identidad del grupo.

Los analistas también se pueden encontrar haciendo uso de la teoría para protegerse de un sentimiento intenso o perturbador. Con la teoría se pueden distanciar y desplazar o sublimar sentimientos sexuales o agresivos. De esta forma, la teoría se emplea de forma contratransferencial, más para explicar que para experimentar fenómenos analíticos, convirtiéndose en un medio por el cual los analistas protegen su narcisismo cuando no comprenden qué está ocurriendo en un análisis. Los analistas pueden también acudir a la teoría para combatir sentimientos de desesperanza o para apoyar inconscientemente fantasías grandiosas de lo que ellos o el análisis pueden ser. Estos ejemplos resaltan las distintas formas de utilizar implícitamente la teoría como una resistencia, un medio para evitar lo que realmente el paciente o el analista está experimentando. Canestri señaló que una prueba segura de que un analista está utilizando la teoría en alguna de estas formas es el uso forzado de la jerga. Los analistas que recurren a esto claramente no se sienten satisfechos del grado de entendimiento que tienen de su paciente y no pueden comunicárselo de manera que realmente el paciente pueda entender y usar. Canestri citó entonces a un colega que dijo que, “conocer a alguien a través de la teoría es la única manera de no conocer al paciente, con todo, es la única manera de llegar a conocerle." Es decir, podemos utilizar la teoría como defensa o para aumentar nuestro grado de comprensión del paciente, pero este enigma es uno al que todos nosotros nos enfrentamos, un hecho que resalta la importancia de la investigación emprendida por el grupo de trabajo.

Canestri continuó la charla indicando cómo las generalizaciones clínicas, las teorías del cambio, y las reglas técnicas conforman nuestro trabajo. Estos vectores conceptuales, dijo, incluyen teorías tales como que la meta del análisis es hacer consciente el inconsciente o que poner al paciente en contacto con sus partes escindidas le hace bien. También incluyen preceptos técnicos básicos, tales como que todo lo que el paciente dice tiene algo que ver con el analista, o recordar siempre el primer sueño contado por el paciente. Estas ideas forman la base de nuestra actitud analítica e influyen en la forma de escuchar a nuestros pacientes. También influyen en nuestra impresión a primera vista y en la interpretación que elegimos hacer. Puede que no sean explícitas o enteramente conscientes sino que simplemente estén flotando en la parte posterior de nuestra mente. Con todo, es crucial reconocer y examinar cómo y cuándo se emplean, es decir, cuándo pasan de ser implícitas a ser explícitas.

Para Canestri, resulta verdaderamente interesante e importante cómo estas teorías implícitas y explícitas interaccionan entre ellas en la mente del analista. Por ejemplo, cuando escuchamos a nuestros pacientes podemos tolerar muchas teorías implícitas contradictorias. Sin embargo, cuando necesitamos entender y formular una interpretación, no podemos utilizar conceptos contradictorios con esa facilidad y eficacia. Más complicado aún es la forma en que los analistas escogen las palabras para expresar realmente sus interpretaciones. Es decir, el analista puede pensar que está transmitiendo una interpretación clara y con sentido cuando en realidad su verbalización incluye una variedad de conceptos y de teorías contradictorias. Esto viene incitado por nuestra tendencia a escoger la ambigüedad, a utilizar la metáfora, y a oponernos a las definiciones absolutas. Canestri entonces dio el ejemplo siguiente de una sesión real, interpolando, entre paréntesis, una glosa teórica de la interpretación: "Quizás, de niño, usted se sentía demasiado pequeño (un niño enclavado dentro de un marco edípico). A lo mejor una parte de usted (escisiones del yo, modelo topográfico de la mente) quisiera estar más cerca de mí (dando prioridad a la transferencia) pero, de alguna manera, se está sintiendo demasiado pequeño e inadecuado (herida narcisista asociada  a conflictos edípicos), lo cual le enfada (Kohut) y le causa mala conciencia (superyó clásico). Así que usted se está volviendo grande y malvado (la defensa maníaca kleiniana y winnicottiana contra la culpabilidad) para tener control sobre mí (aquí y ahora)." La risa de una audiencia que sabe al oír esta interpretación, parecía sugerir que reconocían la facilidad con la que el analista pensaría que ésta era una intervención clara, consecuente, y sensatamente parafraseada.  

No parecía que Canestri estuviera implicando que la intervención de este analista fuera de alguna manera incorrecta sino que, más bien, este ejemplo así como su completa presentación acentuaban el uso tan complicado que hacemos de la teoría para transmitir nuestro entendimiento y comunicárselo a nuestros pacientes. La teoría no se encuentra de forma aislada y estática en la mente del analista para ser llamada sólo cuando se la necesita. Mientras que hay unas teorías psicoanalíticas básicas, aceptadas y públicas que los analistas aplican en su trabajo, si nos ponemos a mirar qué hacemos realmente, estas teorías explícitas toman forma e información de multitud de teorías implícitas. Así, de nuevo, la teoría se puede definir como el uso implícito de la teoría explícita. Según Canestri, aceptar esta perspectiva implica abandonar la radical separación de sujeto y objeto y la separación terminante de la lógica del descubrimiento y la lógica de la comunicación. Significa que lo que hacemos, lo consideramos como una teoría de nuestra técnica, implica alteraciones inconscientes y preconscientes de nuestra más explícita teoría consciente mezclada junto con todos los "vectores" descritos previamente que influyen en nuestra manera de pensar. Nosotros no podemos distinguir ni artificial ni limpiamente todos estos factores. Como no podemos separar totalmente quiénes somos de los contextos en que vivimos, dentro y fuera del consultorio. Por otra parte, lo que sabemos, o lo que creemos que sabemos, y cómo lo transmitimos, no es tan obvio ni tan fácil de definir. Finalmente, lo que sabemos y lo que transmitimos a nuestros pacientes no es siempre exactamente la misma cosa.

La audiencia y los presentadores entablaron entonces una breve discusión sobre la presentación de Canestri. La conversación parecía centrarse en lo que significa para el analista ser teóricamente consecuente o inconsecuente. Holmes preguntó si los analistas podrían utilizar un número de diversas teorías de una manera organizada. Esto parecía concentrar el tema en la tensión entre pluralismo y eclecticismo. Fonagy dijo que, para él, el eclecticismo es incoherente, comparado con el pluralismo que es un uso integrado y constante de diversas visiones del mundo. Canestri observó que el eclecticismo es más personal y privado y añadió que en su instituto la formación es pluralista y, por tanto, beneficiosa en el proceso de adquisición del conocimiento. Agregó, y Fonagy estuvo de acuerdo, que debemos poner en primer lugar la coherencia al mismo tiempo que se preserva un sentido de elasticidad y de creatividad. Un ejemplo de la manera en que el eclecticismo no resulta beneficioso es la descripción humorística que hizo Fonagy de cómo un analista que trabajaba con un paciente borderline podría comenzar la semana como psicólogo del yo y, al llegar el viernes, encontrarse a sí mismo actuando como un kohutiano. Para aquellos pacientes cuyas mentes ya están fragmentadas e incoherentes tal comportamiento por parte del analista no favorecería al objetivo del análisis de ayudar al paciente a lograr una mayor organización e integración.

Holmes continuó la presentación exponiendo el caso de una mujer de más de 40 años de edad que había estado recibiendo análisis cuatro veces a la semana durante unos dos años. Recurrió al psicoanálisis cuando creyó que había alcanzado un punto muerto con terapias anteriores y que no había podido liberarse de las sensaciones recurrentes de vacío, las auto-recriminaciones, y la falta de vitalidad. Describió su matrimonio como una unión monótona, con un profundo aislamiento mutuo, suspicacias, sexo esporádico, y centenares de miles de dólares de deuda que provenían de las malas prácticas en los negocios de su marido. La historia de la paciente incluye el divorcio de sus padres cuando ella tenía siete años y una relación hostil con su madre que continuó sin resolverse hasta su muerte diez años atrás.

La relación de la paciente con su padre fue alienada desde los trece años hasta que fue a la universidad; justamente cuando empezaban a entenderse, él murió repentinamente. Afirmaba haber sido violada y haberse expuesto de niña o adolescente a situaciones en las que podría haber sido explotada sexualmente o de alguna otra forma. Su presentación en el análisis tiende a ser pausada y cautelosa, y su ánimo sombrío.

Holmes describía la primera transferencia de la paciente como dominada por cierta resistencia a depender de la analista. Esto se ponía de manifiesto porque dejaba conectados el teléfono móvil y el busca e interrumpía las sesiones para responder a ambos. Esto se entendía como un modo de controlar su temor de ser víctima de un cuidado inadecuado por parte de los otros y el sentimiento de vacío y ausencia que asocia a confiar en cualquier persona que no sea ella misma. Según Holmes, aunque a veces hace una buena asociación libre, otras veces ésta se ve obstaculizada por el miedo a ser “dejada" (es decir, abandonada) y a quedarse sintiéndose hueca, vacía y despojada. Aunque Holmes piensa que esta paciente tiene en general un yo fuerte y es capaz de hacer un buen uso del análisis de las defensas, en estos momentos parecen necesarios enfoques variados para las interpretaciones. A veces Holmes enfatiza que la paciente teme a la analista como aquélla que la abandonará o la dejará. En otras ocasiones le habla del anhelo de que la analista le ofrezca seguridad con el fin de entrar en contacto con sus verdaderos sentimientos y pensamientos.

Después de esta breve introducción, Holmes presentó el material en proceso correspondiente a varias sesiones. Como el material clínico constituía la base de la discusión de Fonagy y el panel era una "demostración en directo" de lo que los analistas hacen realmente, a continuación se presenta una selección resumida.

Al final de una sesión, Holmes recordó a la paciente que la siguiente semana sólo se verían de lunes a miércoles, puesto que el jueves era el Día de Acción de Gracias. En respuesta la paciente le preguntó con una espontaneidad refrescante: "Entonces, ¿nos reunimos el viernes?" Y continuó: "Ayer averigüé que el problema financiero que tiene la oficina es aún mayor. Uno de los acreedores está reclamando lo que se le debe. Si al menos Bob [su marido] hiciera algo, como preguntar si se puede hacer uso del fondo de pensiones para ayudar a pagar la deuda." Siguió, meditabunda, como diez minutos más, hasta que el analista le dijo "Contra todo pronóstico, usted espera encontrar la forma de hacer renacer en su marido la capacidad de cuidar de sí mismo y de usted”.

En la sesión siguiente, se produjo el siguiente intercambio.

Paciente: Sigo recurriendo mucho a la negación y la fantasía en cuanto a Bob. Hasta ayer, cuando usted dijo al final lo que dijo, no era plenamente consciente de lo que hago realmente con él. Anoche, me enfrenté a él y le pregunté por qué esperó tanto para hablarme de este último acontecimiento [comienza a bostezar repetidamente como si se fuera a quedar dormida].

Analista: La negación intenta atraparla ahora y hacer que se quede dormida.

Paciente: [riéndose] Pensaré en eso también. Decía incluso que él no era el responsable de la deuda. No puedo creer que piense eso, pero tengo que hacerlo porque es así como se comporta. No obstante, para mí es duro porque sigo con la fantasía de que él es un sustituto de mi padre, a quien perdí tres veces. En lo más hondo siento que tengo que hacer lo que sea para asegurarme de que no vuelva a suceder.

Analista: Usted intenta resolver los sentimientos de desesperación negándose a creer algo que tiene justo delante. En el fondo cree lo que, en efecto, él dice de sí mismo: "Estoy arruinado, pero no fui yo el causante de mi ruina así que no tengo por qué arreglar las cosas." En ese lugar de su interior, donde se siente responsable por haber perdido a su padre y por haber sido una hija indigna de su madre, Vd. se siente arruinada y desea desesperadamente no ser responsable ni estar arruinada. A usted le gusta el mensaje que le llega de su marido. Se vincula con su voz reprendedora, aun cuando aparentemente apuesta por intentar arreglarlo todo.

Paciente: Me asusta la idea de que me beneficio comportándome de la forma que discutimos ayer.

Inmediatamente después del material clínico de Holmes, Fonagy comenzó la discusión formal. En consonancia con el objetivo indicado en el panel, Fonagy dejó claro que su intención no era comentar el “modelo declarado de Holmes, al cual ella demuestra una lealtad explícita,” sino ilustrar el pensamiento de una analista en el trabajo, destacando las suposiciones ocultas que influyen en su pensamiento. Fonagy opina que estas ideas implícitas son las que nos distinguen como clínicos y que de hecho son la base de nuestras diferencias públicas más radicales.

A Fonagy le sorprendió la gran coherencia del trabajo de Holmes con esta paciente. La consideró muy consistente en el uso del análisis de las defensas y destacó que en su pensamiento había escasas muestras de uso de conceptos "prestados". Señaló que la descripción de la paciente como “deseosa de una provisión de seguridad” sugiere una posición más winnicottiana, en la cual se prima la provisión de amabilidad y apoyo sobre el insight. Fonagy lanzó la hipótesis de que esta interacción evidenciaba una respuesta contratransferencial al sentimiento de la analista de "haber dejado" o perdido a su paciente. Señaló que si Holmes se hubiera sentido más cómoda haciendo uso de conceptos "prestados" podría haber descrito esta experiencia como un ejemplo de identificación proyectiva. Por otra parte, cuando Holmes interpretaba los bostezos de la paciente como una actitud defensiva, también podía haber sido una evitación de ver los bostezos como una expresión de la hostilidad y la transferencia negativa de la paciente, otro concepto "prestado".

Fonagy hizo la observación de que Holmes, como muchos analistas angloparlantes, no parecía estar muy sintonizada con la naturaleza polisémica del lenguaje de su paciente y, por tanto, perdió varias oportunidades de comentar las experiencias de la misma. Sin embargo, expuso la fascinante hipótesis de que los analistas anglo-americanos probablemente sean más sensibles al modo que tienen los pacientes de usar el desplazamiento y, por tanto, de relacionarse consigo mismos, con las personas importantes en sus vidas, y con sus analistas como "poliobjetos." En particular, señaló que el marido de la paciente representaba una "gama de imagos internas de la paciente."

Volviendo de nuevo a los pensamientos de Canestri acerca del uso defensivo de la teoría, Fonagy precisó que Holmes podría haber sido culpable de esta experiencia clínica demasiado familiar. Observó que era imposible escuchar el material sin sentirse profundamente disgustado por el continuo apoyo de esta mujer a su auto-destructivo esposo. Sin embargo, pensó que cuando la paciente decía que le asustaba la idea de verse beneficiada en cierto modo por su comportamiento con su marido, Holmes cambió el foco de la experiencia que tanto ella como su paciente tenían de la locura de esta mujer y preguntó cómo se beneficia ella de esta maniobra intrapsíquica. Aquí, según Fonagy, vemos el uso defensivo de la teoría para normalizar la experiencia, así como una priorización implícita del análisis de las defensas para indagar en un aspecto distinto de la experiencia del paciente. Además, según Fonagy, los analistas pueden proteger su narcisismo y utilizar la teoría defensivamente cuando resaltan la defensa y la evitación del paciente más que la suya propia. En este sentido, le pareció que cuando Holmes comentó que su paciente no se refirió a la sesión del viernes mencionada al principio de la semana, era posiblemente reflejo de la reticencia de la analista a pensar en algo así como también lo era por parte de la paciente.

El comentario de Fonagy subrayaba las suposiciones implícitas de Holmes en cuanto a las teorías de cambio y al modo en que éstas orientan sus interpretaciones. El material clínico ilustra claramente su creencia que el "conocimiento de cómo pueden funcionar los mecanismos inconscientes conducirá a un cambio permanente." Así, por ejemplo, señala cómo la paciente utiliza la represión y la negación. Además, cuando Holmes le habla a la paciente acerca del sentido que tiene de sí misma de indigna y arruinada, le está ayudando a ponerse en contacto con las partes escindidas de sí misma. Al referirse a la relación de la paciente con su padre perdido, le está ayudando a darse cuenta de las raíces infantiles de su conducta. Al hacer estas detalladas observaciones del proceso, Fonagy parecía estar indicando que la interacción entre teoría implícita y explícita impulsa claramente nuestra técnica y modela lo que escuchamos, cómo entendemos el material, y qué y cómo elegimos comunicar ese entendimiento a nuestros pacientes.

Finalmente, Fonagy habló del modo en que la teoría implícita influye en el estilo de trabajo de Holmes, la forma en que habla y su proceder. Señaló que su expresión tiende a ser más específica y menos ambigua que la que a veces propicia el francés. Dijo que su formulación refleja una psicología unipersonal más que bipersonal, en tanto que se orienta a los estados mentales de la paciente. En su opinión, sus interpretaciones no reflejaban una perspectiva en la cual los estados mentales emerjan a partir de interacciones interpersonales. Refiriéndose a una interpretación, parcialmente citada arriba, observó que Holmes parece evitar cuidadosamente atribuir estados mentales a cualquiera que no sea la paciente. Él cree que, al hacer esto, la analista comunica sólo lo que cree que está ocurriendo en la mente de la paciente, excluyendo el reconocimiento de que los pensamientos y los sentimientos "emergen en ambas mediante interacciones en la realidad ‘del día a día’ o en el consultorio." Fonagy concluyó su presentación apuntando que nuestros esfuerzos interpretativos por entender a nuestros pacientes pueden ser normales y humanos pero sin embargo están "profusamente imbuidos y orientados por nuestra experiencia clínica.” Sólo mediante la pretensión de una narración ateórica del proceso analítico, dijo, puede emerger genuinamente la plena complejidad de nuestro pensamiento.

Se concedió a Holmes la primera oportunidad de responder a la descripción de Fonagy de su trabajo. Dijo, con humor, que se sentía satisfecha de ser considerada consistente. Luego comentó que es consciente de que trata de incorporar una perspectiva bipersonal en su trabajo. Ve a la paciente sufriendo por estados mentales que requieren más que una simple interpretación de las defensas. Sin embargo, siente el esfuerzo por integrar esta perspectiva en el modelo teórico bajo el cual se formó originariamente como un trabajo en marcha. A continuación, Cairo invitó a los miembros de la audiencia a que hicieran preguntas y animó a los miembros del panel a responderlas.

En respuesta a una pregunta de la audiencia sobre si las teorías implícitas habían cambiado con el tiempo, Canestri respondió que el grupo de trabajo había estado investigando ese tema. Señaló que un análisis de la literatura sobre el tema indicaba un aumento reciente de los trabajos kleinianos y que la atención prestada a la contratransferencia, como se muestra en la creciente popularidad de las escuelas relacionales e intersubjetivas, conduce automáticamente a una mayor conciencia de la teoría implícita y su influencia.

Francis Baudry, refiriéndose al punto del material clínico en que Holmes no parecía explorar la sensación de su paciente de estar asustada, preguntó si la teoría de Fonagy nos permitiría profundizar en el análisis. Fonagy respondió que diversas teorías nos influyen implícitamente para sintonizar con tipos de fenómenos concretos. Estar alerta ante el conflicto, como lo está Holmes, permitirá llegar “más profundamente” pero de una manera diferente, quizás, a su propio enfoque clínico. De cualquier manera, observó él, no hay forma de entender al paciente sin una perspectiva teórica. Holmes, volviendo también de nuevo a este momento del análisis y a los comentarios de Fonagy, agregó que, en su opinión, en momentos difíciles del análisis puede ser necesario utilizar la teoría como medio para normalizar la experiencia de modo que uno pueda escuchar eficazmente y permitir que el material se despliegue, una aclaración con la cual Fonagy estuvo de acuerdo. Sobrevino una discusión en la cual Fonagy y Canestri destacaron cómo la teoría nos ayuda a conocer y a no conocer a nuestros pacientes y que esto queda patente a veces por las fluctuaciones de nuestra curiosidad o por aquello con lo que sintonizamos en el material. Lo que resulta crucial es crear un diálogo que nos deje examinar en qué grado están presentes las suposiciones teóricas implícitas.

La discusión se dirigió entonces a la tensión entre pluralismo y eclecticismo y la cuestión de si existen demasiadas teorías o demasiado pocas. Cairo preguntó si podíamos hallar una congruencia entre las teorías existentes. Canestri respondió que él piensa que hay puntos en los que convergen las diferentes teorías psicoanalíticas. "El sueño es encontrar algo bajo la teoría – una teoría modelo que permitiera unir varias teorías explícitas."

Cuando Holmes preguntó si las teorías pueden coexistir sin integrarse, Fonagy y Canestri señalaron la necesidad de encontrar un terreno común y de decidir en áreas en las que exista acuerdo. Fonagy agregó que esto requeriría entablar mejores lazos de comunicación. Uno de los problemas para lograr este objetivo, dijo, es que cuando el grupo de trabajo estudiaba las listas bibliográficas se dio cuenta de que los analistas tenían cada vez un menor conocimiento de los trabajos que se desarrollan a su alrededor. Es decir que los analistas no leen los trabajos de otros e intentan integrarlos en el suyo propio; más bien, nos estamos haciendo cada vez más egocéntricos y solipsistas. Canestri quiso subrayar que no es que el grupo de trabajo espere encontrar una teoría que sea mejor que otra o que profundice más. Sin embargo, la síntesis e integración de teorías nos ofrece múltiples perspectivas de los problemas de nuestros pacientes.

Jean Paul Pedron, refiriéndose al material clínico, sugirió que Holmes, de hecho, "no dejó” a la paciente, sino que, por el contrario, preguntaba activamente y sacaba temas que estaban desatendidos. A continuación preguntó cómo se conceptualizarían estas “puestas en acto" en la teoría implícita. Holmes respondió que en su momento ella no se había dado cuenta de estas puestas en acto pero estuvo de acuerdo en que haber permanecido en silencio habría sido percibido por la paciente como “haber sido dejada”. Fonagy indicó que él piensa que las puestas en acto son valiosas y, como Sandler, cree en la respuesta al rol. Destacó la complejidad del concepto y describió los modos en que un analista puede ser empujado al papel de esperar y luego reaccionar contra esto volviéndose abiertamente pasivo y sin actuar. Lo que esto implica es que hay numerosas fuerzas que ejercen de mil maneras su influencia sobre el analista durante la sesión analítica y que éstas pueden ser o no fácilmente observables.

Peter Shabbad señaló que la teoría implícita del analista tiene aspectos tanto cognoscitivos como emocionales. Los valores que damos a cosas tales como el matrimonio o el divorcio contienen valencias conscientes e inconscientes. Estos factores emocionales son importantes y juegan un papel en nuestra teoría implícita. Canestri estuvo totalmente de acuerdo y precisó que el grupo de trabajo estaba muy interesado en delinear estos factores emocionales.

La pregunta final de la audiencia volvió a centrarse en el tema de consistencia y de la coherencia. Earl Baughman quería saber la importancia, para el paciente y para el analista, de que éste tenga una teoría consistente. Fonagy indicó enfáticamente que, especialmente para los pacientes cuyas mentes son incoherentes, resulta esencial que el analista tenga una teoría coherente de la mente. Que la teoría nos ayuda a conocer a nuestros pacientes y nos ayuda a ayudarles a conocerse a sí mismos. Después de todo, preguntó, ¿no es éste el centro de lo que hacemos como analistas? 

NOTAS

Panel presentado en el Encuentro de Invierno de la Asociación Psicoanalítica Americana en Nueva York el 23 de enero de 2004. Los autores del panel: Irene Cairo (presidente), Jorge Canestri, Peter Fonagy y Dorothy Holmes.

 

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